Lo hice feliz

Lo hice feliz

Ocurre que tuve que viajar a la capital por asuntos personales y lo hic sin mi esposa,

lo cual me dio libertad para hacer algún contacto de los que acostumbro y con los que disfruto tanto.

Por razones de tiempo, el contacto lo hice antes de viajar, chateando.

Así conocí a Esteban, un muchacho de 28 años. Ustedes ya saben que tengo 55 años y soy un pasivo impenitente.

Cuando ví su foto me encantó su aspecto de hombre rudo y vigoroso. Su cabello negro ensortijado y su mirada profunda me encantaron.

Cuando me contó que era velludo, sin exagerar, y que le gustaban los lampiños, como yo, me decidí a conocerlo.

Es más, cuando yo le mandé mi foto, él también se entusiasmó y me dio su número de celular.

Mejor aún: gracias de ello, escuché su voz ronca y viril lo cual me completó el cuadro. Quedamos de acuerdo en vernos.

Pues bien, ya en Santiago, apenas pude darme un tiempo lo llamé y quedamos en vernos ese mismo día.

Me encargué de alquilar un departamento discreto en el centro de la ciudad, por un par de horas y, llegado el momento, me dirigí a mi ansiada cita.

Tuve que pasar a una oficina a recoger la llave y pagar y luego dirigí mis pasos al edificio en cuestión.

Subí y entré al departamento alquilado: ninguna maravilla, pero no estaba mal.

Llamé a Esteban y le indiqué donde estaba. A los pocos minutos, sonó el timbre y , al abrir, allí estaba mi principe azul.

Sonrió, me dio la mano y entró. Lo noté algo nervioso y tenso, yo en cambio estaba relajado y, viendo que la realidad superaba la imagen de la foto,

solo quería abrazarlo y besarlo lo más pronto.

Pero él se sentó en el saloncito, y se puso a conversarme de muchas -cosas.

Había un par de tragos en la mesita esperandonos.

Y como yo no bebo, se los bebió uno tras otro, para darse valor.

Yo lo miraba con ojos golosos y sonrisa divertida.

Una vez se tomó las copas, abrió un bolso que traía y sacó un par de latas grandes de cerveza y continuó bebiendo.

Yo estaba algo inquieto por temor a que se emborrache, pero él me dijo que no tuviera cuidado con ello.

Sólo al cabo de una hora de charla, por fin se puso de pié y me invitó a que fuéramos al dormitorio.

Obviamente pasó al baño un rato mientras yo lo esperaba de pié, el lado del lecho.

Por fín salió y se acercó a mí, con la mirada brillante de deseo y me abrazó con fuerza.

Su boca, con aliento de cerveza que lejos de desagradarme, me excitó, atrapó mis labios y me besó con un largo y apasionado contacto de labios y lengua que me enloquecieron aún más.

Ya puede percibir que su bulto, duro y apremiante se apegaba a mi bajo vientre a través de nuestras ropas. Inmediatamente bajé mi mano y lo acaricié.

-Desnudemosnos-le pedí. Y sin demora, nos quitamos todas nuestras ropas, que quedaron tendidas en desorden por el piso.

Adoro la desnudez de mi piel, para sentir a plenitud en delicioso contacto con mis hombres.

Así fúe. Nos tendimos en la cama y nuevamente nos abrazamos.

Sentí que su piel velluda y su miembro vigoroso se apretaban contra mí, excitándome y enervándome..

-Chúpame-me dijo simplemente, tendiéndose de espaldas y yo, sin vacilar, lo obedecí.

Me puse de rodillas entre sus piernas y contemplé su verga maravillosa:

no es muy larga, tendró 18 cm a lo sumo, pero es un verdadero tronco, nervudo y potente,

sus cuerpos cavrnosos se perfilan nítidamente bajo su piel, está circuncidado, así que pude mirar y admirar su glande hermoso, amenazador y rojo violáceo.

Después de esos segundos de contemplación admirativa, comencé mi tarea.

Primero tomé la hermosa herramienta con ambas manos y acerqué mi boca trémula para darle un beso en toda la punta,

luego me metí sólo el glande en la boca y chupé suavemente, mientras le pasaba la lengua en la parte inferior más sensible.

Esteban gimió. Luego me dediqué a pasarle la lengua por toda el asta, hasta la raiz.

Incluso le chupé uno a uno sus huevos y luego volví a engullirla.

Deo reconocer que no me cabía toda en mi boca, especialmente por su anchura, pero hice lo que pude hasta que la sentí en el fondo de mi garganta.

En ese momento, Esteban comenzó a bombearme, como culendo mi boca, mientras yo incrementaba mi mamada,

cuidando que mis dientes no le hicieran daño. Esteban ahora gritaba y me decía cosas calientes y excitantes.

Luego de un largo rato, retiré mi boca de su ariete tan delicioso.

Yo ya quería que me lo metiera entero, pero esta vez en mi culo.

Me puse esta vez a horcajadas de su pelvis y apoyé mi culito en la punta, queriendo solo saborearla,

sin penetración, mientras mi boca buscó de nuevo sus labios, lo besé con pasión, y luego le dije a su oido: -Ahora, hazme tuya…estoy loca-

Como ven, de nuevo ya era toda una mujer, pidiendo ser poseída.

-¿Vas a ser mía?…-me contestó-

-Sí…sí…sólo te pido que me pongas cremita en mi hoyito…

Se puso el condón y tomó un tubo de lubricante que traía y me untó el ano, mientras yo me ponía en cuatro patas de rodillas en la cama, agachando mi cabeza y ofreciéndole mi culo.

Esteban se puso detrás de mí, me tomó de las caderas, luego apoyó la punta de su glande en pleno orificio y comenzó a presionar.

Gimiendo, y, sin el dolor que yo esperaba, sólo sintiendo un placer indescriptible, sentí como su pene, su tronco delicioso se clavó en mi entraña hasta la raiz.

Cuando sentí sus huevos golpeando contra los míos, grité de placer.

-¡Cabalga a tu yegua!-le grité .

El me dio un par de palmadas en las nalgas, que me excitaron aún más y comenzó a bombearme entre gemidos de excitación.

Yo, en el paroxismo del placer, comencé a menearme a su ritmo, impulsando todo mi trasero hacia él cuando su estaca estaba en los más profundo, aumentando el placer de ambos.

El ritmo aumentó y yo seguí tirando el culo hacia atrás, hasta que, en un momento glorioso, yo sentí que su verga, su glande se raspaba contra mi esfínter y con ello, le llegó un orgasmo intenso, en medio de gemidos de auténtico placer.

Acto seguido, desfallecido, sacó su verga y cayó de bruces, rendido en la cama, con la felicidad del placer reflejada en su rostro.

Yo aún no acababa, pero me fue fácil masturbarme mientras él me besaba en los labios y me acariciaba la piel de mis nalgas, mis caderas y mi bajo vientre.

Fue rico y maravilloso.

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