gimnasio

Alfonso era un hombre maduro de 42 años, pero de espíritu jovial y relajado, casado y con dos hijos. No era un hombre guapo, pero sí con cierta presencia, su gusto por el gym le hacía lucir fuerte y sano. Pese a su apariencia muy masculina, Alfonso era un hombre sensible y siempre abierto a las artes, disfrutaba de la poesía romántica y ocasionalmente leía alguna novela de amor, también sabía disfrutar de la buena música y era feliz escuchando en las conversaciones.

Desde joven siempre fue tachado de maricón por el simple hecho de no ser un chico vulgar, grosero o vicioso. Alfonso tuvo algunas novias durante su juventud hasta que se casó cuando tenía 27 años, después de un tiempo de feliz matrimonio tuvo por ahí un par de deslices con las socias del despacho donde trabajaba, hasta ese momento su vida era hasta cierto punto normal.

En el gimnasio se comportaba con la misma rectitud y seriedad como en la oficina, llegaba a cambiar su ropa de trabajo por la deportiva, saludaba a los chicos y chicas que estaban en el gimnasio y hacía su rutina calladamente, al terminar se daba un baño y regresaba a casa.

Alfonso comenzó a coincidir con un nuevo usuario del gimnasio, un hombre que parecía ser de una edad semejante a la de él pero ligeramente más delgado aunque con un físico más marcado. Ambos hombres eran educados y todos los días se daban las buenas tardes al llegar y las buenas noches al salir.

Los pesos que ambos manejaban en sus rutinas eran también muy parecidos así que no pasó mucho tiempo para que alguno pidiera ayuda al otro a la hora de hacer algún levantamiento en press de banca, una vez dada la ayuda cada uno seguía con los suyo sin mayor interacción. Un día coincidieron en las caminadoras y hubo una presentación bastante informal, el nombre del otro hombre era Alejandro, 40 años, divorciado, dos hijos y contador de profesión. A partir de ese momento comenzó a surgir una amistad y camaradería entre ambos hombres.

Alfonso y Alex comenzaron a entrenar juntos de vez en cuando para dar variedad a sus rutinas, y muchas veces coincidían en las regaderas del gimnasio o en el vapor, y fue justamente en las charlas en el vapor como uno le contaba su vida al otro.

Ninguno de los dos tenía vicios, así que ocasionalmente iban por una cerveza saliendo del gimnasio, momento que aprovechaban para charlar de los problemas de trabajo y de familia.

Tocarse durante las rutinas, mirar sus cuerpos sudorosos, estar semi desnudos en el vapor o completamente desnudos en las regaderas comenzó a tener un efecto en Alfonso, quien en más de una ocasión se sorprendió mirando a Alex mientras se vestían.

En una ocasión Alex lastimó su hombro derecho y decidió hacer solo ejercicio cardiovascular por un tiempo mientras su hombro se recuperaba, Alfonso se solidarizó con su amigo y juntos pasaban de las caminadoras a las bicicletas, un día Alfonso comentó que solo hacer cardio era aburrido, Alex confirmó el comentario y propuso a Alfonso saltarse la rutina de cardio de ese día, bañarse e ir al cine. Alfonso accedió y ambos hombres se sintieron como dos adolescentes que se van de pinta de la escuela.

Al llegar al cine se percataron que todas las películas estaban ya comenzadas, con excepción de una comedia romántica, Alfonso comentó que por él no había problema y Alex confesó a su amigo que el romanticismo era su placer culposo.

Alfonso y Alex fueron comprar palomitas para ver la película y de dieron cuenta que a su alrededor las parejas les miraban como si ellos fueran una pareja gay, cosa que no le pareció divertido a Alfonso pero sí a Alex, que sin duda era el más extrovertido de los dos. Siguiendo un poco el juego de la gente Alex preguntó a Alfonso.

– ¿Amor, de que refresco quieres?

– Del que tú quieras cariño.

Al entrar a la sala Alex tomó de la mano a Alfonso quien por instinto soltó la carcajada, asumiendo que todo era un juego para saciar el morbo de quienes les estaban viendo, después de eso cada uno tomó su asiento y vieron la película de lo más normal.

Al salir del cine, ambos compartieron sus impresiones sin ningún tipo de reparo, ambos hombres eran un par de románticos y cursis, así que fue agradable para ellos descubrirse de esa manera.

– Te invito una cerveza mañana en mi casa… sugirió Alex.

– ¿Y eso?

– Para no tener que decirte “amor” en público.

– Jajajaja Estuvo buena esa, para la anécdota!

– Nos vemos en el gimnasio y de ahí nos vamos a mi casa.

– Ok.

Al día siguiente ambos amigos coincidieron como habían planeado y se fueron a casa de Alex, después de años de entrenamientos diarios a ambos les estaba viniendo bien ese descanso. Ya en casa, bebieron un poco de agua y conversaron sobre la película, sobre novelas, sobre poesía, después bebieron su primera cerveza y conversaron sobre el gimnasio, las rutinas, los dolores físicos, las dietas. Alex sugirió ver una película, Alfonso aceptó con gusto y abrieron su segunda cerveza sentados en el sillón.

– Si quieres quítate los zapatos… sugirió Alex.

– No, como crees!

– No jodas, nos hemos visto hasta encuerados, además es la ventaja de vivir solo.

Alex se quitó los zapatos y Alfonso se sintió con la libertad de hacer lo mismo, después de un rato los dos estaban ya semi acostados en el sillón. Alex se acomodó y el cuerpo de Alfonso descansó sobre el de su amigo, los dos se sentían cómodos y siguieron así hasta que terminó la película.

– ¿Quieres venir mañana?… preguntó Alex.

– Estaría bien, me podría acostumbrar a hacer esto todas las tardes.

– Ya sabes el camino, nos vemos aquí para no hacer escala en el gimnasio.

– Ok. Te parece si traigo pizza.

– Cerveza y pizza… suena bien, vamos a tener que hacer doble rutina después.

Alfonso se puso los zapatos y se despidió de Alex con un abrazo que duró quizá un poco más de lo normal. Ambos querían seguir compartiendo la tarde juntos pero ninguno de los dos hizo algún comentario.

Al día siguiente Alfonso llegó con la pizza, Alex le esperaba en casa, ambos estaban hambrientos, devoraron la pizza y una cerveza, fueron al sillón y buscaron una película en la televisión, encontraron una vieja película y la vieron de nuevo semi recostados en el sillón, al final de la película Alfonso estaba un poco triste y melancólico, Alex lo abrazó y reconfortó, no hubo algún tipo de burla de las que suelen hacerse entre hombres cuando alguien se pone sentimental, eran dos seres humanos compartiendo un momento íntimo. Fue entonces que las manos de Alex y Alfonso se entrelazaron con ternura, Alfonso necesitaba sentirse protegido como cuando niño y ahí estaba Alex, dispuesto a darle su protección y su calor.

Alex besó la mejilla de su compañero y Alfonso sintió derretirse, y su reacción fue susurrarle su nombre al oído.

– Alejandro…

Ambos buscaron sus bocas y se fundieron en un tierno beso de amor, de amistad, de compañerismo, era todo lo que un hombre podía sentir por otro, sus bocas y sus lenguas danzaron al ritmo del amor por largo tiempo como reconociendo lo que toda su vida habían buscado sin saberlo.

Alfonso rompió el momento diciendo:

– Perdón es que yo…

– Shhh… no digas nada, no te disculpes, está bien!

– No sé cómo pasó es que no está bien.

– Tranquilo, estamos bien, no pasa nada, ¿no te gustó?

– Sí, mucho.

– A mi también me gustó, es todo lo que quiero saber.

– Quizá es mejor que me vaya.

– No te vayas quédate un rato.

Alfonso quería una explicación, pero en su interior sabía que no hacía falta, Alex le gusta física y emocionalmente, era como su alma gemela. Alex por su parte, sentía lo mismo que Alfonso, extrañamente se sentía libre y en confianza cuando pasaban tiempo juntos.

– Nadie tiene que saber… comentó Alex

– Eso es más que obvio.

– Me gustaría dejar fluir las cosas, ver qué puede darse.

– No quiero un novio ¿y tú?

– Tampoco, pero me gustaría quererte.

– Y yo que me quieras.

Ambos volvieron a buscar sus bocas y el beso aunque menos efusivo que al principio, fue más dulce.

– Ahora si tengo que irme… dijo Alfonso

– ¿Vienes mañana?

– No lo sé, no creo.

– Aquí voy a estar por si quieres venir.

En ésta oportunidad no hubo abrazo de despedida, Alfonso simplemente abrió la puerta y salió sin agregar nada más.

Al día siguiente Alex llegó a casa después del trabajo y encendió la televisión, en su interior deseaba que Alfonso se apareciera pero otra parte de él sabía que eso no pasaría, y justo en medio de ese diálogo interno sonó el timbre, era un nuevo Alfonso, sonriente y dispuesto a dejar que las cosas se dieran por sí solas.

Alex abrió la puerta y dio acceso a su amigo, ambos se besaron como se besa al amor de tu vida, lentamente, queriendo ser parte del otro y que el otro sea parte de ti.

– Pensé que no vendrías… dijo Alex notablemente emocionado.

– Me gusta estar contigo, es tan raro esto.

– Lo sé, yo tampoco sé qué pensar, solo quiero estar contigo.

– Abrázame.

Alex y Alfonso estuvieron abrazados por un momento que pareció eterno, era como si por fin hubieran encontrado el complemento que hacía falta en sus vidas. Ahora que se descubrían mutuamente no iban a dejarlo tan fácilmente.

Fueron a la sala y se sentaron a mirar la tele, tan sencillo como eso, el hecho de sentirse queridos y acompañados era suficiente para ellos. Alex se levantó y fue al refrigerador, en esta ocasión no hubo cervezas, regresó a la sala con una botella de merlot uruguayo y dos copas.

– ¿Y eso?… preguntó Alfonso.

– Para brindar… por ti y por mí.

– Suena bien.

Alex sirvió las copas a la mitad y agregó.

– Por tí, el hombre más bello que he conocido.

– Por tí, el hombre que siempre quise conocer.

– Por nosotros.

– Por nosotros.

Ambos bebieron de su copa y se dieron un tierno beso.

Entre risas y una amena plática la botella se terminó, ambos estaban un poco mareados, ninguno estaba acostumbrado a beber, así que sintieron sus cuerpos relajados.

Alfonso miró coquetamente a Alex y se lanzó sobre él para besarlo apasionadamente, su compañero respondió al beso con la misma pasión y como dos chiquillos que se descubren mutuamente comenzaron a despojarse de su ropa. A pesar que se habían visto muchas veces desnudos o con poca ropa en el gimnasio, en esta ocasión era muy diferente, en ésta ocasión habría entrega.

Las caricias comenzaron, ambos hombres eran muy viriles, las caricias recibidas tenían un toque nuevo y diferente, los dos tenían las manos callosas producto de las barras y las mancuernas, así que esto no era para nada parecido a recibir las caricias de una mujer. A pesar de que se trataban con delicadeza se podía sentir su fuerza a la hora de abrazarse y besarse, esta fuerza les hacía sentirse cuidados y protegidos por el otro.

Alfonso acariciaba la espalda de Alex y Alex las nalgas duras y firmes de Alfonso, en un momento sus erectos penes comenzaron a frotarse mutuamente, como si se tratara de una danza o un combate, que deliciosa sensación era sentir la intimidad del otro tan cerca, todas las sensaciones eran nuevas y agradables.

Alfonso se sentó en el sillón y abrió sus piernas, sin pensarlo Alex se arrodilló frente a el y con suaves movimientos de sus manos masturbó a su compañero, Alfonso por su parte cerró sus ojos y se dejó llevar entregándose a las caricias que Alex quisiera regalarle.

Alex abandonó la masturbación y comenzó a chupar el pene erecto de Alfonso, éste abrió los ojos un momento y se deleitó con la imagen, su bello amigo, estaba ahí entre sus piernas lamiendo su verga tiernamente como si se tratara de un caramelo. Después de un rato Alfonso interrumpió a su amigo diciendo.

– Amor, yo también quiero probarte.

Cambiaron de posición como tantas veces lo hicieron en el gimnasio, ahora Alex estaba sentado en el sillón y Alfonso arrodillado entre sus piernas. Alfonso besó los pectorales definidos de Alex y bajó con pequeños besos hasta encontrarse con aquella vara mágica de su amigo. Alfonso se detuvo un poco antes de meterse aquel pedazo de carne en la boca, lo miró, o más bien dicho lo admiró, aspiró y se llenó de su aroma, era tan distinto a lo había experimentado en su vida, y fue entonces que devoró el pene de su amigo.

Alex sintió que se venía después de tan formidables caricias, pero temió que si eyaculaba se terminara todo, así que detuvo a su compañero para invitarlo a pasar a su recámara, Alfonso aceptó gustoso y se tomaron de la mano para caminar juntos y llegar a la cama.

– Cógeme, hazme tuyo amor… suplicó Alex.

Alfonso no respondió con palabras sino con un gran beso francés, Alex se recostó en la cama y abrió sus piernas, Alfonso se deslizó sobre él y comenzó a besar el cuerpo de su compañero. Besó su cuello, sus hombros, sus pectorales, su marcado abdomen, un muslo, luego el otro y así hasta llegar a sus pies. Alfonso se puso de rodillas en la cama y jaló a Alex de las piernas para llevar sus pantorrillas a sus hombros, se escupió una mano y con la saliva lubrico su verga, se inclinó hacia adelante y la cadera de Alex se separó de la cama, con delicadeza Alfonso apuntó su virilidad en el ano de Alex y lo penetró poco a poco.

Alex se sentía desgarrado en su interior, no estaba acostumbrado a ese tipo de caricias íntimas, pero no sería él quien detuviera los movimientos de su compañero, una vez que la verga de Alfonso entró por completo se quedó ahí unos instantes y los labios de ambos hombres se encontraron de nuevo.

– Ya cógeme cabrón, cógeme como hombre.

Alfonso comenzó a moverse, el ano de Alex lo apretaba como nunca antes había experimentado y poco a poco los movimientos se hicieron fluidos y poderosos, Alex apretaba las sabanas con sus manos y apretaba los dientes conteniendo sus gemidos, por su parte Alfonso gruñía en cada embestida, Alfonso avisó a su amante que iba a terminar, y Alex solo asintió con la cabeza dando permiso a su compañero de venirse dentro de él.

Un calor llenó el interior de Alex, era tan hermoso saber que su amigo y ahora amante había disfrutado, el placer de su amigo era su propio placer, pero no todo terminó ahí, Alfonso quería devolverle el favor a su pareja y regresó al sexo oral y no se quitó hasta que Alex eyaculó en su boca. Alfonso tragó parte del semen y otra parte escurrió por la entrepierna de Alex.

Los dos buscaron abrazarse para terminar en un nuevo beso francés. Alex recargó su cabeza en el pecho de Alfonso y descansaron por un rato.

– ¿Te quieres bañar?… preguntó Alex.

– Sí, pero solo bañar, ya es tarde, debo regresar a casa.

– ¿Mañana vendrás?

– Claro amor, mañana me vas a coger tú.

Alfonso se bañó y se vistió para irse a casa. Alex por su parte se mantuvo desnudo, quería seguir disfrutando del olor que Alfonso había dejado en su piel y tal vez masturbarse toda la noche pensando en lo sucedido esa tarde – noche.

Alex acompañó a Alfonso hasta la puerta y antes de abrir se despidieron con un tierno beso.

– Te amo Alfonso.

– Te amo Alejandro.

Alfonso abrió la puerta y salió con rumbo de su casa, se sentía un hombre nuevo, un hombre más completo, pero aún le faltaba descubrir la sensación de ser poseído por su nuevo amor.

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Un comentario:

  1. Luis

    abril 24, 2020 at 2:05 am

    EXELENTE!!
    Hermosamente narrado.
    Es mi historia.
    Saludos.

    Responder

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