Se la chupe en el centro comercial

Cada año, en vacaciones de verano, mi familia organiza un viaje. Hemos estado en varios lugares, en su mayoría cerca de playas. Sin duda, las mejores vacaciones que jamás tuve ocurrieron cuando tenía 18 años. Cuando a mi madre se le ocurrió invitar a mi primo Rafael… Rafa para todos.
Rafa pasaba por uno de los peores tiempos de su vida. Su padre había muerto en un accidente de trabajo, electrocutado en una planta de energía. Toda la familia lo apoyó ya que era hijo único. Rafa y yo habíamos sido los típicos primos que se ven solo en cada reunión familiar. Sin embargo, su cuerpo y bello rostro se quedaban en mi joven memoria para fantasear un rato. Rafa era un chico moreno de nariz pequeña y de peinado moderno pero sin llegar a lo ridículo. Era alto y su blanca sonrisa podía iluminar cualquier habitación.
Recuerdo que mi madre mencionó a Rafa cuando planeabamos el viaje. Dijo que sería bueno para él y todos en mi familia aceptamos incluirlo. Mi emoción creció cuando supe que compartiriamos habitación.

El día del viaje llegó. Fuimos a casa de Rafa para recogerlo y después de acomodar su maleta en la apretada cajuela del auto subió con nosotros y se sentó a mi lado. Al otro lado estaba mi hermana de ocho años.
Todo el viaje fue incómodo. Al menos sólo para mí ya que estaba viajando con el chico que había pensado tantas veces mientras me masturbaba. Ambos vestíamos bermudas y su pierna descubierta rozaba frecuentemente con la mía. Fue una hazaña muy grande el evitar una erección.

Llegamos por fin a hotel de Cancún. Mi padre había dicho que era mejor viajar en avión, pero mi madre dijo que eso nos llevaría más dinero. Así que viajamos en auto. Ingresamos al hotel y nos recibieron como reyes. Dos muchachos se llevaron nuestras cosas y una mujer nos dirigió a nuestras habitaciones. Después de subir por un ascensor llegamos a los cuartos. Mis padres y mi hermana se fueron al suyo y mi primo y yo al nuestro.
-Nos vemos al rato -dijo mi madre-. Por favor no rompan nada.
-Sí, madre -le dije.
-Gracias, tía -dijo Rafa.
La habitación era la más elegante de todas en las que había estado. Miré las camas. Eran medianas y las almoadas parecían dos grandes y comfortables nubes. Rafa corrió y saltó a una de ellas.
-Esta es mía -dijo.
-Pues esta es la mía -contesté, caminando a la otra cama.
-Corrí las cortinas y miré el paisaje.
-¡Mira eso! -Dijo Rafa a mis espaldas. Qué chido.
-No conocías el mar, ¿cierto?
-No, pero ahora sí. No puedo esperar a ir.

Y las vacaciones comenzaron. Nos cambiamos y nos dirigimos a la playa. Mis padres fueron cerca de un restaurante en donde una gran piscina se encontraba. Naomi, mi hermana, parecía querer nadar en la piscina. Nosotros en cambio fuimos al mar.
Nadamos, comimos, y volvimos a nadar. Nunca perdí de vista a Rafa. Por una parte fue a petición de mi madre ya que no quería ningún accidente y por otra, yo estaba más que dispuesto a observar su delgado y bien formado cuerpo. Para tener 18 años, era ya todo un hombre. Con brazos gruesos y barriga marcada. Creo que olvidé decir que Rafa juega al basketball.

Llegó la noche y después de cenar todos nos dirigimos a nuestras habitaciones. Rafa se encontraba perdido con su celular aprovechando el internet. Yo iba a hacer lo mismo pero el mio se descargó. Así que tomé el control remoto y encendí la televisión. Después apagué las luces ya que nadie parecía necesitarlas.
Pasé cada canal sin interesarme en lo absoluto por alguno. Hasta que di con una película de acción y subí el volumen. Para mi desgracia, la película terminó diez minutos después. Rafa seguía en su celular moviendo los dedos con rapidez mensajeándose seguro con alguno de sus amigos.
Pasé los demás canales y fue cuando encontré un canal porno. Una mujer rubia se sacudía de arriba a abajo cabalgando un grueso y lampiño miembro masculino. Los gemidos de la actriz surgieron y llamaron la atención de Rafa. Quise cambiar de canal, pero el control se me resbaló de la mano.
-No le cambies -dijo él. Miraba la escena con fascinación, como si se tratase de un descubrimiento milenario.
Yo también miré aquella película sin decir nada. Sentí entonces la súbita exitación. Un cosquilleo surgió de mi pecho y me hizo temblar ligeramente. La posición de los actores porno cambió. Ahora hacían la de perrito y el hombre tiraba del cabello de ella mientras insertaba su pene con rápidas y violentas embestidas. Temí que escuchasen los gemidos así que bajé el volumen.
Me atreví a mirar a Rafa. Tenía la mano derecha metida en sus bermudas. Masajeaba con lentitud su miembro ya despierto. Sentí que él mío también se endurecia y fue cuando pensé que aquella situación nos llevaría a masturbarnos. Se supone que eso es completamente normal entre chicos de nuestra edad.
Alargué un brazo y toqué mi pene. En aquel entonces, siendo un adolescente, me podía masturbar hasta tres veces en un día. Me corría con facilidad y siempre estaba dispuesto a fantasear con lo que sea. Ahora estaba con mi primo, a punto de mirarle el pene ya que él estaba dispuesto a jalársela en frente mío.
La escena en la tele mostraba ahora a la mujer dándole sexo oral al hombre. Chupaba como si estuviera sedienta.
Fue cuando Rafa comenzó a desnudarse. Se quitó la Bermuda y la tiró a un lado. No podía dejar de verlo. Mi mano apretó mi pene aún escondido entre mis ropas y sentí que me correría en cualquier momento. La ropa interior de Rafa era un bóxer gris los cuales no dudó en quitarse y revelar por fin el pene que tanto me había imaginado. Una mata de vello púbico cubría los bordes de su grueso miembro. Después, y como si yo no estuviera ahí, se quitó la camisa mostrándome una vez más su marcado torso. Agitó su pene y comenzó a masturbarse. Yo lo vi todo con total claridad a pesar de estar en las sombras.
En ese momento pensé que debía hacer lo mismo. Ya toda clase de tabú entre nosotros se había esfumado y podíamos hacer lo que queríamos. Al menos eso creía ya que mis ganas de desnudarme y correrme en toda la cama eran tan altas que pensaba que no podría terminar de desnudarme ya que me correría antes.

Escuché a Rafa gemir. En la tele la actriz recibía el semen en la cara. Miré a Rafa y él también se corría. Alcancé a ver su esperma volar hasta su ombligo en al menos cuatro corridas. Su cuerpo se retorció y suspiró aliviado.
La urgencia de tener un orgasmo era incontrolable. No podía mover la mano que cubría mi pene ya que cualquier movimiento haría correrme en mi ropa interior.
Rafa se levantó y se fue al baño.
Una vez cerrada la puerta descubrí mi pene. Bastaron cuatro jaladas para correrme. Mi pene latía y la cálida sensación de mi semen en mis manos y estómago fue igual de placentera. Noté que todo mi cuerpo temblaba y mi corazón golpeaba agitado mi pecho.
No supe que hacer después. Rafa seguía en el baño y ahí en mi cama no había papel higiénico u otra cosa para limpiarme. Estaban las sábanas, pero no quería mancharlas ya que la que hace el aseo podría descubrir las manchas al cambiar las sábanas. Me llevé entonces mi corrida a mi boca. Enseguida tragué todo rastro de semen. Eso era algo que ya había hecho y al parecer se volvería costumbre.
Todo pareció volver a la normalidad. La película porno terminó y dio paso a otra escena que apenas comenzaba ya que una mujer de pechos prominentes estaba siendo entrevistada. Tomé el control remoto y apagué la televisión dejando la habitación más oscura de lo que ya estaba. Me coloqué de lado en posición para dormir dándole la espalda a la cama de mi primo. Rafa salió del baño y espere a que se vistiera. No habló ni hizo nada más que regresar a su celular.
Pasaron los minutos, me levanté y me fui al baño. Ahí terminé de limpiarme. Oriné, me lavé las manos y salí.
Ahí estaba Rafa. Había dejado a un lado su celular y apesar de la oscuridad pude notar que me miraba.
-Aún quiero más -dijo.
-¿Cómo? -Respondí. Caminé a mi cama intentando no parecer nervioso.
-Necesito más acción, primo. Pero ahora no pienso mirar la tele.
Reí. No había comprendido lo que me decía. Hasta que sentí cómo se subía a mi cama.
-¿Qué haces? -Dije.
Sus manos tocaron mis piernas. Se acercó y pareció que me abrazaba. Olí sus ropas impregnadas de su perfume. Después me susurró al oído:
-Yo sé que eres gay. No se lo diré a nadie.
Sus manos surcaron mi espalda. Aquel cosquilleo de nuevo inundó mi cuerpo.
Mi instinto me dijo que tenía hacer lo que él se proponía. Aquello parecía un sueño, pero ahora puedo jurar que sucedió de verdad.
-Tú tampoco dirás nada, ¿verdad? -Dijo de nuevo.
No le respondí.
Nuestras bocas se encontraron. Nos besamos con pasión, como si dependiésemos el uno con el otro. Besó mis labios y yo besé los suyos. Nuestras lenguas se enredaron mientras nos tocábamos sin experiencia los cuerpos.
Mi primo me tomó de los hombros y me recostó. Mi vista ya se había acostumbrado a la oscuridad y vi con claridad cómo se quitaba la playera con desesperación. Después continuamos besándonos y me apartó solo para quitarme mi playera. Nuestros pechos se unieron. Piel a piel nos revolcamos en la cama, siempre oliéndonos, besándonos y acariciándonos. Eran demasiadas sensaciones. Todas nuevas y en apariencia eternas. Quería estar así por siempre.
Podía sentir nuestro miembros rosarse para así incrementar nuestras erecciones.
Rafa parecía controlar todo ya que se irguió y comenzó a quitarse el resto de sus ropas. Yo hice lo mismo y pronto ambos nos encontramos desnudos en mi cama de hotel. Sentí su pelvis que hizo cosquillas mi estómago. Dimos vueltas hasta llegar al borde de la cama para solo regresar al otro lado. Nuestras manos exploraron el cuerpo del otro. Toqué sus nalgas y el las mías. Rafa besó mi cuello mientras yo sedía a sus movimientos.
Después llegó el momento de más placer para mí. Rafa se recostó y yo me coloqué entre sus piernas. Oprimí su verga entre mis manos y percibí su dureza carnosa. Era más grande que la mía, quizá de 19 centímetros. Pude también olerla. Era un aroma de sexo puro en donde percibí los rastros de su semen que había eyaculado hace unos minutos.
Me lleve a la boca su pene y comencé a mamar como cachorro sediento ante la tetilla de su madre. Pasé la lengua por su glande y succione con fuerza tragando hasta la base. El cuerpo de mi primo se retorcía como loco.
-No pares -dijo-, sigue, más, más, por favor.
Succioné sus testículos y regresé a lamer el tronco de su pene para terminar metiéndomelo de nuevo a la boca. Era un sabor salado que me llevaba al paraíso.
-Basta -dijo-, quiero penetrante.
Eso me asustó, pero al mismo tiempo supe que debía hacerlo. Me recosté en su lugar. Él me abrió las piernas y alzó mi culo para aproximarlo a su cara. Expuso mi ano abriendo mis nalgas. Después lamió con fiereza haciéndome gemir. Mi primo se olvidó se su heterosexualidad y lamió todo lo que encontraba. Era mi primera vez. Aquella nunca la olvidaré.
Después Rafa lubricó su pene con su propia saliva y procedió a penetrarme. Sentí como mi ano sedía ante su glande. Se deslizó por mi recto con lentitud y sentí que mi corazón se saldría por fin de mi pecho. Sentí la dureza de su miembro penetrando en mí. Gemí con fuerza y eso hizo que Rafa me cubriera la boca con una de sus manos temiendo que fuése a despertar a todo el hotel.
Su pene continuó entrando. Sentí dolor y al mismo tiempo un placer tan grande como el mar en donde habíamos nadado. Comenzó entonces a embestir. Fue constante y cada vez que me penetraba gemía como la actriz de la tele. Rafa continuó metiendo su miembro con una velocidad mediana, intentando no acelerar nuestro placer. Vi como se movía. Su marcado vientre se movía de atrás hacia adelante. Atraje entonces el rostro de él al mío y comenzamos a besarnos mientras me follaba. Ahogaba en su boca mis gemidos de placer.
Y como si recrearamos la película que habíamos visto, Rafa me dirigió y me puso en cuatro. Comenzó a penetrar sin parar. Nuestros cuerpos se unían de nuevo.
No sé cuánto tiempo duramos haciéndolo. Fue como si el tiempo se hubiera esfumado. Hicimos varias posiciones, siempre tratando de darnos placer el uno al otro. Hasta que nos corrimos. Él lo hizo en mi cara. Estaba cabalgando su pene cuando me dijo que se correría. Se irguió enseguida y yo me recosté. Agitó su miembro y dejó que se deslizara una vez más en mi boca para después correrse en mis labios, lengua y nariz. Percibí los calientes chorros de esperma. No dudé en lamer los restos que colgaban de su pene para después comerme lo que quedaba en mi cara. Rafa me besó. Fue un dulce beso que concluía todo aquello como dándome las gracias por ser su puta. Yo me corrí después por segunda vez en aquella noche. Rafa, en su momento cumbre de exitación, se dejó llevar y lamió mi semen para tragarselo. Eso me hizo gracia y él se limitó a mirarme. Después, rompiendo la tensión, nos abrazamos y rodamos por la cama. Besándonos como amantes de toda la vida.

Nos bañamos juntos, como los primos amorosos que éramos. Eran las 12 de la noche, pero el hotel ofrecía agua caliente. Nos lavamos y limpiamos. Nuestros miembros acabaron erectos de nuevo, pero Rafa parecía cansado. De hecho, no me habló hasta el otro día. Simplemente se vistió y se recostó en su cama. Yo también hice lo mismo. Dormimos como dos bebés.
Al día siguiente todo transcurrió con normalidad. Parecía que nuestro encuentro quedó en el olvido ya que Rafa nunca mencionó nada. Ese día nos fuimos a explorar las playas y a hacer otras actividades en familia.
Me equivoqué al deducir que entre nosotros no pasaría nada más. Pero estaba equivocado. En la segunda noche, mientras intentaba dormir, mi primo se subió a mi cama y me rodeó con sus atléticos brazos. Siempre susurrando, muy cerca de mi oído, me dijo:
-Primo, no puedo dormir.

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