Mi primer contacto
Nací en Málaga en septiembre de 1988, aunque con tan solo siete años mi familia se mudó a Sevilla, a un barrio cercano a la Macarena.
Me considero bisexual aunque casi todas mis experiencias sexuales han sido con hombres, pues no puedo vivir sin una buena poya a mi lado.
Más que atracción por los hombres siento una exagerada adicción por un pene,
y es por ello que disfruto mucho más asumiendo un carácter pasivo en mis relaciones.
Desde bien pequeño sentí una gran curiosidad por el sexo, y recuerdo que con tan solo once años me encantaba juguetear con mi ano,
penetrándolo con alguno de mis dedos o con pequeños objetos fálicos.
Conforme fui creciendo mis estancias en el baño se hicieron cada vez más largas y placenteras,
introduciendo por mi trasero objetos cada vez mayores.
Así pasaron los años hasta que llegué a la pubertad, momento en el que aumentó aún más mi interés por mi orificio anal.
No pasaba un solo día sin que mi agujerito recibiera la visita de algún objeto, de los cuales recuerdo con especial interés un bote de desodorante que mi madre compró cuando tenía quince años.
Era de la forma de un dildo, y su tamaño perfecto para saciar las necesidades de mi agujerito.
Gracias a aquel desodorante, que aún conservo, pasé inolvidables ratos y tuve innumerables orgasmos.
Disfrutaba tanto jugueteando con mi ano que pronto se despertó en mí el interés por probar con una poya de verdad.
Nunca antes había tenido interés por los hombres, pero en aquella época de mi pubertad todas mis fantasías sexuales giraban en torno a un pene,
y aunque sentimentalmente nunca tuve atracción hacia ningún hombre, cada ver era mayor mi deseo de ser sometido por alguno.
Durante años viví con ese deseo sin atreverme a realizarlo, hasta que por fin un día me atreví a probar suerte.
Fue en julio de 2006, cuando aun no contaba con la mayoría de edad.
Una noche viendo la televisión vi un reportaje de sexo en el que hablaban del «cruising» o «cancaneo»,
cosa que desconocía hasta aquel entonces. Aquello era justo lo que buscaba, sexo con desconocidos y sin ningún tipo de compromiso, cosa que despertó mi interés al instante.
Al día siguiente entré en internet y para mi fortuna comprobé que existían varios lugares en Sevilla donde se practicaba.
Estuve leyendo información de cada uno de los lugares, hasta que finalmente me decanté por los antiguos aparcamientos de la Expo, a la vera del río Guadalquivir.
Estaba tan excitado que sin pensarlo dos veces me fui al baño para prepararme.
Después de dejar bien limpio mi orificio le di un buen afeitado, cosa que hacía habitualmente, y a continuación me vestí.
Era pleno verano y el calor apretaba, por lo que me puse una camiseta fina y unas calzonas, sin llevar calzoncillos debajo.
Sobre las 10:30 de la mañana lo tenía todo preparado, cogí un preservativo y preparé la bicicleta para partir cuanto antes.
En no más de 15 minutos había llegado a los aparcamientos, y tras subir un pequeño cerro me adentré en ellos.
Nada más llegar eché un vistazo general pero no divisé ningún movimiento, por lo que tomé la calzada principal que unía los aparcamientos y comencé a rodar en dirección Norte.
A los pocos minutos de ir por la calzada principal comencé a ver bastante movimiento.
En pocos minutos me crucé con tres coches que venían en dirección contraria a la mía, pero estaba tan nervioso que cuando llegaban a mi altura no me atrevía a levantar la mirada.
También divisé numerosos coches parados al cobijo de algún árbol, dentro de los cuales habría alguien pasando un buen rato.
Seguí avanzando durante unos minutos pero tras comprobar que había menos coches decidí parar y dar la vuelta, esta vez con más decisión.
Tras recorrer unos metros volví a la zona más concurrida de los aparcamientos y me paré bajo un árbol junto a la calzada principal, esperando que pasara algún coche.
Mientras esperaba vi que un Mercedes se adentraba en los aparcamientos, a unos 100 metros de donde esperaba parado.
El hecho de que fuera un coche de gama alta me inspiró confianza, por lo que decidí acercarme.
El conductor pareció percatarse de mi interés y también comenzó a acercarse hacia mí.
En unos segundos nos encontramos en mitad del aparcamiento y cruzamos nuestras primeras palabras.
Sin más dilaciones me preguntó si se la quería chupar, a lo que yo respondí afirmativamente, aclarándole que también podía follarme.
Sin más preguntas me dijo que lo siguiera y estacionó su coche bajo un árbol, alejado de la calzada principal para tener mayor intimidad.
Se trataba de un hombre de mediana edad, rondando los 50 años, pelo moreno con algunas canas y bastante vigoroso.
Por su rostro parecía agradable, y tanto su ropa como su coche indicaban que era un hombre de bien, sin problemas económicos.
Aunque estaba bastante nervioso, su aspecto me agradó mucho, lo cual hizo que me tranquilizara un poco.
Dejé mi bicicleta junto al coche y me monté en el asiento del copiloto, donde volvimos a intercambiar algunas palabras.
Nos presentamos mutuamente y sin más me pidió que por favor se la chupara.
Con una sonrisa tímida le asentí con la cabeza y acerqué mis manos a su pantalón para desabrocharlo.
Una vez desabrochados, Carlos, que fue como me dijo que se llamaba, se bajó los pantalones y calzoncillos hasta los tobillos, dejando su miembro al descubierto.
Lo tenía completamente flácido, por lo que acerqué mi mano derecha para masturbarlo.
Mientras masturbaba la flácida poya de mi desconocido amante Carlos comencé a experimentar una gran excitación que fue haciendo desaparecer mi timidez.
En pocos segundos el pequeño pene se convirtió en un endurecido falo, de tamaño medio, similar al mío, momento en el cual me decidí a chuparlo.
Saqué el preservativo que llevaba en el bolsillo y lo coloqué con delicadeza sobre el endurecido pene de Carlos, mientras éste abatía el respaldo de su asiento para dejar su miembro más accesible.
Colocado el preservativo me acerqué e introduje la tan deseada poya en mi boca.
Comencé chupando el glande con suavidad, para poco a poco ir bajando hasta acabar con casi todo su miembro en mi boca, con algo de torpeza pues me notaba extraño con la poya en mi boca,
no hay que olvidar que era la primera vez que lo hacía, pero aquello no impidió que mi excitación fuese en aumento.
Poco a poco fui mamando con mayor soltura, tal y como había visto en las películas, percibiendo que la excitación de Carlos iba en aumento, notando como su respiración se volvía cada vez más agitada.
Tras unos minutos era tanta mi excitación que paré un momento de chupar para pedirle que me metiera algún dedo en el culo,
para lo cual me bajé las calzonas, dejando mi trasero al descubierto. Carlos satisfizo mi deseo y llevó su dedo índice a mi ano,
donde trató de meterlo sin éxito, a pesar de lo cual sentí un enorme placer al sentir su dedo en mi tan erógena zona anal.
Tras este fracaso llevó el dedo a su boca para chuparlo, y una vez lubricado volvió a intentarlo, entrando en esta ocasión sin apenas dificultad.
Con el dedo de Carlos en mi culo continué chupando con ímpetu durante varios minutos, notando como el sabor a fresa del preservativo iba desapareciendo,
dando paso a un desagradable sabor a plástico, momento en el cual decidí parar de chupar y le pedí que por favor me follara el culo,
petición que Carlos aceptó de buena gana.
Durante unos segundos tratamos de buscar alguna postura dentro del coche en la que poder hacerlo,
pero finalmente decidimos salir del coche, pues resultaba bastante más cómodo y la temperatura a aquella hora era bastante agradable.
Por otro lado me resultaba bastante excitante el poder ser descubierto por algún mirón,
aunque estábamos bastante alejados del tránsito de coches.
Salí del coche y me acerque hacia la parte de atrás del Mercedes, en la que daba la sombra del árbol.
Bajé mis calzonas hasta los tobillos y me incliné sobre el maletero dejando mi trasero ligeramente en pompa, preparado para que de una vez por todas desfloraran mi culo, como tantas veces había deseado.
Carlos se acercó por mi espalda y agarrando mis nalgas las separó para ver mi orificio, momento en el cual comencé a experimentar una erección que no pasó desapercibida para mi amante, que consciente de que estaba totalmente excitado tomó las riendas del juego. Tras chupar uno de sus dedos lo introdujo en mi ano, haciéndome dar un pequeño sobresalto de placer. Durante unos segundos jugueteó con su dedo dentro de mi culo, proporcionándome un placer que hasta entonces jamás había experimentado.
A continuación volvió a bajar sus pantalones y procedió a follarme, momento en el que le pedí tuviera cuidado, porque aquella sería la primera vez que follaran mi trasero. Aquello pareció gustarle y acariciando suavemente mis nalgas trató de tranquilizarme, aunque yo para nada estaba nervioso, sino deseoso de que me follara.
Tras darme una palmadita en una de mis nalgas Carlos llevó la punta de su pene hacia mi orificio anal, donde trató de introducirlo suavemente. Relajé mi esfínter y poco a poco noté como la rica poya se iba introduciendo en mi culo, haciéndome sentir un ligero dolor, que no cesó hasta que volvió a sacarla. Me di entonces la vuelta para volver a chupar su pene y lubricarlo un poco más.
Volví a situarme en la misma posición y tras escupir sobre mi ano, Carlos volvió a intentarlo, logrando en esta ocasión metérmela casi por completo, sintiendo un enorme placer. Mis expectativas se vieron superadas y aquella verga dentro de mi culo me hizo sentir un placer que jamás había imaginado. Rápidamente mi ano se fue dilatando y la penetración se hizo más sencilla, iniciando un rápido mete y saca que me llevó al éxtasis.
Mientras seguía follándome, Carlos me fue quitando la camiseta, dejándome completamente desnudo, y comenzó a besarme la espalda y el cuello. Yo mientras tanto no podía parar de gemir, completamente entregado a mi amante, pidiéndole que por favor no parase.
Durante varios minutos seguí disfrutando, viéndose interrumpido mi placer por unos segundos, en los que Carlos sacó su pene de mi culo para poder descansar y retrasar su eyaculación. Yo permanecí inmóvil, totalmente extenuado, deseoso de volver a ser penetrado. Durante este descanso Carlos utilizó un klínex para secar mi trasero, que estaba algo mojado. Una vez limpio se agachó para lamer mis nalgas, mientras acariciaba mi ano con sus dedos, provocándome una nueva erección, que se hizo máxima cuando acercó su húmeda lengua a mi sucio agujero.
Durante varios segundos chupó mi ano con esmero, haciéndome sentir un enorme placer. A continuación se incorporó y procedió a penetrarme de nuevo. Sin apenas resistencia consiguió meterla hasta el fondo de mi recto, para después follarme con gran fuerza, mientras me agarraba por la cintura.
Por desgracia para mí no aguantó mucho tiempo y en apenas un minuto Carlos volvió a sacarla, en esta ocasión para correrse. Sin que me diera tiempo a girarme se quitó el preservativo para eyacular sobre mi espalda, donde noté los cálidos chorros de esperma.
Con la espalda bañada en semen me giré e incliné ante la aún dura poya de Carlos, completamente húmeda por los restos de semen que en ella habían quedado. Aunque quise llevármela a la boca para saborearla, no me atreví por miedo a contraer alguna enfermedad, por lo que únicamente acerqué mi mano derecha y lo masturbé suavemente mientras contemplaba el extenuado rostro de mi querido Carlos, que tan bien me había tratado.
Carlos sacó de su bolsillo el paquete de klínex y me dio unos cuantos para que me limpiara, mientras él hacía lo propio con su pene. Pude limpiar mi culo sin problemas, pero tuve que recurrir a su ayuda para secar mi espalda, que había quedado bastante mojada. Acto seguido tomé mis calzonas y mi camiseta para vestirme, momento en el que Carlos se acercó para despedirse. Con un par de besos dimos por finalizada nuestra relación, y tras montarse en el coche contemplé como se alejaba por los aparcamientos, sin saber si volvería a verlo en mi vida. Terminé de vestirme y tomé la bicicleta para regresar a casa, donde me di un buen baño mientras daba vueltas a todo lo que había ocurrido aquella maravillosa mañana.
Esta excitante experiencia supuso un cambio importantísimo en mi vida, despejándose de una vez por todas las dudas que perturbaban mi conciencia.
A partir de aquel día mis hábitos sexuales cambiaron por completo, haciéndose frecuentes mis encuentros con hombres.
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