Mi primo Jeriaan
No soy ni preocupón ni nervioso, pero ese día había perdido la billetera con mis documentos y un poco de dinero,
lo que significó ir a dar parte a la policía. Solo di parte de pérdida porque, si me la robaron, ni me enteré.
Tal cual se lo dije al policía que estaba anotando todos los datos. Tras la firma me fui a casa a echarme en la cama y llorar por la cantidad de cosas que tenía que hacer para obtener de nuevo todos los documentos.
Mientras iba de camino en el móvil desactivé mi cuenta bancaria y llamé a un amigo que tengo en el banco para que me asegurase que estaba inoperativa.
Esto me tranquilizó bastante, pero la rabia la tenía metida en las entrañas.
Entré a mi casa, fui a la cocina, al comedor a la sala de estar y al dormitorio de mis padres, no estaban, no me pude desahogar con ellos y me metí en mi habitación.
Extrañamente estaba oscura porque alguien había bajado la persiana y me fui a prender la luz.
Algo se movió sobre la cama, prendí la linterna del móvil, enfoqué y lo que tenía sobre mi cama era un tío desnudo, tumbado boca abajo,
las piernas extendidas y bien abiertas, dos nalgas como melones, redondeadas y sin pelos, una coyuntura muy estrecha y la espalda en V;
la cabeza metida debajo de la almohada, asomando un cogote con cabellos rubios tirando a rojos; los brazos doblados por el codo en ángulo recto y las manos, como la cabeza, debajo de la almohada.
Me senté, pensé: «justo esto es lo que me falta ahora, un tío en mi cama, para eso estoy ahora».
Lo miré, y apartaba la vista. «Pero, ¿qué estoy haciendo?».
Salí de mi habitación para cerciorarme que era en verdad mi habitación. «Pero, si no tengo otra habitación en mi casa…,
soy hijo único, ¿qué es esto?» Volví a entrar, me senté en mi rotatoria, sin encender la luz, prendí el ordenador, giré la silla y me puse a ver aquella espalda y aquel trasero.
«¡Madre mía, qué culo! No es posible que yo esté viendo esto, en mi casa, en mi cama, a tres metros de mis narices».
Y tomé la decisión de no hacer nada, mientras contemplaba cada pulgada de aquel maravilloso cuerpo se me pasaba el tiempo.
Por un momento se movió, pero todo siguió igual.
El ordenador se había abierto todo, hice un chat a mi novia: ˝Me han robado la billetera, ya te explico”.
Me contesta: “¿En qué te ayudo?”. Le replico: “Nada, ahora estoy con problemas, ya te cuento”.
Me senté tranquilo a contemplar esas nalgas y esas piernas extendidas y abiertas; lo de menos era la espalda,
que cada vez que admiraba me entretenía y me gustaba,
pero las nalgas se llevaban mi visión como si nunca hubiera visto otras: “¿he visto otras nalgas desnudas?, ¿eran como estas?,
¿por qué estas me apasionan tanto?”.
Estaba en estos pensamientos y comenzó a moverse ese cuerpo que parecía inerte, se dio la vuelta y me mostró…
¡Ay, madre mía, jamás había visto en mi puta vida semejante cosas!
¿Qué vientre!, ¡ pechos!, ¡qué cara!, ¡qué polla y qué huevos!
Esto no podía ser realidad, mis ojos me estaban engañando.
Respiré profundo, suspiré, me restregué los ojos, no cambiaba la imagen, extendido con la cabeza fuera de las almohadas,
vuelto del revés o del envés, ¡qué sé yo! ahí estaba el intruso mostrándome su pecho tan bien formado,
sus tetillas puntiagudas, el ombligo al centro, y el frente abdominal de cuidado, con cuadros bien marcados y
¡ay Dios mío, por qué me haces pasar por esto, qué polla más gruesa, larga y tan golosa a mi paladar, qué huevos, qué… ¡ay qué todo!
— ¿Qué quieres?, ¿eres Philips?
— Sí, soy Felipe y esta es mi habitación…
Se levanta, se me acerca, me da dos besos, no reacciono y me dice:
— Seg yo tu primo Jegiaan, que venig de Amstegdam.
— A mí como si hubieras venido de Matalapuerca del Pinar de Abajo, —le digo.
— Mi venig a conoceg familia y decigme tíos de descansag aquí.
— Te digo que esta es mi habitación.
— Ah, Philips, Philips, mi pgrimo espagnolo…
— No, Felipe.
— Ah, sí, he decido a ti, Felipe, seg yo tu pgimo Jegiaan de Amstegdam, mi venig a conocegte.
— Pues ya me conoces, Jeriaan, ya puedes irte.
— ¿Así son los espagnolos?
— No; así soy yo.
— ¿Poggg qué?
— Porque esta es mi cama y tú, desnudo,
estás en ella y quieres conversar conmigo y no te has puesto ni un mínimo trapo para cubrirte…
— Tenemos lo mismo, Philips, ou non?
— No.
— ¿No?
— Yo soy Felipe, esa porquería de nombre que has dicho no vale.
— Ah, pagdon, Philips, ah, ah, Felipe, ok, ok.
— ¿No sabes al menos cubrirte para que yo no te vea así?
— Pego a ti gustag…, ou non?
— Bueno sí, pero no, ¡ay qué lío, madre mía!, pues claro que me gusta…s, pero así de buenas a primeras…
Se tumbó en la cama, o mejor se acomodó y entonces me dijo:
— Tú desnudag y acostag conmigo ahoga y yo cuentag todo.
«Pero ¿qué atrevimiento es este?
¿Por qué he de acostarme con este intruso?»
Pero lo hice, me quedé con mi slip puesto y me tumbé en la cama,
¡ojo!, en mi cama. Pero ese tal tipo sin problemas ni complejos me quita el slip y me dice:
— Dos, tú y mi, igual, de tú a tú… Ah, qué buena polla teneg tú, pgimo Philips.
— A ver, qué quieres o qué te pasa, joder.
— Jodeg, jodeg, esa es la pgimega palabga que yo apgendeg en espagnolo… Hoe oud ben je?
— ¿Qué?
— Hoe oud ben je, jouw leeftijd
— I do not understand anything
— Ah, pergdón, cuántos años tú teneg.
— Ah, 18, am eighteen years old…
Ni sabía si lo había dicho bien.
— A ti gustag mi polla.
— No está mal, pero la mía es más grande.
«¿Qué burrada había dicho.
El tío, o mejor dicho, el primo, me la cogió con las manos comenzó a masturbarme y el imbécil de mí se queda quieto,
disfrutando del momento. Como consecuencia de todo, me corrí encima de mi abdomen y mi pecho y mi primo comenzó a comerse mi lefa como si nada,
es decir, como si fuera un manjar.
Me calenté y al poco tiempo estaba otra vez a cien y con ganas,
le di media vuelta y le empitoné mi verga a su culo que no sé cómo se llama en holandés,
pero maldita la puta lengua para qué sirve si al final yo estaba jodiendo a mi primo intruso sin más y dándome un gusto de padre y señor mío.
— Tú follag mi con vegdadega profesionalidad.
Pensé: «la profesionalidad vendrá ahora después, porque no voy a dejarte de follar hasta morir», y volví a comenzar y el tipo deliraba de gusto.
— Ah, cabrón, tú sí eres un verdadero puto maricón, te gusta, ¿eh?
— Mi gustag que mi mucho follag, aquí decig que seg de pasivos, mi decir que seg activos los que pgestag culo paga seg follados.
— Por mí puedes ser activo toda tu puta vida, maldito, pero mientras estés en mi casa, duermas en mi cama, te follaré tantas veces cuantas yo quiera.
—Tú seg mi hombge, Felipe, yes?
Esta será mi mandioca cada día, si piensa irse a su casa lo violo hasta que quede preñado. Joder, qué culo más útil.
Tuve que dejar mi novia y llorando se fue a casa, «pego mi vida ha mejogado con mi pgimo Jegiaan a mi lado».
Encontré, llegada la noche, mi billetera bajo el portátil.
Fue un día de suerte.
Ya no quiero novias, mientras esté mi primo Jeriaan conmigo no las necesito, y luego ya sé dónde está el verdadero placer.
Este primo mío no sabía cuando irse, y se quedó todo un año y no hubo día sin que yo lo follara. Se quedó más por mi polla que por cariño familiar.
Lo “malo” es que el siguiente año me tocaba a mí ir a su casa,
porque él tenía que defender tesus en su universidad, pero no sabía si iba ser tan “malo” o mejor. Ahora ya lo sé, quizá un día lo contaré.
Mi primo Jeriaan
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