Tengo que decir en honor a la verdad que con Christian no todo fue sexo. También tuvimos nuestras actividades culturales. Sí, sí. Además de ir de acampadas como ya he tenido ocasión de relatar y recorrer las bellas estribaciones de la sierra madrileña, ibamos al cine de vez en cuando, me hacía bonitos tatuajes en la espalda, íbamos a piscinas y saunas, contactábamos con sectas medio secretas de nombres rimbombantes, recorríamos la noche de la movida madrileña, y hasta íbamos a las verbenas populares de las fiestas patronales de Madrid, porque ¨mi angel¨ decía que le gustaban mucho las sardinas. Nunca entendí muy bien la relación entre una cosa y otra pero eso era lo que decía. Si hay una palabra que podría haber definido a mi dueño en aquel entonces, además de la de cabrón, era la de extravagente o excéntrico. Era tal la pretensión de ser excesivamente original que más que extravagante, hoy puedo decir que resultaba, poco menos que subnormal. Era así, en su forma de comportarse, de andar, de hablar, de vestirse, sobretodo de vestirse. En la calle iba siempre de negro. A mí me daba vergüenza ir con él porque parecía un siniestro. Yo ya sabía que lo era por la mala fe y lo perverso de sus intenciones, pero con aquellas vestimentas oscuras que me utilizaba era por lo demás tenebroso. La primera actividad cultural a la que fuimos fue a un mitin semiclandestino al que se empeñó en acudir en contra de mi voluntad porque yo no lo vi claro y me temía lo peor. Le habían dicho que era un agrupamiento semisecreto de gente homosexual con mucho poder, de diferentes sectores y actividades y que iban a formar una especie de reagrupacion en la sombra para conseguir qué sé yo qué objetivos. Decía que sólo unos pocos escogidos sabían de aquel mitin, aunque allí había por lo menos cien personas, sino más. Contaba mi amo que había que estar allí porque se cocería, no sé muy bien qué, y que nos convendría integrarnos para obtener algún beneficio. Yo le miraba a él, y me miraba a mí, y no dejaba de preguntarme que sería lo que a los participantes del mitin aquel, les podría interesar de nosotros. Claro que no tardé en descubrirlo esa misma noche. Pero yo no era nadie para opinar así que sólo me quedó obedecerlo y acompañarlo. No me llevaba a esos sitios por darme gusto sino porque para estas actividades tan raras no encontraba a nadie que le quisiera acompañar y le daba miedo ir solo. Me utilizaba como siempre vamos, y no era eso lo peor que con él podía ocurrirme. Pero yo siempre estaba en guardia porque nunca sabía por donde me podían dar la pedrada. El mitin semisecreto en cuestión se anunciaba en la calle con octavillas tiradas por los suelos. Y no recuerdo muy bien la frase pero, poco más o menos, se anunciaba así: ¨Reagrupamiento de la logia ultrasimbólica para el advenimiento del nuevo misticismo y la instauración del nuevo ágora¨. Yo, de primeras, cuando mi amo me leyó el planfeto, sólo entendí de toda aquella jerga la palabra, nuevo. Pero nada dije de lo que me parecía un auténtico dislate. Y entramos en aquel edificio oscuro, de larguísimos pasillos, hasta llegar a un patio techado donde había bastante gente sentada en sillas de madera plegables, enfrente de una mesa cuyos componentes, todos, tenían barba. Me llamó la atención este detalle, no sé porqué. Todos los asistentes al semisecreto mitin eran tíos y algunos vestidos son unos colores y con unas plumas que para sí los habrían querido los pavos reales. Y nosotros de negro, yo también, pues ése era el gusto de ¨mi angel¨, en plan siniestro, que dábamos el cante cantidad. Hizo mil preguntas para desesperación de todos y sólo dejó de preguntar cuando le dijeron que la cuota para entrar en aquel selecto club místico era de 1000 pesetas al mes, y otra aportación de entrada de 5000 más. Fue oir aquello y mi amo que empieza a desvariar, y a decir incongruencias y cosas sin sentido. Cuando alguien le dice que se calle ya de una vez, mi amo monta en cólera y empieza a insultar a diestro y siniestro. Bueno, fue uno de los bochornos más grandes que yo he pasado en mi vida. La gente, no sé si por la bronca o por lo de las mil pelas, aprovecha y empieza a levantarse y a pirarse. Algunos de los integrantes barbados de la mesa petitoria se quedaron hablando con nosotros, tratando de convencernos y haciéndonos un estadillo de los gastos de la organizacón y justificándo la razón de las aportaciones. Yo, rápidamente, me di cuenta de que, aparte de ser unos mirones lascivos, estaban todos piradísimos. O quizá eran demasiado listos, no sé. En el camino de vuelta a la calle por aquellos largos pasillos conocimos a un pintor que decía pintar para los siete grandes de la banca de entonces y también para el ministro de Hacienda y que además echaba las cartas del Tarot. Conocimos a otro que nos decía tan convencido que hablaba con los muertos haciendo la Ouija, y a otro más que creía en brujas. Nos fuimos al bar con todos aquellos chiflados a tomar cerveza gracias a que nos invitaba uno que decía ser director de orquesta y que a mí me pareció el más raro de todos, no por ser el que más me miraba al paquete y más se rozaba conmigo, sino porque me dio la impresión, seguramente equivocada, de que estaba un poco sordo del oido derecho. Mi dueño estaba fascinado con todos aquellos chalados y no dejaba de repetirme lo interesantes que le resultaban todos.