Después de montar la tienda y de meter la mochilas dentro, subimos al puerto a tomar un vermucito, cuando vimos los precios pasamos de comer allí, compramos unas cervezas y bajamos otra vez a la tienda. Tras abrir unas latas y comer nos dormimos un rato.

Bueno, en realidad se durmieron éllos, porque yo estaba nervioso y agitado. !Que leche¡, era el úncio que no se había corrido y estaba excitado como una puta perra callejera en celo. Mi desasosiego me hacía mover una y otra vez y dar vuelta tras vuelta. Yo estaba en el centro de la tienda y con cada movimiento hacía rozar mis rodillas y brazos con los suyos.

Mi dueño ya me había llamado la atención dos veces pero yo no podía aguantarme. Les veía a los dos con sus torsos desnudos y sus cuerpos preciosos y bien formados y, la verdad, me ponían cantidad. Me apetecía que me hicieran cualquiera de las perrerías que acostumbraban a hacerme y a las cuales yo respondía también.

Mi dueño muy enfadado conmigo ya, me dice:

– O te estás quieto, capullo, a voy a pegarte tales hostias que no vas a poder moverte en tres días.

A estas alturas, a mí, esta forma de hablarme ya me ponía a 100

Pierre atendió mejor a mi solicitud. Muy suavemente me metió mano dentro del pantalón y me acarició la polla superempalmada. El problema fue cuando al agarrarme los pezones yo pegué un grito de dolor tremendo. Tras el castigo a mis tetillas por la mañana era imposible, ni siquiera acariciarmelas, porque el dolor era terrible. Durante varios días incluso, después del puente, tuve los pezones negros como el carbón y me dolían sólo con el simple roce de la camiseta.

Después de este grito se acabó la paciencia del más deseado. Le dijo a Pierre.

-Venga, quítale los pantalonse a éste, que se va a enterar

Mientras Pierre me desnudó y volvió a ponerme las zapas otra vez, mi dueño sacó de su mochila unas esposas bastante largas y con un movimiento seco me ciñó una de ellas a una de mis muñecas. Entre los dos me sacaron de la tienda en volandas y me llevaron a uno de los árboles cercanos. Pasaron la cadena por la rama más baja y me cerraron la otra esposa sobre la muñeca aún libre.

Todo fue tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar, tampoco podría haberlo impedido pues ellos eran con diferencia mucho más fuertes que yo y lo tenían todo bien planeado, ni sé siquiera, sí habría querido intentarlo.

Verme desnudo y atado a aquel árbol me gustó sobremanera, no voy  a negarlo, imaginaba que mis amos me follarían así y esa perspectiva me puso empalmado como un burro e hizo que el corazón me latiera de manera desaforada. Ya estaba yo bastante cachondo antes de que empezaran la perrería, pues esto es lo que fue.

-A ver si así nos dejas en paz !capullo¡, Se rió mi amo casi sin mirarme.

Ambos se volvieron a la tienda y al cabo de un rato al ver que no salían yo les llamé casi sin levantar la voz, como teniendo miedo de que alguien pudiera oirme. A la vez miraba a todos los lados, escrudriñando en todas las direcciones por ver si había gente. El calvero era un sitio de dificil acceso pero sabía que no muy lejos de allí, había un refugio de montaña al que solían acudir excursionistas y quizá algunos podrían estar por los alrededores.

-Por favor desatadme que alguien puede verme- les imploraba yo

No hubo nada que hacer, seguí mirando en todas las direcciones y seguí implorando en vano

-Por favor tíos, esto ya no tiene gracia- dije

No hubo respuesta

Al cabo de un buen rato salieron completamente vestidos para mi sorpresa. Pero todavía ésta fue mayor cuando los vi marcharse y dejarme allí, solo, desnudo y esposado al árbol

-Pero tíos no podeis dejarme así- exclamé yo

-¿Que no? ya verás como sí podemos- me contestó el más cabrón

-Tíos, que está cerca el refugio y la gente puede verme-

Me dirigí a Pierre pues sabía que si había alguna posibilidad ésta dependía de él, pero nada, estaban ambos comchabaos claramente. Cuando los ví salir del calvero, el pánico se fue adueñando de mí. Hacía tiempo ya que mi rabo se había desemplamado y el miedo era total.

Yo trataba de ocultarme detrás del árbol dando la espalda al lugar donde más tupida era la vegetación. Pero ni el árbol era tan grueso ni la vegetación tan espesa. Las cadenas tampoco eran tan largas como para ponerme en cuclillas. Estaba cada vez más nervioso y todavía fue peor, porque empecé a sentirme miserable y desdichado.

Ya no recordaba al sesión de por la mañana y lo bien que me lo había pasado, sino que pensaba que había sido un estúpido y un imbecil por haberme echado en manos de estos dos cabrones y no sabía qué iba a ser de mí. Estaba rojo de verguenza, y de ira. En ese momento me desmoroné, me sentí tan mal que recuerdo, empecé a llorar.

La memoria generalmente es infiel, como mi amo, pero este momento lo recuerdo perfectamente, como si fuera hoy. Me sentía humillado, vejado, maltratado. Ya no era una cuestión de sumisión, morbo o acatamiento sexual, sentía que me estaban hiriendo en mi dignidad, que me estaban tratando como a un puto trapo, peor que a un perro.

Pero recuerdo tambien perfectamente que en ningún momento quise pensar que algunas veces me volvían loco que me trataran así y que por tanto lo que me pasaba en ese momento me lo tenía bien merecido.

Cuando un par de lágrimas caían por mis mejillas, mis dueños salieron de su escondite. Venian riéndose y muy contentos; se habían divertido de lo lindo a mi costa como siempre. Cuando llegaron a mí y la mano de “mi angel” me limpió la cara yo me dejé acariciar como un perrro agradeciendole que lo hiciera. Estando ellos allí ya no me importó que alguien me viera desnudo y atado a un árbol como un puto esclavo

Intenté ponerme de rodillas pero las cadenas no me dieron de sí. Me habría postrado ante ellos para pedirles que me soltaran, que no tendrían ningún problema conmigo, haría todo lo que ellos quisieran, todo, y sin necesidad de ataduras.

Mi amo me agarró fuertemente del pelo. Con el tiempo aprendería a mirarle de otra manera cada vez que me agarrara la cabeza de esa forma. Le miraría con cara de entrega, sí, y de morbo, pero también con cara retadora, de desafío, le pediría con la mirada luminosa que siguiera, que me diera caña, que yo le seguiría en todo. Mi cara de vicio le retaría a que siguiera adelante, le diría que estaba completamente entregado, que lo estaba deseando, que podría con todo, con lo que el imaginara y con lo que yo le sugeriría, dada su poca imaginación para lo que yo necesitaba.

Mi cara de vicio le pondría a cien y mi osadía le cabrearía mucho porque era como insinuarle que en su fuerza estaba su propia debilidad, y que en ésta, residía mi fuerza, que no podría hacer nada sin mi, que precisaba de mí para existir, que sin mí no era nadie, no era nada. De todos es sabido que sin víctima no hay verdugo, ni hay carcelero sin reo. Poco menos que vendría a decirle que su puta existencia me la debía a mí, que en realidad él, dependía de mí. Que no es que yo fuera suyo, era él quien me pertenecía.

Pero eso sería más adelante porque hoy, atado a aquel roble, cuando me agarró del pelo sólo apareció un ligero brillo en mis ojos, apenas perceptible por las lágrimas, y me dejé acariciar y sólo quería agradecerle que lo hiciera. Hacía como esos perrros callejeros abandonados que se te acercan en la calle y pasan sus lomos por tus piernas para acariciarse ellos mismos, se podría decir que era yo quien acariciaba sus manos con mi cara.

Pierre empezó a acariciarme y a abrazarme pero yo me cebé en él Le miré con cara de odio y le intenté dar una patada. Sentía que me había traicionado. Pero Pierre ya conocía mi cuerpo muy bien y sabía cómo tratarme. Al principio traté de resistirme por orgullo pero fue en vano, me apoyó con las manos en al árbol y acariciándome el pecho, el rabo, el culo consiguió encenderme; a partir de ahí se acabaron las lágrimas y los pesares. Era como un niño caprichoso que pasa del enfado y de la rabieta mas descomunal a la felicidad más absoluta sólo porque alguien le ha dado un simple caramelo. Seguía esposado al roble pero ya se me había olvidado el mal rato pasado.

Mi dueño me metió la mano en al boca y sentí el rabo duro de Pierre contra mi culo, no hacía falta más. A mi dueño le encantaba separarme las nalgas para que recibiera la polla de su amigo. Y las dejaba allí manteniendome bien abierto mientras Pierre me enculaba. A mi me gustaba también sentir sus zarpazas allí. Pierre las golpeaba con sus ancas además de mi culo y cuando éste estuvo bien dilatado mi dueño acompañó la polla de Pierre, axialmente, con uno de sus dedos a veces con dos. No me dolió en absoluto y me sentí completamente lleno, el placer era total, me estremecía de gusto con ambas cosas detrás, mi corazón no pudo latir más fuerte, pues iba ya desbocado.

Cuando los dedos me los metía por la parte de abajo necesariamente hacía una especie de canalillo con su mano por donde se deslizaban los huevos y la polla de Pierre, acariciandolos a la vez que me llenaba a mí. Como yo me estremecía de gusto con ambas cosas en mi culo ni mucho menos me paré a pensar para quien, mi dueño, haría eso tan placentero porque desde luego dudo que fuera para mí.

Haciendo esto, los huevos de Pierre en vez de golpear los mios golpeaban el puño más deseado. Pero a Pierre esto no debió satisfacerle mucho pues retirandose de mí -y de “mi angel”- hizo lo que nunca yo habría imaginado, se puso de rodillas y me comió el culo.

Me metió la lengua hasta bien dentro, todo lo que pudo, me ensalivó, me lo comió de manera magistral, casi me corrió del gusto que me dio. No duró mucho por supuesto. Supe que lo hizo para congraciarse conmigo y tambien para lubricarme bien, porque cada vez que me daba ese gustazo con la lengua me venía una insertada de su instrumento de manera brutal sin ninguna consideración. Yo, cada vez que me la metía hasta el fondo, veía las estrellas a mi alrededor pero no me importaba porque estaba encantado.

También jugó con mi culo despacito, sacando y metiendo su polla suavemente. Me hizo sucesivas penetracioens suaves justo en el ojete para, sin previo aviso, hacerme una fuerte penetracion profunda que pareciera que me quisiera romper en canal. Yo estaba en la gloria.

Y lo mejor de todo fue la cara de mi amo. Estaba estupefacto, sin dar crédito a lo que tenía ante sus ojos, viendo como Pierre me hacía todo aquello y encima varias veces. Cuando tras sucesivas y furiosas embestidas de la lengua y la polla de Pierre, éste se corrió en mi culo yo miré a mi amo con cara de ansia, diciendole con la mirada que era su turno, que estaba preparado, que era suyo, que le encesitaba más que nunca, pero él haciendo uso de su derecho simplemente sacó la llave de las esposas del bolsillo, me desató y se marchó a la tienda pasando de mí y dejándome frustrado.

Pierre se acercó, me abrazó y me preguntó si me había gustado lo que me había hecho. Yo le dije que sí pero le pedí, por favor, que no me volvieran a atar a un árbol. Estaba dispuesto a hacer todo lo que quisieran pero, por favor, no me volvais a atar, desnudo, a un árbol pues lo he pasado muy mal.

-No te preocupes, nunca más volverá a ocurrir, al menos mientras esté yo aquí- me contestó

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