Confidencias 13 En la cama con Eduardo
Adri, amor mío, mi vida iba a cambiar y no sabía hasta que punto.
Esa noche papá tampoco se presentó a la hora de la cena. Cuando Eduardo me dejó a la puerta de casa Carmen me la abrió. Entré al hall y mamá apareció, venía del salón. Me abrazó mientras Carmen me cogía la bolsa con la ropa del ballet. Subí a mi habitación para ducharme, olía a sexo y a Eduardo, al salir tropecé con Pablo que bajaba para cenar.
-¿Vienes? Me preguntó mirando mi cuerpo desnudo.
-Me seco el cabello y bajo ahora mismo.
Estaban todos en silencio, mamá, Pablo y Carmen que permanecía en la puerta, no había secretos en la familia para ella. Ninguno se atrevía a preguntar, esperaban que fuera yo el que les contara lo que había pasado con Eduardo. Después de beber un largo trago de agua comencé.
-Eduardo quiere… Y les conté todo lo que me había dicho, excepto que habíamos follado en el coche, quizá eso se lo supusieran pero tampoco les interesaba, su interés sería saber cómo se arreglaba la situación económica de la casa, y seguramente también, eso quería creer, si todo lo que pasara me iba a hacer feliz.
Cuando finalicé mamá suspiró aliviada, Carmen se marchó a la cocina sin hablar y Pablo permanecía con la cabeza baja.
-¿Lo vas a aceptar? Le dirás que sí a Eduardo, ¿verdad tesoro?
Me levanté para marchar y miré a mamá y a Pablo que había levantado la cabeza y me observaban.
-Sí mamá, seguramente el jueves le diré que iré con él si vosotros no os oponéis.
Subí sin esperar a Pablo, me había lavado la boca y él aún no había llegado, seguramente permanecería hablando con mamá. Estaba en la cama con la luz apagada intentando dormir, dando vuelas en mi cabeza sobre un asunto que ya estaba decidido de antemano por más que quisiera oponerme, y no era eso lo que se esperaba de mi responsabilidad.
Se dibujó la silueta de Pablo en la puerta proyectada por la luz que había encendido en el pasillo, se fue acercando a la cama y pasó la punta de los dedos por mi cara.
Hubiera querido gritar para pedirle que se quedara, para sentir que alguien me abrazaba, sentía un profundo dolor por tener que abandonar mi casa, mala o buena era la mía, comencé a sollozar en silencio.
Se alejó y sentía sus movimientos, como iba al baño, el ruido del grifo, de la cisterna del inodoro, el clic de los interruptores de las lámparas, me sentía hipersensible a todo y sin tener frío tiritaba angustiado.
Diez minutos después estaba ante su cama y él se retiraba para dejarme lugar a su lado.
-¿Estoy haciéndolo bien Pablo? Me apreté contra su pecho, él pasó un brazo debajo de mi cuello.
-¿Estas asustado? No sabía cómo me sentía, con mucha paz después de haber tomado la decisión aunque me doliera, con muchas dudas porque no sabía si sería lo correcto, y más que asustado por abandonarles de alguna manera.
-Es difícil opinar Oriol, es lo que tu familia necesita y lo que Eduardo quiere, pero tú, ¿qué es lo que deseas? ¿Seguridad en tu vida? ¿Obedecerles como siempre has hecho? Quizá de momento sea lo mejor para ti, tu decisión tiene sus cosas buenas y malas. Eduardo te quiere y te cuidará, hará siempre lo que tú desees, pero creo que tú nunca le pedirás algo. No sabes pedir, solo sabes dar. De todas formas siempre estaremos a tu lado.
Me fui quedando dormido con el ánimo apaciguado y envuelto en el calor del cuerpo de Pablo, en su afecto de hermano que me quería.
Al día siguiente permanecía como flotando en una nube, sin pensar en nada, centrado en estudiar y hablar con los compañeros durante los descansos y durante el tiempo de la comida. Mis primos y Pablo también aparentaban que no sucedía nada y todo seguía igual.
No había vuelto a ver a papá y el viaje a clase lo hacíamos en el autobús y seguía ocupando la cama de Pablo a las noches, no me pedía sexo y se limitaba a besarme y darme cariño, yo tampoco le sugería que deseaba que me tomara. Sucedía que el tiempo pasaba, en cierto sentido electrizante, como si en la calma estuviera a punto de estallar la tormenta y se sintiera el olor del ozono en el aire.
Hoy era el día definitivo donde se decidiría lo que tendría que ser mi vida durante no sabía el tiempo. Al marchar para el colegio mamá estaba en la puerta para despedirnos, y presentí que esta era la última vez que saldría de la casa sintiéndome pertenecer a su vida cotidiana, Me miraba suplicante, sin hablarme tan siquiera y sabía lo que deseaba preguntarme.
-Si mamá, será que sí la respuesta. Me abrazó y Pablo, mis primos y yo cogimos la calle que nos llevaba a la parada del autobús.
A la tarde, a la salida de clase, en el aparcamiento de autobuses estaba uno de los coches de Eduardo, negro, soberbio, impenetrable. Me despedí de mis compañeros con un “hasta mañana”, una de las puertas traseras se abrió automáticamente y entré al confortable calor que me esperaba.
Solamente estaba el conductor y tenía sus instrucciones recibidas. Cogió su móvil y realizó una llamada, supe que era para Eduardo que esperaba mi respuesta, y estaba dada con mi entrada en el negro automóvil.
Me abrió la puerta Tomás y me quitó la mochila de las manos.
-El señor está en el gimnasio y ha pedido que le lleve hasta allí. Dejó la mochila sobre un asiento en la entrada. Era la misma habitación que ya conocía y algo cambiada, habían desparecido las camillas, solo quedaba una y permanecían los aparatos de ejercicios, como la cinta de correr donde Eduardo sudaba en este momento mientras yo avanzaba. Miraba la gran pantalla siguiendo un programa sobre animales salvajes.
-Termino ahora mismo. Esperé hasta que Tomás le entregó una toalla con la que se quitó el sudor de la cara, Eduardo se cuidaba y hacía ejercicio, parece que con regularidad aunque no conseguía quitarse esa pancita tan sexy que tenía. Se acercó y cogió mi barbilla con la mano, se inclinó ligeramente y me entregó un beso.
-Gracias, gracias pequeño, no te arrepentirás. Vamos a nadar un rato.
-Hoy tengo clase de ballet. Me miró un poco divertido, se le estiraba el bigote junto con el labio superior.
-Déjalo por un día, tengo que enseñarte muchas cosas, hoy comienzas una nueva vida en esta casa, a mi lado. Se fue quitando el chándal de felpa gruesa que llevaba, seguramente para sudar, y le entregaba la ropa a Tomás hasta quedarse desnudo, yo le observaba y me percaté que no me movía, me sentía paralizado.
Tomás dejó en un asiento la ropa de su jefe y me tendió la mano para que me fuera quitando el uniforme del colegio y se lo entregara. Cuando estuvimos desnudos recogió todo lo que nos habíamos quitado y se marchó.
-Eduardo sabía nadar muy bien y me costa alcanzarle, me esperó a medio camino y me sujeté a su cuello.
-Mi bello niño. Me besó en la boca, al principio con dulzura que se fue convirtiendo en un beso caliente, y luego me soltó para sujetarme la cabeza e intentar hundirme en el agua, respondí al juego sumergiéndome y saliéndole por detrás, me cargué en su espalda y seguimos jugando entre risas hasta que él se cansó, Alguien nos había dejado unos albornoces en la zona de sala y nos los colocamos. Me gustó su recibimiento y su trato para que entrara en confianza.
La habitación que me había destinado era inmensa, demasiado lujosa como todo en esta casa. Los armarios del vestidor estaban abiertos y allí estaba mi ropa, habían llevado de mi casa todo lo que era de mi exclusivo uso, faltaban los vestidos de niña y se mantenían los tangas de todos los colores y formatos.
Me enseñó parte de la inmensa casa, lo que ya conocía y los grandes salones de la planta baja, Tomás había formado al personal de servicio para que conociera a los habituales de la casa, no me parecieron muchos para una casa tan enorme.
El chófer a quien conocía, Tomás el mayordomo o sirviente de confianza, un chico más joven que le ayudaba, la cocinera de mediana edad y una chica pequeña de rasgos asiáticos que era su asistenta. Esas personas componían el servicio ordinario de la casa. Todos simpáticos y amables. Y yo sería para ellos el sobrino de Eduardo aunque todos sabían lo que era en realidad, o lo sabrían en poco tiempo.
Cenamos en un pequeño comedor anexo a la enorme cocina y después le dije a Eduardo que tenía que hacer mis deberes escolares, también sentía curiosidad por ver mi habitación solo, tenía todo lo necesario, un pequeño escritorio, en eso extrañé la enorme mesa de estudio de la casa de mis padres, pero resultaba suficiente.
El tiempo fue pasando, terminé mis deberes y fui al baño para asearme y lavarme la boca. Me asomé al pasillo no se veía a nadie y aunque la habitación de Eduardo estaba cercana a la mía, no recordaba cual era, por lo menos para despedirme hasta la mañana siguiente.
Me metí en la gigantesca cama y pasé las manos por detrás de la nuca. Había sido agradable el rato de juegos en la piscina y luego todo resultó muy rápido, eran muchas cosas nuevas para asimilarlas al momento.
Llamaron con unos suaves golpes en la puerta y sin esperar mi respuesta entró Eduardo, venía con un batín azul turquesa que le llegaba a las rodillas.
-¿Puedo estar un rato a tu lado? Me parecía surrealista que estuviera pidiendo permiso y con la voz de chiquillo pidiendo un favor.
-Lo que tú quieras Edu. Se quitó el cinturón del batín y se le abrió, venía desnudo, la larga y peluda polla le colgaba sobre los testículos.
Entonces entró en la habitación Tomás, llevaba una bandeja en la mano con un vaso lleno de agua, se lo pasó a Eduardo y lo tomó con dos pastillas que también traía. Lo bebió y dejó caer el batín que Tomas recogió y marchó hacia la puerta con la bandeja y el vaso.
Edu me miraba sin meterse a la cama, quité la ropa y aparecí ante él con mi pantalón que solo me cubría las nalgas y la camiseta floja. Hice intención de quitarme la camiseta.
-No lo hagas, estás precioso. Se cogió sus partes viriles con la mano y se las frotó, el pene le estaba creciendo poniéndose duro y erecto, se tiró para atrás el prepucio y salía el glande rojo y brillante, se acercó a la cama y cayó a mi lado.
Me retiró la camiseta y miraba muy fijo mi pecho hasta que comenzó a lamer mis tetillas y morder con delicadeza los breves pezones, arqueé el cuerpo por el placer que me daba chupando de ellas y raspando las aureolas con su tieso bigote.
-¡Ahhh! Edu que gusto más rico. Estuvo así unos minutos logrando que gimiera acariciándole la cabeza, luego me quitó el pantaloncito, me miró con detenimiento el pene antes de sujetarle con la mano.
-¿Por qué te depilas Oriol? ¿Te gusta estar sin pelitos en el pubis?
Ya te lo he comentado, Adri querido, en alguna otra ocasión, que prefiero tener el poco de vello que me crece en el pubis y los sobacos.
-No Edu, me gusta tener pelitos pero tengo muy pocos, mamá hizo que me los quitaran porque a los hombres os gustan los chicos putos sin pelos. Levantó la vista y se acercó para besarme la boca.
-Pues está equivocada, primero tú no eres un puto y a mí me gustas con vello y si tu lo quieres no vuelvas a depilarte, he ordenado que tiren tu ropa de niña, quiero que vistas de chico, me encanta tu aspecto andrógino y ambiguo.
Me hablaba y me había dejado con las ganas de que me chupara la polla, pensé que leía mi pensamiento porque al momento bajó la cabeza para atenderme el pene con la lengua.
Lo sabe hacer muy bien, como un entendido maestro, absorbe la polla con fuerza mientras rodea el capullo con la lengua. Adri, mi vida, tenía mucha destreza y lograba que elevara las caderas para follarle la boca.
Se arrodilló para meterse entre mis piernas y vi su inmenso pene ya totalmente crecido, no es tan grande como el de Yasin pero resultaba escandalosamente hinchado, lo cogí con la mano, ardía de fiebre. Comencé a masturbarlo y deseaba que me lo metiera hasta el fondo de mi tripa pero Edu solo pensaba en lamerme la verga y el culo.
-Métemela Edu. Levantó la cabeza y sonriendo travieso me habló.
-Pídemelo otra vez. Puse voz de plañidera, como un chico que pide en la calle un helado que no le quieren comprar y exageré mi tono de chica.
-Por favor Edu, por favor, la necesito. Se movió para colocar mis piernas en sus hombros y punteó con su falo en mi culo comenzando a empujar.
Minutos después solo se escuchaba en la habitación su respiración agitada, los golpes de sus huevos al estrellarse con mi culo, mis sollozos placenteros y dichosos, los gemidos de placer de ambas gargantas.
-Sí, dame Edu, soy tuyo hazme gozar como puta. Los golpes eran más violentos y su verga resbalaba por mi culo penetrándome hasta lo más hondo de mi ser.
-Te quiero mi nene hermoso, siempre serás mío…
Y siguieron los murmullos, los suspiros, los arrullos de sus labios besando los míos con fiereza.
Sí Edu, te haré feliz, lo que pueda. Fue lo último que pensé antes de que me llenara el vientre con su caliente leche y yo eyaculara entre gritos de placer. Después de haberme tomado y estarnos besando un tiempo se levantó para marchar a su habitación.
Tuve que ir al baño para sacar el semen que me había dejado dentro del culo, y aunque me gustaba sentirme lleno, temía manchar la ropa al expulsarlo dormido.
A la mañana, durante el desayuno, me dijo que me llevaría el chofer a clase ya que no había paradas de autobuses del colegio cercanas y que lo prefería por mi seguridad.
El día transcurrió tranquilo, mis primos y Pablo me miraban con curiosidad pero no me hicieron preguntas. Cuando me pasaron a recoger les dije si querían que les lleváramos, estuvieron de acuerdo y los dejamos cerca de nuestra casa.
Ese pensamiento: “nuestra casa” hizo que saliera una lágrima de mis ojos.
Tomás me recibió al llegar, Eduardo tenía una reunión con unos señores y podía hacer lo que deseara. Me puse a estudiar mis deberes con tranquilidad para dejarlo todo listo y descansar el fin de semana.
Estaba para terminar cuando llegó Eduardo, me puse inmediatamente en pie y me cogió en sus brazos, estaba vestido con traje y corbata, me abrazaba y besaba apasionado y yo me sentía muy bien entre sus brazos, creía que resultaría peor y me estaba adaptando a mi nueva vida sin problema, disfrutando de sentirme amado.
-Ya se han marchado, ahora todo mi tiempo será para mi tesoro. Me cambio de ropa y vamos a nadar un rato.
Hablaba con entusiasmo pero le notaba ligeramente cansado. No tardé en desnudarme, colocarme un batín de varios que había en el vestidor y salir al pasillo, Eduardo salía por una puerta hacia el final del pasillo, me fije para no olvidarme de cuál era su habitación y me hizo un gesto con la mano para que fuera hacia él, la piscina estaba más adelante, a la vuelta del pasillo.
Como el otro día jugamos un buen rato y luego sentados me preguntaba sobre las clases, el colegio, mis amigos, si había estado con Pablo y mis primos, todo le interesaba de mí vida, lo que nunca había pasado en mi casa con mis padres.
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Me había metido en la cama y sin darme cuenta deseaba que la puerta se abriera y apareciera Eduardo, pasaban los minutos y perdía la esperanza cuando escuche los golpes de la noche anterior, salté en la cama tirando la ropa y me puse en cuclillas esperando, entró en la habitación y le recibí con una ancha y alegre sonrisa.
Se acercó a la cama y me tocó la cabeza. Me miraba desde arriba queriendo hablarme.
-¿Puedo dormir en tu cama? Salté hacía un costado haciéndole sitio, se quitó el batín, venía otra vez desnudo y se tendió a mi lado. Le pidió a Tomás que dejara la bandeja con el vaso y sus pastillas sobre la mesita y que se retirara.
-A veces creo que te obligo a hacer lo que no quieres. Se quedó un poco triste mirando al techo. Me incliné sobre su pecho y le besé el gordo pezón de su tetilla acariciando su vello entrecano.
-Edu, cada momento que pasa me encuentro mejor a tu lado y te quiero un poco más. Se giró para mirarme, creí que iba a llorar.
-¿Lo dices de verdad chiquillo? Como respuesta me tiré sobre su pecho y le besé en la boca metiendo la lengua en ella, él me la chupaba goloso.
-Eres un ángel pequeño, te adoro vida mía. Me quité a toda prisa la camiseta y el pantalón y me coloqué a horcajadas sobre su peludo vientre y me hacían cosquillas sus vellos en mi culito.
-No sé de qué forma te quiero, pero lo siento dentro de mi Edu, estoy muy a gusto a tu lado y te quiero tan peludo y grande. Edu abrazaba mi cuerpecito pegándome al suyo sin dejar de besarme.
Agarré su polla que estaba floja y la apreté en mi manita que a pesar de todo no podía contenerla.
-También me gusta tu polla, es tan rica y me follas de maravilla. Comenzó a reír.
-¡Chiquillo pillo y travieso!, déjame que tome mis pastillas y verás lo que es bueno dentro de unos minutos.
-¿Por qué tomas esas medicinas? Se había metido las dos pastillas en la boca y las tragaba con el agua.
-Soy algo mayor y las necesito para darte placer con mi verga, para que se ponga dura bebé y podértela meter en tu culito, como a ti te gusta que la tenga, bien dura, ¿verdad que sí?
-Sí, me gusta cuando la tienes gorda y larga y bien dura, pero yo te la puedo poner así con la boca, déjame que pruebe. Me escurrí por su cuerpo dejando mi polla sobre su pecho y con mi cabeza sobre sus genitales.
La verga comenzaba a reaccionar y fue suficiente que la pajeara y la lamiera con gula el glande jugoso y gordo para que creciera. Edu se comía toda la mía más pequeña y la sentía dentro de su boca hasta el fondo, en algún momento me lamía el anito.
-¿Ves Edu? Yo te la puedo poner dura sin pastillas. Se sacó mi polla para reír sonoro y me puso contento su risa.
-¡Eres un diablillo juguetón! Y continué mi labor de mamarle la polla, los huevos grandes, peludos y gordos, me cambié de posición para meter mi cuerpo entre sus piernas, se apoyó la espalda en el cabecero de la cama, y se abrió para acogerme. Me las ingenié para llegar con mi lengua a su ano y comencé a chuparlo.
Eduardo gemía y le temblaban las piernas, su estupendo pene me gustaba y volvía a chuparlo con ganas, acariciándole los huevos y pasando la mano por su pecho y su pancita, era mi osito peludo. Mamé hasta que comenzó a temblar y estremecerse de gusto por mi comida de polla.
-Nene me corro, aparta. Me empujaba la cabeza a la vez que su verga se endurecía más y empezaba a llenarme la boquita de semen, me sujeté en sus piernas para terminar de hacerle mi servicio de puto, aunque ya no me consideraba así, era su amante, ¿y su novio?
Lamí y chupé hasta la última gota del semen que le salía, me supo un poco amargo, no era importante en ese momento en que le vi sonriéndome agradecido. La polla se le arrugó y era un largo y suave pellejo al que se le había ido la fuerza, lo miré con desilusión, deseaba tenerla dentro, que me la metiera y me la diera por el culo.
Edu se percató de mi mirada.
-Ya ves chiquillo, y eso después de utilizar dos pastillas. Claro, tú eres joven y tiene la polla dura en todo momento. Eso lo solucionamos ahora. Se levantó de la cama y comenzó a caminar, le seguí por el pasillo hasta entrar a su habitación, estaba a oscuras y encendió la luz del vestidor y el baño, abrió un cajón en uno de los armarios, estaba lleno de pollas artificiales, dildos de todos los tamaños y forma, cremas y otros aparatos.
-¿Cuál te gusta? Me gustaban todos y me encogí de hombros, entonces fue él el que escogió uno muy largo, muy, pero que muy largo y fino, con la punta figurando un falo muy bien terminado con venas e irregularidades que sobresalían, de color dorado y también cogió un pote redondo y plano de crema. Me entregó el pene, resultaba mu dúctil y flexible, muy suave al tacto, el final era una especie de mango con varios interruptores, sin imitar los testículos como sucedía con otros modelos.
-Volvamos a tu habitación, esto te gustará y te dejará satisfecho. Le seguía como un gatito gozoso detrás de su amo.
Sabía lo que me iba a hacer y me coloqué arrodillado para dejarle mi culo a la vista y me abrí las nalgas.
-No mi amor, esto va a ser más lento. Me colocó con la espalda sobre el colchón, retraídos los pies y muy abiertas las piernas, como una mujer a la que van a sacar el bebé de su tripa, y comenzó su trabajo para prepararme el ano con la crema que sentía fría y luego me abrasaba el culo.
Sentía un placer exquisito cuando metía los dedos y tenía que morderme los labios para no gritar, siempre grito, y mucho, y creo que no está bien.
-Grita si quieres, manifiesta tu placer, lo que sientes mi niño. Después de un tiempo de tenerme gimiendo como puta y dejando que mi baba se escurriera de la boca sin poderla contener, cogió el largo falo y me lo dio para que lo chupara. Lo fui metiendo en la boca como si fuera una polla real, la tragaba como auténtico goloso casi entera, y eso que hacía un momento tenía reparos de que no me cupiera por el ano.
La pasó la mano untada de crema y pulsó el interruptor, vibraba y se contorneaba como una serpiente haciendo eses, la miraba absorto, la colocó a la entrada de mi culito y comenzó a meterla empujando, despacito, poco a poco, la metía y la sacaba, mi ano se acostumbró a ella y seguía metiendo más verga de plástico hasta que llegó a un punto en que me dolía y me quejé.
-Ya es suficiente por hoy, la tendrás entera en tu vientre y la disfrutarás. Estuvo unos segundos jugando con ella punteando donde hacía tope, la sacó un poco y puso en funcionamiento el artefacto.
¡Wooo! Algo muy largo se movía en mi vientre, vibraba y me daba latigazos, era inaguantable el placer que sentía y comencé a gritar, tanto que Edu se asustó y paró el vibrador.
-No, no lo detengas, dame, dame más, me matas de gusto. Para mayor placer lo metía y lo sacaba unos centímetros de mi interior, me sentía estallar, agarré su cabeza que estaba sobre mi pecho y le mordí.
-¡Edu! Me muero, Edu, dame, dame que me corro, ¡Ahhh! ¡Me viene ya, no lo pares, no! Los espasmos y calambres que sentía eran tremendos y tenía los pies agarrotados, empecé a eyacular la leche de mis huevos con fuerza y casi toda ella fue a parar a la cara de Edu que aun tenía sobre mi pecho.
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Descansábamos tumbados, con el dildo metido aún en mi culo y todavía temblando.
-¿Qué te ha parecido chiquillo? Y en plan gracioso puso en funcionamiento el gran pene que sentía danzar en mi recto.
-Para, para déjame descansar, luego seguimos si quieres. Me lo fue sacando tirando de él y se limpió la leche de su cara con la sábana.
-Por ahora es suficiente, mañana tengo que viajar. Le mire con auténtica tristeza.
-Solo serán unos días, el martes estaré de vuelta, es importante. Añadió mirándome creo que divertido.
-¿Qué haré yo? ¿No te puedo acompañar?
-No nenito, y además tienes tus clases, no quiero que faltes, tienes de todo en la casa y puedes entretenerte dos días, el lunes vuelves a clase.
-¿Puedo invitar a mis primos y a Pablo para que vengan algún rato? Me miraba sin perder la sonrisa.
-Puedes invitar a quien tú quieras, esta es tu casa ahora. Lo pensé un breve momento, quizá no fuera tan buena idea.
-Querrán curiosear y andar por la casa, ver tus coches, ya sabes, ¿te molestará?
-Ya te he dicho que es tu casa y tú eres muy responsable, no harán nada peligroso, además tienes a Tomás, pídele todo lo que necesites, la casa es tuya y él estará a tu servicio.
Nos duchamos en mi baño, mejor dicho me duchó pasando las manos con cariño por mi cuerpo sin cansarse. Luego habló como si fuera para él.
-Te gozaré mientras pueda, luego buscaremos alguna fórmula para estar juntos.
Y él, que iba a dormir conmigo, no lo hizo, me dejó solo en la inmensa habitación, posiblemente le había interpretado mal.
Respuesta:
Han pasado varios días, Adri no me responde, tengo miedo de que haya podido sucederle algo malo, tampoco quiero inundarle con mensajes, tiene poco tiempo me ha dicho en alguna ocasión.
También pienso que se ha podido cansar de mi o que no ve bien lo que sucede con mi vida. No se lo puedo reprochar, solamente me gustaría que entendiera que todo me viene impuesto y saber que está bien, no pido más.
Volveré a escribirle relatándole mi vida y ver si me puede aceptar como soy viviendo mis circunstancias.
jaime.iriarte92@gmail.com
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