Entre amigos machos

Entre amigos machos

Yo me considero bisexual, pues he salido con chicas tan solo pero me siento claramente atraído por algunos chicos.

En realidad, puede que sea tan solo gay, pues si me gustan los chicos, no encuentro otra explicación.

Os voy a contar algo que me parece curioso, y que quizás muchos de vosotros también hayáis notado.

Veréis, en todas las clases siempre hay un tipo duro, un machito o un gallito que tiene un grupo y que lleva la voz cantante.

Son los típicos a los que siempre se les hace caso, por las payasadas o las tonterías que dicen, y algunas veces te caen bien y otras mal.

Yo intento llevarme bien con todos los compañeros de clase, y para bien o para mal lo consigo.

Pues bien, en mi caso concreto hay un chico, Leo, que junto con Miguel Ángel o Adrián son los más «populares», ¿me entendéis? Estamos a finales de curso y con todos me llevo bien, menos mal.

Pero al grano: imaginaos en un partido de fútbol, una clase de Educación Física en la que el profesor te deja hacer juegos libres.

Yo al principio jugaba al fútbol, pero soy tan malo que dejé de jugar.

El caso es que entre los chicos de mi clase, las típicas bromas entre tíos son que te toco el culo, que te digo mariposón de broma porque te han marcado un gol, etc, etc. Qué machos, ¿verdad? Un día, y esto me hizo gracia, Leo, el más macho, que tiene novia y cierta reputación, le dijo a Víctor, un amigo que compite con él en popularidad, que «le iba a meter el rabo por el culo e iba a disfrutar». Víctor y todos los demás le rieron la gracia, cómo no.

Luego fue Ernesto el que marcó gol, y le volvió a decir a Víctor algo así cómo «¿Te ha gustado?», a lo que respondió «¿El qué?», y Ernesto se chuleó diciendo «Que te haya metido el rabo, ¿no?». Esta vez, como no se trataba de Leo, todos le recriminaron diciéndole maricón, y a Ernesto, que se le ve sensible, pues le molestó mucho.

En realidad, Ernesto tiene la fama de ser el típico rarillo, el más «marikiki» de la clase, pues se junta con las chicas y tiene unos modales que no son tan bruscos ni hoscos como el resto.

Yo, personalmente creo, pues lo conozco, que puede ser incluso el más hombre, pues sé que le gusta a algunas chicas, y él también lo sabe y se aprovecha de esa cercanía con ellas… En realidad, es muy listo el chaval, vaya que sí.

El caso es que hace poco nos fuimos de viaje de fin de curso, a mediados del curso escolar, pues al final nunca queda tiempo y no se puede hacer.

Iba a ser fabuloso. ¡Nos íbamos a la nieve y después a un pueblecito francés, durante una semana y media por un precio tirado! Cojonudo.

Pero fue en ese viaje donde descubrí ciertas… curiosidades, sí, de mis compañeros de clase, tan machos y «heteros» ellos.

Yo, que conozco mi gusto por los tíos, miraba a algunos con regocijo, a sus paquetes, tengo mis fantasías… pero eso se queda para mis intimidades (ya me entendéis, je je je…), El caso, es que no me gustaba que Leo y muchos tíos de mi instituto hablasen en términos despectivos de los gays, cuando ellos se comportan a veces peor.

Bien, pero volviendo al viaje… en el hotelito donde nos instalamos temía la hora del reparto de habitaciones, por si me quedaba sin grupo.

Pero, para mi sorpresa, contaron conmigo Leo y MiguelÁngel. ¡Qué sorpresa, vaya! Por supuesto, creía que desentonaría, pues ellos llevaban un rollo distinto al mío… Pero las noches allí fueron… mmmm, curiosas, sí señor, muy instructivas.

Veréis, Leo es un tío que pone. Va al gimnasio y es moreno de por sí. Tiene el pelo siempre corto, y unos hombros cuadrados.

Siempre va marcando culito y paquete con unos vaqueros ajustados… Es decir, un poco pijo y presumido, a la vez que creído.

Por su parte, Miguel Ángel es guapo de cara, también alto, tiene el pelo tintado de rubio y le gusta dibujar, como a mí, de ahí que tenga más contacto con él.

Yo temía que ahora que me aceptaban y contaban conmigo pensasen que era gay por cómo me comportaba de noche, porque no iba a poder controlar mis miradas, y los gestos hablan de las personas por sí solos.

En efecto, la primera noche me alucinó.

Yo era la primera vez que no me llevaba pijama.

Puede parecer una estupidez, pero me excitó pensar que dormiría en calzoncillos tan sólo, para demostrar que no era ningún niño… sí, lo reconozco, fui un poco idiota, me dejé guiar por lo que pensarían de mí…

El día en la nieve me gustó mucho, me lo pasé de miedo, pero lo mejor fue a partir de las diez, con la noche oscura afuera y frío, demasiado frío.

Teníamos unas horas libres, y cada uno podía hacer lo que quisiese, normalmente irse de marcha.

Pero ese primer día el profesor no nos dejó salir, para disgusto de todos, más allá de un par de manzanas, donde estaban los pubs, los cuales mirábamos de lejos con ganas de pasar un buen rato.

Otros días sí nos dejó. El caso fue que, agotados por el esquí (o por los coscorrones más bien), me alegré de que eso fuese así, pues yo no sabía si me integraría en el grupo de Leo o si me quedaría solo…

En la habitación mis amigos se iban a ir a dormir.

He de reconocer que me siento raro junto a ellos, pues hablan con palabras obscenas que yo no suelo usar, y tienen ideas extravagantes, de macarras a veces.

Pero cuando iba a salir para airearme, viendo que en la habitación los tres estábamos agobiados, puede oír cómo Leo y Miguel Ángel hablaban de hacerse unas pajas… A mí se me puso dura enseguida, y me marché lo antes posible… ¿Habría oído bien?

El calentón fue fuerte.

Me imaginé los cuerpos desnudos de mis compañeros habituales de clase, con sus respectivos penes zarandeándoselos arriba y abajo, arriba, abajo… Ohh. Pero el frío era muy intenso a las diez y media de la noche, y volví casi enseguida, muy a pesar mío, pues tenía que dejar de fantasear y quizás estorbaba algo en el cuarto…

Entré con sigilo en la habitación, bastante reducida por cierto.

Miré antes de pasar y… cada uno estaba en su cama, leyendo o escuchando música. Ufff, menos mal…

Pero lo peor fue para irnos a dormir.

Leo, moreno, con su torso ya desnudo, a las doce y después de una partida de cartas que me había puesto muy caliente, dijo que se iba a dormir.

-Tíos, me acuesto ya, que mañana no quiero tener sueño.

Espero que no os importe si me huelen los sobacos –a lo que se rió-, pero me lavé esta mañana. Y ahora, si no os molesta, me voy a quedar en ropa interior, ¿no os asustaréis, verdad? –y se volvió a reir a la vez que se quedó completamente desnudo.

Yo tuve que controlarme. Leo no se mostraba abiertamente, pero no tenía ningún pudor en quedarse en bolas allí: de un vistazo le vi la poya, morena y recubierta de pelo, y el efecto del gimnasio… Su novia tenía qué palpar buenos músculos, ¡vaya que sí!

-Miguel, ¿te desnudas ya o no? Venga tío que voy a apagar la luz. Y tu Fernando también, por favor.

Primer problema: ¿cómo me iba a desnudar con la poya empalmada y a mil delante de él? Imposible. Mi sueño hecho realidad delante de mí, pero qué mal lo estaba pasando…

Para colmo Miguel Ángel también se desnudó y me dejó contemplar su bello cuerpo. Se fue quitando los pantalones, los calcetines, y miró a Leo y dijo:

-Bah, pues yo también duermo desnudo.

Yo me estaba ruborizando… Pero ahora era mi turno.

Mas, cómo soy muy listo, les dije que me desnudaría con la luz apagada, así no les molestaría tanto.

-Lo que quieras. Cuidado no te pilles los huevos con la bragueta –bromeó Leo, y sonriendo se acostó. Mmmm, que bueno estaba, Dios… Y ese fue mi error: que me desnudé sin hacer ruido, pero no pude aguantar más: empecé a cascármela en silencio, oyendo cómo la piel se escurría sobre mi capullo gordo y rosado… Incluso gemí.

Y en ese momento, Leo encendió la luz medio adormilado y vio cómo mi mano agarraba mi chorizo, duro y brillante. ¡Me la había estado frotando durante quince minutos!

Y yo, ¡tonto de mí, voy y le sonrío!

Leo contuvo la risa, y me dijo por señas que siguiera…

Pero para mi asombro y vergüenza, apagó la luz para encenderla de nuevo, y lo vi con el rabo cogido con su mano y meneándosela también.

Pero no acabó ahí: con una sonrisa su cuerpo musculoso se levantó y di unos pasos a horcajadas unos pasos hasta sentarse a mi lado, en mi cama, y pude apreciar para mi gozo todos los detalles de su piel de gallina a causa del helor, sus pezones duros por el frío, su polla, igual de grande que la mía para mi asombro, unos 16 cm de carne, tan dura y maciza que hicieron que mi verga se endureciera tanto que me dolía.

Qué sensación tan buena, ¿verdad? No sé si os imagináis cómo se le tambaleaba su aparato, erecto, como un palo que no tiene nada que ver con el cuerpo… Era mi perdición, seguro que me calaba y se daba cuenta de mi condición de gay, seguro.

-Ahora que Miguel duerme, tú y yo aquí de fiesta, ¿eh? Y yo que creía que tú ni sabías ponértela gorda… –y con una sonrisa y muy cerca de mi cara me dijo- Es broma, tío. Venga, dime en qué piensas, y nos la cascamos. ¿Me dejas que te la toque?

Y sin más ni más, me cogió el pene y empezamos una mutua masturbación, suave y muy embarazosa al comienzo, y salvaje después. Yo se la cogí guiado por mi sexualidad, sin miramientos, dándole placer como si fuese la mía… ¡qué manos tan grandes y buenas las suyas! Yo, intentando comportarme como lo haría él con sus amigos, gozaba, gozaba y me dejaba llevar…

Pero Miguel nos oyó, y para mi asombro, sonrió y nos dijo:

-¡Cabrones! ¿Habéis empezado sin mí? Veréis cómo os la voy a cascar… Os voy a bajar la piel de cuajo. ¡Cubríos los cojones que me tiro!

Y sobre mí cayó Miguel; ¿os hacéis una idea de lo que sentí cuando su pecho cayó sobre mi aparato?

Un sueño, mejor que un sueño el tener a un chico encima. Ohhhhh, pero es que después se sentó de inmediato entre Leo y yo y con las dos manos, una en cada una de nuestras poyazas, nos siguió meneando el rabo…

Una mano ajena, dos poyas extrañas, dos culos… ¡Estaba en la gloria!

Y fue a más cuando descubrí qué era lo que pensaban ellos para excitarse.

Decían que qué bien lo haría el profesor de gimnasia que nos acompañaba en el viaje, que qué se sentiría si nos daba una mamada a los tres a la vez…

¿Y esos eran los machotes de mi clase? Ahora sí sabía cómo eran…

Aquella noche pasó tan de sopetón que casi ni me di cuenta.

Fue alucinante, una historia que no te crees ni aunque estés sintiendo la lengua de Leo en tus huevos cuando se agachó y nos la comió a Miguel Ángel y a mí.

O cuando me introdujo, desvirgando mi ojete, cuatro cm.

de su masa endurecida… Era tan buena la sensación,

tan idónea para hacerme sentir «hombre»… Algo tan simple para algunos de vosotros como sentir los vellos de algún otro sobre los vuestros o sobre vuestro rostro,

sentir una pierna que se enreda con la tuya, o un pie que te toca tus partes haciéndote reír mientras estás riendo a su vez con otro u otros chicos más en una cama reducida, sintiendo el sudor del otro, sus brazos, su boca, sus axilas… Además,

disfruté también cuando Miguel Ángel se puso a cuatro patas y me pidió que le metiese mi cipote un poquito, a ver si le gustaba… Fue genial tener las palmas de mis manos anchas llenas por esas dos piedras, pues el culo lo tenía como una piedra, era precioso, con pequeños pelitos que jugueteaban entre mis dedos, su piel morena, poder manosearlo tanto como quisiera… Por eso, al final, el contacto de la mano juguetona de Leo para otra nueva paja hizo que derramara chorros de licor.

Me la mamaron, las mamé, me sentí lleno y pleno… Aquella noche incluso probé el sabor del semen ajeno. Hicimos más tarde, cuando nuestras poyas vacías se relajaron, unas cuantas poses: uno se ponía en la cama de enfrente y los otros dos daban puntuación…

A mí se me volvió a poner dura cuando Leo se cruzó los brazos por detrás de la cabeza, dejándonos ver sus axilas peludas, y cómo abría las piernas mostrando su rabo…

En cuanto me la vieron empalmada, de nuevo empezamos una masturbación, con las bocas, las manos, los pies… Fue la vez que me metí la pedazo de polla de Leo y que se corrió en mi boca por segunda vez:

-¿Come es posible que te hayas vuelto a correr, macho?

-¿Tío, no ves como chupas? Ahora verás cómo te la mamo yo, déjame, no te vayas… Mmm, así chupas, verás como tú también te corres…

Definitivamente fue fantástico.

Durante el resto del trayecto aún pasamos buenos ratos, pero ese se quedó grabado por lo morboso, lo atractivo de la situación; no porque fuese el mejor, sino porque fue algo que descargó tensiones. ¡Vaya que sí!

Ahora en el instituto, la cosa ha cambiado, pues no nos vemos a menudo fuera de él, pero al menos nos quedan los vestuarios ciertas semanas.. Incluso, y digo que puede ser porque aún no se sabe (je je), puede ser que el profesor de Gimnasia, Ángel, sea… sea profesor de algo más, porque a Leo le habló de él, de Miguel Ángel y de mí, que se había dado cuenta de que en los vestuarios subía la temperatura, que qué hacíamos… y se lo decía con aire de picardía. Así, que si Leo mete mano, puede que también ahora las clases con Ángel se conviertan en algo más, pues bajo las duchas los penes se refuerzan y cobran vigor… Y me gustaría probar el vigor de nuestro maestro, tan tío bueno él.

Creo que a partir de ahora, se puede decir que tengo dos buenos amigos que me echan un buen par de manos (a las pelotas sobre todo, je je je…)

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