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Luis, mi inicio

Tenía 10 años. Estudiaba 4to grado.

Un día de clases, la maestra salió a la dirección y mis compañeros iniciaron el bullicio y juegos.

Desde mi asiento veía todo.

Me fijé que un compañero de nombre Luis me veía intensamente.

Me turbé inicialmente y aparté la mirada.

Algo me distrajo pero al volver a verlo él me señaló su entrepierna con sus labios, allí vi un gran bulto que captó mi atención.

Volví la mirada a sus ojos y me sonreía y se acarició el bulto.

Me ladee para no hacerle caso pero al verlo nuevamente me señaló su entrepierna y se agarraba allí como ofreciéndome su contenido. me fijé en el resto de los muchachos y vi que cada quien estaba en lo suyo.

La maestra volvió y con ella la normalidad. al ver a Luis de nuevo, me guiño un ojo. Sonó el timbre, señal para ir a recreo. Salimos todos a jugar.

Luego sonó el timbre nuevamente y debíamos volver al salón, pero yo me fui a los baños a orinar, Al entrar sentí que alguien entraba atropelladamente tras de mí,

era Luis, me dirigí a un cubículo con puerta y oriné y al querer salir él me cerró el paso y pasando al cubículo cerró la puerta.

Yo sentí algo de temor, él era mayor que yo, tenía 13 años y era más fuerte, rápidamente se sacó su pinga y me la mostró.

Quedé sorprendido por su acción y por lo que veía: una pinga enorme, mucho más grande que la mía, realmente gruesa.

Me dijo: ¡Agárrala!… Vi sus ojos y luego su pinga. No sé porqué pero llevé una de mis manos a ese monstruo y lo agarré.

La tenía dura, no cabía en mi mano, Su piel era suave, su cabeza, más gruesa aun llamaba mi atención, sin querer me lamí los labios y él se dio cuenta. ¿Te gusta? preguntó.

Solo lo miré. En eso escuchamos voces y lo solté y salí del cubículo, al salir del baño entró otro compañero que dijo algo que no oí de la prisa que llevaba.

Llegué al salón, me senté dispuesto a la clase. Luego llegó Luis. Clases.

Yo no podía apartar de mi mente la imagen de su pinga, pero no entendía porqué él me eligió a mí, ¿qué vio en mí para hacerme su presa?

De reojo lo veía y él a mí. Llegó la hora de salida. Me dispuse a ir a mi casa, Luis me alcanzó y me pidió que lo acompañara. ¿A dónde? pregunté. ¡Sígueme! fue su respuesta.

Caminamos hacia el río que pasaba a dos cuadras de la escuela. Yo pensaba en su enorme pinga que realmente me había impresionado, sin saber a que me llevaba.

Antes de llegar al agua había un monte alto, espeso.

Él buscó un sitio que nos tapaba de toda visibilidad, allí nos detuvimos. De inmediato se bajó el pantalón y el interior quedando desnudo de la cintura para abajo.

Mi mirada de inmediato se dirigió a su mástil, aun dormido era grande, como el mío erecto.


¡Quítate la ropa! me ordenó casi. Yo le obedecí quitándome el pantalón y el interior también. Me tomó una mano y la llevó a su pinga y agarró la mía.

Copia lo que yo hago, me dijo. Me sobó y acarició mi miembro el cual se iba poniendo duro. Yo hice lo mismo con su pinga la cual fue creciendo ante mis ojos asombrados.

Se agachó frente a mi pene y se lo llevó a la boca, yo gemí.

Era la primera vez que me hacían eso y temblé. Luego se levantó y puso su mano en mi cabeza para que yo bajara a hacer lo mismo con él.

Quedé con mi rostro muy cerca a su pinga. ¡La veía tan grande! ¡Mámala! me dijo. Yo acerque mi boca y puse mis labios en su tallo y fui los fui pasando por todo su cuerpo peneal. ¡Métela en tu boca! pidió.

Sería mi primera vez también. Puse mis labios en su cabeza, pasé mi lengua por ella, me gustó su sabor y entonces abrí mi boca y poco a poco la fui metiendo.

Tenía que abrir bien mi boca y él aprovechaba para meterla, con solo su cabeza ya llenaba mi boquita.

Él movía su cuerpo en un vaivén suave, yo buscaba que entrara lo máximo que podía. ¡Chúpala! dijo, así lo hice.

Me agarró la cabeza con sus manos e intentaba meterla más, yo gemía por el esfuerzo pero buscaba hacerlo lo mejor que podía.

Sentía una fiebre extraña en mí, un deseo raro que me gustaba. Quería aprender a mamársela y ponía mi mayor empeño en mamar esa tremenda pieza.

Chupaba su cabeza con gula, con deseo. ¡Me gustaba esa enorme pinga! Asi estuvimos largo rato. sentía cansancio y dolor en las mandíbulas pero quería seguir.

Él notaba mi deseo. Paré por el cansancio sin dejar de mirar su impresionante miembro.

Me ayudó a pararme y me dijo: Vamos a pajearnos. Él comenzó a batir su pinga y yo mi pene. Era tanta mi excitación que pronto acabé, él me guió.

Luego acabó él. Miramos el semen colgado en el monte.Él me explicó muchas cosas que yo desconocía.

Luego nos vestimos y salimos del monte para irnos a nuestras casas. Por el camino me terminaba de explicar lo relativo al sexo diciéndome.

Mañana tendremos otro encuentro. Te enseñaré otras cosas. Continuará…

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