Mi primo es menor que yo. Lo suficiente como para que la diferencia de edad se note. Es de una ciudad bastante lejana, por lo que solo nos veíamos durante algunas semanas en verano cuando él con sus hermanas y mis tíos venían de vacaciones. No sé cómo explicarlo, pero siempre hubo una tensión distinta entre nosotros. A veces sucedían cosas que, ante los ojos de cualquier mortal, eran inapropiados para una relación entre primos.
Todo se acentuó cuando él se acercó a la adolescencia.
Su cuerpo comenzó a desarrollarse y comencé a sentir una atracción hacia él.
Sumado a los días calurosos en la playa, donde el clima exigía estar casi desnudos jugando sobre la arena.
A esto se le agregaba la tendiente costumbre de él de estar siempre muy cerca de mí hostigándome.
Siempre fue una pulga molestando en mi trasero.
No podía estar sentado, sin que él estuviera sobre mí jugueteando, golpeando o haciendo llaves de lucha libre.
A veces era entretenido, me gustaba picarle las costillas y torturarlo a risas.
Aunque habían ocasiones en que se nos pasaba la mano y las cosquillas se convertían en golpes dolorosos, pero dentro de un contexto de juego.
-A veces creo que eres masoquista –le decía.
Porque, por la diferencia de edad, mis golpes solían ser un poco más duros, pero él se retorcía de risa igual.
Todo lo mencionado anteriormente hacía que hubiese un excesivo roce entre nuestros cuerpos.
Mi mente pervertida no podía con eso y mi cuerpo reaccionaba.
Numerosas veces tuve que mantener la posición para que no notara mi erección.
Y este era otro punto, porque mientras que para él todo era un juego con su primo mayor, para mí ese juego causaba reacciones que me hacían sentir muy culpable.
Obviamente nunca crucé la línea, sabía todas las consecuencias que atraería, y sabía que no era correcto.
Me sentía mal.
Él solo era un niño.
Por suerte me controlé y nunca se dio cuenta de nada en esos momentos.
Nuestra relación era muy buena y creo que le agradaba que nos lleváramos bien.
Debido a que él estaba en una edad intermedia, los primos mayores no lo tomaban en cuenta, y él no tomaba en cuenta a los primos menores, por lo que se sentía solo con una de sus hermanas que tenían edades similares.
Pero mi personalidad es muy adaptable, y así como podía llevarme bien con mayores, también podía con menores, por lo que no me molestaba pasar rato con ellos.
Fue así que él comenzó a tomarme confianza, y comenzó a hablarme más de él.
Supongo que yo era lo suficientemente grande como para resolver algunas dudas, y lo suficientemente cercano para confiar.
Lo tomé como una gran responsabilidad y siempre lo animé a que podía contarme lo que fuera.
Arma de doble filo, porque cuando se acercó la edad de las hormonas sus preguntas fueron mutando.
Y comenzó a preguntarme cosas que no se atrevía a preguntar a sus papás, ni a un profesor.
A veces las preguntas tenían más detalle de lo esperado, y las respuestas resultaban aún más detalladas.
Era complicado para mí.
Mi imaginación estaba muy desarrollada y provocaba reacciones corporales.
Tenía que usar toda mi fuerza para contestar sus dudas con la mayor sabiduría posible.
Un verano se tuvo que quedar en mi casa y, por espacio, tuvimos que compartir habitación.
Fue una tortura para mí.
Su cuerpo ya denotaba un cambio y había dejado un poco sus rasgos infantiles.
Y me lo hacía saber siempre, porque tenía la costumbre de pasearse en boxers todas las mañanas.
Estaba más alto; era delgado, y con el abdomen suavemente dibujado.
Su espalda era relativamente ancha, y terminaba en una angosta cintura.
Luego lo continuaba un globuloso y firme culo.
El típico culo que se les forma a los chicos que les gusta el futbol.
En él era perfecto y estilizaba todo su cuerpo.
Además, en esa época había decidido dejar su cabello más largo y usaba una especie de melena que lo hacía ver bastante sexy.
Su cabello era castaño, y hacía juego con su piel trigueña y tersa.
Sus ojos eran café claros y levemente achinados, lo que le daba un toque bastante tierno.
Sus mejillas estaban decoradas por dieciséis pecas, perfectamente bien ubicadas.
Su boca destacaba por tener labios rojos y llenos, y una sonrisa traviesa con brackets.
Era un chico que prometía mucho en cuanto a su físico.
Tenerlo en mi cama, semi desnudo durmiendo era un gran desafío para mí.
Recuerdo que ese día en específico, estábamos viendo memes en instagram, y de pronto una imagen salvaje apareció.
Hacía referencia al 14 de febrero, y decía que PornHub liberaría la sección Premium para todo público.
Él me mostró la imagen emocionado.
-Eres un sucio –bromeé.
-Es 14F y el ganso lo sabe –sonrió.
Después de un breve minuto de silencio, me miró e hizo una pregunta-: ¿A qué edad fue tu primera vez?
-¿Por qué quieres saberlo? –le pregunté poniéndome nervioso.
-Curiosidad –dijo.
Se movió y su abdomen se tensó.
Resoplé.
-A los 15 o 16 –respondí.
-¿Y cómo se siente? –preguntó.
-Genial –dije.
Pero no me contenté con eso y procedí a dar un poco más de información-.
Es mil veces más rico que cuando te masturbas.
-Oh, genial.
¿Y con quién fue? –me tensé.
-Eh… con una amiga.
No la conoces, se mudó hace un tiempo –me apresuré a mentir.
-¿Y… te la han chupado? –preguntó.
Esto estaba un poco más intenso de lo que pensé.
-Sí, y también se siente bien –respondí-.
¿Por qué las dudas?
-Yo solo he dado un beso –dijo ligeramente desanimado.
Hace un par de días me había contado que había dado su primer beso, y no había tenido críticas positivas.
Lo consolé diciendo que era su primer beso y era lógico que no le saldría perfecto, además de que la chica era bastante más activa que él.
Porque a pesar del nivel morboso de los temas que a veces hablaba mi primo, en el fondo todavía era muy inocentonto.
-Por algo se empieza.
Además tú todavía eres chico –le dije.
-Sí, pero varios de mis compañeros ya han hecho cosas…-.
-Pero ellos son ellos, y tú eres tú.
La mayoría ni sabe lo que hace, y más de alguno se va a meter en problemas por eso.
Tú solo espera tu momento, y más vale que estés preparado.
Estoy seguro que, después de todo lo que te he dicho, sabes muchas más cosas que tus compañeros, y estas al tanto de los peligros.
-Pero el cuerpo pide acción –bromeó.
-Confórmate con la paja –le dije.
-Es que es complicado porque nunca estoy solo en la casa, y el PC está en living por lo que no puedo inspirarme.
Además de que me da miedo que mi mamá o mis hermanas entren a la pieza y me descubran –decía-.
A veces me tengo que encerrar en el baño, pero es incómodo.
La última vez, antes de que viajáramos para acá, me ensucié el pelo.
-¿Qué? –pregunté ligeramente impactado por la confesión, brutalmente innecesaria.
-Sí jajaja Es que como lo tengo que hacer sentado en el W.
C, me curvo un poco.
Y cuando me corro salta para todas partes y me cayó en el cabello –se ríe.
Me rio.
Imagen mental del momento formándose en mi cabeza.
Chico, pero con un arma bien poderosa.
Un bulto travieso formándose en sus piernas.
Mi bulto casi explotando.
Calor en mis mejillas.
-Wow –dije-.
Bueno, creo que debes buscar el momento indicado.
De todas formas, no fuerces nada sólo porque tus compañeros ya lo hicieron.
Luego de eso volvimos al silencio, mas mi bulto no volvió a disminuir.
Él continuó en su mundo, sin saber que me había percatado de su emocionado paquete.
Pasaron varios días sin nada importante que mencionar.
Pero una noche, después de una conversación bastante detallada, nos pusimos a jugar sobre la cama.
-Las ratas juegan Clash of clans –le decía.
-Cállate, estúpido –me dijo mientras se tiraba a golpearme.
Al ser más liviano que yo, fácilmente lo doblegué y lo dejé boca abajo.
Su movimiento de resistencia provocó que su culo se frotara en mí entre pierna.
Una erección se comenzó a formar y decidí abortar misión.
Me tiré boca abajo y le dije:
-Lo que tú digas –y fingí indiferencia.
Pero él comenzó a molestarme.
Me pinchó las costillas, me golpeó el hombro, se recostó en mi espalda, todo con el afán de ofuscarme.
Su culo quedó sobre el mío y comenzó a moverse y a saltar.
Definitivamente ese chico era una espina en mi zapato.
Luego se giró y apoyó su pecho en mi espalda, usándome de reposera.
Me sacudí para bajarlo, y de pronto sentí una dureza.
Él se quedó quieto, se sintió descubierto.
Me giré y lo miré.
Su rostro estaba rojo.
Se bajó y se recogió de piernas.
-¿Qué sucedió? –pregunté sonriendo.
-Nada –estaba como un tomate de rojo.
-Creo que estas un poco acumulado –dije todavía sonriendo-.
¿Verdad?
-Creo que sí –respondió.
-Estan todos dormidos ¿sabes?
-Sí ¿Por qué?
-¿Te parece si visitamos XVideos?
-¿Para qué? –preguntó.
Entorné los ojos.
Formuló otra pregunta-.
¿Quieres que nos…?
-Puede ser.
¿Nunca lo hiciste con tus compañeros? Con mis amigos lo hacíamos todo el tiempo –mentira del tamaño del titanic-.
Anda, estamos en confianza.
Lo necesitas.
Sabes que sí.
En su rostro se notaba el entusiasmo, pero, por alguna razón, no lo comunicaban sus palabras.
Entendí que tenía un conflicto interno, por lo que lo ayudé a decidir lo que en el fondo quería.
Me metí al notebook y entré a la página.
Golpeé el espacio a mi costado y le hice señal de que se viniera a sentar.
Corrió el video.
Su erección pulsaba bajo su bóxer.
Sabía que no haría nada sin que antes lo hiciera yo.
Bajé mi slip y liberé mi erección.
Sus ojos se fueron a mi entre pierna y luego a la pantalla.
Tímidamente sus manos bajaron hasta su ropa interior.
Respiró profundamente y liberó su pene.
Sentí una pequeña sensación victoriosa.
Alrededor de 15 centímetros, ligeramente gruesa.
De un color notoriamente más oscura que el resto de su piel.
No estaba circuncidado, y su prepucio cubría parcialmente su glande de un color rosa oscuro.
A pesar de que su cuerpo era lampiño y sólo tenía una pequeña capa de vellos rubios, en su pubis habían gruesos pelos negros y rizados, aunque en poca cantidad.
Sus huevos eran gordos y con un par de pelos, nada más.
Usé toda mi fuerza de voluntad en no mirarlo durante la paja.
No quería hacerlo sentir incómodo, aunque noté que él varias veces miró en mi dirección.
Al cabo de unos minutos, su verga liberó el contenido acumulado y, en efecto, disparos de semen saltaron sobre su pecho.
Estiré mi mano hacia el mueble que estaba al lado de mi cama y saqué unos clínex para entregárselos.
Su pene seguía duro, y estaba bañado de una sustancia viscosa al igual que sus dedos.
Esa noche terminó así.
Grata fue mi sorpresa que, la noche siguiente, estaba ansioso por que nos fuéramos a acostar para repetir lo de la noche anterior.
Obviamente acepté.
Cuando llegué a mi habitación, él estaba acostado con el notebook sobre su abdomen.
Una vez cerré la puerta, se destapó y se mostró completamente desnudo.
-Wow, estas un poco desesperado –comenté.
Mi erección ya se había formado.
-No hay que perder tiempo –dijo.
Y obviamente no le maté la ilusión.
La primera paja terminó bien.
Después nos limpiamos y comenzamos a ver videos en youtube.
Al cabo de las horas, y cuando ya era más de media noche, la conversación se tornó hot.
Coincidimos en que era buen momento de otra paja.
Pero esta fue distinta, noté que sus ojos no se despegaban de mi pene.
Y como ya sabía, él no haría nada sin que yo le diera un empujoncito.
Armándome de valor, quité su mano de su verga y coloqué la mía.
Acto seguido, guie su mano a mi pene, y sin dudarlo lo tomó.
-Verás que se siente mejor –le dije.
Ninguno tenía apuro en hacer acabar al otro.
En realidad, creo que disfrutábamos del tacto.
Mi mano estaba empapada de su líquido pre seminal, al igual que la suya.
A ninguno pareció molestar.
Fui más allá, acaricié sus huevos y, tímidamente, acaricié la zona cercana a su ano.
Se tensó, pero no se quitó.
Su expresión cambió.
Era como si su cerebro hubiese dejado de poner atención al resto de su cuerpo y sólo se concentró en una batalla interna.
No era estúpido, sabía para donde iba todo esto.
Y sabía que yo no era un estúpido, y que me daba cuenta que, en parte, a él le estaba gustando todo esto y seguía el juego.
¿Qué hacer?
De pronto volvió al planeta tierra (Su verga seguía igual de dura).
Me miró, pero en su rostro no estaba la expresión medianamente infantil de siempre.
Ahora estaba serio.
-¿Me prometes que no dirás nada de esto?
-Claro que no –respondí impactado ante la pregunta.
Y extremadamente excitado, también.
Pero mi conciencia habló.
Siempre está ahí la estúpida esa, ojalá algún día se muera.
Dijo que quizás estaba llevando las cosas al extremo.
Quizás me estaba aprovechando de su calentura, y de que no pensaba con claridad.
A lo mejor no debería avanzar más, porque, cuando él lo pensara con claridad, podría arrepentirse o sentirse mal.
Cuando iba a dar un paso atrás, me besó.
Algo explotó en mi pecho y recorrió cada célula de mi cuerpo.
Un cosquilleo intenso se produjo en mi boca cuando sus turgentes labios me tocaron.
Mi respiración se detuvo.
Le respondí.
Y sí, besaba mal, hay que decirlo.
Pero la hermosa sensación de irlo guiando y enseñando a cómo hacerlo mejor, jamás se borrará de mis recuerdos.
Me aparté de él dándole un pequeño mordisco a su labio inferior.
Sentía mis labios hinchados.
Los de él lucían muy rojos y apetecibles.
Lo recosté y avancé hacia él.
Besé su pecho y lamí sus sensibles tetillas rosadas.
Bajé por su abdomen juvenil hasta que su glande golpeó mi barbilla.
Abrí mi boca e introduje su pene.
Gimió.
Me asusté.
No pensé que gemiría tan alto y creo que él estaba igual de sorprendido que yo.
El silencio se hizo, esperamos un momento, y continuamos.
Tomó una almohada y la mordió para ahogar sus gemidos.
-¿Confías en mí? –pregunté.
-Sí –respondió.
Una luz de miedo apareció en sus ojos.
-Sí sientes rico con una paja, vas a quedar loco con esto –le dije.
Succioné su glande con pasión, liberando una gran cantidad de pre-semen contenido.
Luego bajé por sus testículos y llegué hasta su ano.
Duda se dibujó en su rostro pero no dijo nada.
Separé sus piernas, y puse mis manos bajo sus rodillas para levantarlo y dejar expuesto su centro.
Era el agujero más lindo del mundo.
Era pequeño, de un tono rosado perfecto y virginal.
Esas dos turgentes montañas de carne custodiaban ese pequeño tesoro, y yo estaba ahí, invadiendo un terreno inexplorado.
El paraíso.
Lamí.
Una y otra y otra vez.
No quería apartar mi cara de ese lugar.
Sus pies se retorcían, y por momentos su cara desaparecía detrás de la almohada en un intento de acallar sus gemidos.
Al cabo de un rato tomé distancia.
Su rostro estaba colorado y excitado.
Mojé mi dedo y apunté a su centro.
Su ano se contrajo.
Al tacto se sentía húmedo y caliente.
Hice presión y su boca se tensó.
Lentamente fui hundiendo mi dedo y el calor abrasante me envolvió.
Las ganas imperiosas de meter mi miembro ahí luchaban por tomar el control.
Saqué mi dedo y lamí su agujero.
Procedí con el segundo, pero sentí la tensión.
Sus labios estaban apretados y la duda era evidente.
Comprendí que esa batalla aún se luchaba, y entendí que para dar este paso necesitaría pensar un poco más.
No iba concretar de la forma que pensé, pero me decidí a darle el placer necesario para que en su mente quedara la mejor experiencia y al otro día se decidiera.
Volví a meter mi dedo dentro de su culo.
Mordió sus labios.
Avancé por su recto y localicé mi objetivo.
Me incorporé y bajé un poco sus piernas, de manera que su pene quedara cerca de mis labios.
Abrí mi boca y lo capturé, para comenzar a darle una placentera mamada, mientras masajeaba su próstata.
Sus ojos se colocaron blanco y ahogó un gemido.
Mis falanges revolvían su interior, disfrutando de su húmeda y estrecha calidez.
Y mi boca succionaba con gula su miembro.
Era una escena deliciosa de observar, y excitante de realizar.
Cuando noté que sus brazos aplastaron la almohada contra su cara y su pecho comenzaba a descontrolarse, supe que se avecinaba el orgasmo.
Aceleré mis movimientos y en cuestión de segundo sentí que se derramaba sobre mi boca, dejando escapar masculinos gemidos de placer que vencieron toda su resistencia.
Cuando tragué todo su contenido, me levanté y me masturbé, para luego derramar mi leche sobre su sexy abdomen.
Sonreí.
Él estaba brutalmente desconcertado, aunque visiblemente complacido.
No podía entender toda la lluvia de placer que había experimentado.
Su boca se movía, pero las palabras no salían.
Su rostro estaba colorado, una mezcla de excitación y vergüenza ante su estado vulnerabilidad anterior.
De seguro en su mente reinaba el caos.
Decidí levantarme e ir al baño a refrescarme.
Cuando volví, él ya se había limpiado con los clínex y estaba tapado con la sabana dándome la espalda.
Me acosté junto a él sin saber qué decir.
El miedo a que su mente hubiese aterrizado de forma brusca en la realidad y hubiese rechazado todo lo anterior, me congeló.
Pero se giró lentamente:
-Me gustó –dijo con esa voz inocente-.
Mucho.
Sin más palabras, volvió a su lugar y el silencio se hizo.
Grité victorioso en mi interior, y estaba seguro que la noche siguiente lograría concretar lo cometido.
Tenía ganas inhumanas de profanar ese culo, y ya había estado lo suficientemente cerca como para estar dispuesto a rechazarlo.
Pero mis planes se fueron abajo.
A mi tío le llegó una llamada y al otro día tuvieron que volverse a su ciudad durante la tarde.
Un sabor amargo quedó en nuestras bocas, y una leve decepción.
Había estado tan cerca.
Todo este avance se iba a perder.
Para la próxima vez que nos viéramos, todos los muros que derrumbé estrían ahí nuevamente, y más fuertes que nunca.
Había perdido mi oportunidad.
Aunque medianamente me podía contentar con lo que había conseguido.
Su cuerpo comenzó a desarrollarse y comencé a sentir una atracción hacia él.
Sumado a los días calurosos en la playa, donde el clima exigía estar casi desnudos jugando sobre la arena.
A esto se le agregaba la tendiente costumbre de él de estar siempre muy cerca de mí hostigándome.
Siempre fue una pulga molestando en mi trasero.
No podía estar sentado, sin que él estuviera sobre mí jugueteando, golpeando o haciendo llaves de lucha libre.
A veces era entretenido, me gustaba picarle las costillas y torturarlo a risas.
Aunque habían ocasiones en que se nos pasaba la mano y las cosquillas se convertían en golpes dolorosos, pero dentro de un contexto de juego.
-A veces creo que eres masoquista –le decía.
Porque, por la diferencia de edad, mis golpes solían ser un poco más duros, pero él se retorcía de risa igual.
Todo lo mencionado anteriormente hacía que hubiese un excesivo roce entre nuestros cuerpos.
Mi mente pervertida no podía con eso y mi cuerpo reaccionaba.
Numerosas veces tuve que mantener la posición para que no notara mi erección.
Y este era otro punto, porque mientras que para él todo era un juego con su primo mayor, para mí ese juego causaba reacciones que me hacían sentir muy culpable.
Obviamente nunca crucé la línea, sabía todas las consecuencias que atraería, y sabía que no era correcto.
Me sentía mal.
Él solo era un niño.
Por suerte me controlé y nunca se dio cuenta de nada en esos momentos.
Nuestra relación era muy buena y creo que le agradaba que nos lleváramos bien.
Debido a que él estaba en una edad intermedia, los primos mayores no lo tomaban en cuenta, y él no tomaba en cuenta a los primos menores, por lo que se sentía solo con una de sus hermanas que tenían edades similares.
Pero mi personalidad es muy adaptable, y así como podía llevarme bien con mayores, también podía con menores, por lo que no me molestaba pasar rato con ellos.
Fue así que él comenzó a tomarme confianza, y comenzó a hablarme más de él.
Supongo que yo era lo suficientemente grande como para resolver algunas dudas, y lo suficientemente cercano para confiar.
Lo tomé como una gran responsabilidad y siempre lo animé a que podía contarme lo que fuera.
Arma de doble filo, porque cuando se acercó la edad de las hormonas sus preguntas fueron mutando.
Y comenzó a preguntarme cosas que no se atrevía a preguntar a sus papás, ni a un profesor.
A veces las preguntas tenían más detalle de lo esperado, y las respuestas resultaban aún más detalladas.
Era complicado para mí.
Mi imaginación estaba muy desarrollada y provocaba reacciones corporales.
Tenía que usar toda mi fuerza para contestar sus dudas con la mayor sabiduría posible.
Un verano se tuvo que quedar en mi casa y, por espacio, tuvimos que compartir habitación.
Fue una tortura para mí.
Su cuerpo ya denotaba un cambio y había dejado un poco sus rasgos infantiles.
Y me lo hacía saber siempre, porque tenía la costumbre de pasearse en boxers todas las mañanas.
Estaba más alto; era delgado, y con el abdomen suavemente dibujado.
Su espalda era relativamente ancha, y terminaba en una angosta cintura.
Luego lo continuaba un globuloso y firme culo.
El típico culo que se les forma a los chicos que les gusta el futbol.
En él era perfecto y estilizaba todo su cuerpo.
Además, en esa época había decidido dejar su cabello más largo y usaba una especie de melena que lo hacía ver bastante sexy.
Su cabello era castaño, y hacía juego con su piel trigueña y tersa.
Sus ojos eran café claros y levemente achinados, lo que le daba un toque bastante tierno.
Sus mejillas estaban decoradas por dieciséis pecas, perfectamente bien ubicadas.
Su boca destacaba por tener labios rojos y llenos, y una sonrisa traviesa con brackets.
Era un chico que prometía mucho en cuanto a su físico.
Tenerlo en mi cama, semi desnudo durmiendo era un gran desafío para mí.
Recuerdo que ese día en específico, estábamos viendo memes en instagram, y de pronto una imagen salvaje apareció.
Hacía referencia al 14 de febrero, y decía que PornHub liberaría la sección Premium para todo público.
Él me mostró la imagen emocionado.
-Eres un sucio –bromeé.
-Es 14F y el ganso lo sabe –sonrió.
Después de un breve minuto de silencio, me miró e hizo una pregunta-: ¿A qué edad fue tu primera vez?
-¿Por qué quieres saberlo? –le pregunté poniéndome nervioso.
-Curiosidad –dijo.
Se movió y su abdomen se tensó.
Resoplé.
-A los 15 o 16 –respondí.
-¿Y cómo se siente? –preguntó.
-Genial –dije.
Pero no me contenté con eso y procedí a dar un poco más de información-.
Es mil veces más rico que cuando te masturbas.
-Oh, genial.
¿Y con quién fue? –me tensé.
-Eh… con una amiga.
No la conoces, se mudó hace un tiempo –me apresuré a mentir.
-¿Y… te la han chupado? –preguntó.
Esto estaba un poco más intenso de lo que pensé.
-Sí, y también se siente bien –respondí-.
¿Por qué las dudas?
-Yo solo he dado un beso –dijo ligeramente desanimado.
Hace un par de días me había contado que había dado su primer beso, y no había tenido críticas positivas.
Lo consolé diciendo que era su primer beso y era lógico que no le saldría perfecto, además de que la chica era bastante más activa que él.
Porque a pesar del nivel morboso de los temas que a veces hablaba mi primo, en el fondo todavía era muy inocentonto.
-Por algo se empieza.
Además tú todavía eres chico –le dije.
-Sí, pero varios de mis compañeros ya han hecho cosas…-.
-Pero ellos son ellos, y tú eres tú.
La mayoría ni sabe lo que hace, y más de alguno se va a meter en problemas por eso.
Tú solo espera tu momento, y más vale que estés preparado.
Estoy seguro que, después de todo lo que te he dicho, sabes muchas más cosas que tus compañeros, y estas al tanto de los peligros.
-Pero el cuerpo pide acción –bromeó.
-Confórmate con la paja –le dije.
-Es que es complicado porque nunca estoy solo en la casa, y el PC está en living por lo que no puedo inspirarme.
Además de que me da miedo que mi mamá o mis hermanas entren a la pieza y me descubran –decía-.
A veces me tengo que encerrar en el baño, pero es incómodo.
La última vez, antes de que viajáramos para acá, me ensucié el pelo.
-¿Qué? –pregunté ligeramente impactado por la confesión, brutalmente innecesaria.
-Sí jajaja Es que como lo tengo que hacer sentado en el W.
C, me curvo un poco.
Y cuando me corro salta para todas partes y me cayó en el cabello –se ríe.
Me rio.
Imagen mental del momento formándose en mi cabeza.
Chico, pero con un arma bien poderosa.
Un bulto travieso formándose en sus piernas.
Mi bulto casi explotando.
Calor en mis mejillas.
-Wow –dije-.
Bueno, creo que debes buscar el momento indicado.
De todas formas, no fuerces nada sólo porque tus compañeros ya lo hicieron.
Luego de eso volvimos al silencio, mas mi bulto no volvió a disminuir.
Él continuó en su mundo, sin saber que me había percatado de su emocionado paquete.
Pasaron varios días sin nada importante que mencionar.
Pero una noche, después de una conversación bastante detallada, nos pusimos a jugar sobre la cama.
-Las ratas juegan Clash of clans –le decía.
-Cállate, estúpido –me dijo mientras se tiraba a golpearme.
Al ser más liviano que yo, fácilmente lo doblegué y lo dejé boca abajo.
Su movimiento de resistencia provocó que su culo se frotara en mí entre pierna.
Una erección se comenzó a formar y decidí abortar misión.
Me tiré boca abajo y le dije:
-Lo que tú digas –y fingí indiferencia.
Pero él comenzó a molestarme.
Me pinchó las costillas, me golpeó el hombro, se recostó en mi espalda, todo con el afán de ofuscarme.
Su culo quedó sobre el mío y comenzó a moverse y a saltar.
Definitivamente ese chico era una espina en mi zapato.
Luego se giró y apoyó su pecho en mi espalda, usándome de reposera.
Me sacudí para bajarlo, y de pronto sentí una dureza.
Él se quedó quieto, se sintió descubierto.
Me giré y lo miré.
Su rostro estaba rojo.
Se bajó y se recogió de piernas.
-¿Qué sucedió? –pregunté sonriendo.
-Nada –estaba como un tomate de rojo.
-Creo que estas un poco acumulado –dije todavía sonriendo-.
¿Verdad?
-Creo que sí –respondió.
-Estan todos dormidos ¿sabes?
-Sí ¿Por qué?
-¿Te parece si visitamos XVideos?
-¿Para qué? –preguntó.
Entorné los ojos.
Formuló otra pregunta-.
¿Quieres que nos…?
-Puede ser.
¿Nunca lo hiciste con tus compañeros? Con mis amigos lo hacíamos todo el tiempo –mentira del tamaño del titanic-.
Anda, estamos en confianza.
Lo necesitas.
Sabes que sí.
En su rostro se notaba el entusiasmo, pero, por alguna razón, no lo comunicaban sus palabras.
Entendí que tenía un conflicto interno, por lo que lo ayudé a decidir lo que en el fondo quería.
Me metí al notebook y entré a la página.
Golpeé el espacio a mi costado y le hice señal de que se viniera a sentar.
Corrió el video.
Su erección pulsaba bajo su bóxer.
Sabía que no haría nada sin que antes lo hiciera yo.
Bajé mi slip y liberé mi erección.
Sus ojos se fueron a mi entre pierna y luego a la pantalla.
Tímidamente sus manos bajaron hasta su ropa interior.
Respiró profundamente y liberó su pene.
Sentí una pequeña sensación victoriosa.
Alrededor de 15 centímetros, ligeramente gruesa.
De un color notoriamente más oscura que el resto de su piel.
No estaba circuncidado, y su prepucio cubría parcialmente su glande de un color rosa oscuro.
A pesar de que su cuerpo era lampiño y sólo tenía una pequeña capa de vellos rubios, en su pubis habían gruesos pelos negros y rizados, aunque en poca cantidad.
Sus huevos eran gordos y con un par de pelos, nada más.
Usé toda mi fuerza de voluntad en no mirarlo durante la paja.
No quería hacerlo sentir incómodo, aunque noté que él varias veces miró en mi dirección.
Al cabo de unos minutos, su verga liberó el contenido acumulado y, en efecto, disparos de semen saltaron sobre su pecho.
Estiré mi mano hacia el mueble que estaba al lado de mi cama y saqué unos clínex para entregárselos.
Su pene seguía duro, y estaba bañado de una sustancia viscosa al igual que sus dedos.
Esa noche terminó así.
Grata fue mi sorpresa que, la noche siguiente, estaba ansioso por que nos fuéramos a acostar para repetir lo de la noche anterior.
Obviamente acepté.
Cuando llegué a mi habitación, él estaba acostado con el notebook sobre su abdomen.
Una vez cerré la puerta, se destapó y se mostró completamente desnudo.
-Wow, estas un poco desesperado –comenté.
Mi erección ya se había formado.
-No hay que perder tiempo –dijo.
Y obviamente no le maté la ilusión.
La primera paja terminó bien.
Después nos limpiamos y comenzamos a ver videos en youtube.
Al cabo de las horas, y cuando ya era más de media noche, la conversación se tornó hot.
Coincidimos en que era buen momento de otra paja.
Pero esta fue distinta, noté que sus ojos no se despegaban de mi pene.
Y como ya sabía, él no haría nada sin que yo le diera un empujoncito.
Armándome de valor, quité su mano de su verga y coloqué la mía.
Acto seguido, guie su mano a mi pene, y sin dudarlo lo tomó.
-Verás que se siente mejor –le dije.
Ninguno tenía apuro en hacer acabar al otro.
En realidad, creo que disfrutábamos del tacto.
Mi mano estaba empapada de su líquido pre seminal, al igual que la suya.
A ninguno pareció molestar.
Fui más allá, acaricié sus huevos y, tímidamente, acaricié la zona cercana a su ano.
Se tensó, pero no se quitó.
Su expresión cambió.
Era como si su cerebro hubiese dejado de poner atención al resto de su cuerpo y sólo se concentró en una batalla interna.
No era estúpido, sabía para donde iba todo esto.
Y sabía que yo no era un estúpido, y que me daba cuenta que, en parte, a él le estaba gustando todo esto y seguía el juego.
¿Qué hacer?
De pronto volvió al planeta tierra (Su verga seguía igual de dura).
Me miró, pero en su rostro no estaba la expresión medianamente infantil de siempre.
Ahora estaba serio.
-¿Me prometes que no dirás nada de esto?
-Claro que no –respondí impactado ante la pregunta.
Y extremadamente excitado, también.
Pero mi conciencia habló.
Siempre está ahí la estúpida esa, ojalá algún día se muera.
Dijo que quizás estaba llevando las cosas al extremo.
Quizás me estaba aprovechando de su calentura, y de que no pensaba con claridad.
A lo mejor no debería avanzar más, porque, cuando él lo pensara con claridad, podría arrepentirse o sentirse mal.
Cuando iba a dar un paso atrás, me besó.
Algo explotó en mi pecho y recorrió cada célula de mi cuerpo.
Un cosquilleo intenso se produjo en mi boca cuando sus turgentes labios me tocaron.
Mi respiración se detuvo.
Le respondí.
Y sí, besaba mal, hay que decirlo.
Pero la hermosa sensación de irlo guiando y enseñando a cómo hacerlo mejor, jamás se borrará de mis recuerdos.
Me aparté de él dándole un pequeño mordisco a su labio inferior.
Sentía mis labios hinchados.
Los de él lucían muy rojos y apetecibles.
Lo recosté y avancé hacia él.
Besé su pecho y lamí sus sensibles tetillas rosadas.
Bajé por su abdomen juvenil hasta que su glande golpeó mi barbilla.
Abrí mi boca e introduje su pene.
Gimió.
Me asusté.
No pensé que gemiría tan alto y creo que él estaba igual de sorprendido que yo.
El silencio se hizo, esperamos un momento, y continuamos.
Tomó una almohada y la mordió para ahogar sus gemidos.
-¿Confías en mí? –pregunté.
-Sí –respondió.
Una luz de miedo apareció en sus ojos.
-Sí sientes rico con una paja, vas a quedar loco con esto –le dije.
Succioné su glande con pasión, liberando una gran cantidad de pre-semen contenido.
Luego bajé por sus testículos y llegué hasta su ano.
Duda se dibujó en su rostro pero no dijo nada.
Separé sus piernas, y puse mis manos bajo sus rodillas para levantarlo y dejar expuesto su centro.
Era el agujero más lindo del mundo.
Era pequeño, de un tono rosado perfecto y virginal.
Esas dos turgentes montañas de carne custodiaban ese pequeño tesoro, y yo estaba ahí, invadiendo un terreno inexplorado.
El paraíso.
Lamí.
Una y otra y otra vez.
No quería apartar mi cara de ese lugar.
Sus pies se retorcían, y por momentos su cara desaparecía detrás de la almohada en un intento de acallar sus gemidos.
Al cabo de un rato tomé distancia.
Su rostro estaba colorado y excitado.
Mojé mi dedo y apunté a su centro.
Su ano se contrajo.
Al tacto se sentía húmedo y caliente.
Hice presión y su boca se tensó.
Lentamente fui hundiendo mi dedo y el calor abrasante me envolvió.
Las ganas imperiosas de meter mi miembro ahí luchaban por tomar el control.
Saqué mi dedo y lamí su agujero.
Procedí con el segundo, pero sentí la tensión.
Sus labios estaban apretados y la duda era evidente.
Comprendí que esa batalla aún se luchaba, y entendí que para dar este paso necesitaría pensar un poco más.
No iba concretar de la forma que pensé, pero me decidí a darle el placer necesario para que en su mente quedara la mejor experiencia y al otro día se decidiera.
Volví a meter mi dedo dentro de su culo.
Mordió sus labios.
Avancé por su recto y localicé mi objetivo.
Me incorporé y bajé un poco sus piernas, de manera que su pene quedara cerca de mis labios.
Abrí mi boca y lo capturé, para comenzar a darle una placentera mamada, mientras masajeaba su próstata.
Sus ojos se colocaron blanco y ahogó un gemido.
Mis falanges revolvían su interior, disfrutando de su húmeda y estrecha calidez.
Y mi boca succionaba con gula su miembro.
Era una escena deliciosa de observar, y excitante de realizar.
Cuando noté que sus brazos aplastaron la almohada contra su cara y su pecho comenzaba a descontrolarse, supe que se avecinaba el orgasmo.
Aceleré mis movimientos y en cuestión de segundo sentí que se derramaba sobre mi boca, dejando escapar masculinos gemidos de placer que vencieron toda su resistencia.
Cuando tragué todo su contenido, me levanté y me masturbé, para luego derramar mi leche sobre su sexy abdomen.
Sonreí.
Él estaba brutalmente desconcertado, aunque visiblemente complacido.
No podía entender toda la lluvia de placer que había experimentado.
Su boca se movía, pero las palabras no salían.
Su rostro estaba colorado, una mezcla de excitación y vergüenza ante su estado vulnerabilidad anterior.
De seguro en su mente reinaba el caos.
Decidí levantarme e ir al baño a refrescarme.
Cuando volví, él ya se había limpiado con los clínex y estaba tapado con la sabana dándome la espalda.
Me acosté junto a él sin saber qué decir.
El miedo a que su mente hubiese aterrizado de forma brusca en la realidad y hubiese rechazado todo lo anterior, me congeló.
Pero se giró lentamente:
-Me gustó –dijo con esa voz inocente-.
Mucho.
Sin más palabras, volvió a su lugar y el silencio se hizo.
Grité victorioso en mi interior, y estaba seguro que la noche siguiente lograría concretar lo cometido.
Tenía ganas inhumanas de profanar ese culo, y ya había estado lo suficientemente cerca como para estar dispuesto a rechazarlo.
Pero mis planes se fueron abajo.
A mi tío le llegó una llamada y al otro día tuvieron que volverse a su ciudad durante la tarde.
Un sabor amargo quedó en nuestras bocas, y una leve decepción.
Había estado tan cerca.
Todo este avance se iba a perder.
Para la próxima vez que nos viéramos, todos los muros que derrumbé estrían ahí nuevamente, y más fuertes que nunca.
Había perdido mi oportunidad.
Aunque medianamente me podía contentar con lo que había conseguido.
Un comentario:
Jose Alejandro
noviembre 7, 2020 at 11:22 pm
Hay alguna continuación de esta historia??