Este chico me volvía loco
Era un hermoso día, cielo celeste, despejado, y sol.
Fui al verde, a un parque cerca de casa, ya era tarde, era verano, así que salir a caminar tipo 18 horas era ideal.
El parque empezaba a vaciarse, y yo esperaba ver a un chico.
No sabía su nombre, pero durante toda esa semana había ido en ese mismo horario, en el mismo sector, y ahí estaba él.
Era menor que yo, morocho de piel, labios carnosos, flaco, con visera.
A veces lo veía fumar sentado debajo de un árbol.
Este chico presentaba un cierto atractivo, su piel grasosa, que marcaba más sus rasgos faciales, sus labios carnosos, agrietados, su mentón, y su cuello.
Deseaba recorrer su piel con mi lengua.
Y su pija, me la imagina, grande, mediana, o chica.
Cabezona, cubierta de pelos, o rasurada.
Tenía lindas piernas, peludas, deportivas, de esas que juegan al fútbol.
No tenía cola, era de esos que tienen cola chiquita.
Yo me sentaba a unos metros de él y lo miraba. Y fantaseaba.
Que nos besábamos brutalmente, que nuestras lenguas garchaban dentro de nuestras bocas, y que cada uno bebía la saliva del otro.
Que le chupaba el mentón, que le chupaba el cuello…y bajaba hasta chuparle la pija.
Me la imaginaba cabezona.
Veo que observa a su alrededor, buscando a algo o a alguien.
Me mira a mí y se me acerca, yo me pongo rojo
¿Habré fantaseado en voz alta?
¿Se me notaba la erección?
“Hola, perdoná que te joda, ¿tenés fuego?,
perdí el encendedor como boludo” me dijo entre risas.
Yo cada tanto fumaba, así que llevaba un encendedor porque en el horario que salía no había gente para pedirle.
“Sí, tomá” le dije. “Te veo seguido por acá ¿Vivís cerca?” me dijo y me devolvió el encendedor.
“Sí, sí, vivo cerca” le dije. Me sonrió, me agradeció otra vez y se alejó.
Fui más tardes al parque y lo veía, sentía que lo acosaba, quería descubrir su orientación sexual, sentía que era hétero.
Vi que no le prestaba mucha atención a las pibas que pasaban por ahí, pero eso no decía nada.
Quizá podría ser hétero curioso, o bi, estaba de moda entre lo más jóvenes.
En otra ocasión se me acercó, y yo ya tenía preparado el encendedor.
“¿Por qué siempre me estás mirando?” me dijo, no de mala forma, pero parecía medio incómodo.
“No, no te estoy mirando” le dijo.
“Sí, siempre que vengo te veo, siempre estás cerca y me mirás” me dijo.
“Bueno, disculpá” le dije un poco vergonzoso.
Ahí ya me sentí un pelotudo. “¿Te gusto? ¿Sos puto?” me dijo.
No supe qué responderle ¿Y si resultaba ser un pendejito homofóbico? ¿Iba a intentar pegarme? ¿Tenía que salir corriendo?
Mi silencio me delató.
“Dale, no tengo nada en contra de los putos. Decime” me dijo.
Le pedí disculpas si le jodía que lo observara, pero él insistió. “Me pareces lindo pibe, nada más, no quise quedar como pajero.
Quédate tranqui que no me vas a volver a ver” le dije dando unos pasos para atrás dispuesto a escaparme, rojo de vergüenza.
“No, no, tranquilo. No me jode ¿Qué te gusta?” me dijo entre risas.
Ya ahí no sabía si me estaba boludeando o qué.
“Nada, nada, dejá” le dije con una sonrisa tonta. “No, dale, vení, vamos a un lugar más tranqui y me contás” me dijo y me guiñó un ojo.
En momentos así uno siempre tiende a pensar mal, por más impulsivo que sea.
Podría haberme cagado a patadas, y me podría haber robado el celular.
O no sé. Lo seguí, porque siempre fui tonto y curioso.
Siempre estoy preparado para huir corriendo.
Ya estaba oscureciendo, nos fuimos detrás de unos árboles.
“Dale, decime qué te gusta” me dice mientras se apoya en el tronco de un árbol.
Demostró que no tenía malas intenciones, de momento.
Tardé en responder. Le dije que su boca y sonrió. Él se agarró el paquete y me dijo “¿Y esto te gusta?”.
Le dije que sí, que también, pero lo quería besar.
Me acerqué a él y ví con más detalle su cara, el granito de su nariz, de su mejilla, sus labios y su mentón.
“Sos hermoso” le dije mirándole los labios.
Me dijo que no era puto, que tenía novia, no sé si lo dijo para justificarse o era cierto.
“Te dejo que me chupes la pija” me dijo.
Llevé mi mano a su bulto y no hizo nada al respecto, era mediana y estaba dura, le metí la mano por debajo de su pantalón y calzoncillo, y él se fijó que no hubiera nadie cerca.
Su pija estaba medio dormida, era cabezona, y tenía huevos grandes. Era todo hermoso él.
Me arrodillé en el pasto y saqué la pija, con sus huevos, no dejé de mirarlo a él, que se mordía el labio inferior.
Le empecé a hacer una paja hasta que se puso más dura, la levanté y le chupé los huevos, me los metí en la boca y empecé a succionar.
No lo dejé de mirar a los ojos. Él estaba excitado, de a poco se agitaba más, y emitía suaves gemidos.
Después me metí la cabeza en la boca, y empecé a succionarla y a jugar con mi lengua.
Después me la metí toda, hasta el tronco, y succioné y chupé.
Quería que me acabara en la boca, quería tragarme su leche.
Nunca disfruté tanto una pijita.
Mientras la tenía toda en la boca, llevé mis manos a sus nalgas, pequeñas, y empecé a masajearlas.
Me lo quería comer todo.
Empezó a hacer movimientos bruscos, estaba por acabar, la quería sacar de mi boca, yo seguía mirándolo, se lo negué con la cabeza.
Me tragué todo su semen, todo. Agrio y dulce a la vez.
Él se escapó, me arrebató su pija de la boca y se huyó corriendo, mientras se acomodaba los pantalones, todo fue rápido.
Lo miré hasta que lo perdí de vista.
Yo quedé ahí, arrodillado sobre las hojas y la tierra.
Me limpié la boca y la barba, me olí el aliento, olía a su semen.
La próxima, iba a ponerlo de espaldas, le iba a bajar los pantalones e iba a meter mi cara entre sus nalgas.
Le quería comer el culo, morder las nalgas, succionarle los huevos hasta dejárselos violetas y chuparle la pija, y tomarme toda la leche.
La próxima. No hubo próxima. Nunca más…
Te puede gustar: Esclavo de mi hermano