Lección erótica con mi alumno

A mis 28 años creía que mi vida estaba ya definida en todos los aspectos. Tenía una novia con la que pensaba casarme pronto y tenía un trabajo estable como entrenador y coordinador de disciplina en la liga de voleibol de mi ciudad. Siempre me llevé muy bien con los alumnos, en parte, gracias a que yo me considero joven y con capacidad para relacionarme con personas menores que yo.

Cierto día tuve que atender un caso de disciplina que se presentó después de un torneo de voleibol que tuvo como sede nuestra liga.

Era ya tarde cuando se terminó el partido y perdió nuestro equipo. La frustración del capitán de nuestro equipo, Esteban, lo llevó a cometer un acto absurdo: cuando ya los jugadores de los dos equipos estaban en los lockers, él sostuvo una discusión con el capitán del otro equipo y, para ofenderlo, no tuvo ningún inconveniente en bajarse su pantaloneta y mostrarle su blanco trasero.

Por supuesto, el ofendido se quejó ante su entrenador y este trajo la queja a mí.

Inmediatamente el entrenador, los dos alumnos implicados y yo, nos reunimos en mi oficina para calmar los ánimos. Obligué entonces a Esteban a disculparse y, tras lo desagravios, el entrenador y su alumno se retiraron.

Yo: Esta vez si te pasaste Esteban:

Esteban: Pero no era para tanto, como si eso nunca pasara –me respondió molesto.

Yo: Pues ya ves, a algunas personas no les parece gracioso

Hubo un momento de silencio, decidí bajar la tensión. Al fin y al cabo Esteban era un buen amigo mío y aquella situación me traía recuerdos de mi adolescencia.

Yo: A mí si me parece muy chistoso jajaja

Dada nuestra confianza me eché a reír frente a Esteban por lo que había hecho, en realidad me causaba mucha gracia.

Esteban: Pensé que me ibas a castigar…

Yo: Jajaja no, no para nada, para nada, no te castigo. No le contés a nadie pero me da mucha risa todo esto… me recuerda de cuando yo era estudiante.

Esteban: No me digas que vos hiciste lo mismo.

Yo: Peor aún jajaja. Unos compañeros y yo nos asomamos a la ventana de un salón de niñas y les mostramos nuestros culos en toda su gloria jajaja. Eso fue casi en el último año, tenía 18, la misma edad tuya.

Esteban: En serio? jajaja y los pillaron?

Yo: Pues claro, pero solo a mí.

Esteban: Por qué solo a vos?

Yo: Verás, las niñas solo vieron nuestros culos, nada más, y una novia que yo había tenido, y que estaba en ese salón, reconoció mi culo… porque tengo un tatuaje.

Esteban: jajaja vos sos un tonto como se te ocurre hacer eso, además, porque tenés un tatuaje en el culo?

Yo: Por nada especial, un día en una excursión me dio por tatuarme y pues, tenía que ser en un lugar que ni los profesores ni mis papas fueran a ver, entonces… tocó hacérmelo en el culo jajaja.

Esteban: Pero qué sentido tiene entonces, si nadie lo puede ver?… de que es el tatuaje?

Yo: Es un ancla con una serpiente enredada… pero es muy pequeño, casi no se reconocen las figuras.

Esteban: Y te molesta si te pido que me lo dejés ver?

Yo: Pues no… no creo que haya problema –dudé por un momento– No hay problema, pero cerrá esas cortinas en todo caso, por si todavía anda alguien por ahí en los pasillos

Esteban: A estas horas, no creo

Yo: Bueno, pero cerrálas.

Me levanté de mi silla mientras Esteban cerraba las cortinas y con la mayor naturalidad bajé mis pantalones. Posteriormente Esteban se acercó y se puso de pie junto a mí. Bajé entonces mis boxers solo por un lado (cubriendo mi verga) y le mostré el tatuaje.

Esteban: Si tenés razón, es bien pequeño no?

Yo: Si, yo creo que me lo hicieron mal.

Esteban se arrodilló como acercándose un poco más para distinguir bien las figuras en el tatuaje.

Esteban: Yo veo la forma del ancla, pero la serpiente no se ve bien…

Yo: No, como te digo, lo hicieron mal y además eso fue hace rato…

Entonces Esteban llevó dos dedos a la zona del tatuaje y con las yemas rozó la piel sobre este.

Esteban: No te quedó una cicatriz?

Yo: Pues no debería quedar nada, esa es la idea… pero bueno vos ya empezaste a tocar y mejor me visto. Quien sabe que mañas raras tendrás… –Le dije en un tono de burla.

Esteban: Jajaja tan guevón, que crees? que te voy a agarrar el culo?

Yo: Pues quien sabe de qué sos capaz mariconcito jajaja, si le mostraste el culo al del otro equipo es por algo no?… Seguro te le estabas insinuando jajaja

Esteban: Jajaja calláte, a mí no me cojas de maricón.

Y diciendo esto, Esteban se levantó al tiempo que me dio una fuerte palmada en la zona descubierta de mi culo, como desquitándose por los insultos.

Yo: Este mariconcito, me las vas a pagar jajaja

Me acomodé el pantalón rápidamente y antes de que Esteban pudiera alejarse mucho le di una palmada igual por encima de su pantaloneta.

Esteban: Ahhh!!! -gritó Esteban– Bueno, bueno listo, ya te vengaste, no más golpes jajaja

Decía Esteban mientras trataba de controlar su risa y alejarse un poco. Yo terminaba de acomodarme el pantalón y toda la situación me causaba mucha risa. Ese tipo de peleas bobas con mis alumnos eran las que me acercaban a ellos. Era como si me igualara a su edad.

Yo: Bueno si ve hermano? Conmigo no se meta jajaja… Eso tiene que haberte dolido mariconcito… además tenés el culo como duro no? ya se por qué te gusta andarlo poniendo –le decía yo en tono de burla mientras acomodaba bien mi camisa en el pantalón.

Esteban: Bueno, bueno ya deja la joda, vos también tenés tu culo duro guevón y yo no hago comentarios.

Yo: Y que esperabas, yo llevo toda mi vida practicando triatlón eso deja los músculos fuertes… en fin… vos ya te vas para tu casa?

Esteban: Si, ahora que me duche y me cambie

Yo: Bueno si querés yo te llevo porque a esta hora ya no salen más buses no?

Esteban: Bueno listo gracias

Yo: Anda cambiáte, yo mientras tanto termino unas cosas aquí. Apenas estés listo volvés acá.

Esteban: Listo

Me senté a terminar las cosas del día pero no pude concentrarme. Volvieron a mi esas fantasías que tuve cuando era adolescente.

En esa época llegué a pensar que era bisexual pues a veces incluía imágenes de mis amigos mientras me hacía mis pajas.

Incluso, una vez tuve una experiencia erótica, más que sexual, con un compañero de estudio.

Y ahora, esos minutos con Esteban, jugando, ofendiéndonos y “tocándonos el culo” habían despertado algo en mí.

Todo empezó de una forma muy natural cuando le mostré el tatuaje pero después empecé a sentir cierta excitación.

Estuve pensando por unos minutos sobre mis sensaciones y si debería hacerme una paja para calmar todo de una buena vez.

Pero el deseo me obligó a hacer algo diferente: Dejé las cosas como estaban, tomé mi maletín y salí hacia las duchas donde Esteban debería estar en ese momento.

Entré a las duchas y me encontré a Esteban apenas desvistiéndose en las bancas de los lockers.

Esteban: Ya terminaste todo, tan rápido?

Yo: Si, si, ya estoy listo, entonces bajé para esperarte mientras te duchás

Esteban: Ok, gracias, no me demoro entonces.

Esteban siguió hablándome mientras se desvestía pero no me pude concentrar en lo que decía.

Le respondía sin saber que, porque mi mente y mis ojos se estaban ocupando únicamente de registrar todos los detalles de su cuerpo.

Definitivamente me estaba sintiendo atraído hacia ese alumno mío. Él estaba ya en pantaloncillos. Eran blancos, algo cortos.

La forma de su bulto dejaba ver que su verga estaba dormida (aunque incluso así era grande) y doblada hacia la derecha.

De su bulto se desprendía una hilera de pelos finos y claros que bajaba por sus piernas. Estas eran largas, con los músculos suaves.

Su torso estaba aún cubierto por su camiseta y, una vez se la retiró, pude ver su ombligo rodeado por un abdomen definido y cuadriculado sin exagerar.

Subiendo mi mirada encontré sus pezones y su pecho dividido suavemente en dos. Vi también sus suaves pectorales contrayéndose con el movimiento de sus brazos mientras acomodaba su ropa sucia en el maletín.

Durante todo este tiempo seguíamos hablando sin que yo dejara de concentrarme en ese cuerpo de una forma disimulada.

Por fin Esteban se dio media vuelta y empezó caminar hacia las duchas. Mientras se alejaba pude ver su culo cubierto aun por sus pantaloncillos: esa parte de su cuerpo que había despertado en mis sensaciones que hace mucho tiempo no vivía.

Todo el conjunto del muchacho caminando en pantaloncillos era algo muy erótico.

Finalmente, Esteban entró en la zona de duchas y se perdió tras la pared. A los pocos segundos, su brazo asomó y lanzó sus pantaloncillos a la banca. Ahora estaba yo a mil sabiendo que, tras esa pared, ese joven hermoso estaba desnudo y que no había nadie más que él y yo en esa zona de la liga.

Mi atención se fijó entonces en los pantaloncillos que Esteban acababa de lanzar.

Me estaba excitando pensar lo que podría hacer con ellos en ese momento. Mientras el agua de las duchas estuviera corriendo, Esteban no saldría de allí, pensé.

Entonces me decidí: Miré a mí alrededor para confirmar que no hubiera nadie y tomé los pantaloncillos.

Los sostuve en mis manos, un poco indeciso y después los acomodé de tal forma que la zona interior delantera, donde unos segundos antes estaba descansando su hermosa verga, quedara expuesta a mí.

Con la mayor excitación los lleve a mi cara y aspiré el aroma de los juveniles genitales de mi alumno. Respiré profundamente imaginando que mi cara estaba entre sus piernas.

No sé cuánto tiempo estuve respirando el olor de su verga. Estaba en el cielo, me sentía un poco pervertido pero, al mismo tiempo, el olor de las partes íntimas de Esteban, aumentado por su sudor durante el partido, hacía que mi verga se pusiera a mil y empezara a mojar mis propios pantaloncillos. Era muy intensa la sensación, sobre todo porque era consciente que Esteban podría salir en cualquier momento y descubrirme.

Esteban: Arturooo -gritó Esteban en ese momento

Me asusté ante su grito. Inmediatamente tiré los pantaloncillos sobre la banca. Que susto me dio, pensé que lo había visto todo, pero no fue así

Esteban: Arturooo

Yo: Decíme -contesté todavía con el corazón a mil por el susto y la excitación.

Esteban: Pasáme por favor la toalla que está en mi maletín.

Yo: Listo, ya te la llevo

Busqué entre sus cosas la dichosa toalla y me encaminé hacia las duchas

Yo: Cubríte pues lo que no querrás que te vea jajaja -le grité a manera de chiste

Esteban: Listo jajaja

Cuando entré a las duchas, la escena no podría ser más tierna y excitante a la vez: Esteban estaba cubriendo su pene con una mano y la otra le tenía extendida para recibir la toalla.

Su pelo mojado bajaba por su frente hasta cubrir un poco sus ojos, era muy sexy. Ante la visión de su cuerpo desnudo decidí que no volvería a la banca, me quedaría en la puerta de las duchas como si quisiera simplemente charlar con él.

Apenas recibió la toalla, Esteban me dio la espalda y empezó a secar su cabeza.

Esteban: Gracias, me seco rápido y nos vamos, no te demoro más.

Yo: Tranquilo.

En ese momento, cuando mi joven alumno me dio la espalda para secarse, pude ver su culo en todo su esplendor.

Era redondo, blanco, firme, pequeño. Tal como lo había imaginado. Tuve que contenerme para no tirarme a acariciarlo, a besarlo. Su espalda tenia forma de V, no era muy ancha.

Me fijé en su pequeña cintura que servía de antesala a su culo, que espectáculo. Sus hombros y sus brazos se marcaban por sus movimientos al secarse.

Todo el conjunto me estaba volviendo loco y entonces tomé la decisión: me arriesgaría a buscar un encuentro con Esteban.

Yo: Entonces a mí también me tocó verte el culo hoy pues jajaja –dije a manera de burla y buscando iniciar una charla- Hoy decidiste mostrárselo a todo el mundo jajaja.

Esteban: Yo pensé que ibas a volver a la banca… pero bueno, “deleitáte” jajaja.

Yo: Bueno no me jodás si no querés otra palmada como la de ahora, desnudo y mojado te dolería mas.

Esteban: No, no cuidado, no más golpes.

Yo: Ya se asustó? Bueno, venga pues le acaricio la colita al nene para que no le duela.

Entonces, a manera de broma (pero con toda la intención) llevé mi mano a su culo y le di dos suaves palmadas fingiendo que jugaba y fingiendo mi risa

Esteban: No, no jodás jajaja, no más que ahora me estoy secando.

Yo: Ah, si ves? No es bueno que lo jodan a uno…

Me quedé allí parado observando su belleza, Esteban había sacudido su cabeza para secar su pelo y ahora pasaba la toalla por su cara y su pecho. Yo estaba muy excitado pues, con esas palmaditas “inocentes” había vuelto a tocar su culo, me sentía en el cielo. No podía más, tenía que dejarle saber lo mucho que me estaba gustando su cuerpo.

Yo: Esteban, como pasa el tiempo no?

Esteban: Por qué lo decís?

Yo: Cuando entraste a esta liga vos eras un flaco, y mirá ahora, en poco tiempo ya tenés músculos fuertes como todo un atleta.

Entonces, lleve mi mano a su espalda como intentando señalar los músculos a los que me refería.

Yo: Mirá tu espalda -le dije mientras ponía mi mano de una forma tosca y desprevenida en su cintura y empezaba a subirla- es súper fuerte. Y mirá tus hombros -llevando mi mano hacia arriba- incluso tu culo, sin ser chiste, me pareció duro.

Esteban estaba en silencio, no decía absolutamente nada y se estaba secando la parte baja de su abdomen, alrededor del ombligo. La excitación me dificultaba hablarle pues mi voz temblaba un poco, sin embargo, seguí la conversación.

Yo: Vení Esteban, dejáme verte por delante, dejáme ver bien tu pecho.

Esteban: Pero es que estoy desnudo…

Yo: Que importa hombre, solo estamos los dos, dale, volteáte.

Esteban se dio vuelta lentamente y quedamos frente a frente. Con sus manos sostenía la toalla a la altura de su verga cubriéndose tímidamente.

Yo: Claro, mirá tu pecho. Se ve que es trabajado, igual que tu abdomen. Han servido todos los trabajos focalizados que hemos hecho.

Todo esto se lo decía mientras llevaba mi mano por su pecho y su abdomen con una destreza y “desinterés” que más bien hubiera parecido un examen médico profesional, pero con una excitación que se me notaba en los ojos.

Empecé a sentir que la respiración del joven se volvía más profunda y su pecho se hinchaba más con cada inhalación.

Yo: Vení… dejáme verte completo

Esteban: Como así?

Yo: Si, quitáte la toalla, mirá que solo estamos los dos.

Esteban: No pero es que… me da pena

Yo: No tranquilo, yo no le cuento a nadie, además los dos tenemos lo mismo no? Somos hombres cierto?

Esteban: Si, pero…

Yo: No me tenés confianza Esteban? Dale, tirá la toalla.

Esteban dejó caer la toalla mostrando su verga. Bajó su mirada. Era evidente que tenía una semi erección, y era evidente que estaba apenado. Decidí no comentar nada al respecto.

Yo: Si ves? No tiene ningún misterio.

Empecé a bajar mi mano lentamente por su abdomen y llegue a la parte superior de su verga, a la zona donde eran evidentes sus vellos, me detuve allí, Esteban estaba inmóvil.

Yo: Si. Tenés un cuerpo muy firme, se nota que lo has trabajado bastante, hasta tu abdomen bajo es duro.

Le decía mientras presionaba levemente sobre este.

Yo: Definitivamente te estas fortaleciendo no? Tu verga tiene buen tamaño también jaja.

Ante el silencio de mi alumno, decidí que era el momento de jugarlo todo. Bajé más mi mano por su cuerpo y rocé levemente su verga.

Esteban no reaccionó, solamente tragó saliva, sentí algo de temor en su semblante.

Fui más atrevido entonces y, sin ningún disimulo, la tomé totalmente con mi mano. Esteban no dejaba de mirar hacia abajo mientras su verga empezó a crecer en mi mano.

Sentí como mi alumno dio rienda suelta a una excitación que también tenía contenida y que se manifestó con una erección mientras yo le hacía unas caricias casi imperceptibles. Ambos guardábamos silencio.

Empecé entonces a aumentar un poco la intensidad de mis caricias a su verga. Esteban seguía callado.

Unos segundos después levantó una de sus manos como llevándola a mi verga, pero seguramente se avergonzó porque la posó en mi cintura.

Tomé entonces su mano y la lleve directamente a mi bulto. Esteban apretó mi verga con todas sus fuerzas, debo admitir que me dolió un poco.

El muchacho venció su timidez al darse cuenta que yo tenía mi verga más dura que la suya. Levantó su mirada y se encontró con mis ojos.

Yo: Te gusta -susurré en un tono casi inaudible.

Esteban: Si -susurró Esteban en el mismo volumen de voz y tragando saliva.

Seguí proporcionándole caricias a su verga mientras él tomaba fuertemente la mía, sin mover su mano.

De vez en cuando levantaba su mirada y nuestros ojos se encontraban. Su respiración era bastante agitada y vi como su verga empezó a lubricar un poco.

Decidí dejar las caricias antes de que llegara a un orgasmo, y llevé mi mano al mayor objeto de mi deseo: su culo. Frente a frente como estábamos, estiré mi mano para alcanzar su culo.

Empecé a acariciar sus nalgas tiernamente. Ante ese cambio, Esteban levantó su mirada como preguntando qué había pasado.

Fue entonces como, con mi otra mano tome su cara. Lo sostuve para mirarlo fijamente a los ojos mientras cerré lentamente los míos.

Llevé mis labios a los suyos y, finalmente, probé la boca de Esteban.

Empezamos a besarnos suavemente, a jugar con nuestros labios. Posteriormente, la excitación tomo el control de la situación.

Las caricias a su culo se convirtieron en fuertes apretones y los besos en batallas apasionadas de nuestras lenguas. Por poco nos ahogamos con nuestra agitada respiración y nuestras bocas ocupadas.

Esteban empezó a mover su mano (que hasta el momento se había limitado a apretar mi verga). Empezó a acariciarla y de un momento a otro la metió en mis pantalones y en mis pantaloncillos entrando en contacto directo con mi verga.

El impacto de su mano fría (por el agua y por los nervios) con mi verga dura y caliente me hizo reaccionar y darme cuenta de lo que estaba pasando. El riesgo era muy grande, pero no iba a renunciar a hacer mío ese joven cuerpo.

Yo: Esteban, querés seguir con esto -susurré

Esteban: Si, por qué paraste? -dijo Esteban en voz baja.

Yo: Vamos a mi oficina… recogé tus cosas, yo salgo ya y te espero allá.

Esteban entendió lo que buscaba: un poco de privacidad para los dos. Salí rápidamente mientras me acomodaba los pantalones.

Tras atravesar el pasillo entré en la oficina y me senté en la silla del escritorio esperando a Esteban. No encendí las luces. Me sentía desubicado pero llevado por el deseo.

Mi joven alumno entró tres minutos después y tiró su maletín al piso, se deshizo de sus tenis también. De inmediato caminó hacia donde estaba yo sentado y se agachó para besarme apasionadamente como estábamos haciéndolo. No habíamos perdido la fogosidad a pesar de haber cambiado de lugar.

Nos estuvimos besando un buen rato, él de pie y yo sentado.

Yo acariciaba su espalda de arriba a abajo, metía mis manos por debajo de su camiseta y las llevaba por su abdomen, su pecho, sus brazos.

Esteban se limitaba a besarme y a sobar su bulto sobre la pantaloneta. Estiré más mis brazos para alcanzar su culo: nuevamente lo estaba acariciando, que rico se sentía.

Bajé mis manos por sus piernas un poco y luego las subí para regresar a sus hermosas nalgas. Ya estaba bien de caricias.

Metí mis manos por su pantaloneta y la deslicé por sus piernas dejándola a la altura de sus pantorrillas.

Volví a subir mis manos y deslicé la parte trasera de sus pantaloncillos hasta dejar descubierto su culo, sin liberar su pene.

Volví a acariciar su culito firme, esta vez seco. Llevaba mis manos por sus nalgas, las separaba las amasaba.

Unos segundos después empecé a pasar mi mano entre sus nalgas, rozando su ano. Esteban gemía cada vez que mis dedos o mi mano entraban en contacto con su hermoso ano, así que decidí usar mis dedos para estimularlo.

Empecé a frotarlo, a llevar la yema de mis dedos por toda la zona. Esteban me besaba con más fuerza, estaba transportado por el placer.

Dejé súbitamente de besarlo y con mis manos le indiqué bruscamente que se acomodara de espaldas, quería tener su culo de frente.

Esteban se dio media vuelta poniendo su culo a la altura de mi cara. Tomándolo por su cintura lo hice retroceder para acercarlo más y no lo pensé dos veces: hundí mi cara entre sus nalgas.

Empecé a saborear su culo. No podía creer que le estaba lamiendo el culo a un alumno, pero estaba en el cielo por el placer. Esteban se había inclinado un poco hacia adelante y se estaba masturbando frenéticamente mientras suspiraba y me pedía que siguiera.

Llevé mi lengua por su ano, la sensación era increíble: con una mano separaba sus nalgas, con la otra sobaba mi pene por encima del pantalón.

Cada vez que mi lengua rozaba su ano, Esteban gemía y todo su cuerpo se estremecía. Estuvimos así por un momento más, hasta que me detuve. Deslicé su pantaloneta hasta el piso, al igual que sus pantaloncillos, mientras él levantaba sus piernas para ayudarme en la tarea de desnudarlo totalmente.

Yo: Sentáte aquí.

Susurré mientras le señalaba el escritorio. Esteban se quitó su camiseta y se sentó sobre el escritorio quedando frente a mí.

Yo giré mi silla y mi cara quedo a la altura de sus piernas. Tenía su verga casi en mi cara, estaba mojada y Esteban no podía soltarla por la excitación, no quería dejar de masturbarse.

Me incorporé un poco mientras puse una mano en su pierna izquierda. Con mi otra mano retiré la suya de su verga y la tomé. Empecé a masturbarlo mientras lo miraba a los ojos.

Esteban se notaba tímido pero excitado al máximo. Apoyó ambos brazos sobre el escritorio e inclinó la cabeza hacia el techo suspirando y gimiendo.

Lo masturbé suavemente para enseñarle que una paja debe disfrutarse con calma. El muchacho contraía sus músculos invariablemente por el placer.

A veces tensionaba sus muslos, a veces su abdomen o su pecho. Finalmente, llegó el momento de probar la esencia de mi alumno. Me incorporé aún más sobre mi silla y de un solo intento llevé la mitad de su verga hasta el fondo de mi boca.

Ahora estaba saboreando esa hermosa verga, no me supo a nada, pero ha sido el mejor sabor que haya probado. Empecé entonces a mamar y, lentamente, a reconocer el sabor de su presemen en mi boca.

Le hice sexo oral por unos segundos. Esteban respiraba aún más fuerte…

Esteban: Ya casi me vengo -susurró Esteban con dificultad en su voz, producto de la excitación.

Detuve entonces mi mamada, solté su verga y llevé mi lengua por su ingle y su escroto mientras con ambas manos sobaba sus muslos.

Esteban empezó a masturbarse lentamente, había aprendido. Lamí toda la zona alrededor de su verga, sus hermosas güevas cargadas del semen que tanto anhelaba, las chupé una por una.

Posteriormente llevé mi lengua bajo su escroto y cada vez más abajo. Esteban entendió lo que yo pretendía hacer y levantó un poco sus piernas permitiéndome llevar mi lengua cerca de su ano.

Pero no era suficiente. Esteban se acostó entonces sobre su espalda en el escritorio, levantando y abriendo sus piernas.

Dándome el mejor panorama: una vista de su pequeño culo combinada con su verga que él seguía acariciando, todo acompañado de su cara transformada por el placer que estaba viviendo.

Nuevamente, y con todas las ganas, llevé mi boca a su ano y continué lamiéndolo. Esteban lo disfrutaba al máximo. Gemía y suspiraba, casi imperceptiblemente decía “si” “si, seguí por favor”. Me estaba rogando que le diera más placer y yo quería dárselo.

Nuevamente me habló, esta vez para decirme: “ya casi me vengo”. Supe entonces que debía detenerlo, retiré su mano de su verga y seguí lamiendo su ano por un momento sin permitirle masturbarse.

Finalmente me detuve y me puse de pie frente a él. Esteban seguía acostado pero atento a mis movimientos.

Me quité mi camisa y la tiré al piso. Bajé mis pantalones rápidamente dejando expuesto mi bulto con mi verga dura como nunca antes.

Esteban se incorporó sentándose nuevamente en el escritorio y estiró sus manos para acariciar mi pecho y mi abdomen.

Luego tomó mi bulto con la mano. Me acarició un poco, con mucha fuerza y después se agachó para llevar su cabeza a la altura de mi verga.

Empezó a morderme suavemente sobre mis pantaloncillos al tiempo que sobaba su verga otra vez.

Yo tomé su cabeza con ambas manos y la pegué fuertemente contra mi bulto.

Esteban se detuvo un momento, alejó un poco su cara y tomó mis pantaloncillos con ambas manos.

Sin desviar su mirada de mi bulto, bajó mis pantaloncillos y liberó mi verga que rápidamente recobró su posición: dura, inclinada hacia arriba totalmente y curvada un poco a la derecha. Esteban la tomó y sin pensarlo dos veces acercó de nuevo su boca para tragar todo lo que pudo de mi verga.

Primero sus movimientos fueron suaves, algo torpes. Después empezó a mamar frenéticamente, a respirar profundo y a masturbarse mientras me proporcionaba placer.

Tomé nuevamente su cabeza y empecé a oprimirlo y a soltarlo para que tomara el ritmo de una buena mamada. Pero Esteban no necesitaba instrucciones, la lección me la estaba dando él a mí. Estuve a punto de venirme, tuve que controlarme para no hacerlo porque todavía faltaba algo más por disfrutar de ese joven cuerpo.

Retiré su cabeza de mi verga y me senté nuevamente en la silla. Lo tomé de las manos indicándole que se bajara del escritorio y lo traje hacia mí.

Esteban se sentó frente a mí, sobre mis piernas, abriendo las suyas y poniendo nuestras vergas frente a frente.

Empezamos a besarnos nuevamente, estábamos preparándonos para lo que venía, yo ya sabía que quería, él lo sospechaba.

Mientras nos besábamos lo abracé y empecé a llevar mis manos por su espalda hacia abajo, hasta alcanzar su culo.

Abrí entonces mis piernas para que, al mismo tiempo, las suyas se abrieran exponiendo más su culo.

Volví a acariciar sus nalgas sin pasar mucho tiempo en ellas. Me moví hacia su ano nuevamente.

Esta vez empecé a jugar con mis dedos en su ano, tratando de penetrarlo.

Poco a poco Esteban fue cediendo y tomando confianza mientras uno de mis dedos empezó a abrirse camino hacia el interior de su hermoso culito.

Introduje mi dedo, tal vez con un poco de fuerza pues a Esteban le dolió, al punto que quiso levantarse pero lo abracé fuertemente y lo besé haciéndolo olvidar el dolor, sin sacar mi dedo.

Cuando Esteban se acostumbró a la sensación, llevé lentamente otro dedo por su culo. En ese momento empezó a gemir, le dolía, por eso lo hice muy suavemente esta vez.

Estuvimos unos minutos besándonos mientras yo logré meter dos dedos en su ano y masajearlo a un poco. Nuestras vergas estuvieron todo el tiempo a mil ante tal estimulo.

Deje de besarlo y, con mi otra mano empecé a preparar mi verga tomando mi presemen y regándolo por todo el glande.

Esteban observaba lo que yo hacía. Finalmente, volví a darle un beso con mucha ternura y le pedí que se pusiera de pie y se sentara de espaldas.

Esteban entendió perfectamente. Se puso de pie frente a mí y se dio media vuelta exponiéndome su culo de nuevo.

Se sentó lentamente acercando su culo a mi verga. Llegó entonces el momento en que mi glande rozó su ano. Esteban se detuvo.

Esteban: Nunca lo he hecho –susurró.

Yo: Tranquilo.

Mi excitación aumentó al saber que Esteban era virgen y yo me iba a encargar de enseñarle los mayores placeres que dos hombres pueden darse.

Lo tomé por su cintura con una mano y con la otra acomodé mi verga para que empezara a penetrarlo.

Lentamente empecé a sentir el calor de su culito mientras su joven cuerpo me aceptaba.

Esteban gemía y se quejaba pero no se detenía. Seguía acercándose más mientras su culo tragaba mi verga.

Nos tomó unos momentos, pero finalmente mi verga entró toda en su culo. Lo abracé y lo atraje hacia mí.

Estuvimos quietos, suspirando por un momento.

Empecé entonces a mover mis caderas y a hacerle entender que debía moverse. Empezó a hacerlo mientras se quejaba.

Susurraba frases como: “me duele” o “dale suave”. Yo no le respondía, simplemente la excitación empezó a tomarme de nuevo en forma frenética.

Empecé a moverme más rápido y en su cuerpo el dolor empezó a transformarse en placer.

Lo abracé tan fuerte como pude y lo atraje hacia mí. Esteban giró un poco su cabeza y pudimos besarnos torpemente mientras su cuerpo era mío.

Poco a poco Esteban empezó a moverse de una manera fenomenal y a masturbarse mientras lo hacía. Ambos suspirábamos, ambos nos quejábamos. Yo lo abrazaba, le pedía que fuera más rápido. Le susurraba que me gustaba, le dejaba saber todo el placer que sentía en ese momento y lo masturbaba un poco cuando él retiraba su mano.

Esteban tenía sus ojos cerrados, estaba extasiado, se masturbaba mientras su culo era penetrado, estaba gozando al máximo y los dos estábamos conociendo todos los placeres de nuestros cuerpos.

Llegó el momento en que sentí que quería venirme, ya mi verga no podía crecer más y mi cuerpo necesitaba liberar tanta tensión.

No le avisé a Esteban, simplemente me relajé un poco y dejé que mi semen llenara su culo. Suspiré y fui lanzando varios chorros que quedaron depositados en ese joven cuerpo, en su virgen culo.

Creo que nunca antes me había venido de esa forma. Era una experiencia nueva y peligrosa, todo eso aumentaba mi excitación.

Mi verga llenó lentamente de semen su culo y lo lubricó de tal forma que ahora los movimientos de Esteban eran más rápidos.

Mi orgasmo se estaba prolongando. Sentí entonces como el ano de Esteban se contrajo y mi alumno lanzó un suspiro arqueándose hacia adelante.

Esteban se vino disparando su chorro con fuerza, salpicando el tapete con sus primeras cargas y mojando su mano y su abdomen con las siguientes. Estuvo masturbándose unos segundos más mientras su orgasmo terminaba de poseerlo.

Pasaron unos instantes y Esteban se levantó un poco para sacar mi verga de su culo. Lo hizo lentamente hasta que mi verga quedó libre, satisfecha.

Esteban volvió a sentarse en mis piernas, recostándose sobre mí, estaba agotado. Yo también lo estaba.

No tuve más que abrazarlo y con mi mano voltear su cabeza para poder darle un beso.

Se relajó totalmente sobre mí y nos quedamos en silencio por un momento. Al cabo de unos instantes rompí el silencio.

Yo: Vistámonos ya Esteban –le dije después de unos minutos.

Él se levantó primero y se paró frente a mí. Su verga ya estaba dormida aunque no del todo. Volvió a agacharse y nos besamos mientras acaricié su cara. Ambos estábamos sudando un poco.

Yo: Y qué tal?

Esteban: Me dolió… pero lo volvería hacer.

Yo: Yo también volvería a hacer de todo con vos.

Esteban: Pero la próxima vez me toca a mí probar ese culito tatuado -me dijo mientras me enseñaba una sonrisa.

Yo: Por ahora vistámonos rápido y ya buscaremos la forma de vernos otra vez, a solas –le dije dándole un último beso.

Camino a casa, después de dejar a Esteban en la suya, entendí que mi vida no estaba definida.

Los placeres que había sentido eran intensos y desconocidos para mí. El riesgo y la idea de estar haciendo un acto rebelde se sumaban al placer físico en sí. Ese encuentro con él me había enseñado que era el momento de explorar una nueva etapa, para mí.

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