chico del tabaco

[Prólogo: El chico del tabaco siempre ha tenido un magnetismo sexual en mí… y hoy además del pedido me llevaré algo más de él.]

Me llamo Juan, tengo 21 años, estudio ingeniería y trabajo en un bar. Soy un chico normal, de 1.74 de altura y 60kg de peso, fibrado, algunos dirían que guapo, tengo el pelo castaño claro casi rubio y con un flequillo largo (y no soy emo).

La historia que cuento transcurrió mientras estaba en la barra del bar donde trabajo, serían las 17h cuando entró el tipo que traía el tabaco, era el hijo del dependiente de la tienda y hacía todos los recados, tendría alrededor de veintitantos años, nunca le había preguntado, era un poco más bajito que yo, más o menos, 1.70 y pesaría alrededor de los 55kg, estaba delgado, a través de la camiseta se le marcaban los pectorales, debería ir al gimnasio, aunque haría cosa de pocos meses, pues no estaba muy “cargado”. Tenía el pelo cortito, moreno con unos ojos grises (creo que llevaría lentillas de color) muy bonitos y una barbita de tres días que me ponía a mil.

―¿Dónde te dejo esto? – Me preguntó

―Pues métela, ejem, mételo aquí, en el almacén, junto las cajas de Coca-Cola – Lo dejó donde le indiqué.

―Hasta luego

―Adiós y gracias

Y se fue, mientras movía su precioso culo hasta la puerta, dejándome con las ganas de morderle y arrancarle la ropa como siempre me había imaginado mientras me pajeaba en casa. Nunca nadie me había dado tanto morbo, pero tenía un magnetismo, quizás por esa cara (que cuando está afeitada parece un niño) o por ese cuerpo, ese culo, ese… todo.

La historia empieza ahora, un día que nos quedamos sin tabaco, falta Lucky y Fortuna y la gente lo pedía, no tuve más remedio que ir yo a por él al estanco.

―Hola buenas, soy el del bar de la esquina, te iba a pedir unos cuantos cartones, de Lucky y Fortuna, por favor – Le dije al dependiente.

―Pues Fortuna sí tengo, pero Lucky tengo que ir al almacén a por ellos.

―Pues, es que me es muy urgente, me he quedado sin tabaco, y tengo una reunión que sólo fuman esas dos marcas…

―Bueno, en ese caso, ya que eres tú, le diré a mi hijo que te acompañe al almacén y cogéis los cartones que necesitéis – Me quedé sorprendido, iba a estar a solas con quién tanto había ansiado, podría observar ese culo, esa espalda, todo su ser, detenidamente – ¡Marcos! – Que así era como se llama el hombre en cuestión – Ven, que tienes que bajar al almacén, que este señor necesita unos cartones de Lucky con urgencia y yo me tengo que quedar a atender a los demás.

―¡Ya voy! – Contestó Marcos desde la trastienda.

La espera a que él llegase era interminable.

―¡Hola! José, ¿verdad? – Me dijo

―No… – Me decepcioné un poco al ver que no conocía mi nombre, aunque sólo lo debería conocer por los recibos que había firmado, quizás no se fije tanto en ellos – Soy Juan.

―Ah! ¡sí! Bueno, iba encaminado, empezaba por “J” y tiene 4 letras, jeje – Le quitó importancia al hecho – Bueno, vamos para allá.

Nos metimos en el coche, los dos solos, era una furgoneta blanca, la típica del transportista.

―Vaya, entonces ahora tenéis lío en el bar, eh? – Me quedé mirándole, estaba muy cortado – Tanto que no podíais esperar a mañana a por el tabaco.

―Sí, está lleno, tenemos unas reuniones metidas y no damos abasto

―A ver si voy a tener que ir yo también a echarte una mano – En este instante al cambiar de marcha me rozó la pierna y me dio un escalofrío – Ey, relájate, parece como si tuvieras miedo de algo… ¿a caso crees que te llevo al matadero? Jajaja – Rió, se descojonó, y no paró de reír al ver mi cara aún más nerviosa – Tranquilo, que no muerdo… a no ser que me des motivos…

―No, no creo – Empecé a recuperar un poco de seguridad en mí mismo y serenidad – Estoy algo nervioso por el trabajo, que hay mucho, pero no me hagas sacar los dientes, que yo también sé morder.

―Eso habría que verlo – Entonces paró el coche, ya habíamos llegado.

El almacén estaba a las afueras, en el polígono, a estas horas no había mucha gente, abrió la nave y entramos cerrando la puerta con el cerrojo. Mientras que andaba por delante de mí podía fijarme en su trasero, tenía un culo perfecto, parecía duro, redondito, algo respingón, sí, perfecto para tocarlo mientras le besaba por el cuello y cuerpo… Buff, de pensar en ello se me empieza a poner morcillona, Juan, piensa en algo para que no suba, que no se dé cuenta de nada.

―El lucky está por aquí, son las cajas de ahí arriba, voy a necesitar una escalera, ahora vuelvo.

Desapareció durante un par de minutos, unos minutos que se me hicieron interminables, intentaba pensar en otra cosa que no fuera él, su cuerpo, su culo, su polla…

―Aquí estoy de nuevo, a ver, ayúdame, sujétala para que no se caiga.

―Vale, entendido – Y subió por ella mientras me dejaba unas vistas espléndidas de todo su trasero, huevos, por suerte, con los vaqueros que llevaba se le notaba todo mucho más. Desde esta perspectiva todo era más grande de lo que lo había imaginado ―Ten cuidado no te vayas a caer.

―Tranqui, que hablas con un experto en trepar por estas montañas de tabaco – Buff, cada vez que le miraba me ponía a mil, se le notaban los músculos que tenía (que aunque no estuvieran muy marcados, en esa situación, se le veían enormes) no podía hacer nada por remediarlo, estaba morcillón y a este paso me iba a empalmar en unos segundos – Ey! Que me voy a caer, ¿en qué estás pensando? – Esto me hizo salir de mis pensamientos.

Al reaccionar, en acto reflejo, le di con la mano a la escalera y entonces Marcos perdió el equilibrio, viendo lo que pasaba solté la escalera para cogerlo y que no cayera al suelo.

―Guau! Qué reflejos! – Me dijo de manera divertida – Mmmmm… hasta tu entrepierna se alegra de acogerme, ¿estás contento de verme entre tus brazos? ¿eh?

―Esto… – Me quedé paralizado, en realidad estaba empalmado

―Tranquilo, siempre me ofrezco voluntario para hacer las entregas en tu bar, desde el primer día he visto cómo me miras, bueno, a mí y a mi culo, jeje – Yo estaba rojo, casi me tiemblan las piernas

―Yo no…

―Calla – Me agarró por la cintura y me besó, el beso más apasionado que jamás había recibido.

Me empezó a recorrer con sus manos la espalda y yo empecé a mover mis manos por su culo, y noté que estaba bien duro, como siempre lo había imaginado, y ahora estaba ahí, de verdad.

―Te gusta tenerlo entre tus manos, ¿eh?

―Sí – Afirmé, y le empecé a besar, mordisqueándole un poco el labio – no sabes lo que había esperado este momento

―Pues aún tienes que ver más

Me agarro mis manos, pasándolas por todo su torso, le quité la camiseta y le empecé a mordisquear los pezones, él empezó a gemir y yo seguía lamiéndole el pecho y besándole por todos lados. Agarré su cinturón y se lo quité, me puse de rodillas, le mordí la polla por encima del pantalón, debería medir unos 18cm, no estaba mal. Le bajé la cremallera, él ya solo estaba en bóxer, unos bóxer negros con filos rojos muy sexys, y cuando estaba dispuesto a bajarle el elástico con los dientes me coge del pelo y me sube a su altura, me besa.

―No, primero te tengo que desvestir, te voy a desnudar, te voy a chupar todo tu ser y después me vas a follar como nunca antes te has follado a nadie.

Eso me puso a mil, empezó a desnudarme, me quitó todo, ya estaba yo en bolas y él el bóxer, empezó a lamerme (oye, que no a chuparme) el cuello, siguiendo por el brazo, dando pequeños mordisquitos y besos, haciéndome sentir suyo, bajo por el ombligo, jugueteó con los pelillos que empezaban a nacerme por esa zona y entonces cogió mi polla con una mano, mientras que con la otra me pellizcaba los pezones, y me la metió entera en la boca (sí, unos 17cm de carne le cabían en la boca) empezó a deslizarse por ella, alternando la punta, el tronco, los huevos, dándome placer por todos lados, yo no paraba de gemir y él menos aún de chupar. Me hizo señas para que me diera la vuelta y empezó con mi culo, movía la lengua frenéticamente dándome un placer que ni los dioses del Olimpo.

Le levanté a mi altura, le besé y le empujé al suelo, me agaché para estar a su altura y le bajé el bóxer… al descubierto parecía más grande aún. Comencé a chupársela, una mamada impresionante, o eso parecía por los gemidos que daba, mientras más gemía más me ponía a mí y más ganas de chupar tenía.

Así estuvimos un rato, hasta que se giró y comenzamos con un 69 muy erótico. Cartones de tabaco alrededor de nuestros cuerpos ya sudorosos, unidos en ese frenesí de sexo y pasión. Entonces se levanta y coge de su pantalón un condón, y me lo coloca.

―Métemela ya, estoy a punto de estallar y quiero que me folles hasta que reviente

Eso sólo hizo que me acelerara más, me tumbé en el suelo, él se colocó encima y empezó a metérsela, no muy lentamente, empezó a cabalgar, parecía una india salvaje a lomos de un potro recién sacado al ruedo. Cambiamos de postura, y le puse a cuatro patas y yo por detrás embistiéndole, más y más fuerte le daba gemía mientras me gritaba que aún quería más.

―Uff, ya me voy a correr, con el gustazo que me estás dando no puedo aguantarme más

―Yo también, voy a explotar en ríos de lefa

―Quiero sentir tu leche en mi cara

Se dio la vuelta, me quitó el condón, empezó a pajearme en frente de sus ojos, me empezaron a dar espasmos y sí, ya llegaba el momento, estallé en un orgasmo bestial, unos 4 o 5 chorros llenos de semen fueron a parar a su cara y pelo. Él, al sentir mi lefa se empezó a correr, llenando todo lo que había alrededor de leche (curiosamente manchando cartones de Lucky que se habían caído antes).

―Ha sido bestial Juan

―Me has dejado exhausto

―Bueno, voy a limpiarme y recoger lo que necesitábamos

―Sí, será mejor, ya nos hemos retrasado… – ¿Cuánto tiempo llevaba aquí? Miré el reloj en el móvil – Vaya! Casi 45min, mi jefe me matará

―Ups! Pues vamos corriendo

Cogimos los paquetes, y volvimos a la furgoneta.

―Ha sido genial

―Lo sé, siempre observé cómo me mirabas, y eso me ha dado mucho morbo, Juan

―Pues cuando quieras repetimos Marcos

―Sin duda, esta noche al salir de trabajar, quedamos de nuevo, que tenemos muchas posturas que probar

―Mmmm… ya me estás poniendo…

―Si quieres paro aquí, que no pasa mucha gente, y probamos el coche a ver si aguanta nuestros movimientos…

―Mejor espera a esta noche, a ver si se van a romper los amortiguadores…

Y así ha sido como empezó una relación de nada más que vicio y sexo… a saber cuánto dura… y qué experimentan.

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