Mi hermano y yo I
Mi nombre es Jairo, y actualmente tengo 26 años y vivo en El Salvador. Resulta que hace 12 años, mi padre (quien fue muy activo sexualmente en su juventud), anunció que llegaría a la casa mi hermano Edgardo que vive en Colombia para visitarnos durante unas semanas. Dado que yo no conocía a este hermano, mis sentimientos fueron mixtos. Había una especie de nerviosismo y emoción al saber que conocería a un miembro más de la familia.
Edgardo llego un sábado al mediodía. Aún recuerdo la imagen que tengo de él cuando entro a la sala de nuestra casa. A sus treinta años guardaba un muy buen físico, muy fornido del pecho, delgado y bajito. Con un pelo ondulado negro y una personalidad completamente encantadora. Todo sentimiento de nerviosismo desapareció, pues era evidente que era una buena persona.
Bueno, el asunto es que un día, mis padres se fueron a trabajar y yo quedé a solas con Edgardo. Desde la noche anterior habíamos hecho planes que saldríamos al centro de la ciudad para que el conociera los alrededores con mi papá, pero mi padre regresaría hasta el mediodía así que pasamos a solas toda la mañana.
Como a las ocho de la mañana me dijo que se daría una ducha y entró al baño, dejando la puerta abierta. No sé que me sucedió, pero a mis 14 años me entró una curiosidad enorme que no pude controlar. Pase por el baño la primera vez, y noté que la cortina de la regadera estaba entre abierta y alcance a ver su trasero. Era firme como una piedra, levantadito y con poco vello en cada nalga.
Llegué a mi cuarto, y mi corazón me palpitaba. Sentía que se me saldría del pecho, no sabía lo que pasaba…. ¿quería ver a mi hermano desnudo? Me sorprendí a mí mismo contestando esa pregunta con un gran: Si, quiero.
Sin pensarlo más, me quité la ropa y coloqué una toalla alrededor de mi cintura.
Mi verga de 15 cm. estaba dura, y tuve que acomodarla para que no se me notara nada. Pasé por el baño una segunda vez y esta vez logré ver la verga de mi hermano. Estaba parada y a diferencia de la mía estaba circuncidada.
– ¿Qué haces?, pregunto Edgardo.
– Alisto mi ropa para cuando salgamos luego, contesté, una vez salgas del baño me bañaré yo.
– ¿Por qué no te bañas conmigo?, me dijo él.
La pregunta me agarró desprevenido. No supe que contestar, allí estaba mi hermano, con el agua cayendo en su cuerpo (Dios! Que cuerpo!) Invitándome a ducharme con él.
– ¿Tienes miedo?, me dijo tirando un poco de agua en mi pecho
Luego de un segundo más, sonreí y dije, “no, para nada”, y me quité la toalla y entré en la ducha con él.
Lo observé detenidamente mientras el agua caía en mi cabeza. Me di el gusto de observarlo por completo. Ese pecho formado con pezones parados, daban a entender que hacía mucho ejercicio. Seguí bajando mi mirada y observaba su abdomen, liso y duro. Y luego su verga, era grande y gruesa. Con una cabeza extraordinariamente grande.
Nunca había visto otro pene que no fuera el mío, y me sorprendió lo mucho que me gustaba verla.
– Tienes un buen pedazo de carne allí, me dijo Edgardo señalando mi pene, que a estas alturas esta goteado liquido preseminal. A puesto que haces muy feliz a tus novias con ella.
Me sonrojé un poco y contesté: “No creo que sea más grande que la tuya”, no pude creer que acababa de decir eso.
– Bueno, veamos quien tiene la razón.
Y diciendo eso, agarró mi verga (haciéndome temblar un poco) y la puso a la par de la de él (Que rico se sintió eso, pensé). “Estamos iguales”, dijo el luego de medirla, “pero a ti te falta crecer mucho así que tendrás una gran paloma”.
Me reí un poco y comencé a enjabonarme. De pronto siento que él me enjabonada también. Nadie me había tocado antes, me puse muy nervioso.
Mientras pasaba su mano por mi cuerpo, yo pensaba tantas cosas, pero lo que más pensaba era: “Dios! Que no se detenga”. Su mano siguió recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi verga y comenzó a masturbarme lentamente. Sentía como su pene topaba con mi culo y puedo decir que me gustaba esa sensación.
– ¿Ya te han hecho sexo oral?, pregunto él.
– No, respondí yo casi jadeando.
– Es lo más delicioso que te puedan hacer.
Me empujó un poco para que el agua cayera directamente sobre mi cuerpo y me quito todo el jabón, luego se mojó él todo, apagó la regadera y me dijo: “ven conmigo”.
Salimos del baño. El agua aun bajaba por nuestros cuerpos dejando el rastro hacia donde nos dirigíamos. Entramos a mi cuarto y me dijo: “Acuéstate en la cama”. Yo obedecí.
Se subió a la cama también y empezó a mamar mi verga. Mi boca se abrió para liberar un pequeño grito justo cuando sentí el calor de su boca. Apretaba los ojos fuertemente mientras el lamía todo el tronco de mi verga. Mi respiración se hacía cada vez más fuerte y él no se detenía.
– “Edgardo, que rico”, era lo único que podía decir.
Se detuvo un momento y empezó a chuparme lo huevos. Eso me volvió loco, lo oía gemir un poco cada vez que se metía uno a la boca. Moví mi cabeza al lado y note que su verga había quedado justo en mi rostro…. al verlo allí, noté que una gota transparente salía de su cabeza y sin pensarlo dos veces me la metí a la boca. Tenía un sabor salado, a una mezcla de sal con jabón de cuerpo…. Me fascinaba.
– Veo que te gusta, lo oí decir.
No contesté, solo quería complacerlo, quería complacerlo como él me había complacido a mí. Allí estábamos los dos en el ese 69, disfrutándonos mutuamente cuando de pronto sentí que su mano pasaba por mi trasero. Me acariciaba el trasero.
Deje de mamarlo y mire lo que hacía. “Date la vuelta”, me dijo.
Una vez más obedecí sin pensarlo. Empezó a lamerme toda la espalda, mandando electricidad por todo mi cuerpo. Una vez en mi trasero, aparto mis nalgas dejando al descubierto mi ano virgen. Bajó su cabeza y empezó a pasar su lengua por mi orificio, una y otra vez. Recuerdo haber buscado una almohada para ahogar mis pujidos y gemidos pero no encontré nada….
– Te quiero coger, me dijo
– Hazlo, le dije, por favor
– Te va a doler mucho
– Hazlo, solo hazlo, supliqué.
Me dijo que me pusiera en cuarto a la orilla de la cama. Y él, parado, colocó su pene en la entrada de mi culo. Iré despacio, me dijo, si quieres que me detenga solo dilo.
Terminada esa oración, comenzó a empujar. Como al tercer empujón su cabeza entró por completo. Mi boca dejó ir un grito leve. Edgardo se asustó un poco, y me preguntó: “Estas bien?”.
No pude contestar inmediatamente, luego de un momento le dije que sí. Y continúo entrando. Al principio me dolía mucho, pero no quería que parara, luego de un rato ya no sentía dolor, solo lo sentía a él, entrando y saliendo.
Una de sus manos había bajado a mi verga y me masturbaba cada vez que entraba en mí. “Que rico estas”, me decía. “Está bien apretadito tu culo”. Yo solo gemía de placer.
De pronto, empecé a sentir una sensación en la base de mi verga. Era una sensación conocida para mí. “Estoy cerca”, le dije. “No pares”.
Al nomás que le dije eso, fue como que le hubiera dado una orden. Mi hermano empezó a metérmela más fuerte. Más duro. Había un sistema ya establecido, yo me movía también para sentirla más.
La sensación se hacía más fuerte.
Mi hermano gemía cada vez fuerte. A la par de la cama había un espejo que me dejaba ver su torso y rostro. Tenía los ojos cerrados y su respiración era pesada.
La sensación era más fuerte….. “Me voy a venir”, dije entre gemidos.
No hacía caso, lo veía por el espejo. El sudor bajando por su rostro y llegando a su pecho que se movía fuertemente.
La sensación se hizo demasiado fuerte para mí y solamente deje ir un grito que tuvo que haber llegado a la casa del vecino. Bajé mi mirada en ese instante para ver como el semen salía de mi verga, salieron como dos disparos fuertes y luego dos pequeños.
Mi hermano seguía cogiéndome. “Mové el culo, por favor”, me decía, “Ya casi me vengo”.
Seguí moviéndome y lo observaba por el espejo. “así?”, le preguntaba.
Solo asintió la cabeza. Me estaba metiendo toda esa verga y luego de un momento comenzó a venirse. Me la metió hasta el tope y cayó sobre mi cuerpo. Luego se movió hacia el lado y yo quedé boca abajo en la cama. Me dolía mi trasero. El cuarto olía a sexo, si es que existe tal olor.
Había un silencio sepulcral solo los respiros fuertes tanto de él y los míos.
Me levanté y fui a bañarme de nuevo.
¿Qué acaba de pasar? Acababa de coger con mi hermano y me había encantado.
Una vez el baño terminó, salí a la sala con la toalla en mi cintura y mi hermano estaba sentado en el sofá, vestido viendo televisión. Me vio, apago la TV y tuvimos una conversación en donde quedó claro que iba a ser un secreto entre él y yo, me preguntó si me había gustado y no pude mentir. El solo sonrió.
Mi hermano se fue del país tres días después. Años después regreso para visitarnos, pero esa es otra historia.
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