Hace un mes más o menos llegué a mi trabajo y decidí entrar a una página de clasificados personales, la mayoría de los anuncios de mujeres, por no decir todos, eran básicamente de prostitutas, así que decidí echar un vistazo a los anuncios de hombres buscando hombres. Al recorrer varias páginas por fin encontré uno que llamó mi atención, era de un hombre de 55 años, divorciado, que buscaba ‘ampliar’ su círculo de amistades, se definía como un hombre culto, serio, que gustaba del cine y de la música. Mandé un guiño a ese perfil y a los pocos minutos recibí su respuesta, conversamos un buen rato por chat hasta que se despidió porque ya tenía algo de trabajo atrasado.
Para ese momento sabíamos lo básico el uno del otro, además de lo ya descrito en su perfil me contó que se dedicaba a los bienes raíces, que vivía solo, que sus hijos lo visitaban poco, que no era muy fiestero, más bien se consideraba hogareño, también me confesó que siempre tuvo la fantasía de estar con otro hombre dejando muy claro que él tenía la idea de ser la parte activa.
Yo le comenté que por mi parte también había fantaseado con los favores masculinos, pero que a diferencia suya a mi me atraía la idea de ser pasivo, de hecho le comenté que estaba dispuesto a usar lencería o vestirme de mujer completamente, todo lo que pudiera aportar sensualidad a un encuentro. Él me respondió que no le parecía mala la idea.
Antes de despedirse y ya con más confianza intercambiamos nombres, teléfonos, y descripción física, ambos coincidimos en que eso de mandar fotos no era conveniente, después de todo, una fotografía puede ser engañosa y no hay como la química de estar frente a frente. Su nombre era Carlos, igual que yo.
Al día siguiente esperé a que él tomara la iniciativa de contactar, afortunadamente lo hizo y retomamos nuestra plática, para sorpresa de ambos, su casa no estaba muy distante de mi trabajo, así que acordamos vernos en el estacionamiento de una plaza comercial que se encontraba en un punto casi intermedio de ambos, la idea era ir a su casa a tomarnos un café y conocernos. Carlos llegó al lugar acordado en su auto sedán color gris, yo iba a pie así que él me ubicó primero, y acercándose me dijo por la ventanilla:
—¿Charly?
—Si. Hola!
—Sube!
Una vez subí al auto arrancó y agregó:
—¿Nervioso?
—Sí, algo, ¿y tú?
—También.
—No se siente igual que cuando te citas con una mujer.
—Si, es diferente, pero esta padre, total, ya estamos aquí.
Yo me sentía nervioso, no reparé mucho en el físico de Carlos, solo pude notar que iba vestido de camisa y corbata, y que se miraba agradable. Yo iba con unos jeans ajustados, un suéter y unos zapatos casuales.
Llegamos rápido a su casa, me invitó a pasar y entramos de lo más normal, pero mientras que cerraba la puerta pude notar las dimensiones de Carlos. Era más alto que yo, calculo 1.85, robusto, fuerte, no de gym pero se nota cuando un hombre es fuerte. Su cabello ligeramente canoso y una barba de tres días cerraban el cuadro. Yo por mi parte mido 1.72, soy de complexión media, 41 años. Definitivamente él se veía más grande que yo en todos los sentidos.
Me invitó a sentar y lo hicimos juntos en un sillón de dos asientos, eso hacía que estuviéramos muy juntos a la hora de conversar. Era un tipo realmente agradable, a pesar de su aspecto un poco tosco, nunca levantó la voz, ni usó ademanes exagerados, lucía como todo un caballero. En la plática casi que volvimos a recapitular todo lo que habíamos dicho por chat, y ambos entendimos que los detalles no eran necesarios. Al calor de la plática Carlos me tomaba de la pierna o de la mano, todo con sutileza.
—¿Te sirvo tu café?… —comentó Carlos
—Mejor un poco de agua, no sé si hace calor o es el nervio.
—Yo también tengo calor, de hecho si no te molesta me quitaré la corbata.
—No adelante, no sé cómo aguantas todo el día, me fastidian las corbatas.
—Es necesaria para el trabajo.
Carlos regresó sin corbata y con la camisa un poco desalineada, me dió un vaso con agua y él se quedó con otro vaso. Continuamos la plática pero ya en un tono más relajado, y tomando la iniciativa me dijo:
—Me caes bien, te ves lindo.
—Gracias, tú también me caes muy bien.
—¿Te agrada lo que ves?
—Mucho, luces muy varonil.
—Tu estas muy sabroso cabrón, cuando te ví parado con tus jeans ajustados me gustaste.
—Entonces vamos bien creo.
—Demasiado bien diría yo compañero.
Y acercándose a mí nos dimos un beso francés medianamente apasionado, para ambos fue una experiencia nueva.
—Besas rico Charly, tus labios están suavecitos.
—Los tuyos son gruesos, y raspan jaja también tu barba, es raro sentir una barba.
—Ya nos iremos acostumbrando compañero.
Carlos se levantó del sillón y prendió la tele argumentando que prefería algo de ruido de fondo para que no escucharan los vecinos, porque “las paredes oyen”. Cuando regresó al sillón yo me puse de pie, y sin más me quité el suéter, boté los zapatos, me quité el pantalón y el bóxer, ahí estaba yo, de pie frente a Carlos completamente desnudo, no recuerdo haberme desnudado tan rápido antes de ese día.
—¿Y eso?… —dijo Carlos un poco desconcertado.
—Si no lo hago así capaz que me arrepiento.
—Estas muy rico, eres sexy cabrón, lo sexi no se compra en ningún lado.
Dicho esto me subí en las piernas de Carlos y lo besé con más pasión, él me acariciaba la espalda, las nalgas, recuerdo que me dio una nalgada y me dijo:
-Voltéate.
-Sí papi.
Ahora de espaldas a él, me senté en sus piernas, ahora me besaba el cuello mientras me rodeaba con sus manos para jugar con mis pezones, después con una mano me agarró la verga erecta y comenzó a jalármela lentamente. Después de unos minutos me soltó y me dijo:
-Párate junto al comedor y tócate.
Así lo hice, el comedor estaba a unos 4 metros del sillón, así que él tenía una buena perspectiva de mí y yo de él. Carlos comenzó a darme instrucciones, me pedía que me tocara la verga, los pezones, las nalgas, que me diera unas vueltas, en fin, yo hacía lo que él me pedía. Yo por mi parte veía a Carlos gustoso, caliente, frotándose la verga por sobre el pantalón. Carlos se puso de pie y fue donde estaba yo y nos abrazamos, mientras yo acariciaba su espalda y recargaba mi rostro en su hombro, él me tomó de la cintura para después acariciar mis nalgas diciendo:
—Te voy a coger compañero, te cojo porque te cojo.
—Si, eso quiero.
Carlos me soltó y se paró detrás de mí, tomó mi verga con su mano y me empezó a masturbar, cuando ya tenía yo mi respiración bastante agitada y la erección a tope, me giró para quedar frente a frente, se desabrochó el pantalón, se bajó el bóxer y sacó su verga, era más grande que la mía, no muy gruesa, y se arqueaba de lado, lucía durísimo ese pedazo de carne. Abrió un poco su compás para que nuestras vergas erectas quedaran juntas a la misma altura, abrió su mano y tomó ambas vergas, no sé cómo hizo pero comenzó a masturbar las dos vergas a la vez… los movimientos de su mano, las dos vergas juntas frotándose, sentí que eyaculaba pero me pidió esperarlo, aguanté lo más que pude mágicamente eyaculamos al mismo tiempo, yo lo salpiqué a él y él a mi. Volvimos a abrazarnos y nos besamos acaloradamente, ya no había vuelta atrás.
Carlos terminó de desnudarse ahí mismo, yo quería agacharme y mamársela, o que me empinara y me la metiera, realmente me sentía hambriento de verga, pero como buen invitado, esperé a que el anfitrión diera el siguiente paso.
—¿Te quieres bañar Charly?
—Si, estaría rico.
—Sube, el baño está arriba, yo voy por toallas
Subí las escaleras y a mano izquierda estaba el baño, toda la casa lucía pulcra, me hacía sentir cómodo la actitud de Carlos, su siempre suave tono de voz daba mucha confianza.
Carlos entró primero al baño y abrió la llave del agua caliente y dijo:
—¿Te gusta fría, caliente o tibia?
—Un poco más que tibia.
—Ven mi amor, pasa.
Yo fui el primero en remojar mi cabello y el cuerpo, después lo hizo Carlos, realmente ese hombre era un caballero, me pedía mi opinión y me dejaba pasar primero, me encantaba lo que sentía. Carlos me abrazó por detrás y nos quedamos así un par de minutos bajo el agua, después tomó shampoo y me lavó el cabello, después lavó el suyo, yo por mi parte enjaboné su cuerpo y él el mío, nos enjuagamos y salimos del baño. Cada uno se secó por su lado y cuando estuvimos casi secos fuimos a la cama, me recosté y abrí las piernas, Carlos se acomodó arriba de mí y se colocó entre mis piernas. Era una sensación nueva, su cuerpo evidentemente más pesado que el mío me dificultaba el movimiento así que aprisionado con su cuerpo solo podía acariciar su espalda y rodear su cadera con mis piernas y dejarme llevar por su iniciativa para acariciarme.
Carlos acariciaba mis costados, besaba mis labios y mi cara, al oído me decía cosas como “me gustas… me encantas”, y con sus movimientos de cadera sentía como su pene erecto se frotaba contra mí, realmente me sentía en otro mundo. Carlos bajó un poco la intensidad de sus caricias y al oído me dijo con un tono de complicidad:
—Ayer me dejaste pensando compañero.
—¿En qué pensabas?
—Si de verdad usarías lencería o ropa de mujer.
—Claro que es verdad, haría lo que fuera para complacerte.
—Ahora que vi tu cuerpo lampiño y sentí tus labios suaves, no me quito esa idea de la cabeza.
—Pues cuando quieras lo intentamos, no soy femenino pero iremos aprendiendo a jugar con los roles según nos acomode o según nuestras fantasías.
—¿Te gustaría ponerte algo ahorita?
—¿A poco tienes ropa de mujer?
—En la otra habitación hay mucha ropa de mi ex esposa, nunca la eché a la basura porque pensé por un tiempo que quizá volveríamos, pero ahora puede ser tuya, ella es del norte y tu sabes, allá las mujeres son altas y frondosas, creo que mucha te puede quedar, hasta zapatos tengo de ella.
—Ok, buscaré algo.
Carlos me acompañó a la otra habitación y abrió un closet repleto de cosas de mujer su ex esposa.
—Te dejo compañero, elige lo que más te guste, cuando te sientas listo te estaré esperando en mi habitación.
Empecé a ver el guarda ropa, en verdad era extenso, lo primero que me vino a la mente fue buscar zapatos, dependiendo de lo que hubiera elegiría lo demás. Me medí el primer par de zapatillas que encontré, no eran de mi agrado pero quería ver si me quedaban, y para mi sorpresa, la ex esposa de Carlos calzaba medio número menos que yo, así que casi me venían a la perfección, seguí buscando y vi unas zapatillas negras, de plataforma y tacón de aguja de 13 cm., prácticamente nuevos, eran muy sensuales, así que sin dudarlo me las puse para ir acostumbrándome a ellas. Ahora había que buscar algo que ponerme, y en un cajón encontré medias, pantaletas y sostenes, saqué unas medias negra, una pantaleta también de color negro y un sostén, el cual decidí no ponerme porque era de copa muy grande, se notaba que la ex de Carlos tenía unas tetas muy generosas. Seguí buscando, pero no quería hacer esperar a mi anfitrión, así que busqué un vestido, y encontré uno de fiesta color azul cielo. Era un vestido que se abrochaba por la nuca, dejaba la espalda descubierta y la parte de abajo era holgada no muy larga, era muy coqueto el vestido, así que me lo puse, decidí finalmente no usar las medias, ya que me pareció no hacían juego. Acomodé mi cabello y regresé a la habitación de Carlos.
Carlos me esperaba con la luz encendida, recostado en la cama, se masturbaba lentamente, también noté que había puesto una película porno con bajo volumen, eso me gustó mucho.
—Te queda bien, tus piernas lucen largas y sexys.
—¿De verdad te gusta lo que ves?
—Sí, mucho. Los zapatos te quedan bien. El vestido que elegiste me agrada. Modélame por favor.
Me di una vuelta, caminé por la habitación lentamente ya que no tenía habilidad para andar en tacones, me paré junto a la televisión y le dí la espalda a Carlos para que viera mi espalda y comencé a contonearme.
—No sé cómo llamarte ahora, me parecería raro decirte Charly.
—Tienes razón, ahorita no soy él, soy ella.
—Entonces te llamaré Karla. ¿Te parece?
—Sí, me agrada.
Carlos se puso de pie y fue a mi encuentro, le pedí que apagara la luz y que solo nos iluminara la luz de la televisión, le comenté que me sentía un poco apenado por no lucir totalmente femenina para él. Muy caballerosamente Carlos accedió a mi petición.
Cuando estuvimos cara a cara estábamos del mismo tamaño gracias a los tacones, y tomándome de la cintura me plantó un beso muy cachondo, jalándome al final el labio inferior.
—Me gustas mucho Karla.
—Y tú a mí Carlos. Me gusta que seas un caballero.
—Es lo menos que se merece una dama como tú mi vida.
—Quiero aprender a ser femenina para ti.
—No te preocupes, compraremos lo que haga falta, peluca, accesorios, perfumes, maquillaje. Lo que haga falta.
—Hay muchas cosas de tu ex, es cosa de elegir que nos gusta a ambos y de ahí pues ya vemos que hace falta.
—¿Te puedo preguntar algo Karla?
—Sí, dime.
—¿Quieres ser mi novia?
—¿Es en serio?
—Sí. En la calle seremos amigos, pero aquí en la casa quiero que seamos novios.
—¿Quieres ser novio de Karla o de Charly?
—De los dos. Me gusta cómo eres de hombre y me gusta cómo eres de chica. Aprendamos juntos. ¿Quieres?
—Sí Carlos, sí quiero.
Y sellamos nuestro noviazgo con un lento ya apasionado beso.
Carlos comenzó a tocarme toda por encima del vestido, podía sentir sus manos en mis nalgas, en mi pecho, me besaba el cuello, realmente me sentía como una chiquilla. Tomé su verga con una mano, lucía muy grande, no supe si estaba más excitado que antes o era que apenas estaba dándome cuenta de sus dimensiones reales. Besé el pecho de Carlos, sus pezones, y casi de forma instintiva me agaché un poco para besar su vientre, y por último me puse de rodillas y mi cara quedó frente a esa grande y hermosa verga.
Era una sensación nueva y rara a la vez, Carlos estaba con la erección a tope, tranquilamente mis dos manos juntas abarcaban toda su longitud, mientras que yo me sentía excitado como pocas veces, pero mi verga no estaba erecta, de hecho sentía que se contrajo, nunca me había pasado. Era como si mi cuerpo supiera que en ese momento yo no era un hombre, sino una hembra sumisa. Pero no era momento de pensar, sino de devorar ese pedazo de carne.
Chupé la punta de la verga de Carlos, el olor era indescriptible, muy atrayente, olía a macho, empecé a metérmela en la boca para mamar pero no me cabía ni la mitad, así que por momentos mamaba lo que me cabía, por momentos la sacaba para pasar mi lengua por el resto de ella, no quería dejar un solo pedazo sin degustar. Después puse toda mi atención en sus testículos, aún olían al perfume del shampoo del baño que nos habíamos dado, chupé uno, luego el otro, pasaba la lengua sobre ellos, Carlos acariciaba mi cabello y suspiraba de placer, eso me ponía caliente y con ganas de seguir dando placer a mi hombre.
Carlos me tomó de la barbilla para que me detuviera y me dio la mano para ayudarme a poner de pie, besó mi cuello, beso mis labios, y desabrochó el vestido a la altura del cuello, con el torso desnudo, comenzó a besar y chupar desesperadamente mis pezones, me dolía un poco pero no podía detenerlo. De un tirón me bajó totalmente el vestido y quedé solo con la pantaleta y los tacones.
Mi amante me acariciaba por todas partes, me besaba, metía su mano en mi entrepierna como buscando una vagina, y aunque sus roces en mi entrepierna me hacían vibrar, la erección seguía ausente, no me importaba, no quería coger, lo que realmente deseaba era ser cogida.
Carlos me bajó la pantaleta y me apoyé en su hombro para quitármela totalmente, solo quedé en tacones, me tomó de la cintura y me dio la vuelta quedando detrás de mí. Me empujó delicadamente de la espalda y entendí que quería tenerme empinada. Me agarré de donde pude y le ofrecí mi trasero que se levantaba coquetamente por el efecto de los tacones. Sentí la cara de Carlos en una de mis nalgas, luego en la otra, me las llenó de besos, lo mismo que la parte trasera de mis muslos, después sentí que separó mis nalgas y hundiendo su cara en medio de ellas, comenzó a comerme el culo. Vaya maestría, no sé si me había mentido y ya había estado con otros chicos, o si así le comía la cola a su ex esposa, el hecho era de que yo me sentía en las nubes.
Después de unos minutos, me pidió que no me moviera, y de un cajón sacó un bote de lubricante y un condón. De reojo vi como se puso un poco de lubricante en la verga y después el condón, después se echó un chorro generoso en la punta de los dedos y comenzó a lubricarme el ano. Yo sentía riquísimo el juego de sus dedos con mi entrada, la humedad y frescura del lubricante, pero en mi mente estaba también la imagen de su gran virilidad, ¿en verdad me la iba a meter? ¿Me cabría toda? ¿Me dolería?
No había marcha atrás, era el momento que había anhelado, por fin sería la hembra de un macho de verdad, por fin alguien me trataba como a su reina.
—¿Quieres que ya te coja Karlita?
—Sí amor, ya te deseo. No me lastimes.
—Lo haremos poco a poco, tú me dices cuando quieras que me detenga.
Y dicho esto comenzó a meter su pedazo de carne, me dolía sí, pero no al grado que yo me imaginaba, sentía caliente, no sentía placer pero tampoco era desagradable, el placer de saberme poseída por un macho era más que suficiente, en ese momento el placer estaba más en mi cabeza que en mi culo.
Cuando consiguió meterla toda, Carlos comenzó a bombear lentamente, y a medida que mi culo se acostumbró a sus dimensiones el bombeo tomó ritmo. Ninguno dijo palabra alguna durante la penetración, solo se oían nuestra respiración y alguno que otro gemido, también se escuchaban los gemidos en la televisión.
Se escuchó un gruñido seguido de un espasmo de Carlos, luego otro, después otro, y por último uno menos efusivo. Me dejé caer boca abajo en la cama y Carlos se tumbó al lado mío.
—¿Sentiste rico Karla?
—Si, amor, muy rico.
—Pero no te viniste.
—No sé cómo decirlo amor, no fue necesario, no sé cómo sea después pero lo que sentí hoy me gustó. Eres muy macho.
—¿Te parece?
—Si. Me gusta que te comportas como un macho, pero no dejas de ser un caballero.
—Yo sigo pensando que tú eres muy sexy, tanto de hombre como de mujer.
—Gracias. No quiero romper el encanto pero, ¿me ayudas a pedir un taxi o me puedes llevar a un sitio? A esta hora ya no hay transporte para mi casa.
—Si quieres te llevo.
—No sé, me da pena, ya es tarde.
—Si no quieres que sepa dónde vives lo entiendo, pero en verdad, déjame llevarte, para qué te arriesgas en un taxi.
—¿Lo ves? Eres un lindo.
—Quiero que esto perdure, lo del noviazgo es en serio, déjame cuidarte como si fueras mi novia.
—Está bien, me has convencido.
—¿Quieres darte una ducha antes de irte?
—No, quiero dormirme oliendo a ti.
Nos dimos un beso y nos vestimos.
El trayecto a casa fue tranquilo, sin tráfico, ambos contentos, curiosamente no tocamos ningún tema sexual, era muy natural se “amigos” en la calle, como bien decía Carlos, éramos “compañeros”.