Mi primera experiencia cruising
Siempre he sido un chico muy curioso en cuanto al sexo y abierto a cualquier cosa que se me presentara.
Tuve mi inicio en el sexo a muy temprana edad con el hijo de un amigo de mis padres y siempre que nos veíamos jugábamos.
Déjenme presentarme: Soy delgado, fibrado porque practico mucho deporte, 165 cm desde pequeño y con un culo respingón sin ser grande,
que incluso ha vuelto loco a algunas mujeres.
Fruto de ese despertar sexual en el mundo gay/bi, empecé a sentir curiosidad por mi culo y en cómo se sentiría el tener algo dentro.
Empecé a jugar en la ducha con mis dedos, pero al poco tiempo no fueron suficiente y tuve que buscar otros objetos de uso cotidiano,
cada vez más grandes.
Me metí en un sex shop lejano a mi zona y me compré mi primer consolador, mi primera y mejor adquisición,
un pene de silicona de 5 cm de diámetro por 24 de largo, con la base un poco más ancha.
Ese mismo día acabo entero dentro de mí y ahí entendí que ya no había vuelta atrás, lo que empezó con un juego ahora era una realidad peligrosa.
A los 19 años, en unas vacaciones en que toda mi familia trabajaba por estar mi hermano en la universidad,
me fui una semana de verano solo a la casa de la playa con mi querido juguete y con ganas de por fin poder sacar la perra que hay en mí.
Nada más llegar, saqué mi laptop y empecé a buscar redes sociales gay para hablar con gente y ver que había por allí para iniciarme en relaciones con hombres maduros,
que siempre me han ido mayores porque ellos si sabían lo que las putitas necesitamos.
No encontré nada, así que imaginarán mi frustración (que resolví con mi querido juguete).
Al siguiente día decidí que no se acababa la semana sin que me follaran, y por lo que me dijo un chico con el que chateé, también pasivo,
había lugares como los cines gay pero estaban en ciudades lejanas,
pero me introdujo al cruising; sitios públicos donde la gente follaba donde fuera, con quien fuera.
Me encantó la idea de follar con desconocidos, donde no tendría que volver a ver, y podría sacar a la verdadera zorra que llevo dentro.
Había varios sitios pero leí que el más fiable y donde había más fiesta era una zona detrás de una playa nudista conocida.
El tercer día fui a hacer tener un primer contacto con el lugar,
con mi bañador hasta las rodillas, con unas gafas de sol y con el culito bien limpio, en una playa donde había mucha gente y todas ellas desnudas.
Me sentía observado por todo el mundo por ser el único allí vestido y me sentía muy cohibido.
Al sentarme mirando hacia la zona trasera y a medio camino podía ver bien la parte que me interesaba,
miré a mi alrededor y pude observar cómo había hasta un hombre ahí en medio pajeándose disimuladamente, mirando una pareja que se estaba tocando mientras se besaba, increíble, me daban ganas de saltar a ayudarlo ahí mismo.
De la cruising zone solo se podía observar una duna, previa a un camino trasero donde la gente que entraba no se veía desde ningún ángulo, que sitio más perfecto.
En la duna, tras unos matorrales de la parte superior, un alemán grande, fuerte y con una polla que se veía bien gorda aun flácida, qué manjar.
Vi unos cuantos hombres que iban y venían, pero nadie me llamó la atención como el alemán que estaba de pie allí arriba desnudo mirando hacia la zona de la playa.
Me llené de valor y me acerqué hacia él y le pregunté si tenía agua porque tenía sed y para romper el hielo y él se quedó como petrificado, sin saber cómo entrarme.
Esa reacción tan poco decidida me desencantó y seguí mi camino, qué lástima. Como estaba allí arriba pude ver los caminos traseros, era perfecta su ubicación, quedaba perfectamente escondida, desde fuera no se vería nada aunque hubiera una orgía allí montada.
Al ver que todo era muy discreto, me dio confianza para adentrarme un poco más, tenía ese mundo de lascivia,
sexo y placer ante mí e inmediatamente supe que esa sería otra barrera de no regreso en mi vida.
Muy decididamente elegí el camino de la perversión y bajé.
Ese lugar era espectacular, dentro todavía había más caminitos escondidos en matorrales y árboles donde poder tener encuentros sin ser vistos más que por los curiosos.
En la entrada de uno me encontré a alguien tocándose el rabo sin esconderse, mientras miraba como un cuarentón se la mamaba a un francés que había estado viendo desde la playa de 30 años muy delgado y con un muy buen rabo.
El francés, viendo como me quedaba mirando su verga, me miró con cara de invitación, pero yo todavía en estado de shock por tanta perversión me fui de allí y seguí.
Madre mía, tenía el culo en llamas. Cuando llegué al final del camino me encontré un hombre en una de las entradas elevadas a la playa y por no saber qué tema sacar pero queriendo curiosear le pregunté:
– ¿Hola, está muy animado esto?
Él, sorprendido por mi pregunta, con una media sonrisa me contesta:
– Está lo animado que tú quieres que esté. – Entendiendo que era mi primera vez por mi actitud y penetrándome con la mirada.
Me estaba invitando a follar, pero me quedé petrificado sin saber qué hacer ni decir. Justo al lado nuestro junto a la entrada había una cuevita hecha con maderas aprovechando un árbol que era perfecto para follar.
Solo te veían desde la entrada, ni los caminos ni la playa. Inmediatamente pensé, aquí me van a follar.
Me fui por la misma entrada despidiéndome del hombre que hizo cara de pena y cuando llegué a casa me tuve que meter el consolador entero para calmarme, pero aun después de dos pajas así, me costó dormir.
Al cuarto día, nervioso, solo levantarme desayuné y me limpié bien el culo, me puse crema hidratante y me lo abrí un poco para que me pudieran follar de una.
Ya estaba decidido, tenía la mejor oportunidad de mi vida para que me follaran como siempre había deseado y sería en esa playa.
Llegué a la playa directo a la parte trasera, era medio día y el sol estaba a pleno esplendor, me ponía súper cerda el pensar que iba a estar comiendo polla y recibiendo polla por detrás a plena luz del día y que cualquier mirón podría disfrutar de la vista.
Di un recorrido entero por el camino a lo largo de un buen tramo y vi un poco que había por allí.
Alguna felación, un tipo que solo quería que le chupara y no follar y un abuelo que me apareció que la tenía de tamaño muy estándar y por eso decidí que no quería, aunque él se tocaba la polla por encima del bañador mirándome pasar.
En mi camino de vuelta noté que me seguían, me giré y vi a un hombre de unos 45 años, con entradas, de 180 cm, grande, pero sin ser gordo y con unas gafas de sol caminar detrás de mí y se paró cuando yo me paré.
Me ponía el no verle los ojos, imaginaba la mirada lasciva que tenía que estarle haciendo a mi culo y armándome de valor afloje un poco el paso y empecé a andar moviendo las caderas como un puta, sacando culo para que no le quedara ninguna duda que ese culo era todo suyo.
Mi culo empezó a palpitar queriendo ser ensartado por ese señor tan caliente. La puta en mí se había desatado.
Me giré, arqueé una ceja retándolo a seguirme y me encaminé directo a la cuevita de árboles del día anterior.
Entré directo y el me vio desaparecer. Cuando llegué dentro me apoyé de espalda a un árbol que había al fondo mirando hacia la puerta con cara de niña puta.
El apareció con paso más ligero como con miedo de que me hubiera ido y cuando me vio parado allí al pasando para de golpe con cara de depravado sexual. Quería sacarle todas las dudas, le solté sin pensarlo:
– ¿Eres activo?
Él, con un gesto de cejas y paso lento entró en la cuevecita, tiró su bulto en un lado y puso una mano directa en mi polla. M… cómo me puso eso, eso es lo que le había faltado al alemán.
Le bajé el bañador sin dudarlo para sacar su polla y qué sorpresa. Una polla dura pero no del todo que debía medir unos 18 cm pero muy gruesa y un tacto que me encantó.
No podía esperar, llevaba mucho tiempo queriendo polla de verdad, de un macho, bien grande y que me usara a su antojo.
Me arrodillé dejándome caer de golpe para empezar a oler y lamer esa enorme y hermosa polla. Me la metí entera hasta que me entraron arcadas, con su pubis en mi nariz.
Me separé, pajeándolo mirando hacia arriba con cara de puta viciosa y me soltó:
Él: Desde que te vi andar supe que necesitabas verga como nadie, que putita más viciosa estás hecha. Te gusta que te traten como a una mujer y te usen, ¿verdad?
Yo: Por eso me gustan maduros, porque saben lo que necesitamos. – y le guiñé un ojo sacándole la lengua y con su polla apoyada en mi cara.
Él se puso muy cachondo y me empujó la cabeza hacía su polla metiéndomela hasta el fondo,
yo agradecido, gemí en tono agudo de mujer y seguí comiéndosela mientras empezaba a jugar con sus dedos en mi culo.
Qué placer, aunque los juguetes puedan ser grandes y placenteros, la carne es la carne. En una que me la saco un poco más le solté:
– ¿Tienes un condón?
Él contestó que no pero al separarnos vi al hombre viejo de antes, en la puerta de la cueva junto a dos hombres más detrás suyo, todos tocándosela.
Le preguntamos si tenía condón y con una cara de fastidio nos entregó uno que mi macho se puso muy hábilmente.
Me puse en cuatro mirando hacia la puerta para que me vieran la cara de placer mientras me abrían el culo y pude ver que el viejo del condón se masturbaba mirando a la cara, y que su polla, a diferencia de lo que me pensaba, se veía durísima y de buen tamaño.
Mi follador me lamió el culo muy salvajemente y me dejó gimiendo en frente de todos que me la metiera de una, que no aguantaba más.
Me empezó a gritar: -Toma, puta! – mientras me la enterraba entera.
Mi cara de placer se dirigió al viejo y a su polla grande, que notó que me daba igual todo y que la quería allí y en ese momento.
El miró hacia mi follador, pidiéndole permiso y no hubo ninguna objeción.
La metió entera hasta el final, estuvieron bombeándome los dos hasta que el viejo se corrió en mi boca sin avisar, que gusto.
Me encanta que me usen y que ni me pregunten si la quiero, porque evidentemente la disfruto igual o más que el sexo, es como el premio al esfuerzo y a mi cuerpo saciando a machos.
La tragué sin dudarlo y cuando acabó me pegó una bofeteada y la sacó, lo cual hizo que me corriera yo también.
El de detrás me apoyó la cabeza contra la arena y me empezó a dar durísimo, me estaba matando.
Que forma de follarme, aquello es lo que había necesitado toda mi vida, que no me daban ni las mujeres ni los juguetes, mmm, riquísimo.
La puta en mí había sido liberada y lo estaba pasando en grande, tenía los ojos en blanco.
El tipo acabó en el condón diciéndome de todo.
Me levantó y se puso de rodillas comiéndome el rabo hasta acabar y tragárselo, como me puso eso.
Tenía ganas de darle una mamada final de agradecimiento pero se oyeron ruidos cerca y tuvimos que vestirnos deprisa.
Que cortada de rollo, estaba considerando el follármelos a los dos después.
Llegué a casa como en una nube de agotamiento y dudas, qué experiencia más increíble.
Sabía que iba a repetir y esa experiencia múltiple me sedujo para siempre.
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