De todas las situaciones vividas con Christian, pocas fueron las que pude predecir. Con el tiempo le fuí conociendo mejor y ya fue mucho más fácil para mí complacerlo como él quería. Había una cosa que me tenía especialmente intranquilo, no porque me preocupara, sino porque en el punto donde estabamos en mi proceso de seduccion, era algo que ya debería haberse planteado. Me refiero a la penetracion; es algo en lo que siempre se piensa, al fin y al cabo darse por culo es cosa de hombres. Me preguntaba, que razón podía haber, por la cual, había pasado tanto tiempo sin producirse. No es algo que deseara ansiosamente pero ya había empezado a pensar por las noches y era algo que más tarde o más temprano inevitablemente se habría de producir. Era raro que habiendole demostrado ya mi sumisión de muchas maneras ,yo no fuera utilizado también para éso. Me daba miedo sí y mucho; por ser la primera vez, por ser inexperto y sabiendo lo bestia que podía ser «mi angel» si quería; pero como ya he dicho lo tenía como algo inevitable y que debería ocurrir. Por las noches, me pasaba horas enteras maquinando como sería ese momento, cuándo y en qué lugar de la casa se produciría, me imaginaba en la cama tumbado boca abajo y él encima de mí haciéndome sentir su peso, o, quizás, en el sofá, puesto con el culo en pompa a cuatro patas, o a lo sumo imaginaba que me tiraba de pie contra una pared y me follaba mientras yo reculaba al encuentro de su verga. Nunca se me planteó, siquiera como posibilidad, que él fuera pasivo y, conmigo desde luego, no lo fué en absoluto. Imaginé en mis noches en vela que Christian me prepararía convenientemente. Al fin y al cabo era yo era un muchachito virgen e inexperto y su miembro en erección era prominente. Imaginé que me iría dilatando poco a poco , con los dedos o cualquier otro artilugio apropiado, o supuse, al menos, que me avisaría con tiempo para que yo, aparte de ir mentalizado, fuera preparado de alguna manera. Yo sabía que era muy estrecho porque me dolía cuando me metía los dedos o algún tubo de ésos en donde se guardan los puros habanos; nada en ningún caso comparado con su verga. Y por fin llegó el gran día. Siempre me quedó la impresión, sin duda por mi culpa, que aquella primera penetración fue sin alma, suponiendo que este tipo de cosas la tenga. Creo yo que se realizó más para probarme, que por deseo, más para comprobar mis límites que por su propio placer, más en definitiva, para saber lo que se podía esperar de mí, en un momento determinado que por necesidad física. Fue un acto de dominio sobre mí, de exhibicion de poder, algo del todo punto innecesario pues yo tenía muy claro ya quién mandaba sobre quien. Llegué aquel sábado y tambien me postré ante él de rodillas al cerrar la puerta. Esto era un acto decidido por mí, que me encendía especialmente. Era tan cándido que no podía imaginar otra situación. Iba todo el recorrido hacía su casa superempalmado y tenía dificultades en esconder mi erección. Ir siempre con los libros delante de la polla no era una cosa muy normal y siempre pensaba que todo el mundo me miraba. Aquel sábado sin bajarse los pantaloncitos cortos que ya casi siempre llevaba, se restrego todo el paquetón en mi cara que muy agradecida se dejaba hacer. Mi boca intentaba comer de todo pero con la ropa puesta tenía poco éxito pues si la verga era grande, con el pantalón, era ya imposible para mi boca. Se restregó el paquetón, se bajó el elástico de los pantalones, se sacó la polla, me folló la boca y me dio a que le comiera el culo esta vez sin necesidad de los dos hostiones que me había propinado la semana enterior. Hay que reconocer que, cándido soy, pero que también que aprendo rápido. Y después de una soberana y larga limpieza de bajos me ordenó tajante: -Desnudate