Pasamos el resto de la tarde tumbados en la tienda, yo desnudo -me encantaba sobremanera exhibirme ante mis amos-, ellos vestidos. La pasamos fumando, bebiendo cervezas, oyendo la radio. Al anochecer mi dueño metió la mano en su mochila y sacó un pedazo de bolsa de maría que yo me quedé pasmado. Recuerdo que pensé, pero ¿cómo se puede uno pasear por la calle con semejante cargamento?. La bolsa estaba llena de capullos de maría. Yo, lo más cercano que había estado de substancias estimulantes era de las copas de “sol y sombra” que los curritos se tomaban en el bar y de algún puro habano que me había fumado en alguna boda. Bueno, excepción hecha de un vecinito que dejaba macerar una botella de quina Santa Catalina -ahí es nada- durante catorce días mezclada con menta piperita, troncos de canela y unas cucharadas de güaraná brasileño. El tío decía que aquello ponía cantidad pero yo nunca sentí gran cosa bebiendo semejante brebaje, salvo que el vecino, a veces, me miraba con ojos tiernos. Mi dueño se hizo un pedazo petardo con dos papeles que quitaba el hipo. Mientras mi dueño se hacía el porrete me excite sobremanera. Recuerdo que cuando empecé a meterme en el baño de casa para fumarme los primeros cigarrillos también me empalmaba, o en el hospicio cuando iba  con algún amigo por las noches a fumar al váter. Aunque puede que esto tenga más lógica y nada tuviera que ver con el tabaco. El caso es, que siempre me puso muy burro el contacto con lo prohibido y en este momento, entre mis dos amos, con más motivo. Estaba entre ellos, desnudo, sin correrme, a su disposición para cuando ellos decidieran hacer uso de mí y de mi cuerpo, ¿que podía temer? Tras prender la mierda y dar una calada poniendo la correspondiente cara de circunstancia, me lo pasó a mí. Yo le dije que pasaba, que no había fumado “eso” nunca y que no quería empezar. – Fuma -me habla muy amable y gentil, supongo que como hacen las serpientes frente a la presa que se han de papear. – No, paso -exclamo yo mirando a Pierre – Venga, anímate – murmua éste mientras se estiraa todo lo largo que es. – te relajará y te lo pasarás muy bien – No, no paso -insistí Mi dueño acercó el pedazo canuto a mis labios y agarrándome del pelo, me miró fijamente a los ojos: – Te he dicho que fumes, ¡venga!, una fuerte calada y aguantando un buen rato el humo en los pulmones. No quiero volver a repetírtelo No tuvo necesidad de hacerlo, a la vez que mi rabo se volvía a empalmar, abrí los labios y sin dejar de mirarle pegué una fuerte calada que casi no cuento. El humo rescó mi garganta como una sierra y empecé a toser de una manera desaforada. Mientras ellos se reían de mí yo no tenía forma de acabar con las toses, ni con agua ni con nada, ni con respiraciones profundas, ni con leches. Cuando se calmaron las toses volvieron a darme del pedazo canuto y ya empecé a aspirar más suavemente. Ahora, como no sentía gran cosa fui animándome dando calada tras calada. No pareció importarles, ellos siempre tan generosos, que casi me fumara yo solito aquella turba ardiente. Tras un rato de ligera languidez empecé a reirme yo solito de……., no sé……., probablemente, alguna gilipollez que alguno dijera, que solían decir bastantes y bastante a menudo, o me reí quizá de mi situación…..ellos vestidos mientras yo estaba desnudo para facilitarles la tarea cuando lo desearan, o de mi rabo empalmado, o de lo patético que, probablemente, resultaba todo…….o me reía quizá………….. de todo a la vez. Al principio ellos acompañaron mis risas, pero cuando rompí a reir de manera estruendosa y estrepitosa, y agitarme y a doblarme por la mitad y a llorar de forma ruidosa y exagerada por el dolor de tripa por tanta risa absurda, ellos empezaron a impacientarse. Esparcieron un polvo blanco en dos rayas sobre una revista, Pierre esnifó una de ellas y cuando pasaba el resto, por delante de mis mismísimas narices, al más deseado, se me vino a la cabeza de pronto que la nariz de Pierre había parecido la trompa de un elefante, rompí  a reir y el polvo blanco se difuminó por toda la tienda. Mi amo se volvíó loco y empezó a pegarme hostias sin consideración alguna. Me llamó de todo, pero ante cada insulto me reía más y más. Eso sí, no me gustó nada que me llamara gilipollas, eso sí que era un insulto en toda regla Me levanté en algún momento y casi me caigo y tiro la tienda abajo. Mi dueño me echó a patadas de allí-me hizo daño-literalmente, con desprecio absoluto de mí. Ya en la calle empecé a dar vueltas y vueltas por el calvero, desnudo, gritando y llorando, histérico perdido, y mirando a las estrellas como esperando algo de ellas que nunca vino, y seguía riendo. De pronto, alguien me agarró por detrás y otro me pegó tales hostias que me pusieron la cara del revés. No me importó mucho porque seguí riendome mientras recibía una buena tunda. Y mientras esto ocurría mi rabo se empalmaba más que nunca y para nada me importaba que Pierre, ¡Pierre! me cruzara la cara. ¿Cómo podía ser?, Pierre que había prometido protegerme y cuidar de mí, ¿cómo era posible? ¿cómo era posible que estuviera maltratándome de aquella manera? Después de tantos hostiones, me empujan, no muy gentilmente, para ahcerme girar, ambos me cogen y siento que me llevan a rastras hasta la tienda y me sueltan boca abajo de una no muy delicada manera. Siento el peso de sus cuerpos encima y que se restregan contra mí. Ya sólo me río de vez en cuando, más bien lloro y gimo, quizá por las mismas razones por las que antes me reía, también noto que la cara me arde y el cuello, casi como si tuviera fiebre, tengo la boca seca y pastosa. En plena borrachera me siento como en un barco que arrastra las olas en una tormenta. Entre brumas creo que voltean mi cuerpo, casi muerto, una y otra vez, y otra y otra…… Una boca se acerca a la mía y me babea y me dan lenguetazos por toda la cara. Alguien levanta mis piernas, que tiemblan sin poder serenarse, y se las pone encima de sus hombros. Una lengua me entra hasta la garganta, no puedo decir que me disgustara, pero no fue lo único que sintió mi garganta esa noche de frágiles recuerdos. Siento que soy usado como nunca nadie lo ha sido, sin fuerza para impedirlo, sin voluntad, sin posibilidad de admitir o rehuir nada, soy de ellos plenamente, de una manera absoluta. Todo es una agitación continua, movimientos furiosos y brutales, y vueltas y más vueltas. Me agarran del pelo, noto que alguien me araña, que me dan zarpazos, oigo gritos y jadeos como de búfalos en celo a mi alrededor. Oigo gemidos o los imagino o quizá sean míos, no lo sé….. Mientra uno me levanta las piernas en uve y me sujeta fuertemente, el otro manipula por debajo y siento que algo duro, grande y frío me entra, causándome gran dolor, parece que van abrirme en canal, me dejo, me entrego, nada impido, lloro, pero el dolor enseguida pasa y siento que ese algo entra y sale provocandome estremecimientos de placer o de dolor, no sé… Alguien me agarra los brazos por encima de mi cabeza, me es imposible impedirlo, tampoco lo intento, y siento que, a la vez que hace esto y tumbado encima de mí, me mete su pedazo rabo en la boca, y me la folla de manera brutal, y siento que esa polla se desliza por la garganta y que no hay límite a su recorrido, su glande no es grande y eso facilita la acción. En ese momento sólo pienso que estoy en cueros y que me muero de vergüenza. También creo recordar que, en algún momento alguien quiere e intenta darle un beso al otro agarrando su cabeza y este otro no se deja, y me parece recordar que hay cierto rechazo cuando lo intenta por segunda vez y cierto forcejeo violento, pero sólo lo creo porque siento que se me empiezan a cerrar los ojos y….. …..y ya no recuerdo nada más.

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