Tenía yo quince años cuando en la escuela un compañero de año, más grande que yo porque había repetido el año, me acarició la cola por primera vez, y a pesar de mi aparente resistencia me gustó que lo hiciera.

Paulino, que así se llamaba este muchachon, era bastante más fornido que cualquiera de los mi mismo año y tal vez por eso abusaba de algunos de nosotros. 

Nos sentabamos juntos en el último banco y siempre que había una ocasión se las ingeniaba para meterme su mano debajo de la cola, de modo que yo quedara sentado sobre ella. Yo intentaba moverme pero no lo quería hacer muy evidente para que los profesores ni mis compañeros se den cuenta de lo que estaba pasando, así que me movía lentamente hasta zafar de su mano y él aprovechaba mis movimientos para mover sus dedos en mis nalgas o en la separación entre ellas tratando de tocarme el ano con los dedos.

Recuerdo que le dije que no lo hiciera más porque lo iba a acusar y él respondió dándome un golpe en el estómago y desafiándome a que lo hiciera. Así que asumí que no tenía solución y todos los días era la misma situación. Aunque como dije antes, reconozco que me gustaba sentir sus manos en mi cola pero no quería ni que él ni nadie lo supiera ya que esto me llevaría a ser el centro de las bromas del resto de los chicos.

Durante un recreo, Paulino me siguió hasta el baño y entró conmigo en uno de los gabinetes, ahí me manoseó bien las nalgas y amenazándome con golpearme me hizo tocarle su miembro, muerto de miedo lo hice y lo sentí duro y bastante más desarrollado que el mio, mientras el se apretaba contra mi mano me acariaba la cola y ahí me metia los dedos entre las nalgas, sobre el pantalón, rozándome el ano. Yo tenía los sentimientos encontrados de que no quería que me hiciera eso pero por otra parte me daba cuenta de que lo disfrutaba, así que trataba de aparentar forcejeos y él más me obligaba a que le toque su miembro. Sonó el timbre que indicaba el fin del recreo y me dijo vamos, en el próximo recreo me lo vas a chupar, desde luego que no le dije mientras corría al aula. Al recreo siguiente evité ir al baño y me escapé de él todo el tiempo hasta que finalizó el día.

Cuando llegué a casa recordaba todo este episodio, pero lo hacía con lujo de detalles y me acariciaba yo mismo la cola como lo había hecho él. Definitivamente tenía que reconocer que me calentaba y mucho y estaba entendiendo que en algún momento no me resistiría a su sometimiento. 

Al día siguiente, sentados en el banco, se repitió el cuadro en el aula y me dijo esta vez no te me escapás en cuanto vayas al baño me la vas a chupar. Le dije que había pensado en eso y que lo haría si él no le decía nada a nadie y que no lo hiciéramos en el baño porque nos podían descubrir y tendríamos problemas. Paulino estaba fascinado y me dijo entonces no te vas a rsistir?, no, le conetesté pero tenemos que evitar que nos vean. Como prueba de mi consentimiento, me levanté un poco de costado y le dejé poner su mano debajo de mi sin que yo opusiera ninguna resistencia y él disfrutó moviéndo sus dedos y pasándomelos por el centro de mi raja, haciendo que yo gozara ocultamente.

Ee el recreo fuimos a la parte de atrás del colegio, donde había aulas sin usar, entramos en una y nos fuimos al fondo, ahí sentados uno al lado del otro Paulino volvió a manosearme la cola y puso mi mano en su miembro, yo se lo acaricié por sobre el pantalón, ya estaba duro, bajame el cierre, me dijo y así lo hice, me agaché para ponerme su tronco en la boca. Realmente lo saboreé y disfrutaba cada vez más sus masajes en mi cola, yo chupaba su pija con toda mi boca y subía y bajaba mi cabeza. 

Paulino me acariciaba y gemía y me decía que era su putita y que le iba a chupar la pija todos los días y yo asentía chupándole cada vez más rápido hasta que acabó en mi boca, me dió muchísimo asco y escupí toda su leche al piso. El no se quejó, estaba completamente satisfecho. Seguimos así durante unos cuantos días más hasta que me dijo que iba a cogerme, me negué rotundamente y me escapé hasta el patio. Una vez de regreso en el aula me dijo que tarde o temprano lo iba a hacer y mejor temprano así disfrutabamos antes. Yo le dije que todo estaba bien como hasta ahora y que me daba miedo que me cogiera, Paulino me dijo que estaba bien que no insistiría pero que yo siga chupándosela, asentí.

Al dí siguiente, mientras se la chupaba, Paulino dejó de acaricarme por arriba del pantalón y metió su mano por mi cintura de modo que por primera vez sentí en mi piel, directamente, el contacto de su mano, me erizaba sentirlo. Mientras yo se la chupaba, él comenzó a meterme el dedo en el ano, yo primero moví la cola para atrás pero después dejé que lo hiciera, la verdad era que me gustaba sentirlo adentro mio, y se la seguía chupoando y gemía por su dedo en mi cola. Estaba conociendo un nuevo placer. Cuando acabó, me preguntó si me había gustado y le dije que si, entonces más te va a gustar cuando te coja, me dijo él. Me quedé callado. 

Llegué a casa ese día y me masturbé y terriblemente excitado me introduje el mango de un cepillo que había en el baño en la cola y me imaginaba que era la pija de Paulino entrando y saliendo de mi. Descubrí que tenía que lubricarme para que no me arda y lo hice con una crema Ponds para manos de mi mamá.

Al día siguiente, me preguntó si lo había pensado y le dije que aceptaba, pero me tenía que dejar ponerme crema porque sabía que me iba a doler, el asintió. Desde luego me había llevado el pote de Ponds de casa. Así que en el recreo fuimos como todos los días para el aula sin uso, me bajé los pantalones y me encremé bien la cola, Paulino me pidió que se la chupara un poco y después de un rato le dije que no me hiciera esperar que me cogiera de una vez porque estaba ansioso, me puse en cuatro ofreciéndole mi cola y el arrimó su pija hasta la puerta de mi ano y empezó a empujar, si bien no era muy grueso, era más ancho que el mango del cepillo con el que había ensayado, así que le dije que pare porque me estaba ardiendo, le pedí que me ponga más crema y así lo hizo. Ahora entró más fácilmente y me empezó a bombear yo estaba terriblemente excitado y estaba gozando como una perra en celo, Paulino estaba parado detrás de mi tomándome por las caderas con ambas manos entrando y saliendo de mi cola, diciendome que era su putita y que lo sería siempre, yo asentía y le pedía que siguiera porque me estaba gustando mucho y así lo hizo hasta que acabó, dentro mio. Afortunadamente, esto pasó hace más de 40 años y no eran épocas de sida. 

Paulino me cogió casi todos los días, ese año y el siguiente y cumplió su promesa de no decirle a nadie que yo era su puta personal. La vida nos separó después y yo dejé prevalecer mi parte heterosexual, me gustaban mucho las mujeres, pasaron los años me casé, tengo hijos y de vez en cuando, visito a mis amigas las travestis para que den un servicio en la cola. Paulino me hizo descubrir que es lindo que te cojan.

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