Tenía 6 años.
Vivía con mi abuela.
Mis padres se habían separado.
Y me dejaron con ella.
Era un niño normal.
Moreno.
Juguetón.
Curioso.
En la misma casa vivían 3 primos.
Dos mujeres y Mario de 16 años.
Mi primo Mario.
Era el típico adolescente desobediente, grosero, rudo, futbolista.
Era flaco y alto.
Tenía bello púbico rizado en su estómago, en forma de triángulo desde el pubis.
Todo el tiempo apestaba a sudor.
Y conmigo era encantador.
Y siempre la tenía parada.
A los 6 años todavía iba jardín de niños.
Y volvía a las 12.
Mario iba por mí.
Todos trabajaban.
Mis primas iban a la escuela en la mañana y volvían a las 2 de la tarde.
Mario estudiaba en la secundaria en la tarde.
Entraba a las 2.
Teníamos dos horas en las que estábamos solos.
Todos los días.
Recuerdo que Mario todos los días me sentaba en sus piernas.
Cuándo veíamos televisión.
No sé porque pero siempre terminaba en sus piernas.
Cuando estaba la familia presente y más con ganas, cuando estábamos solos.
A mí me parecía normal.
Y sentía muy rico cuando algo se movía y saltaba en mis nalgas.
No sabia que era su verga.
A veces me pedía que saltará como si estuviera en un caballito.
Me tomaba de la cintura y después de estar un rato sentado en sus piernas cabalgando, sentía todas húmedas mis nalgas.
Un día empezó a jugar conmigo a “la operación”.
Según me iba a operar.
Me quitaba la camisa y me acostaba en la cama.
Después con su dedo me hacía cosquillas por todas partes.
Decía que era un cuchillo.
Y yo me retorcía de placer de sentir sus manos en mi cuerpo.
Y jugábamos acostados y aprovechaba para tocarme las nalgas y arrimarme su verga por todas partes.
Yo nunca había visto una verga de verdad.
Es más ni sabía que era un pene.
Pero conocía que mi primo ocultaba algo dentro de su pantalón.
Algo que siempre estaba duro cuando mi primo Mario estaba cerca de mi.
Y que sólo miraba y sentía cuando estábamos solos.
Era un gran bulto que yo quería ver.
Todos nuestros juegos eran por encima de la ropa.
Me tenía que conformar con sentirlo.
Y ver cómo se mojaba su ropa de mi primo cada que jugábamos.
Cierto día, tomé una ducha y cuando salí del baño.
Salí en toalla.
Mi primo estaba cerca.
Y cuando estaba cerca ya sabía que podría ver su paquete parado.
Y así fue.
Empezamos a jugar.
Y me llevo cargado a su cuarto.
Ahí dormían mis primas también con el.
Pero como estábamos solos empezamos a jugar.
Yo estaba desnudo.
Por primera vez.
Y cabalgue por primera vez desnudo.
Recuerdo que empezó a llover y entre juego y juego se la toque.
Estaba dura.
Y mi primo hizo como que no se dio cuenta.
Me acosté en sus piernas.
Se la toque de nuevo.
Y me quedé dormido desnudo.
No sé qué hora era.
Desperté.
Estaba oscuro.
Las luces estaban apagadas.
Y de pronto sentí la mano de mi primo Mario tocando mis nalgas.
Las tocaba.
Me las apretaba.
Metía su dedo en mi hoyito.
Pero solo lo tocaba y hacia presión en el.
Disfruté cada instante.
Después de eso.
Me empezó a jalar hacia su verga.
Todo estaba oscuro.
Me puso frente a su entrepierna.
Y luego escuché el ruido del cierre abrirse.
Después sentí algo húmedo que rebotó en mi cara.
Al fin podría ver que había dentro de su pantalón.
Y estaba oscuro.
No lo ví.
Solo sentí un aroma fuerte.
El aroma más delicioso que había sentido en mi vida a mis 6 años.
Quedé fascinado con el olor.
No sé cómo describirlo.
Solo sé que es el olor a verga ansiosa de ser mamada.
Y me quedé dormido.
Ahí la pude mamar pero no.
Me gano el sueño.
Al otro día.
Todo siguió igual.
Solo que ahora ya le tocaba la verga a mi primo.
Todo el tiempo se la quería tocar.
Era durísima.
Todo el tiempo la tenía parada cuando estábamos juntos.
Tanta era mi obsesión por tocarla que me regaño y me dijo que sólo cuando estuviéramos solos podría tocarla.
Pasaron días.
Yo seguía jugando con mi primo y se la tocaba por encima de la ropa.
Un día me acosté con el en una hamaca.
Y descubrí que el cierre de su pantalón estaba abierto.
Mis primas estaban cerca.
Y nosotros dos en la hamaca.
Entonces sigilosamente.
Sin que nadie se diera cuenta.
Metí mi manita adentro de su pantalón.
Y se la toque.
Toque la cabeza estaba húmeda y dura.
Me lleve la mano a mi nariz para oler su delicioso aroma.
Aún lo recuerdo y se me enchina la piel.
Todo el día estuve oliendo mi mano.
Al siguiente día.
Después de la escuela.
Cuando estábamos solos.
Mi primo se metió a bañar.
Y lo espere a que saliera del baño.
Cuándo salió venía con toalla.
Y cuando me vio.
Me dijo:
– “¿Qué buscas?” y dejó caer la toalla.
Y el mismo respondió
– “Esto” señalando su verga parada.
Se acercó a mí.
Se acostó en su cama.
Observé su verga, era enorme a mi edad.
Era morena, casi negra, con la punta roja, tenía muchas venas, y le brotaba un líquido viscoso, transparente.
Tenía mucho, demasiado pelo, negro y rizado, olía delicioso.
Yo estaba hipnotizado, enseguida me ordenó.
Que se la mamara.
Que la chupara como una paleta.
Yo no sabía que era mamar.
El me enseñó que la tenía que meter en mi boca y subsionarla.
Me enseñó a masturbarlo.
Subiendo de arriba abajo.
Yo estaba feliz al fin podía ver que era lo que ocultaba mi primo.
Tenía ese maravilloso olor ahora en mi boca.
Y empecé a chupar y a chupar.
Hasta que Vi por primera vez lo que me dejaba húmeda las nalgas cuando cabalgaba en su verga.
Su semen era blanco.
No pregunte que era.
Solo lo observé.
Era ligoso y blanco.
El sabor de la verga de mi primo.
Era horrible.
Me costó acostumbrarme.
Todo el tiempo le dije que ya no quería continuar.
Pero enojado me decía que no parará.
Y tenía que obedecer.
Mi primo tenía los ojos trabados.
Y cerrados.
Y respiraba de forma diferente.
Cuándo terminó se fue feliz a la secundaria.
Desde ese entonces.
Se la mamaba diario.
Hasta que una de mis primas nos descubrió.
Y nuestros juegos terminaron.
Por un tiempo.