YO 28, CON CHICOS LINDOS (2do. Relato, Final)
Sigo mi relato, segunda parte y final.
Recuerdo también una tarde que me dice que no puede salir que debe estudiar, pero que quiere verme y voy a su barrio, nos estacionamos en una calle poco concurrida, la oscuridad se dejaba caer en la ciudad, invierno, y la iluminación pública nos alumbraba tenuemente.
Charlamos un rato y me pidió conducir, le pase el volante. Fuimos a un par de cuadras de su hogar, a un pasaje que, si bien había casas por todos lados, frondosos árboles daban una oscuridad casi total al no dejar pasar la luz de los postes de alumbrado público.
Reclinó su asiento y me invitó a tomar mi postre, como dijo.
Su pene ya estaba a plena erección, y la adrenalina me invadió y me fui sobre ese trozo de carne que para mí era casi un vicio, la engullí una vez más, él acomodó un poco su asiento hasta quedar casi acostado, mientras yo le acariciaba con ambas manos y alternaba mis lamidas y mamadas entre sus huevos y verga, que como siempre emanaba ese aroma embriagador
(no me canso de repetir lo de su aroma que he probado penes que van desde un olor a orines hasta otros más fuertes como el sudor y peor, los que he rechazado por emanar aromas que delatan falta de higiene).
La posibilidad de ser descubierto en aquella acción en un sitio publico dio un “plus” a la mamada, que como siempre finalizó con una potente deslechada en mi boca entre gemidos y suspiros contenidos (algunos) de Andrés.
Y así, hasta que una tarde (quizás ya había pasado un año o algo más de relación) le digo que quiero sexo total, con penetración y que no toleraría excusa que lo evitara. Aceptó.
El día acordado nos reunimos en casa, para la ocasión había comprado condones con sabores, unas velas aromáticas, lubricante, y una botella de champaña. Nos fuimos a la cama.
Lo noté nervioso, fue cuando me comentó que era virgen. Que toda su experiencia en sexo era lo que habíamos disfrutado juntos. Le pedí estuviera tranquilo, que iríamos lento y sin presiones.
Iniciamos todo lo normal, caricias, lamidas, mamadas, comida de culo, besos…….
Tomé un condón y se lo puse con mi boca, la penumbra del dormitorio daba una magia especial, y empecé a colocarlo en su pene, mientras con mi lengua jugueteaba dando un toque especial.
Ya cuando lo tenía puesto por completo, empecé a saborear el sabor a frutillas y me fui acomodando de costado.
Acción normal en mi cuando se trata de un pene de más bien grande, y estando a punto le agarré su caliente miembro para ponerlo en la entrada de mi culo, y le pedí que se cargara un poco para la penetración.
Lo hizo y sentí como se empezaba a abrir paso entre mis nalgas, no obstante, el abundante lubricante que me apliqué, igual me dolió un poco, pero me abstuve de comentar y soporté el ingreso del invasor, que sin dilación se fue clavando hasta que sentí su pelvis en mi culo.
¿Cómo está? Preguntó. ¡Perfecto! Respondí.
Empieza a moverte, le instruí, lo que rápidamente inició y a buen ritmo. Mi ano ya adaptado a su grosor y longitud lo recibía placenteramente y él fue adquiriendo la expertiz necesaria para producir mutuo placer.
Súbete, le dije y sentí el peso de su cuerpo en mi espalda, al montarme, le pedí pusiera sus brazos en mis hombros para atraerme y lograr una penetración total, a lo que se acostumbró sin más
Nunca en mi vida sexual gay, había visto una reacción de ese tipo en ninguno de mis acompañantes fortuitos.
En un momento lo que hacía era saltar sobre mi espalda, eufórico mientras me preguntaba reiteradamente ¿esto es lo que querías? A lo cual obviamente yo respondía, sí, sí.
Si no le hubiera conocido como creo lo hacía, hubiera pensado que se encontraba bajo los efectos de alguna droga, o al menos de alguna bebida energética de las que hoy hay en el mercado, pero no era así.
Decidí aprovechar tal energía sexual, y le pedí se bajara.
Se quedó hincado mientras yo le sacaba el condón para reemplazarlo por otro sabor a fresas y me acomodé de espalda y levanté mis piernas hacia sus hombros.
De inmediato entendió la idea y se acomodó llevando su pistón de carne en búsqueda del agujero anal que con ansias esperaba su ataque.
Sin demora lo encontró y de un solo golpe lo llevó hasta el fondo, produciendo un sonido al chocar su pelvis en mis nalgas.
Aquella posición era ideal para no solo disfrutar de una profunda clavada, sino para mirar su rostro, y en especial los hermosos ojos que parecían brillar cual luciérnagas al resplandor de las velas.
Su sonrisa mostraba sin temor a errar, que el placer era intenso, y seguramente el veía lo mismo en mi rostro, ante lo cual sacaba casi en su totalidad su verga, para introducirla violentamente hasta el fondo.
Por mi parte yo le acariciaba los huevos, con pequeños apretones que le arrancaban algún que otro quejido.
Perdí la noción del tiempo en que estuvimos en esa posición, si digo una hora puede que sea demasiado, pero en lo que no exagero era en mi deseo que nunca acabara, y se hiciera eterno.
Pero la eternidad no existe, al menos en el sexo, y llegó el momento del climax. Lo primero que hizo fue acelerar sus movimientos, ante lo cual inicié una ligera masturbación en mí ya chorreado miembro,
el que sin tocarlo estaba al borde de la eyaculación, apretándome la parte inferior del conducto que evacua el semen, y así demorar el momento de expulsar su contenido.
Y llegó.
Un alarido, exclamación, gemido…no sé cómo definirlo, lanzó mi adonis follador, el que afortunadamente fue acallado por la música que escuchábamos en todo momento, y sentí una explosión en mi interior, dejando claro que, aunque tenía puesto un condón,
la expulsión de su leche de hombre era en cantidades muy superiores a lo que hasta ahora habíamos conocido.
Fue además la señal para dejar que mi propio contenido seminal saltara a gran altura, cayendo un poco en su pecho y cara, otro poco se devolvió a mi propia cara y a fin de cuentas por todos lados.
A su primera descarga siguieron otras, acompañadas con exclamaciones de placer, sentí la humedad de su semen correr por mis nalgas empapando la ropa de cama, y ya cada embestida era de menor intensidad a la vez que su pene iba perdiendo la rigidez, hasta que salió de forma natural de mi maltratado culo.
Andrés se recostó junto a mí, yo procedí a sacarle el condón y me puse a lamer su lánguido miembro, que tenía un sabor extraño pero agradable, mezcla a fresas del condón y a ese sabor salobre que tantas veces había degustado.
Su pene estaba en completa posición de descanso, y me fui a su lado. Su frente tenia algunas gotas de sudor, lo besé para sentir su salado sabor (otro sabor, diferente al del semen) un beso en la boca y a reposar.
Nos quedamos largos minutos en silencio, dándonos besitos tiernos, caricias, tomados de la mano.
Luego a la ducha y posteriormente le llevé a su casa.
Quisiera poder decir que ésta idílica relación se mantuvo en el tiempo. No fue así.
Como señalé al principio, Andrés venía de un mundo de familia acomodada, de altos ingresos, y si bien, yo tenía mi propia empresa, a veces podía tener buenos resultados financieros, pero en otras no tanto, y mantener el ritmo de gastos que él significaba, para mí era imposible.
Así pues, que una tarde le dije que ya no podríamos seguir en nuestra relación. Traté que entendiera mi posición. Él no podía pensar en salir de su casa mientras no se titule de abogado, para lo cual faltaba un par de años, demasiado tiempo.
Como ya era decisión tomada, simplemente me alejé.
Hace un tiempo, poco antes empezara la pandemia, me encontré con él a boca de jarro en una esquina en Santiago.
Él iba muy apurado, casi chocamos, nos miramos y siguió.
Yo iba a tomar el tren subterráneo, y subí a un ascensor y mientras cerraba sus puertas, lo vi que se devolvió y se me quedó mirando.
Le hice una seña con la mano, pero no respondió.
ADIOS ANDRES, ¡AUN TE RECUERDO! Y SIGO AMANDO A PET SHOP BOYS (DOMINO DANCING) QUE ERA NUESTRA CANCION.
Invito a comentar en la misma página o escribiendo a mi correo sergiosst2021@gmail.com con mi reiteración de absoluta certeza y veracidad en mi relato.
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