Dos hermanos me unen a sus sesiones sexuales

 

No sé como terminé en esta situación.
Es decir, no me molesta tener una verga en la boca que entra y sale al mismo tiempo que la que tengo entre las nalgas.
De hecho, no puedo imaginarme un mejor escenario.

Siento las embestidas que entran y salen en un solo ritmo, abriendo mi garganta y mi ano al mismo tiempo.
Escucho los gemidos de los dos chicos que lo hacen, son como gruñidos de animales salvajes, de animales dominantes que comparten una presa.

Quien me está cogiendo, me toma del cabello y de la cadera para tener un mejor agarre al momento de embestirme.
Siento toda la longitud de su erección entrar y salir de mí, cada centímetro, lubricada con mi propia saliva y el semen del otro chico.
Vamos en la segunda ronda, por decirlo de alguna manera.

Asimismo, siento la erección en mi boca.
Está caliente, húmeda, y cada vez que sale puedo sentir como deja en mi lengua un regusto a semen, alargando un hilo blancuzco que nunca se rompe por completo y que yo lucho por recoger con la lengua.

Ambas erecciones son similares, sino es que idénticas.
Ambos chicos son igual de dominantes, y ambos me cogen de la misma manera.
Era de esperarse que fueran hermanos.

Los vi por primera vez cuando se mudaron a mi vecindario.
Cargaban cajas del coche de sus padres a su casa y desde ese momento quede prendido de ellos, de ambos.

El mayor traía puestos unos shorts diminutos, que no dejaban nada a la imaginación.
Tendría alrededor de dieciocho, pero tenía el cuerpo increíblemente trabajado.
Cada músculo se tensaba y se relajaba con cada movimiento.
Su abdomen marcado me hacía querer besarlo y perderme por el discreto camino de vello que bajaba por él hasta perderse en aquellos shorts verdes.

El otro hermano lucía menor.
Él era mucho menos discreto, pues traía puesto solamente un speedo, ese tipo de trajes de baño que solamente cubren lo necesario -y a veces ni eso-, de color rojo.
Su cuerpo no estaba tan trabajado, pero aun así estaba para morirse, pues se veía suave y delicado por carecer de vello.
Los músculos apenas se asomaban bajo su piel, lo que me prendía aun más, pues se veía que bajo aquella delicadeza había un chico tan dominante como su hermano mayor.
Tenía el cabello más largo que su hermano, le llegaba casi a la nuca.
Ambos lo tenían de color dorado que sobre su piel color tabaco lucía perfecto.

Me quedé mirando por la ventana de mi habitación todo el tiempo que tardaron en bajar las cajas del camión de mudanzas.
Sus padres aparecieron al final.
Firmaron algunos papeles y luego desaparecieron dentro de la casa, pero los hermanos se quedaron sentados en el jardín frente a la puerta principal, charlando mientras bebían limonada en vasos de cristal.

No alcanzaba a escuchar de que hablaban y, encima de eso, tenía que terminar de una vez mi trabajo de historia para la clase del día siguiente.
Pero lo que pasó después me lo impidió por completo.

Eran días soleados, el calor era agradable y hacía que todos en el vecindario se pasaran los días en metidos en sus piscinas.
Es por eso que el menor de los hermanos, quien después supe que se llamaba Alan, traía puesto el speedo rojo.

Sus largas piernas estaban estiradas sobre la hierba del jardín, pero poco a poco se fueron acercando a las de su hermano, Javi, hasta que estas estuvieron encima de las suyas literalmente.
Lo mismo sucedió con su mano y por último, sus labios.

Fue un beso tan apasionado como breve, no más de unos quince segundos, pero ese tiempo bastó para que los hermanos se besaran de tal manera que yo, estando en mi habitación al otro lado de la calle, pudiera ver sus lenguas luchando una contra la otra, para ver como la erección de ambos comenzaba a marcarse sobre su ropa, para ver como Javi tomaba la de su hermano, la acariciaba y pasaba de ella hasta sus nalgas, provocándolo.

Pero eso sólo duró quince segundos.
Entonces ambos hermanos se levantaron, miraron a ambos lados de la calle, se tomaron de la mano y desaparecieron en el interior de su casa.

Quince segundos bastaron para dejarme caliente toda la noche.
No importa cuanto tratara de alejar esa imagen de mi cabeza, o cuanto aceptara el hecho de ver lo que había visto, no importaba cuantos vídeos viera para poder masturbarme y dormir en paz.
No importaba lo que hiciera o dejara de hacer, porque en mi mente había mil y un escenarios más deliciosos que cualquier video, que posiblemente estaban sucediendo cruzando mi calle y que, sobre todas las cosas, esos escenarios estaban aderezados con tabú, con lo prohibido.

Pensaba en como seguramente, en ese preciso instante, Javi debía de estar cogiéndose a Alan, de los gemidos que este haría, de como los sofocaría para no despertar a sus padres, de como mordería el colchón, entre todas las cajas de la mudanza, mientras su hermano lo tomaba de las costillas y lo acercaba una y otra vez a sí, para embestirlo con su erección, cada vez más profundo hasta llenarlo de semen.
Imaginaba como le subiría el speedo rojo, y como en este aparecerían manchas oscuras de las gotas deslizándose fuera de su interior.

Luego seguramente Alan querría terminar también, así que Javi, a pesar de ser el mayor de los dos, se podría de rodillas frente a su hermano menor, abriría la boca y le daría una mamada increíble, lamiendo desde la punta hasta sus testículos, mientras que con la mano libre, estimularía su ano, jugueteando con el semen que tenía dentro.

Alan no tardaría tanto en venirse y Javi abriría la boca, esperando por la leche de su hermano, la que caería en su rostro y luego inundaría su labios y su garganta.
Alan, ansioso y excitado, se inclinaría y besaría el rostro de su hermano para lamer el semen disperso por su cara, y terminarían con un beso en el cual compartirían el semen del mas chico.

¡Agh! Pensar en todas las cosas que podían estar pasando en esa casa, me dejaron esa y varias noches más en vela, con una erección enorme y con unas ganas espantosas de poder formar parte de esos escenarios que en mi cabeza se veían tan vividos.

Poco a poco fui haciéndome amigo de Alan, pues éramos de la misma edad y nos encontrábamos en muchos lugares -la cafetería del centro, el cine, el centro comercial, la tienda de discos-, así que a pesar de mi enamoramiento secreto, desarrollé una amistad verdadera con él, la cual, en mi caso, era tan volátil y luchaba por estallar en algo más físico cada vez que salíamos juntos.

Y entonces un día sucedió.

Íbamos a la misma escuela, aunque no estábamos en el mismo salón.
Un día, sin embargo, no tuve una de mis clases y vi que Alan estaba en el patio en clase de educación física.
Como su hermano, traía puestos unos shorts diminutos, que me cautivaron al instante.
Así que decidí salir y esperar a que terminara su clase.

No pensaba que tras unas cuantas palabras sin sentido, mi mano se posaría en su muslo.
Estábamos sentados en la cancha de futbol, sobre la cual jugaba el resto de su clase.

Fue un movimiento inesperado, casi como un reflejo, en el cual mi mano vio su piel bronceada y quiso tocarla.

-¿Te gusta? -preguntó Alan con una sonrisa maliciosa.

-Disculpa, no era mi intención -estaba por quitar la mano, pero él imitó mi gesto y tomó mi muslo discretamente.

-No la quites, me gusta a mi también.
De hecho, llevo esperando mucho tiempo que lo hagas.

-¿De verdad? -tartamudeé.

-Sólo que hay un pequeño problema.

-¿Cuál? 
-Que a mi novio Javi no le gusta que chicos que no conoce me toquen.

En ese momento yo no sabía que Javi era su hermano, por lo que me desmotivé.
Sin embargo Alan no dejó de sonreír y continuó diciendo:
-Sin embargo yo puedo tocarte a ti sin que se enoje.

Y un momento después estábamos dentro de uno de los cubículos de los baños.
Alan de rodillas frente a mí, lamiendo mi erección de arriba abajo mientras sus manos acariciaban mis pezones, los pellizcaban y rozaban.
¡Yo ni siquiera sabía que algo así me podía prender tanto! 
Me imaginaba que hacía lo mismo con su hermano, y antes de que pudiera terminar en su boca ante tal escenario, alguien entró a los baños.
Alan se subió al escusado donde estaba yo sentado y se quedó callado.
Quien había entrado entró a otro cubículo y cerró la puerta.

Yo estaba muerto de miedo por lo que podía pasar pero Alan, completamente opuesto, parecía más excitado que nunca y con delicadeza comenzó a bajarse los pantalones a la altura de los muslos.
Moví los labios preguntando “¿Qué haces?” y él sólo me besó como respuesta.

Era mi primer beso.

Yo estaba en los cielos sintiendo su lengua entrar en mi boca y sus dientes mordiendo mis labios cuando entonces sentí como sobre mi erección se deslizaba su piel.

Alan se sentó en mi erección y comenzó subir y bajar.

No lo estaba penetrando, simplemente sus nalgas tomaron en medio mi erección y la acariciaban con cada subida y bajada.

Quien había entrado al baño no tardó en irse.
No sé si nos escuchó o no, pero en cuanto escuchamos que salía por el pasillo, Alan se puso de rodillas y yo cerré los ojos.

No pude más y me vine en su boca.
Oleada tras oleada, mi semen llenó su boca.
Entonces mi miró a los ojos y entreabrió los labios, mostrándome un mar blanco que luego desapareció por su garganta.

Eventos así comenzaron a repetirse cada semana y luego cada día hasta que un día, Alan me dijo que me invitaría a su casa con el pretexto de que le ayudara a entender unas ecuaciones porque su profesor no explicaba bien.
Irónicamente era el mismo profesor que me daba clases a mi.

Yo iba pensando en todas las posibilidades que habría ahora que no teníamos que cuidarnos de encontrarnos con algún profesor o alumno, ademas de la comodidad de estar en una cama y no en un cubículo.

Cuando llegamos pensé que la casa estaba desierta, hasta que subimos al segundo piso y vimos a Javi.
Había terminado su entrenamiento de gimnasia y estaba sentado frente a su escritorio usando sólo esos bóxers con los que lo vi la primera vez.
Su cuerpo estaba aperlado de sudor y sus ojos se veían concentrados y dominantes cuando volteó a vernos.

-¡Javi! -dijo Alan corriendo hacia él y sentándose en sus piernas-.
Te extrañé mucho hoy -y entonces ese primer beso que presencie cuando llegaron por primera vez se quedó corto ante el que se dieron frente a mí en ese momento, pues Javi mentía la mano en los pantalones de Alan y apretaba sus nalgas como recordándole quien manda y a quien le pertenecía.

-¿Quién es tu amigo? -preguntó cuando terminaron su… saludo.

-Se llama Andy.
Es el chico del que te he hablado -luego Alan dirigió sus ojos a mí-.
Él es mi novio Javi -y volvió a darle un beso en los labios-, y también mi hermano mayor.

-¿Vienes a estar con Alan? -preguntó Javi con una voz muy seria.

-íbamos… vamos… eh, es por un trabajo de la escuela -dije tartamudeando.

-Ah, vamos Andy no seas tonto, ese fue sólo un pretexto -Alan caminó hacia mi y me tomó de la mano para acercarme a su hermano-.
Sé que tienes en mente más cosas, que hacer un trabajo de la escuela.

Yo no sabía que estaba sucediendo, pero lo disfrutaba así que me dejé llevar y antes de darme cuenta Alan y yo ya estábamos de rodillas lamiendo y besando la erección de su hermano, compartiendo besos cada poco tiempo, compartiendo el pre semen que comenzaba a lubricar.

Fue una tarde tan intensa, porque recuerdo que ellos dos hicieron un 69 mientras yo cogía lentamente a Alan, quien luego me pidió que lo hiciera mucho más rápido y violento, a lo que no me negué.

Pasaron muchas cosas esa tarde, muchas, más de las que imaginé y todo terminó cuando ambos hermanos lo hicieron en mí.

Los tres quedamos exhaustos, jadeando, sudando y apestando a sexo.
Me dejaron tomar una ducha en su casa, y cuando salí con una toalla, pude ver como Javi cogía a Alan de la misma manera que me lo imagine aquel primer día, sólo que Alan estaba esta vez en cuatro patas y gemía como una gatita sin intenciones de sonar discreto.

Alan se vino sobre la cama y su hermano terminó dentro de él al poco tiempo.

-Limpia el desastre que has hecho -le dijo a Alan mientras buscaba su ropa interior.
Alan por su parte pasó la lengua por la mancha de su semen una y otra vez hasta que me vio a través de la puerta entrecerrada.
Entonces me guiño un ojo y continúo haciéndolo, disfrutándolo más, mirándome más eróticamente.

Me despedí de ambos hermanos como si nada hubiera pasado, diciendo: 
-A ver que día puedo volver, si ustedes quieren.

-¡Sí! Tienes que venir más seguido.
Aun no desempacamos la caja con todos los juguetes.
Esos si son divertidos, ¿verdad, Javi?

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Un comentario:

  1. John jairo

    abril 17, 2022 at 8:57 pm

    Extraordinariamente enrriquesedor qué buena historia y rica en diferentes momentos de placeres maravillosos muchas gracias amigos.

    Responder

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