Era una etapa en mi vida en la que estaba confuso, había roto con mi novia, no tenía clara mi condición, con apenas 20 años hice un paréntesis en mis estudios para cabreo de mi madre, incluso parecía que me reprochara mi manera de ser y no solo ella, los amigos me apodaban el medio mujer, por ese aire andrógino que tengo, las facciones suaves y mi pelo rubicundo. Me buscaba y no me encontraba. Decidí ir a la aventura y en el primer trabajo que se me presentó lo acepte. Mi madre era todo despecho hacía mi persona, me sermoneó con el clásico “los estudios, para ser un hombre de bien”; en cambio mi padre como si las palabras le explotaran en la boca decía “ahora sabrás lo que es trabajar”. No era para menos, estaba decidido a embarcarme en un carguero, sin haber trabajado en mi vida.
El primer día me presenté con mi petate a la espalda, el capitán, de unos 60 años, con un bigote de foca y mirada perruna me ayudo a bajar a camarote pequeño donde me mostró mi litera. Tendría que compartirla con otro compañero, era todo el personal de a bordo, no requería más gente una vez cargadas las mercancías solo bastaba vigilar, como me dijo el capitán, un trabajo que dentro de lo que cabe en la marinería no era muy duro.
Las primeras palabras de mi compañero fueron “vaya, un rubiales” con tono seco y metálico, sin tan siquiera darme la mano a modo de deferencia y lo que me incomodo algo, fue esa mirada inquisitiva a mi persona, sus ojos me escrutaban de arriba abajo tras las gafas de sol de cristal ahumado. Tendría unos 40 años y me ganaba de una cabeza en estatura, llevaba barba de varios días y usaba pendientes de aro, sus facciones eran rudas; sus brazos estaban tatuados; de su pecho salía vello, como si con eso equilibrara su cabeza rapada al cero; era de espaldas anchas, fornido y llevaba pantalón vaquero muy ajustado, por lo cual marcaba bulto.
Estábamos en plena mar, la brisa marina y el olor a salitre y a grasa de barco se me hacían extraño, aunque lo más difícil de llevar era esa sensación de movilidad del suelo. Estaba cansado, había revisado como me había mandado el capitán los amarres de las mercancías. Mi compañero no me había quitado ojo mientras estuvo en proa hasta que se fue a revisar motores. Su mirada era lateral tras los cristales ahumados, transpiraba a mares, en un momento se secó la cara y me di cuenta de que uno de sus ojos era de cristal.
Se hizo la hora de la ducha, estaba rendido y tras haberme duchado me tumbé en mi litera con los slips largos, hacía calor. Oí sonidos del camarote del capitán y la ducha la cual estaba usando mi compañero. Su ropa estaba desperdigada sobre su cama. Se abrió la puerta y entró completamente desnudo, su pecho era velludo, de entre sus piernas bamboleaba un pene de considerables dimensiones y sus testículos eran grandes y colgantes, así como un vello púbico abundante. Me sentí algo incómodo, por su parte él se desenvolvía sin ningún complejo. Retiró sus trastos y se tumbó en la litera y me dijo:
— No pareces muy machote para este trabajo.
— Bueno, yo estudiaba, quiero ver como es la vida — dije algo temeroso.
Ni siquiera me prestó atención y se encasqueto los auriculares en las orejas y las conecto al móvil. Comprobé que había cobertura y también miré mi móvil, aunque estaba cansado y pronto lo dejé. Al cabo de media hora no podía conciliar el sueño, la luz me molestaba, me ladeé a ver si el compañero se había dormido y ante mi estupefacción vi que se estaba masturbando con toda naturalidad mirando el móvil; su pene era enorme y estaba completamente erecto, se daba subes y bajas a la piel de su tronco y tanto en cuanto se mojaba el glande con saliva. Su pajeo se volvió más intenso, vi que apretaba los dientes, se agarraba la polla con decisión. Paró y salió un chorro de semen en vertical cayendo sobre su vello púbico, se dio otros subes bajas y volvió a lefar, esta vez le alcanzó el vello del pecho. Quedó tumbado, sus manos estaban llenas de lefa. Apagó la luz. A la mañana siguiente al levantarnos su vello corporal y su pubis parecían esponjas mojadas, el semen estaba seco. El habitáculo apestaba a virilidad. Ese día tuve empalme.
Llegamos a tierra, una vez allí empezaron las descargas de la mercancía, el olor a puerto de mar y el jolgorio de los estibadores rompía la monotonía de la navegación. Entre el ir y venir de los estibadores llamaba la atención un joven con el pelo teñido de mechones rubios, en cada uno de sus movimientos se le notaba coquetería, incluso penduleaba su trasero. En una palabra, desentonaba en ese tipo de trabajo, donde todos los estibadores eran viriles y masculinos. Los otros saludaron a mi compañero con un “cómo estás garfio” y el impasible, estirado y con el cigarrillo en la boca y sus gafas ahumadas observaba el descargue de la mercancía y, sobre todo, no quitaba ojo al chico afeminado siendo el centro de murmuraciones tales como “lo tiene calado”. Por su parte el joven era receptivo a dichas miradas, incluso exageraba sus gesticulaciones y amaneramientos al verse observado.
GARFIO
Toda mi vida la he pasado en cargueros o barcos de pesca por eso me apodan el garfio, aunque lo que me falta es la visión de un ojo, el cual me lo vacié en un lance de pesca hace ya 15 años, he entrado en la cuarentena, mi familia me enseño que hay que trabajar para comer, o eso decía mi padre, aunque él trabajaba para beber. Por eso me enrole en barcos llegando a este pequeño carguero de mala muerte con un capitán venido a menos. Desde joven me han gustado los culos, es decir, SOY MARICÓN; sí, a pesar de apariencia y envergadura me molan los tíos. Soy lo que se llama activo, o lo que es lo mismo, un empotrador. He enculado mucho y he estrenado también muchos ojetes. La naturaleza me ha dotado de un gran rabo (los tan codiciados 20, aunque mi miembro de base a punta alcanza los 22).
Hace unos días se ha enrolado un joven estudiante, un flojillo, le tengo ganas. Me he insinuado algo, no sé si lo habrá entendido. Pero hoy estoy de suerte, en el muelle hay un estibador joven con bastante pluma y cuando el capitán se ausente creo que subirá a bordo.
EL NOVATO
He podido observar como mi compañero de forma descarada se cogía con una mano la bragueta y miraba al estibador, este le respondía con un balanceo de cabeza y al terminar su jornada ha subido a bordo y cuando el capitán se ha marchado se han ido a la ducha. Me he sentido algo cortado, pero actuaban como si yo no estuviera. Me he hecho el despistado cuando los dos salían juntos de la ducha, incluso he tenido que ponerme a un lado para dejarlos pasar. Iban los dos desnudos, se morreaban; los dos llevaban sus astas izadas. El contraste era grande, por una parte el muchacho de mechas iba completamente depilado; el compañero en comparación, como ya he dicho era todo vello. Lo que me llamo la atención fue esa especie de collar de púas como los rockeros que se había colocado alrededor de sus testículos quedando tensados y estirados. Subí a fumar y al rato bajé, se oían ronroneos y quejidos y el chirriar de la litera, así como el golpetear en la pared. Ni siquiera habían cerrado la puerta y pude ver como mi compañero lo enculaba de forma potente y con ganas, a horcajadas a ratos dando pequeños saltos para penetrarlo. Entre en el baño disimuladamente que cae cerca del camarote. Los berridos del chico eran atronadores. Estuve un rato, y sí, me pajeaba. Al salir, me encontré al chaval echando pestes de “hijo puta, es un bestia”. Apenas podía caminar, de su pene goteaba semen y su cara estaba llena de lefa.
GARFIO
Vino. Una vez en el carguero le dije que necesitábamos una ducha. Soy limpio. Nos duchamos juntos; era pura finura, ni un puto pelo en su cuerpo; lo morreé en la ducha, quedó impresionado de mi miembro, estaba erecto, me tocó. Salimos. En el pasillo encontré al nuevo; me gusta marcar terreno y pasear mi gloria, por lo que morreé de forma descarada al joven delante del compañero. Una vez dentro del camarote lo senté en el catre y le di polla bucal, es decir, le cañoneé la boca. Fue algo escrupuloso y me dijo que mi vello le daba algo de aversión. Me sentó mal. Lo giré en cuatro patas, le abrí el culo, pasé dedo por su gruta anal, le gustaba. Sin aviso puse mi cipote a nivel de su ano y lo empotré sin compasión. Chillaba, pero al mismo tiempo se pajeaba. Le dije que era un puto mariconazo que tomara polla, que la flipara. Gemía, se quejaba. Le hice un a full. Le clave rabo hasta los topes. Incluso el cabrón se corrió, también lo volteé y le clavé polla en su poca y descargué la primera tanda; la otra fue a parar sobre su cara. Se atrevió a decirme que era un cabrón.
EL NOVATO
Hemos vuelto a atracar en otro puerto, el garfio por lo visto tiene un amigo, se apoda el bucanero, también un fornido marinero a semejanza de mi compañero. Usa botas tejanas, es campsp de bigote abundante y usa tejanos marcados, también parece un activo en busca de carnaza. Estaban en cubierta y me miraban, el viejo capitán ha dejado el carguero unos días.
GARFIO
Tengo a bucanero, le he dicho que le tengo ganas al nuevo. Hemos enculado juntos a mariconas, le he hecho saber que quiero la exclusividad de ese culo. Me pertenece por orden de prioridades. No ha puesto objeción alguna. Está en cubierta en pantalones cortos, nos acercamos, voy directo…
EL NUEVO
Tengo calor, me he puesto en pantalones cortos, me ha sobresaltado garfio, me ha puesto la mano en mis testículos y me ha morreado con lengua. El bucanero me baja los pantalones, me quedo en pelota picada en cubierta, ante mi asombro…
GARFIO
Está enrabado, le digo que bajemos al camarote pasándole la mano sobre el hombro, diligente y sumiso obedece, se sabe cazado. El bucanero le abre las nalgas y me hace saber que es un culo kilómetro cero. Lo voy a flipar, cuanto deseaba este momento. Entramos, enseguida lo tumbo en el catre. Mientras me despeloto bucanero le aplica una mamada, el cabrón goza; bucanero le succiona los testículos y lo pajea. No puedo más, llevo enrabe y me voy directo a su boca, le restriego el glande por su cara y después se lo meto en su boca, le atenazo por la nuca, se le hinchan las mejillas…
EL NUEVO
No podía apenas respirar tenía toda la polla dentro de mi boca, al mismo tiempo sentía un placer inmenso en mi parte baja, me chupaban la polla y me comían los huevos. Bucanero me gritaba: “¡ahora sabes a qué sabe una polla! Mientras la mantenía dentro. Tenía que respirar por mi nariz, me salían los mocos. Garfio exclamo “¡prepáralo, quiero meter”. Entonces Bucanero me lamió el culo, metía la lengua muy adentro. Era un gozo indescriptible, me metió un dedo, dos dedos, sentía algo de molestia…
GARFIO
Bucanero me lo estaba dilatando, al cambiar de postura, lo había envaselinado. Metí mi cipote, ahora era bucanero que le trabajaba la boca. A duras penas entraba mi cipote, era un culo cerrado de cojones, lo cual me puso más excitado. Había elegido está postura en vez del cuatro patas, me gusta ver la cara del nuevo, ver como Bucanero le cañonea la boca. Metí medía polla, no se relajaba, aunque el hijoputa estaba muy enrabado, le di unos pajotazos. Le advertí…
EL NUEVO
Con su mirada de tuerto me dijo que me relajara, al mismo tiempo que tenía la polla de Bucanero en mi boca. Notaba escozor en mi culo y como si mi vía estuviera a punto de explotar. De pronto sentí más dolor, pero al mismo tiempo estaba erecto. Me bombeo a fondo, grite, berreé como pude medio ahogado por la polla de Bucanero. Sus embestidas eran como latigazos. Al mismo tiempo me decía “¡ya eres un mariconazo! ¡toma! ¡toma!” al mismo tiempo que me bombeaba. Note una viscosidad caliente en mi boca, me atenazó por la nuca, tuve que tragar.
GARFIO
Vi como Bucanero le descargaba en la boca, me puse a mil, empecé a meterle la polla a full, el culo apretado me molaba. El hijoputa se corrió vi como su lefa le llegaba a la altura de su barbilla, el cabrón había deslefado apenas sin mansturbarse. Le bombeé con más rabia y deslefé dentro de su culo.
EL NUEVO
Los siguientes días llovió y hubo marejada en el mar, no pudimos zarpar. El capitán se ausento casi toda la semana. Fui fornicado día y noche, a veces en turno, a veces los dos juntos. Era un ser sin peso, las piernas me flaqueaban, todo el santo día tenía semen en mi cuerpo.
GARFIO
Hubo suerte y no pudimos zarpar, por lo que pudimos disfrutar todo el día de un culo-boca. Un culo no profanada más en mi haber…
EL NUEVO
Volví a casa, era una persona totalmente renovada. Nunca olvidare de las palabras de Garfio: “ha nacido un pasivito, una maricona”.