EL SOBRINO DE MI VECINA
Como ya les he mencionado en otro relato, vivo rentando un departamento de una pieza en un edificio,
donde tengo por vecina a una anciana que comparte su espacio con un perro de talla grande, con ella he hablado muy poco en el año que llevo en este lugar;
pero siempre ha sido cálida en sus saludos. Una tarde que regresaba del trabajo, poco antes de las siete,
subí las escaleras pensando en bañarme y descansar por el día tan pesado que había tenido, me percato desde un piso abajo que el perro ladra inquieto, rasguña la puerta como intentando salirse,
llego a la puerta y me doy cuenta que se inquieta aún más al olfatearme al otro lado de su puerta.
Toco el timbre y no escucho respuesta, de pronto el perro se silencia y escucho quejidos, leves pero muy claro que alguien se sentía mal y clamaba por ayuda,
y entonces entendí lo que el perro intentaba trasmitir.
Forceje la puerta y afortunadamente no tuve que hacer mucho para romperla y poder ingresar, mi vecina estaba tirada muy cerca de la puerta con su teléfono en mano, respiraba en estado seminconsciente; tome el teléfono y marque al contacto que señalaba “Doctor”, afortunadamente alguien me respondió rápidamente,
le describí la escena y quedo en enviar una ambulancia, me dio indicaciones básicas para atender a mi desfallecida vecina, y me pidió que buscara el número de “Ernesto”, su sobrino y le comunicara la situación. Llegaron los auxilios médicos, estabilizaron a mi vecina y se la llevaron; me hice cargo del perro intente que se quedará tranquilo, pero en realidad no era fácil de controlar.
Fue un tanto complicado hablar con el sobrino, pero le comente la situación, lo que había hecho para auxiliarla y el nombre del hospital al que trasladarían a su tía.
En los siguientes tres días el perro estaba más tranquilo si lo dejaba en su casa por lo que era yo quien lo visitaba para alimentarlo y sacarlo a pasear,
el cuarto día era domingo, estaba de descanso y por la mañana, muy temprano, me dispuse a asear el espacio del animal, bañarlo y ver que más podía hacer por el departamento de mi vecina;
estuve regando algunas plantas y casi a la hora que estaba en esos menesteres alguien llega al departamento.
Entra hasta la parte trasera del departamento y me extiende la mano, me dice mucho gusto soy Ernesto; me extraño la familiaridad con la que me saluda, intente disculparme por estar en el espacio de su tía, a lo que me responde que se imaginó sería el vecino que salvo al único familiar que le quedaba en la vida, y que me agradecía todo el apoyo que ofrecí y las molestias que me había tomado.
Ernesto era un adulto joven, no mayor a los treintaicinco años muy pulcro, pero a su piel le faltaba sol, casi parecía de cera, todo en él estaba en su lugar, con unas gafas muy cristalinas que enmarcaban unos hermosos ojos color miel, alguien muy guapo y muy educado, respetuoso y bien vestido,
que en comparación a mi parecía ir a una fiesta elegante; y yo en camiseta sin mangas y con el short ceñido con el que acostumbro dormir, sin ropa interior y sin asearme.
Me doy cuenta de mi facha he intento disculparme… me interrumpe, me abraza y murmulla palabras de agradecimiento entrecortadas por la emoción que lo embargaba.
La cercanía física, la suavidad de piel, el fresco olor que emanaba su cuerpo, su voz, la emoción del momento me tenía extasiado, pero incomodo por mi apariencia; al separarnos, intento guardar compostura y de nuevo me disculpo por las ropas en las que me presento.
Ese fue el día que conocí al sobrino, nos despedimos no sin antes intercambiar nuestros números de teléfono.
Los días pasaron, casi a nueve días del incidente, me seguí haciendo cargo del perro,… por mi insistencia, pues Ernesto quería levarlo a una pensión, mandó arreglar la puerta y me dio llave para tener acceso al departamento por lo que mi rutina incluyó pasear, alimentar, limpiar y asear al animal.
La diferencia es que todos los días recibía una llamada de Ernesto para conocer de las novedades sobre la mascota, y no desaprovechaba para agradecerme y hacer preguntas más personales, que hacía, que me gustaba, que me divertía; como intentando conocerme; obviamente yo preguntaba por la salud de mi vecina e intente no verme tan obviamente interesado en el sobrino.
Dos semanas después de conocer a Ernesto, justamente el segundo domingo me levanto a eso de las siete de la mañana, hago mi rutina para atender al perro y me voy a mi departamento para asearme y prepararme algo para desayunar, justo como a las nueve de la mañana me encontraba bañándome cuando tocan a mi puerta, solo tomo la toalla me cubro mi pelvis y me dirijo a la puerta, entreabro y ahí esta Ernesto saludándome y alegrándose de verme, me pide que lo acompañe al departamento de su tía, por lo que le pido tiempo para vestirme, digo era la oportunidad de presentarme como suelo estar a diario.
Ernesto estaba muy casual deportivo, una camiseta de marca en un color rosado, un ceñido pantalón oscuro de mezclilla también de marca y unos mocasines en gamuza al color del pantalón;
yo intente ponerme algo parecido en estilo, pero obviamente me opacaba; cruce al departamento de mi vecina como había solicitado, me pide pase al comedor y me doy cuenta que trajo el desayuno, además de café, jugo, frutas y múltiples cajas con diferentes platillos; gesto que agradezco y nos sentamos a desayunar juntos, el perro estaba echado a mis pies, muy relajado; créanme que yo estaba igual, además de seducido por los olores y las atenciones que Ernesto ponía a cada detalle del desayuno.
Al terminar los alimentos, porque ya no había espacio en mi para comer más, Ernesto se pone en una postura muy seria y me comenta que debemos hablar de asuntos que nos conciernen.
Mi interés y asombro no se dejan esperar y me declaro dispuesto a escucharle; su tía no podría regresar al departamento, a consecuencia de lo ocurrido se había dañado su función motora y parte del habla, por lo que ya no era apta para estar sola, y que la recomendación era que se monitoreara constantemente sus signos, por lo que había ingresado a una casa asilo donde se harían cargo de ella,
le pedí oportunidad para visitarla, y me aseguro que podría hacerlo cuando deseara, pero el perro era un motivo de preocupación y su tía no quería sacrificarlo o regalarlo, por lo que deseaba que se quedara en el departamento.
Comente que no tendría problema en seguir atendiéndolo, pensando que en ello aseguraba seguir en contacto con Ernesto; a lo que me comenta, que si yo estaba en condición de hacerme cargo del animal, entonces me propone que desaloje mi espacio y me traslade al departamento, dado que era más espacioso y así podríamos estar más cómodos los dos, hago un gesto de duda, y señala que el perro y yo, me sonroja el haberme imaginado él y yo; y se sonríe.
Reacciono a la propuesta comentando que por mis finanzas me sería difícil hacerme cargo de la renta del inmueble, Ernesto me dice que no habrá necesidad de hacerlo, que no pagaré renta, a lo que intento negarme y me aclara: Este edificio es de mi propiedad, mis padres me lo dejaron como herencia, mi tía se hacía cargo de mantenerme al tanto del estado y necesidades, yo soy la persona con quien hablaste por teléfono el día que te interesaste y también con quien acordaste las condiciones de la renta.
Me sorprendo pues no tenía idea que él me conocía anteriormente, y yo completamente ajeno a la situación dado que la mayor parte fue vía coreos electrónicos y los pagos por transferencia bancaria, él toma mi mano y me dice lo agradecido que esta de mis acciones, de que pueda hacerme cargo de “ringo”, el perro, por fin supe cómo se llamaba…
y lo siguiente me dejó boquiabierto… y porque deseaba estar muy cercano a mí. Cuando logro regresar de mi asombro Ernesto esta disculpándose de su atrevimiento, que el entendía…
a lo que yo solo le tomo de su cara para acercarla y besarlo. Fue tierno y cálido, sus suaves labios se pusieron tibios pero era un maestro en besar, mientras sus manos no reaccionaban, se mantenían como respuesta de asombro, por lo que me separo bruscamente, y me disculpo por el arrebato, me dice que no debo disculparme, que ese beso le ha dado respuesta a una duda que tiene dos semanas intentando resolver.
Regresamos a conversar de su historia o la mía, que si del trabajo, pero nada concreto, ninguno se anima a dar el siguiente paso, mientras Ringo (el perro) reclama mi atención y que lo atienda. Ernesto me toma de la mano y me pide que lo siga, encerramos a Ringo en el departamento y Ernesto se para en la puerta de mi departamento, abro y entramos separados, yo primer y el poco después como intentando no hacer evidente que esto era la antesala de una pasional entrega.
Intento acomodar la cama, y Ernesto la desarregla, él se quita la camiseta dejando al aire un par de rozados pezones con algunos bellos trigueños, que cubren gran parte de su pecho y bajan hasta donde sus pantalones cortos no me dejan seguir viendo. Lo imito y me quito la camiseta, pero voy más allá y también me quito mis pantalones de mezclilla, quedo con mis interiores oscuros que no esconden una mancha húmeda y viscosa a la altura de mi pene, con tanto juego y excitación, yo estaba abiertamente evidenciando mi deseo por este hombre que del otro lado de la cama se acomoda para llegar a mi ropa interior y lamer en el área de la mancha, obviamente me calentó aún más, pero el en posición en cuatro me dificultaba poderlo desnudar.
Mi habitación se llenó con su perfume, además de como huele cuando el deseo y la excitación están a tope, él sigue lamiendo por sobre la tela, siento por momentos hasta sus dientes en ese proceso de lamer y humedecer, de apoco se escapa por la pierna de mi trusa la cabeza que se ha descubierto y con la punta de su lengua sigue lamiendo y recolectando el líquido que de ese órgano sale.
Empieza una leve mamada solo al glande, ya no siento la presión de la tela, y él se acomoda de espalda sobre el colchón y me oportunidad de poderlo desvestir o cuando menos intentar liberar su pubis, para conocerlo completamente desnudo.
Estoy en quitarle los pantalones y Ernesto me pide que me ponga tranquilo, que conoce su ritmo, pero no el mío y es eso lo que desea aprender, lo he descalzado y quitado la bermuda pero su ropa interior parece pintada al cuerpo y entre sentir la mamada que me hace y el estar tranquilo, extendiendo al máximo la excitación, creo que me he rendido a sus caricias. Siento su lengua en la punta del pene, lamiendo, hurgando por líquido; de ahí abre solo lo necesario sus labio para comer mi glande, que entra lo más forzado por esos labios tersos y cálidos que me hacen vibrar en esos justos momentos.
Sin mayor oportunidad, me rindo a sus caricias, a sentir lo bien que me come el pene, el cómo sus manos recorren mi pubis y hasta cerca de mi ano; estoy rendido ante él,
pero yo sigo sobre su cuerpo y solo puedo tocar y mover mis labios cerca de su pene que no está erecto, pero se nota su excitación, que dominio de la situación, lo que me pidiera lo conseguiría, nunca había estado con alguien que me dominara y me llevara a este estado de placer,
sin poder contener más, sigue empeñado en mamar mi verga y sus manos recorren el área del pubis, uno de sus dedos se acerca a mi ano, y he descubierto el placer máximo, casi me pongo de pie de las sensaciones, pero él me sigue aprisionando hasta que un gemido se escapa, y junto al sonido mi eyaculación;
No puse obstáculo, mejor dicho no pude, flui y deje escapar todo lo que mis gónadas tenían de ese líquido. Quedamos exhaustos, nuestras cabezas el contrario del cuerpo del otro, el solo decía “que intenso”, yo solo podía sonreír por lo ocurrido, y caí en un estado de somnolencia que no supe más de mí, y obviamente ni de él.
No supe cuánto tiempo dormí, al recobrar la conciencia lo imperante era encontrar a Ernesto, venía entrando de la calle o del departamento de su tía con unas bolsas de papel y hablando por teléfono de cancelar una reunión de esa tarde por motivos de salud familiar,
me hizo señales de que guardara silencio y me guiño el ojo; estaba vestido completamente igual a como por la mañana lo vi; yo sobre la cama completamente desastrosa, pero tan relajado que solo tenía intención de levantarme para acostarlo, desnudarlo y regresarle el placer que me había provocado un rato antes.
El concluye la llamada y me dice, “Atención, antes de la segunda caída comeremos pues ya son cerca de las cinco de la tarde”, yo solo pensé: Diablos el mejor día de mi vida estaba por terminar.
@Provinciano
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