Esa cosa tan dura
Esto me sucedió hace muchos años, casi treinta y cinco años para ser exactos, cierro mis ojos y puedo ver la escena de mi primer relación sexual con Guillermo,
un chiquillo cuatro años menor que tenía por detalle el sobarse con sus manos su pichita (penecito o verguita), se la estiraba y lo hacía porque veía a los demás,
también se metía la mano por detrás sobándose con sus dedos su culito mientras orinaba.
Mi nombre es Carlos, en esa época tenía 11 años, la edad del descubrimiento, sucedió que mi primo Juan de 15 años,
llevó a casa una revista pornográfica que se la había sustraído a su hermano Hugo, me invitó a mirarla, se mostraban muchas parejas haciendo el amor en diferentes formas,
me excité tanto que la escondí debajo de mi cama, cada vez que estaba solo miraba las imágenes en mi cuarto sobándome la pichita en pajas.
Una tarde que me encontraba jugando trompos en la acera de mi casa, se acerca Guillermo a jugar en eso salen mis padres me ordenan que entre porque retornarán de una diligencia en horas a cuidar a mi hermanita de 2 años.
Guillermo entró a seguir jugando en eso empezó a sobarse su pene estrujándolo con sus manitos, su deditos estiraban su verguita y a mi se me paraba verlo hacer,
se metió la mano en su culito rascándoselo repetidamente y al disimulo llevaba sus deditos a su nariz para oler lo que había sobado en su culito,
sentado como estaba vi sobresalir por entre su rota pantaloneta las pelotitas de su verguita.
Al ver eso se incrementói mi deseo sexual, le dije que me acompañara para que viera algo, le mostré la revista y sorprendido veía las figuras, me preguntó ¿Qué es? le dije culeo,
puso una risa forzada de sorpresa, le dije ¡Mira como lo hacen! ¿Quieres hacerlo? me dio un si muy rápido y lo llevé a mi cama, sin muchas palabras a continuación le bajé su pantaloneta,
vi su verguita parada como un capullo rosa de tanto estrujarla, en verdad que para su edad era grande, trataba de sobársela desforrandola pero estaba muy pegada y apenas se veía su cabecita,
Guillermo miraba boca abajo lo que le hacía con mis manos, miró mi verga parada que se acercaba a la suya, las unimos y al mismo instante nos acostamos, meneamos nuestras caderas culiándonos, nuestros penes sobando nuestras pelotas,
sólo se escuchaban nuestros gemidos y sonidos de placer, nos abrazamos dándonos vueltas en la cama y sintiéndo pegados nuestros cuerpos desnudos.
Le hice abrir de piernas poniéndole sobre su estómago una almohada, asi me mostraba su culote rosadote, no esperé más y le sobé mi verga en su culito lleno de placer, me pregunto que era eso y yo le respondí que era culiar.
Asi lo tuve por unos cuantos minutos dándole verga, sobándola por su culito, a él le gustaba porque cada vez que se movía lo hacía con mayor fuerza e intensidad, me decía que lo culee,
yo le decía que era rico lo que estábamos haciendo, pegamos nuestros cuerpos, nos cubrimos con las sábanas y frotábamos nuestros pies.
Volvimos a culiarnos, esta vez Guillermo con su verga sobaba mi culito, era gruesita y sentí algo de penetración que me gustó,
se movía tanto que sentía su excitación galopante, lo puse en cuatro, con mi verga y cadera empujaba su culo y como respuesta obtenía un quejido de placer.
Me acordé los momentos en que Guillermo se masturbaba su pene con las manos y dirijí mi verga a la suya agitándola con fuerza quería sentirla,
le dije que quería sentir su verga cuando con sus manos las sobaba, le decía que cuando apretaba su verga con sus dedos me gustaba, le di un beso en el estómago, estaba tan arrecho que no me contuve en chupársela como se ve en las revistas,
él hizo lo mismo conmigo y rápido nos levantamos de la cama, teníamos necesidad de orinar y asi nos fuimos al baño, mientras orinabamos, veíamos nuestras verguitas rojas de tanto culeo.
De espaldas lo llevé a mi pecho y parado mi verga buscaba su culito, me incliné un poco y él se puso en cuatro diciendome que lo culiara, que lo hacía rico, así que con fuerza agité sobando mi verga a su culito y lo bombardé de puntas y residuos de orina, él sólo hacía !ah¡ !ah¡ !ah¡ !ah¡.
Nunca olvidaré su sonido y gesto de placer, fue rico e inolvidable porque ambos aceptamos nuestro deseo de culiar.
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