Esclavo de mi hermano

Esclavo de mi hermano

Somos tres en la familia, mi madre, mi hermano y yo, que en aquellos momentos estaba en el último año de la Facultad.

Todo empezó el día en que me quedé, con 22 años, a solas con mi hermano, Omar, de 19.

El es un hermoso joven, de 1,65 de estatura, con castaño, carita de ángel, y por lo que les contaré, verdaderamente autoritario y superior a cualquiera.

Debo decir que me he masturbado con las truzas de mi hermano en multitud de ocasiones,

pues el cesto de la ropa sucia estaba en el baño, aprovechando la ocasión cuando estaba excitado.

Nuestra madre no volvería en quince días, ya que había viajado a otra ciudad a visitar a unos familiares y, nos había encomendado, como siempre, las tareas de la casa.

Claro, yo como hermano mayor tenia ventaja, así que decidí que el seria quien haría todo: ropa, comida, hacer la cama, etc…

El, chavito actual, se quejaba de que yo no ayudaba nunca a nada, lo cual crispaba sus nervios de mala manera,

y más aún cuando aparecía en mi cara un sonrisa burlona.

Aquella mañana en la que nuestros padres salieron de viaje, me levanté tarde, encontrándome a Omar con los quehaceres de la casa.

Como estábamos de vacaciones, me dedique a visitar a mis amigos y salir a dar la vuelta.

Mientras preparaba el desayuno cruzamos algunas palabras y me fijé en El.

Realmente estaba hermoso, con un pijama medio ajustada, estábamos en verano, y con solo unas truzas debajo se movía felino de un lado para otro, con lo que se mecían su media melena.

Vino hacía mí, y con voz melosa me propuso:

Ramón, ¿por qué no me ayudas un poco y terminamos antes?.

Yo, sorprendido contesté: mira Omar, no seas pesado, hazlo tú o déjalo sin hacer, pero no me fastidies, además, proseguí con sorna, esto es cosa de niñitos marioncitos como tu.

Más que nada esto último la enrabietó, insultándome y llamándome de todo y, si no me aparto, me abofetea la cara.

Yo reconocía que me había pasado, entre otras cosas por que no creía realmente lo que le había dicho, pero que fue mi perdición (o más bien mi fortuna)

Así quedó de momento la cosa, ya que me fui a la calle a encontrarme, como habitualmente hacía, con los amigos.

Volví a la hora de comer y todo estaba en orden y la comida preparada. «Este chico vale mucho» pensé, aunque no me dirigió la palabra en ningún momento.

Comimos en silencio y al terminar me dirigí a ver la televisión mientras El recogía la cocina.

Cuando terminó se fue a la ducha y después se sentó también, aunque muy serio, a ver la televisión.

Se había cambiado y llevaba puesto una camiseta ajustada que marcaba su pecho aun de niño pero ejercitado y un pequeño short que sólo utilizaba para estar por casa, por lo pequeño y estrecho que le estaba.

Yo dejé de interesarme por el programa de televisión y no perdía detalle de su cuerpo, sobre todo cuando estiraba y encogía las piernas, pues dejaba entrever bolas y huevos.

Mi excitación estaba llegando a tal nivel que mi miembro endurecido pugnaba por salir de su encierro. Por mi mente pasaban mil imágenes y fantasías con El,

e intentaba pensar que era mi hermano, pero tal vez era eso mismo, lo prohibido, lo que en definitiva más me animaba.

En algunos momentos cruzamos las miradas y supuse que Omar se había dado cuenta de la situación, pues el bulto de mi miembro era todo un poema,

y creí adivinar en su rostro un cierto reproche, pero aún así no cambió en ningún momento su postura.

Decidí terminar con aquella angustia dirigiéndome al baño a masturbarme, donde rebusqué en el cesto de la ropa las truzas que esa misma mañana se había quitado.

Las cogí, las olí y empecé una masturbación antológica. Estaba a punto de eyacular, derramando toda mi leche, cuando la puerta, la cual sorpresivamente no había cerrado, se abrió de par en par apareciendo la figura de mis fantasías masturbadoras, Omar.

Parecía que sabía lo que iba a encontrarse, pues con los brazos en jarra me espetó:

Cerdo, estoy harto de que utilices mis calzones para jalártela, o ¿creías que no me había dado cuenta?.

Al mismo tiempo acompañaba sus palabras con una fortísima bofetada, pero que no impidió que en esos momentos eyaculara como un bendito.

Eres un pedazo cabrón, pero ya veremos como explicas esto cuando se lo cuente a mamá.

Reaccioné como un chiquillo lanzándome a sus pies.

Por favor Omar, no le cuentes nada. Te prometo que no volverá a ocurrir. Es más, ahora mismo te lavo las truzas.

Apareció una sonrisa en sus labios que no presagiaba nada bueno.

Está bien, como te gustan tanto mis truzas te vas a desnudar completamente y te las vas a poner ahora mismo.

No hizo falta que me repitiera la orden y con la máxima diligencia la cumplí, esperando que pasara ese mal trago cuanto antes.

Salí al salón, muerto de vergüenza, su truza me quedaba muy apretada y fui a donde El me esperaba.

Su sonrisa no había desaparecido y su lenguaje, mientras giraba a mi alrededor, se volvió feroz.

Estas preciosa cariño, tendré que arreglarte un poco pero estoy seguro de que serás una buena putita.

Mi miembro, incomprensiblemente, de nuevo estaba en ristre, cosa que no pasó desapercibido a mi hermano,

la cual pellizcaba mis pezones y acariciaba mis nalgas con verdadera pasión.

¡Vaya, pero si estás cachondo de nuevo!.

A partir de ahora serás muy obediente y sumiso a mis caprichos, si no quieres que te castigue o lo que es peor, cuente a todo el mundo lo zorrita que te sientes con las truzas de tu hermano.

Para empezar, y como has dicho esta mañana que las cuestiones de la casa es cosa de mujeres y mariconcitos, pues te tengo noticias,

estas equivocado, es tarea de esclavos y desde ahora tu eres mi esclavo y me obedecerás en todo cuanto yo te ordene sumisamente.

Quiero que así como estás, empieces a ordenar y dejar como los chorros del oro el baño. Hoy, como eres una putita muy fina y no estás acostumbrada,

te explicaré qué se utiliza y cómo se hace la limpieza. Espero que aprendas pronto, porque en caso contrario tu culito lo va a sentir.

No debí cumplir con las explicaciones y expectativas, pues cuando pasó revista a lo encomendado se enfureció sobremanera:

Eres una inútil, mira como has dejado todo.

Yo balbuceaba pidiendo disculpas y prometiendo que lo haría mejor,

pero no contaba con el deseo que tenía mi hermano de disciplinarme cuanto antes.

Ven aquí, y ponte sobre mis rodillas, que vas a aprender por las buenas o por las malas. Totalmente humillado y sin fuerzas para rebelarme, me tendí como me ordenaba. No voy a bajarte las truzas por que está muy guapa con Ellas, y dicho esto me las introdujo por toda la raja del culo, dejando mis nalgas al descubierto.

Empezó acariciándome las nalgas con mucha ternura, mientras me decía:

Ves cariño, no te portas bien y me obligas a castigarte.

Al momento sentí un trallazo tremendo, zas, zas, zas, por lo menos veinte veces me azotó con su pequeña pero firme mano.

Se me saltaban las lagrimas, hasta que volvió a acariciarme en mis doloridas nalgas y separando la telilla de las truza buscó el agujero de mi culo y dulcemente lo penetró,

primero con un dedo y después con dos. Grité, supliqué que aquello no, pero mi miembro duro desmentía mis palabras y parecía pedir más.

El, siempre con voz dulce, me decía: vete acostumbrando hermanito, por que vas a ofrecer tu boca y tu culo a verdaderas vergas, y te sentirás como una reina.

Después de divertirse con mi culo, me hizo arrodillar, se le notaba excitado, su verga se marcaban más que nunca y su respiración era agitada.

Entonces empezó a quitarse la camiseta y el short estrecho que llevaba, dejando a mi vista sus pechos y un precioso palo totalmente parado que colmó todas mis expectativas,

dando por bueno todas las humillaciones que me había aplicado.

Con voz grave, que dibujaba su excitación, me ordenó: Lame mi verga, zorrita mía, hazlo hasta que me corra.

Como un poseso me lancé a comer, lamer, chupar aquella maravilla que me brindaba, mientras sacaba mi verga por un lado de la truza y me masturbaba.

El, al darse cuenta de mis maniobras, tiró de mis cabellos hacia arriba abofeteándome la cara.

Zorra, ¿todavía no te has enterado de que sólo tendrás placer cuando yo quiera?. No vuelvas a hacerlo o tendré que castigarte de nuevo.

Dedícate sólo a mi, a mi placer, putita.

Si, amo, perdón, no volverá a suceder. Continué lamiendo su delicioso miembro, y al mismo tiempo aprovechaba para lamer su lindo agujero del culito.

Sus gemidos me enloquecían, hasta que finalmente explotó en un delicioso orgasmo, que bebí como delicioso néctar.

Cuando se tranquilizó, con una mirada brillante y su ya mencionada sonrisa, me dijo:

Ahora, quítate las truzas y demuéstrame cómo te masturbas besando mis pies.

Obedecí de inmediato, envolviendo su truza en mi verga e iniciando unas frenéticas sacudidas que me llevaron a obtener el más fuerte y mayor orgasmo de toda mi vida bajo su atenta mirada.

Ahora mi pequeña cerdita, limpia lo que has manchado, suelo y truza, con tu lengua y vete a dar una ducha, pues esto no ha hecho más que empezar.

Mientras me duchaba, entró en el baño con espuma y cuchilla de afeitar, ordenándome que me depilara completamente las piernas, mi sexo y el ano,

ya que en el pecho no tengo pelo. Intenté protestar, pero sólo con su mirada entendí que lo mejor era obedecer,

pasando por mi mente las imágenes de la tarde, sin explicarme cómo un joven de su edad,

con aquella carita tan dulce, podía ser tan morboso y perverso.

Cuando terminé de arreglarme según su voluntad y muerto de vergüenza, tenía preparado en su habitación unas truzas, medias y un sujetador, que El mismo me fue colocando, mientras comentaba:

Ves, estás preciosa, vas a causar sensación en todo el mundo.

Sólo falta que compremos unos zapatos de tacón de tu medida y una bonita peluca,

pero no te preocupes que yo me ocuparé de todo, sonriendo complacido.

Pintó mis labios y me dio colorete en la cara, tras lo cual me besó suavemente en los labios, al tiempo que me decía:

siempre deseé tener una hermanita, pero ahora voy a tener una putita sumisa que me va a complacer en todo,

¿estás contenta?.

Sin pensármelo dos veces y con gran asombro, de mi boca salió un sí rotundo, mientras mi miembro se endurecía baja sus caricias en mis nalgas aún doloridas.

Me sacó al salón donde me hizo desfilar, recomendándome cómo debía mover las caderas, cómo debía sentarse una señorita,

en definitiva cómo comportarme en mi nueva condición.

Me hizo sentar mientras El hacía una llamada telefónica: ¿Pedro?, si soy Omar,

quiero que vengas a mi casa inmediatamente y que traigas tus cositas, tu me entiendes ¿no?.

Pedro era el amigo de mi hermano, Era un chico despierto pero bastante tímido, con el que había cruzado pocas palabras.

El saber que iba a venir me puso muy nervioso, pero Omar me tranquilizó.

No te preocupes zorrita, que con mi perrito vas a disfrutar como nunca.

No entendí nada, pero cuando sonó el timbre me ordenó ir a mi habitación hasta que El me llamara.

Oía hablar a lo lejos, pero no distinguía las palabras, hasta que sentí unos ladridos y las carcajadas de mi hermano.

A los pocos minutos se abrió la puerta de mi habitación apareciendo majestuosa la figura de mi hermano.

Se había cambiado y llevaba el pelo recogido, llevaba un pantalón de cuero negro, sin playera y unas botas

Ven putita, ya puedes salir. Espero que te portes como una verdadera señorita y no me dejes mal, pues de otro modo te vas a arrepentir.

Las piernas me temblaban y sentía mi corazón palpitar con inusitada fuerza, conforme nos acercábamos a la puerta del salón.

Cuando la franqueamos obtuve la mayor sorpresa de mi vida. Pedro, el que yo creía amigo de Omar estaba desnudo, a cuatro patas, con un collar de perro al cuello y nos recibía con fuertes ladridos.

Omar, entre risas, contemplaba nuestra caras de asombro e inició las presentaciones de rigor:

Mira putita, este es mi perrito faldero.

Es con quien me he iniciado en este maravilloso mundo de la dominación. Cada vez que intentábamos hacer el amor,

él sólo estaba preocupado de mis pies, por lo que decidí, después de leer algunos relatos de este tema, que asumiese plenamente su condición.

Y aquí le tienes como un buen perrito lamedor, adiestrado para complacerme.

En la intimidad, solo puede estar en mi presencia a cuatro patas y dirigirse a mí con sus ladridos, nunca con palabras.

Ya me había dado cuenta que despertaba una gran inquietud en ti, pero tengo que reconocer que nunca creí que eras una puta esclava,

pues siempre querías sacar ventaja de ser el mayor, pero desde ahora no tendrás mas dueño que Yo.

Después de dicho esto le llamó a Pedro: Ven aquí perro y demuestra cuánto quieres a tu amito.

Le vi avanzar con diligencia lanzando sus ladridos hasta llegar a los pies de Omar, los que lamió con devoción.

Luego me tocó el turno a mi. Explicó, dirigiéndose a su perrito: Te había prometido una perrita, pero sólo he encontrado una putita.

Pero no te preocupes por que igualmente la disfrutarás; mira qué bonito culo tiene, decía tocándome las nalgas, y sus piernas están muy suaves, estoy segura de que vais a disfrutar de lo lindo.

Pedro, o mejor dicho, el perrito de Omar, mucho más acostumbrado que yo a esa situación,

se veía que ya tenia bastante de entrenamiento contestaba con ladridos a esas palabras sin importarle mi presencia.

Bueno, prosiguió, una vez hechas las presentaciones, y para que sean buenos amigos, quiero que se conozcan mucho mejor.

Me ordenó que me arrodillara, a lo que obedecí de inmediato ya metido en mi papel, lo que lo complació sobremanera pues me dedicó una sonrisa y una caricia en mi mejilla.

Acercó sus labios a mi oído y me dijo: Ahora me vas a demostrar lo sumisa y puta que eres dándole una buena mamada en la verga a mi perrito.

Me negué a hacer aquello, ¡qué se había creído!,

pero mi hermano se levantó con ímpetu del sofá y me abofeteó sin compasión, mientras me decía: zorra, qué te piensas, tu no tienes voluntad, me pertenece y harás todo lo que te ordene o te muelo a palos.

Dicho esto comenzó a golpearme en el culo con fuerza hasta que mi culo enrojecido y mi llanto lo enterneció.

Yo, aprendida la lección, bajé sumisamente mi cabeza e introduje aquel miembro en mi boca, ensalivándolo, lamiendo y chupando como una experta puta.

Al mismo tiempo que crecía esa verga en mi boca, Omar, apartando mis truzas, me penetró con un dedo en el culo, luego introdujo dos, acariciando también mis nalgas y diciéndome:

Ves putita, no es tan difícil, solo hay que poner un poco de buena voluntad y obediencia, además, por como se te ha puesto la verga, veo que te está gustando;

estoy segura de que serás una magnífica mamadora.

Omar se desnudó y apareció ante nosotros como un adorable dios.

Pedro, su perrito faldero, como El lo había llamado, comenzó a ladrar, y a mi mismo, viéndolo de reojo, se me endureció más, si cabe, el miembro.

Una vez sentado de nuevo en el sofá y con las piernas abiertas me impidió seguir mamando aquella verga, obligándome a amorrarme a su preciosa verga completamente humedecida.

También se dirigió a su perrito, que se había quedado con la verga dura y a dos velas: no te preocupes, que hoy tendrás tu ración, pero no te correrás en su boca, pues quiero hacer de mi putita una verdadera mujer.

Baja su truza hasta las rodillas y lame bien su culo.

Mientras yo lamía aquel maravilloso culo, sintiendo sus espasmos y agitación, mis truzas resbalaron hasta mis rodillas y la lengua humedecida del perrito penetraba en mi ano arrancándome sensaciones placenteras del todo inimaginables.

A una señal de Omar, el perrito apuntó su fuerte miembro en mi ano y me penetró completamente.

El dolor inicial, poco a poco fue dejando paso a un gran placer, que se acentuó cuando, al mismo tiempo que me ensartaba, tocaba mi verga endurecida.

En pocos minutos y en medio de gemidos y ladridos, los tres nos corrimos deliciosamente,

sintiendo como mi culo se encharcaba con la leche del perrito faldero y mi boca se inundaba de jugos celestiales.

Pedro, se desenganchó de mí y rápidamente comenzó a lamer los pies de su dueño. Yo apoyé mi cabeza en sus piernas en muestra de agradecimiento.

Omar, con su sonrisa impertérrita en los labios nos dijo: debo pensar un nombre adecuado para cada uno de ustedes, pues su nueva vida en sumisión no ha hecho nada más que comenzar.

Desde aquel día, puedo decir con toda seguridad que encontré lo que ni yo mismo sabia, han pasado tres años desde entonces, y sigo siendo esclavo de mi hermanito,

que al paso del tiempo se ponía más hermoso y mas estricto con nosotros, además de Pedro ya tiene otro esclavo que al igual que nosotros, también lo adora.

Reconozco que me ha convertido en una verdadera puta, y todas las humillaciones que nos hace pasar a mi y a sus otros esclavos solo hacen que lo adoremos aun mas,

en realidad no se que es mas fuerte, si el miedo que le tengo a mi hermanito AMO o el amor que le profeso,

pero lo que si estoy seguro es que quiero ser su esclavo por siempre.

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