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Examen de próstata


Llevaba más de media hora dándole vueltas sin atreverme a subir.


¡Joder! ¿Por qué leches se le habría ocurrido a mi madre que tenía que pasar esa revisión?


Nervioso llego hasta el bar donde he desayunado hace un buen rato, un zumo de naranja, vuelvo hasta la parada del autobús, enfrente de la parada, el portal número 22 y la puta placa: Dr. Arzúa Aparato Digestivo, 3º Piso.


Voy a desgastar las baldosas de la acera y se me va a pasar la hora de la consulta. Dios, sudo de angustia.


Me decido y toco el timbre, Carmina su enfermera-recepcionista abre la puerta por medio del portero automático. Claro y, ¿por qué conozco yo a Camina y el Dr. Valenzuela ayudante del Dr. Arzúa?


Todo empezó con una gastritis, vamos que me dolía el estómago, no mucho pero en mi casa decían que se me estaba quedando cara de amargado. Mamá llamó a su amigo, todos los médicos eran amigos de mamá, y concertaron una visita.


La primera vez me acompañó ella, para decirle al doctor donde me dolía y explicarle los síntomas, claro ella piensa que su hijo, con 25 años encima, es más tonto que Abundio que, a decir verdad, ni le conozco ni sé si es tonto.


Ese día, menos mal, el ascensor funcionaba, porque de no haber sido así, la hubiera armado parda. Nos recibió la belleza rubia, vestida de blanco con cofia, que se llama Carmina.


Sonrisita por aquí y volantes por allá. Estaba distraído mirando todo el papeleo que se llevaban entre manos mamá y la tal y no me di cuenta de que tenía alguien a mi espalda hasta que habló.


-¿Ha llegado ya el siguiente paciente Carmina? – La susodicha levanta la cabeza y mira hacia mí, pero no soy yo el motivo de su sonrisa de gata encelada, su mirada me atraviesa y por la fuerza del golpe giro la cabeza –


-Sí doctor Valenzuela, es este señor. – Habla y se le cae la baba, no importa ya que tiene labios bonitos y dentadura tan perfecta que huele a los euros invertidos en ella –


La he escuchado de milagro, digo esto porque si a ella se le está cayendo la baba, a mí que soy más bruto se me está desencajando la quijada. Joder con el doctor Valenzuela, 35 ó 40 años y está, el tío, más bueno que el pan, el pan que me manda a buscar mamá los domingos a la mañana, que cuando llego al portal tengo que volver donde Rosi a buscar una barra más.


Madre mía como está, y la sonrisa que me brinda, ¿a mí o a Carmina? Pues parece que es a mí porque Camina me dirige una mirada asesina, piensa que le disputo la atención del doctor Valenzuela.


-Bueno, muy bien, vamos a ver, tu nombre es Alfredo, ¿cierto? – Otro que se parece al vidente de la tele con su: ¿cierto?, ya tocan los cojones, que tengan que terminar sus frases con la puta muletilla –
-Sí, doctor. – No se lo tengo en cuenta porque es más guapo que el vidente, como de aquí a Lima, sí, sí, seguro –


-Bien pasa conmigo, por esta puerta, mira te desnudas, te pones esa bata y luego vas por aquella puerta, ¿entendiste? – Como coño no voy a entender, ¿se creen que soy idiota o qué?, entrar por una puerta y salir por otra, joder y me lo estoy repitiendo a mí mismo, seré majadero –


Según cierro la puerta, por la que tengo que entrar, oigo a mamá.


-Oiga doctor, ¿puedo estar presente? – Mamá parece angustiada, ¿tanto me quiere? –


-No, no señora, es mejor que no, puede esperar en la sala de visitas o mejor, como vamos a tardar bastante, puede irse al Corte Inglés y entretenerse. – Vaya sitio al que le mandaba el doctor Valenzuela, debía de ser listo, a mamá hablarle de tiendas es lo mismo que perderla –


Lo difícil ya está hecho, entrar por una puerta, el cincuenta por ciento, ahora la fácil quitarme la ropa y ponerme la bata y, he aquí el dilema, ¿me quito también el calzoncillo?, me ha dicho que me desnude, o sea, que todo fuera y a ponerse la bata, ¡vaya bata¡, si la abertura va para delante se me sale la verga y si va para atrás el culo, pues como ya la tengo morcillona, por los efectos causados del doctor Valenzuela, la apertura para atrás, decidido, y ahora otra vez lo difícil, el otro cincuenta por ciento, salir por la otra puerta. Vamos un problema de ingeniería nuclear.


Está de espaldas a mi otro doctor, vestido también con su bata blanca y antes de que se dé la vuelta entra el doctor Valenzuela.


-¿Qué mandas Juan, que quieres que hagamos primero? – Bien ya sé que el doctor Arzúa se llama Juan de nombre de pila y se vuelve para mirarme. Pero bueno, aquí se juntan todos los médicos que están buenos, sí, sí buenos de salud y de lo otro. El doctor Arzúa no le anda a la zaga al doctor Valenzuela, igual unos años mayor pero cañón, cañón.


-Rafa, lo primero es lo primero, las placas, como siempre. – El doctor Valenzuela es Rafa, vamos Rafael, como el Arcángel, así está él, hecho un ángel sin alas –


-Bien, bien, pasa por aquí Alfredo, a ver, ponte aquí, así, pégate bien, levanta la cabeza, gírala. No, no, así no, más pegado.


El Rafael se abalanza hacía mi, pone sus manos en mi estómago y abdomen y me empuja hasta que quedo pegado como una lapa a lo que haya detrás, el soporte donde colocan las placas negativos. Menos mal que sus manos no han bajado cuatro centímetros más por debajo de mi abdomen que se hubiera encontrado una sorpresa inesperada.


-Sí, sí, ahora contén la respiración, sí, sí, ya está, ahora otra de costado, a ver, a ver, un poco más atrás, un paso, un paso, solo un paso.


Parece enfadado y eso que yo le hago caso, un paso es un paso, digo yo, me cago en la puta, ahora sí que, si que, el descarado, pone la mano donde no debe, encima del rabo para empujarme y en el culo para que no rebase la línea imaginaria o “Ligne Maginot” que pasaron los alemanes, con disgusto de los franceses en la Segunda Guerra. Se entretiene más de la cuenta calculando la distancia y empujando unas veces con su mano izquierda que esta encima de mi culo o con la derecha justo encima de mi verga.


-¿Has acabado ya? – Pregunta Juan Arzúa –


-Sí, sí, esto está listo, venga Alfredo, la siguiente prueba. Mira, ahora te vas a poner en esta mesa, para que estés más cómodo es mejor que te quites la bata y te quedes desnudo.


Atiendo su orden, sugerencia, o lo que sea y retiro el velo de mi cuerpo, porque de eso se trata, de un velo que no tapa nada, ya tengo el rabo al palo y creo que es mejor que se vea al natural y no la tienda de campaña que tenía montada, más alta que las que tenían los egipcios instaladas en la plaza Tahrir de el Cairo.


Se trata de una mesa basculante, me sujetan las muñecas y tobillos a la mesa con unas correas, crucificado como Cristo, bueno como no son clavos y son correas las que me sujetan, digamos que como uno de los ladrones.


Ahora se desplaza hacía la mesa el doctor Arzúa, la mesa ha girado y estoy ligeramente inclinado con la cabeza hacia abajo y la sangre se me está subiendo a la cabeza, mejor dicho bajando, el doctor va palpando mi estómago haciendo presión con sus manos hasta llegar a la parte baja de mi abdomen.
Luego otra postura y otra y así veinte, las manos del doctor, manos de santo, parecen acariciar hasta cuando aprieta con fuerza y me está llevando al limbo de la inconsciencia, tengo que cerrar los ojos y pensar en algo feo, Quasimodo, eso, en el pobre Quasimodo porque estoy que me derrito como mantequilla en el fuego. Debo de estar más rojo que el sol de la felicidad del Ocaso, Dios, me sudan hasta las pelotas y eso que las tengo encogidas como cuando me meto en una ducha de agua fría.
-Mira, mira, toca aquí Rafa, aquí hombre, ¿a ti que te parece?.


-Parece que hay algo duro, como un tendón, ¿es lo que tú has notado?, sujétale la polla, retírala de aquí.
Entre el Rafa que tira de ella, el Juan que baja la cabeza para inspeccionar y me proyecta su cálido aliento en los huevos, voy a explotar o al menos me los va a freír bien fritos, con puntilla, como le gustan a un personaje celebérrimo en nuestro país por sus proezas de caza.


-Bueno Juan y, ¿tú qué opinas? – El doctor Arzúa mira al doctor Valenzuela y, doctamente determina –
-Yo le veo muy bien, se ve que el chico hace ejercicio y está duro, tiene unos buenos abdominales.
-Sí, otras cosas también las tiene duras. – Sueltan una ligera risita los dos mientras van soltando mis muñecas y tobillos –


Recojo la bata para volver a colocármela y el doctor Valenzuela me dice que no.
-No, no te vistas aún que ahora viene lo mejor, a ver súbete en la camilla, en esa.


No parece una camilla, yo diría que es más bien una silla-camilla de esas, donde miran a las mujeres cuando van al ginecólogo, allí me colocan con las piernas separadas, deben estarme viendo hasta los pelines que tengo en el ojete y que no consigo verme yo por mucho espejo de aumento que emplee.
-Ahora tranquilo que te tenemos que hurgar un poco por aquí abajo y no va a pasar nada.


Como para estar tranquilo, Rafa ha cogido mi polla y la aparta hacía un lado pero la agarra con gusto y, sin darse cuenta, creo yo, va bajando y subiendo el prepucio lentamente haciendo aparecer y desaparecer el glande, vamos, todo muy técnico pero una señora paja en toda regla. El doctor Arzúa por su parte esta acariciando con suavidad la entrada de mi ano y de vez en cuando coge de un tubito una pomada que va extendiendo haciéndome masaje y que mi boca inferior agradece.


-Bueno ahora tranquilo que te voy a meter el dedo un poquito, sin llegar hasta la próstata.


Leches que gusto me da, mete su dedo haciendo círculos con él, me da la sensación de que mi ano se cierra y se abre más de lo necesario.


-Aquí no se puede estar del calor que hace. – Dice el doctor Valenzuela a la vez que se va despojando de su blanca bata, porque veo que por dentro no lleva más que un ligero pantalón sujeto a la cintura con un lazo, tira de él y el pantalón cae al suelo.


A estas alturas de la película lo que más me importa es que el doctor Arzúa siga con su dedo dentro de mí, me está dando un gustirrinin de la hostia, por eso, cuando decide hacer lo mismo que el otro galeno, quedarse en pelota picada, siendo llanos, lamento que tenga que retirar su dedo que ya entraba bien adentro, para ayudar a su otra mano y retirar la escasa ropa que lleva.


-Te gusta la prueba Alfredo, esta prueba que ahora te estoy haciendo. – Me pregunta el doctor Arzúa –
-Sí, sí, doctor me encanta, puede continuar. – Pues ya no hay marcha atrás, el doctor está empeñado en que tiene que llegar hasta la próstata y testar la salud de la misma y se afana en meter primero un dedo y luego el segundo y como nadie le dice nada, los que se le pone en gana –


No puedo estar sin hacer nada y sujeto el nabo de Rafa, lo tiene que me muero por lamerlo, me conformo con chuparme el néctar que cae en ella, a chorros, si señores a chorros, como en la fuente del Chorrillo de Haro que de chorrillo nada.


-¡Ay!, doctor, ¡ay¡, que bien me entra. – Suspiro emocionado –


-Ten, ten un poco de biberón y no te quejes. – Rafael, mi Arcángel bueno, me acerca su verga que la estaba deseando, y me esfuerzo para llevarla a mi boca, y chuparla que me sabe más rica que la sandía fresca en verano con 28 grados a la sombra –


-Dios, Rafa, ¿me dejas que te tutee, ahora que hay confianza?


-Tú tutéame pero no dejes de mamar que lo haces de maravilla y se nota que te gusta, dale, dale, mete un poquito más. – ¿A qué llamará Rafa un poco más? Solo falta que me meta los cojones el bestia –
-Esto parece que ya está preparado y listo y puede entrar cualquier cosa, hasta Pedro por su casa. – El doctor Arzúa está satisfecho de su trabajo y tira de mi cuerpo para aproximar mi culo al borde de la mesa, allí se agacha, acerca su rostro y, la leche, ¿qué es esto?, me mete su lengua hasta el fondo del ojete. Pero como lo hace de bien, por ahora el mejor galeno que he encontrado.


-Juan, mi doctor, ya me estas curando, ¡ay¡, que bien me siento, que lengua tan divina tienes, que lástima que no entre más adentro.


-Deja de quejarte y mama más rápido chaval que estás perdiendo el tiempo. – Me dice Rafa –
Es que no se qué hacer ni que atender, Juan me está llevando a la gloria con la comida de culo y el sabor de la verga de Rafa es de escándalo.


-Ahora viene el asalto final, ya verás como gozas ahora chiquillo. – El doctor Arzúa tira de mi y enfila su dura verga para embocarla con mi ano que expectante la espera, tiene una verga de aúpa el carajo y él está rojo como un cangrejo que acaba de salir de la cazuela –


Es un gusto tremendo, cuando con su polla puntea mi entrada y aprieta y buffffff, me cago en los cojones de Atila, que gusto me da el galeno y poco a poco me entra, me entra hasta llenarme, ¡ay¿, la leche divina, ¿qué es esto?, es la gloria, el paraíso, estos dos sementales son mejores que las huríes, las vestales y todas las promesas de los dioses, estos son los bisontes que guarda Manitú en sus paraderas para los guerreros gloriosos, qué dos vergas.


Juan no para, está cogiendo un ritmo endiablado y Rafa ya no quiere que se la mame, se pajea como un loco y se le va a verter la esencia por el suelo y yo la quiero beber.
-Rafa, que ni se te ocurra desperdiciar nada.
-No te preocupes querubín que vas a tener tu ración de leche bien natada.


Juan está que no puede más, le va a dar un patatús, rojo, descompuesto, como una locomotora de vapor a punto de reventar.
-Joder chaval que culo más rico que tienes, ni próstata ni hostias, lo tienes más sano que una berza en la huerta a 10 grados bajo cero, la madre que te pario, que bien te hizo.
A todo esto no paraba de meterla y sacarla hasta que abrió la boca, como queriendo comerse el mundo de un bocado y se me hinco que me llegó hasta la garganta.


-Agggg, toma, toma, toma. Bruuuuu.
Movía su cabeza como un descosido, llevando el ritm

o de una danza africana con hechicero y tambores y me la metía fuerte, con toda su alma y ahora sí, ahora me la tocó, me tocó la puta próstata y lance un grito salvaje para acompañar su danza.
-Abre la boca precioso, abre que me que viene toda.


La mano de Rafa no descansaba, no la veía de la rápido que machacaba y machaca y un grito gutural, que le jodió la garganta, me anuncia que abra bien la boca. Dispara, dispara y me cae por toda la cara y me embadurna todo y en la boca una migaja, cabrón que mal apunta.


-Ay, ay, esto es demasiado. – Dice Rafael, desmayado, apoyado en la camilla y dejando, al menos que le lama las últimas gotas que le salen por la uretra –


Juan se resiste a retirar la verga de mi culito y se lo agradezco, el que aun la tenga dura y que me siga dando placer porque estoy a punto de caramelo, sin tocármela ni nada, salen de mi interior torrentes de sustancias sísmicas y casi pierdo el sentido y las carnes me tiritan y se me hace un nudo en el estómago que me duele. Poco a poco recobramos el resuello y la vergota de Juan se escurre de mi culo y me deja más desamparado que a los pobres romeros un día de romería con tormenta la invocación del Parral.
-Bueno a ver, creo que debemos programar otra sesión, y analizar bien las causas y los motivos de esos ardores de estómago, ya hablaré ahora yo tu señora madre y para las próximas sesiones no hace falta que te acompañe. Ahora límpiate y vete a vestir, a hacer el camino contrario, ¿me entiendes?
Si, esto es la leche, que si le entiendo, ahora el otro doctor tomándome por tonto.


Por eso es que los conozco y hoy, después de varias sesiones, y parece que no mejoro, voy por mi sexta sesión y estoy un poco temeroso, van a ensayar un método nuevo, para palparme bien la próstata creen que lo mejor es probar pero con sus dos pollas dentro. ¿Entienden mi miedo?
Fin

Ya saben, este es mi correo, por si alguno me quiere comentar:
jaime.iriarte92@gmail.com

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