GOZANDO CON MI PRIMO

GOZANDO CON MI PRIMO

Recuerdo la primera vez que vi desnudo a mi primo Diego…

Acababa de cumplir 17 años pero parecía mayor, tenía un cuerpo excelente porque le gustaba mucho practicar toda clase de deportes.

Por esos días yo estaba llevando un curso de fotografía mientras duraban mis primeras vacaciones de verano en la universidad.

Entonces para terminar nos dejaron un trabajo de hacer fotografías con el tema que escogiéramos de una lista y uno de ellos era «Desnudo» (artístico, claro).

Como a mí se me hacía por mi primo desde mucho tiempo atrás, pensé, «Esta es mi oportunidad».

Como vivimos en la misma casa no tuve problema en hablar con él.

Lo llevé a mi habitación y con un tono de voz entre suplicante y de primo mayor que exige que le hagan favores (yo tenía 18 años) le planteé el asunto y que necesitaba que posara para mí porque no tenía a nadie más…

«¿Me vas a tomar fotos sin nada de ropa?», fue su primera pregunta.

Yo le dije que sí y luego de hablarle un rato más diciéndole que serían fotos artísticas, solo sugerentes y con sombras lo convencí.

Convenimos que lo haríamos al día siguiente en un momento que no hubiera nadie para evitar interrupciones y malos entendidos.

Improvisé un estudio en una habitación desocupada del tercer piso y le dije que ya estaba todo listo.

Mi primo estuvo un poco dudoso pero luego fue quitándose la ropa poco a poco aumentando mi excitación con cada prenda hasta que quedó en calzoncillos.

El bulto bajo estos era considerable y yo quería que se los quitara ya pero ahí se quedó.

«¿Qué pasa?, dije que sin nada de ropa… no te preocupes Diego, nadie va a saber que eres tú».

Diego hizo un gesto de fastidio pero finalmente se quitó la prenda, mostrando un miembro hermoso,

lo tenía grande como de 10 cm, los huevos le colgaban gordos y lampiños y un poco de vello púbico casi rubio coronaba esa visión.

Conteniéndome al máximo y simulando lo más que pude le empecé a tomar fotos mientras le indicaba tal o cual pose,

todas tal como me enseñaron en el curso excepto unas cuantas que quedarían para mi «colección privada»,

claro que Dieguito ni cuenta se daba…

Al final obtuve una nota excelente y al decirle a Diego sonrió entre orgulloso y avergonzado, a mí me causó ternura y le acaricié la cabeza.

«No te preocupes, nadie en la casa se va a enterar», le dije al oído y le di un beso en la mejilla.

Los años pasaron y nuestra relación más que de simples primos era de muy amigos, él me veía como su ejemplo a seguir,

me tenía en un altar el chiquillo, hasta se decidió a estudiar la misma carrera que yo y me convertía así en su guía…

En lo único que no era su «maestro» era en el tema de las mujeres porque claro yo no estaba interesado en ese aspecto, pero también me di cuenta que él tampoco mostraba mucho interés.

También durante el tiempo transcurrido nuestros padres habían hecho modificaciones en la casa

convirtiendo cada planta en un departamento y decidieron darnos algo de independencia dándonos el 3er piso que tenía salida propia para que viviéramos ahí los dos.

Esta libertad conllevó a cosas como andar en calzoncillos por todas partes o salir de la ducha sin ponerse siquiera una toalla,

esta situación me encantaba pues podía ver cómo mi primito había crecido hasta convertirse en un hombre,

su verga tenía ahora unos 12 cm en reposo igual que la mía y estaba bastante velluda,

y siempre que podía lo veía desnudito de reojo pero también me di cuenta que él me veía cuando andaba desnudo pero nunca pasaba nada,

mas esto sumado a su aparentemente nulo interés en las chicas me hizo pensar que tal vez sería homosexual como yo

así que decidí encontrar el momento oportuno para descubrirlo.

La oportunidad llegó cierto fin de semana que nuestros padres se fueron a la casa de playa y decidimos robarnos algunos licores del bar de los míos para celebrar mi próxima graduación.

Para entonces yo ya tenía 21 años y él 18, llevábamos casi dos años completos viviendo juntos.

Total que nos robamos 1 vodka, 1 tequila y no sé qué más que para cuando mis viejos se diera

n cuenta ya sería demasiado tarde…

Bebimos tanto e hicimos tales mezclas que terminamos bastante ebrios, aunque yo tengo bastante aguante a diferencia de él y decidí llevar a cabo mi plan.

Como les dije, acostumbrábamos andar en ropa interior cuando estábamos solos y aquella noche no fue la excepción, sobretodo tomando en cuenta que estábamos en verano.

Diego acostumbraba siempre usar slip pero aquella noche se había puesto un bóxer bastante holgado que no le marcaba nada de su anatomía, yo tenía un bóxer también pero ajustado.

Cuando ya estaba bien tomado mi primito y se reía por cualquier tontería fui y me senté a su lado en el sofá, pasándole un brazo sobre los hombros.

Le dije que era mi primo favorito y que era de la puta madre y que por eso lo quería un montón (cosas que normalmente la gente ebria se dice entre sí, ¿no?),

entonces él me dijo casi lo mismo y lo remató con un beso en la mejilla,

cosa que tampoco tenía nada de extraño porque en mi familia hombres y mujeres acostumbramos demostrarnos cariño con esos besos…

Luego comenzamos a hablar tonterías hasta que finalmente hice mi primera jugada.

«Primo, qué raro, ¿por qué te has puesto esto hoy día?»,

le dije tocando su bóxer por la pierna.

El pareció extrañarse un poco pero rápidamente cambió de cara y me dijo, «Ah, claro, como siempre uso de los otros…».

Yo le dije que sí, entonces me dijo que quería probar algo nuevo, así que como si bromeando le dije,

«No, lo siento mucho pero no me gusta».

Él empezó a reírse y comenzamos un juego de «Ah, no te gusta», «No, no me gusta» y nos reíamos entonces él dijo,

«Si a mi jefe (así me llama de cariño) no le gusta, entonces me lo quito»,

y dicho y hecho se lo quitó, dejando libre aquella verga que yo tan bien conocía, al menos de vista.

Gané la primera jugada.

Entonces lancé otra jugada. «Ah no, ¿ahora tú vas a estar así y yo tan vestido?»,

así que también bajé mis calzoncillos, mostrando mi verga que realmente se parece mucho a la suya, salvo que a él le hicieron la circuncisión.

«Así está mejor».

Diego no paraba de reírse como un niño a todo esto y cuando yo me quité el bóxer empezó a dar de gritos y aplausos como celebrando.

Tanta risa y roce también porque seguíamos sentados muy juntitos el uno al lado del otro y ahora con nuestras pieles en total contacto sin nada en medio,

al parecer hicieron que mi primito empezara a «despertar». Me di cuenta que de pronto su pene empezó a palpitar, signo inequívoco de una erección que en efecto se hizo notoria al cabo de unos segundos.

«Vaya, parece que alguien a salido a explorar», dije.

Diego vio su pene erecto y riéndose lo tomó con su mano y comenzó a jugar con él como si se tratara del control de un videojuego,

hasta haciendo ruiditos y todo, realmente parecía un niño travieso.

Mientras tanto no dejábamos de reírnos y ver eso hizo que también mi verga despertara hasta alcanzar su máximo tamaño,

mi primo se percató de eso y aquí empieza lo bueno…

Para sorpresa mía mi primo tomó mi pene con su mano izquierda y siguió con su «videojuego».

¡Esto me puso a mil!. Diego jugaba como si nada y aparentemente sin percatarse que yo me había quedado callado y más bien tenía los ojos cerrados y con cara de estar gozando de ese placer gratuito…

entonces empezó al principio muy lentamente a mover su mano de arriba abajo…

¡me la estaba corriendo!.

Yo abrí los ojos y me lo encontré viéndome con mirada lujuriosa y mordiéndose el labio inferior mientras seguía pajeándome y pajeándose a su vez.

Yo entonces me acomodé mejor y nuevamente cerré los ojos.

«Así Dieguito, eso primito», le dije.

Al escuchar esto empezó a acelerar el ritmo, podía sentir cómo me jalaba el prepucio y lo volvía a su lugar,

era riquísimo cómo me la estaba corriendo cuando súbitamente se detuvo.

Yo estaba a punto de reclamarle cuando sentí algo húmedo y cálido en la punta de mi verga.

Abrí los ojos y con gran placer me di cuenta que estaba empezando a chupármela.

Le daba lengüetazos rápidos como si fuera un helado, se notaba que no sabía cómo hacerlo.

«Abre bien tu boca Dieguito», le dije y tomándolo por la cabeza apunté mi pene directo a su boca y lo introduje has

ta el fondo haciendo que se atragantara.

Le pedí disculpas y saqué mi pene de su boquita pero él me dijo sonriendo que estaba bien y entonces repitió lo que yo le hice pero esta vez a su modo y así empezó a darme una chupada deliciosa,

sentía su lengüita recorrer cada pliegue de piel, cada centímetro de mi verga,

de rato en rato pasaba su lengua por mis huevos, jugueteaba con la piel y los vellos, estuvo riquísimo…

Al rato yo sentí que me venía, pero como no quería que esto pasara aún le dije que se detuviera.

Diego me hizo caso y se incorporó. «Ahora yo te voy a hacer algo bien rico – le dije – pero primero quiero que hagas una cosa…».

Lo mandé que vaya al baño a lavarse bien el culo.

Al escuchar esto él puso cara de emoción y se fue corriendo al baño y al rato volvió.

«Ya primo, bien enjabonado y limpio… ¿qué quieres hacerme?».

Yo entonces lo hice ponerse en cuatro mostrándome el culo.

Así lo hizo, entonces empecé a besarle las nalgas tan redondas y ricas que tiene.

Las besaba y lamía sin dejar un centímetro sin recorrer y luego poco a poco con mis manos fui abriéndole el culo,

hasta que finalmente apareció ante mí su agujero estrecho y virgen.

Entonces con la punta de mi lengua empecé primero a darle chupaditas alrededor.

Mi primito daba suspiros de placer al sentir ese húmedo visitante en su agujerito y dio un largo gemido cuando finalmente introduje mi lengua.

No encontré ningún mal sabor así que comencé a meter y sacar mi lengua como si fuera un pequeño pene provocando que mi primito se estremeciera de placer.

Al rato quise darle un poco más a Diego y como su culito ya estaba lubricado y relajado con la chupada,

le introduje de golpe do dedos en el culo. Dieguito dio un grito que si hubieran estado nuestros viejos hubieran subido corriendo…

¡afortunadamente los vecinos no tenían llave de la casa!.

Movía mis dedos dentro de su culo haciendo que mi primo empezara a mover las caderas al ritmo de mis dedos.

«¡Méteme la pinga por favor!», gritó de repente Diego.

Yo besé su culito sacando mis dedos y le hice darse vuelta.

«Todavía no», le dije sonriendo.

Entonces lo besé. Sus labios suaves y cálidos eran deliciosos, pronto nuestras lenguas estuvieron entrelazadas,

fue el beso más apasionado de mi vida…

Después de este beso nos fuimos a mi habitación.

Una vez allí comenzamos a hacer un 69, yo encima de él. Ahora Dieguito ya sabía bien cómo chupar y yo por fin pude probar esa pinga tan deseada,

saboreaba su glande rojo e hinchado, lamía ese tronco duro y palpitante,

chupaba uno a uno esos huevos redondos y gordos.

Entonces sentí que Diego empezó a explorar mi culo también como yo se lo había hecho antes y me dio un placer extremo.

Mientras me chupaba el culo me masturbaba lentamente pero tanto placer hizo que ya no aguantara más y me corrí como nunca antes,

le llené la cara de leche que él ávidamente se tragaba y saboreaba por primera vez.

Yo entonces aceleré la chupada hasta que finalmente logré que me llenara la boca con su lechita caliente y deliciosa.

Después de esto nos abrazamos y besamos.

«Dieguito, qué rico que eres primito», le dije.

Él me besó de nuevo y dijo que yo era el mejor, que de haber sabido que me gustaba hace rato se hubiera entregado.

Yo entonces le pregunté si era su primera vez y respondió que sí,

que siempre le habían gustado los hombres pero nunca se había atrevido a decirle nada a nadie y qué bueno que yo había sido el primero y que también sería el único…

Todas estas cosas que me dijo me sonaron tan tiernas que nuevamente lo vi como mi querido primo menor y no como mi nuevo amante,

así que le di un beso en la mejilla y a poco nos quedamos dormidos.

Al día siguiente yo me desperté primero.

Vi el reloj, era casi mediodía. Mi primito dormía acurrucado a mi costado,

tenía una cara de inocencia al dormir, nadie adivinaría sobre la lujuriosa noche que había pasado.

Después de observarlo un tiempo decidí despertarlo con un beso. Dieguito abrió los ojos al sentir mis labios y sonrió.

«Buenos días, primito», me dijo y le respondí igual.

Le dije que mejor nos dábamos una ducha para despejarnos así que nos dirigimos al baño.

En la ducha nos estuvimos besando y acariciando y nuevamente me dio una chupada espectacular.

El resto del día nos la pasamos totalmente desnudos en el depa,

aprovechando todo momento para tocarnos, besarnos y chuparnos.

Un par de veces Diego me pidió que se la metiera pero yo siempre le decía, «Todavía no».

La noche llegó. Esta vez no tomamos nada. Acabábamos de comer algo cuando abracé a Diego por atrás y le susurré al oído,

«¿Quieres?», mientras acomodaba mi pene entre sus nalgas.

Dieguito no dijo nada, solo volteó emocionado y me besó en la boca.

Lo tomé de la mano y lo llevé a la habitación.

Nos acostamos en la cama besándonos y acariciándonos todo el cuerpo, nuestros penes ya estaban erectos y palpitantes.

Lo hice ponerse de espaldas y me coloqué sobre él. Le besé las orejas, las mordisqueaba.

Luego fui bajando a su cuello, sus hombros, su espalda ancha y fuerte.

Llegué a sus nalgas, las cuales besé y lamí igual que la noche anterior. Tomándolo de las caderas lo hice ponerse en cuatro y le abrí bien las piernas dejando a la vista su agujerito que se abría y cerraba pidiendo verga.

Se lo chupé durante un momento mientras él mordía la almohada de la excitación.

Me puse sobre él y agachándome le susurre, «Aquí voy».

Acomodé mi pene en su entrada.

Me di cuenta que no sería muy fácil. «Tranquilo, ¿OK?», le dije. Entonces procedí a introducir mi verga muy, muy lentamente.

Dieguito ahogó un grito en la almohada. «¿Te duele?», «No importa, sigue», me respondió.

Seguí, milímetro a milímetro mi pene iba desapareciendo dentro de él.

Finalmente, lo tuve todo dentro de él, mi primo era ahora totalmente mío.

Diego seguía abrazado a la almohada con fuerza, unas lágrimas le saltaban de los ojos por el dolor.

Comencé a acariciarle todo el cuerpo con suavidad diciéndole que se tranquilizara,

que el dolor iba a pasar y después iba a empezar a sentir muy rico,

y en efecto poco a poco su culito empezó a acostumbrarse al intruso y el dolor fue cediendo y me di cuenta porque Diego empezó a mover las nalgas y pedir que lo cabalgara.

No me hice de rogar y empecé a meter y sacar mi verga de su virgen culo,

qué rico se sentía, los dos jadeábamos como locos, yo metiendo y sacando mi pinga y él moviendo el trasero al ritmo.

Sentí que me vendría así que saqué mi pinga.

Diego protestó pero entonces le hice darse vuelta y alzando sus piernas sobre mis hombros lo volví a ensartar pero esta vez más fácil porque su culo estaba bien dilatado.

En esta posición pude besarlo y masturbarlo mientras se la metía más y más… fue demasiado.

Me vine dentro de Diego, sentía que me exprimía, el mejor coito de mi vida.

Cuando saqué mi pinga el semen se le escurría entre las piernas a sí que le lamé el culito recogiendo restos de leche y luego lo besé para dársela como un ave alimenta a su cría…

Después de esto nos abrazamos y Dieguito no paraba de agradecerme por el placer dado, estaba tan exhausto que se durmió en mis brazos.

Al día siguiente me desperté sobresaltado y al ver el reloj me di cuenta que nuestros padres llegarían en cualquier momento y lo primero que harían sería subir a vernos. Desperté a Diego, nos duchamos y justo cuando terminábamos de vestirnos oímos el auto llegar…

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