Acostumbro a leer relatos desde hace muchos años, intentando identificarme con alguno de los miles de escrito que abundan en el ciberespacio, por ello he decidido relatar mis vivencias y múltiples experiencias desde mi cuestionada e incomprendida sexualidad, que derivaron infinitas desventuras o aventuras en mi turbulenta infancia, soy una persona INTERSEXUAL, con síndrome de Klinefelter, carga cromosómica XXY, y una evidente criptorquidia o micropene, además de testículos no descendidos, que posteriormente por tratamientos hormonales, terapias y cirugías fue en parte corregida mi ambigüedad sexual, sin embargo, lo externo es posible atenderlo y modificar, pero la psiquis es imposible, unas veces sentirse varón y otras no, parte de la psicobiología natural de algunos seres humanos, que ya hoy en día son reconocidos como personas normales, en fin es un tema mucho más complejo que requiere de mucha atención, consideraciones especiales, comprensión y entendimiento que contaré en la medida que vaya volcando mis vivencias para que otros se deciden a desarraigar y descargar tanto peso que llevamos las personas afines, sin embargo lo enmarcaré en este momento desde el punto de vista psicobiosociosexual, de esa palabra compuesta emergen la mayoría de las vivencias.
Siempre fui muy inseguro(a), tímido(a), introvertido(a), con muchos conflictos y temores para integrarme a cualquier grupo social, pero con un amplio sentido de antelación o cierta premonición a las situaciones comprometedoras, aprendidas dada a las distintas circunstancias embarazosas que continuamente me acompañaban, a los 12 años mi cuerpo enemistaba al cuerpo de un niño y apuntaba totalmente al de una niña ya desarrollada, totalmente lampiño, sin vellos en mi zona pubiana y sinuosidades propias del sexo femenino, lo cual me acomplejaba mis padres decidieron que yo tenía que ser varón, aun sabiendo que todo yo era ambivalente y que en mi biología y morfología coexistían dos personas diferentes por naturaleza y no por elección, por el instinto innato que todos tenemos me obligaba a separarme del resto, la persona intersexual puede ser de acuerdo a su estado de ánimo, más sensible, con personalidad ambigua unas veces manifiestamente como niño y otras como niña, en ocasiones mis emociones y gestualidades no eran precisamente las de un varoncito, por esta gran particularidad, llamaba la atención de muchos hombres y chicos, por tanto era blanco de un constante acoso, bien sea de forma solapada, descaradamente o insolente al extremo, dependiendo de variados sucesos, como el lugar, la edad del acosador, si era cercano o no a la familia, si yo estaba en compañía de alguien o no, en resumen, la estrategia de seducción o acoso dependía del momento, me daba cuenta del acoso de las miradas fijas, de roces, toqueteos, palabras insinuantes, halagadoras, gestos morbosos hacia mí, como sacar la lengua, tirarme besos a escondidas o no, mostrarme sus partes íntimas, así como también tocarse sus partes y exponer su erección públicamente o no, todo un conjuro de saberes que fui detallando y asimilando, hasta casi que en muchas ocasiones podía prever lo que se avecinaba y en muchos otros momentos evitar un abuso, como forjamientos, seducción, imposición, hasta sometimiento y violación, diría que hay todo un conjunto de lenguaje expresado en secreto o no dependiendo principalmente de la situación de indefensión en que básicamente yo me ubicaba en diferentes momentos de mi vida, el acoso se manifiesta en diferentes expresiones verbales, gestualidades y acciones que emprenden sobre quien es el objeto del acoso, a la misma vez, devela las posibles intenciones a corto, mediano y largo plazo, ya que muchas veces no son de inmediato las acciones sino que las planifica el acosador y requiere de tiempo y del momento justo, siempre está de por medio aprovechar la fragilidad del carácter del acosado o seducido versus la masculinidad, libido y la jerarquización que la mayoría de los varones impone contra toda muestra de debilidad.
Por medio de una tía, supe entender en parte que generalmente muchas mujeres a corta son acosadas sin cesar, debido a esa aparente fragilidad y feminidad, por eso algunas aprenden a tener algo de malicia, que se van transmitiendo de generación en generación, según ella, el hombre dada a su morfología y carga hormonal de testosterona, es más agresivo, posesivo, competidor y exhibicionista de poder y fuerza que la mayoría muestra con orgullo en cualquier oportunidad que tiene para sobresalir, someter, imponerse y tomar el liderazgo de un grupo social, laboral o familiar, entonces ya de antemano y por experiencia propia lo tenía muy en claro, estaba “acostumbrado” al sometimiento masculino, tanto en la escuela, en mi casa, luego en el liceo, universidad o donde vivía y en cualquier espacio al que fuere, un gran amigo a quien conocí recientemente que me ha inspirado una grata confianza y al cual estimo mucho, contándole diversas vivencias, miedos y pesares me comentó que mi aceptación pasiva al sometiendo masculino del cual fui dócil durante la mayor parte de mi vida, se debía a una especia de manera o forma de defensa, nunca lo había percibido que esa aceptación pasiva al sometimiento, era mi medio de escape o de defensa, creo que eso define parcialmente mi actitud ante tantos sinsabores que yo hasta recién le llamaba cobardía, miedo a enfrentarme a otro, pelearme, discutir y salir maltratado y/o humillado, mientras que mostrando sumisión y aceptación, al fin al cabo, no me exponía a lo que tanto temía, pero sin duda me dejaba en caída libre al abismo del abuso de poder que ejercían sobre mí, por mostrar tanta debilidad y fragilidad de carácter.
En la misma urbanización vivía una familia amiga de mi familia, la señora y el señor tendrían entre unos 47 a 50 años, y el hijo de ellos rondaba entre los 18 o 20 años, ambos fornidos, de buen ver, extremadamente masculinos y varoniles, con fama tanto de mujeriegos como de pendencieros, en más de una ocasión escuchaba los comentarios de las rutinarias peleas callejeras donde eran protagonistas, esa valentía en ese sentido de algunos hombres para mí era idealizarlos, ya que yo carecía de la misma y más porque no sabía defenderme, por ello, en silencio los admiraba, el chico lo llamaré “FS”, su madre una extraordinaria costurera, en cierta manera simpática, un poco rellenita pero de buena figura, su marido era un fortachón, machista, de carácter terrible a mi parecer, hacia las veces de electricistas y tenía un pequeño taller de reparaciones de artefactos domésticos, como televisores, tocadiscos, ventiladores, igualmente tenía en la azotea de la casa un gimnasio donde enseñaba defensa personal, todo ligado con lucha, boxeo y otras artes de ese tipo agresivo, generalmente yo iba a su casa a llevar cualquier prenda de vestir para arreglar o acompañaba a mamá, mis hermanas, tías o primas cuando se mandaban a elaborar cualquier vestido, faldas, cotas, me encantaba ir cuando ya estaban echas las prendas, se las probaban delante de mí y la Sra. terminaba de dar los últimos toques si era necesario, de lo contrario se las entregaba, me embrujaba las elaboradas prendas bellísimas que fluían de sus maravillosas manos, me daba la impresión que me llamaba mucho la atención ese oficio, por ello, de alguna manera siempre buscaba la excusa para ir a su taller de costura, hablaba mucho con ella y la ayudaba por horas en lo que pudiera, una vez me dijo:
.- Me parece que te gusta la costura ¿verdad?, sin pensarlo le dije que si me gustaba, al parecer creo que se sorprendió por mi respuesta, siempre se mostraba muy cariñosa y atenta, pero esta vez, con el ceño fruncido después de un breve silencio y meditar para sus adentros, me invito a sentarnos, diciéndome con mucho tacto que habían cosas como oficios, gustos, gestos, comportamientos y hasta la manera de ver el mundo muy distinto entre hombres y mujeres, que a los hombres las cosas de mujeres no les interesa y viceversa, por ejemplo la costura era una de ellas, los arreglos, la danza, el maquillaje, los vestidos, la coquetería, al contrario, es natural que todo niño se interese en lo tradicionalmente propio de los hombres, como jugar con carritos, metras, pelota, ser más masculino, fuerte, ejercitarse para tener musculatura, practicar algún deporte y la costura no es bien vista que un chico lo haga, también me aseguró ella, que en la cuadra no me miraba jugando a la pelota, ni al trompo, ni a esos juegos donde los varones participaban, que yo debía tratar de cambiar un poco, no ser tan tímido y delicado, que debía tener más carácter, que igual se fijaba que algunos me piropeaban y me hacían bromas pesadas, pero yo no respondía como debía hacerlo, por supuesto, sabía muy bien a que se refería, era como que una extensión de lo que siempre me intentaban imponer, me sentí muy mal, me levanté y le dije que tenía que marcharme, mis ojos delataban mi gran frustración y vergüenza, me miró con inquietud y me dijo:
. – Está bien, no quise hacerte sentir mal, te voy a enseñar, pero me prometes que aprenderás algo más, como ayudar a mi esposo en el taller y aprender parte de lo que él hace, también quiero que aprendas con él a defenderte, debes ir cambiando tus gestos y modales, prácticamente me recriminaba mi manera de ser en algunos momentos.
Le dije que lo haría, también casi que le supliqué que por favor no le dijera a nadie que me enseñaría, menos a mis padres, ella prometió no hacerlo y enseñarme, pero en contraprestación yo intentaría cambiar un poco mi actitud, en ese momento me corrigió mi postura, a partir allí, me dio como especie de libertad para que fuera cuando quisiera, esa rutina me hizo conocer la casa y tener acceso completo, me tenía mucha confianza, una vez fui al baño, no sin antes indicarle a ella que iría a orinar, se me olvidó cerrar la puerta y me senté en la poceta como de costumbre, al terminar me sequé con papel higiénico y al momento de subirme mis ajustados calzoncillos (tipo cachetero, realmente usaba pantaletas unicolor gruesas, tipo faja, que evitaba en parte que mis caderas anchas resaltaran), al subirme con dificultad esa ropa interior mientras luchaba para acomodármela, levanté la mirada y pude darme cuenta que ella estaba parada allí observándome con asombro, pudo ver mis partes íntimas y realmente allí no se notaba nada, y menos a través de mi ropa íntima, solo se veía un triángulo en mi pubis, es decir, una aparente vagina, la pequeña protuberancia (mi pene) era casi que imperceptible, parecía un pequeño clítoris, sin vellos en el pubis y nada de testículos, puesto que estos seguían suspendidos a pesar de una anterior cirugía sin éxito, en ese momento instintivamente tapé mi zona agachándome y terminando de subir mi ropa interior, ella seguía imperturbable mirándome la entrepierna, hasta que reaccionó y se apartó de la entrada del baño permitiéndome salir, me hizo sentar en el sofá, pienso que sin saber por dónde empezar ni que decirme, luego de un silencio que me pareció eterno, sin dejar de mirarme, me dijo:
. – Ahora entiendo porque eres así, también lo que dicen que eres un niño algo raro, está claro porque eres así, le respondí muy tímidamente que no la entendía, ella me indicó:
. – Mira, ya vi tus partes muy bien, ¿porque escondes que eres una niña?, ¿porque vistes, así como niño y no te arreglas?, eres muy linda, estas formadita, por eso llamas la atención, ¿dime que pasa por favor, te obligan en tu casa a no ser niña, ¿cómo van a evitarlo?, en un tono más alto comentó sino me dices lo que pasa iré a tu casa, y a donde tenga que acudir, esto es injusto.
En vista que ya ella estaba sacando conclusiones y prejuzgando primero, lo cual me hizo sentir sumamente mal, en realidad no sabía que responderle y menos darle detalles de mis penalidades ni del secreto familiar, simplemente se me ocurrió decirle que me sentía niño, que odiaba ser niña, y mi familia estaba de acuerdo, ella muy inquieta me preguntó:
. – ¿Entonces te gustan las chicas, eres marimacha?, nuevamente mi gran talento para responder me hizo decirle que no se trataba de gustarme las chicas o no, que simplemente no quería comportarme como chica, que no me sentía bien siendo chica, que era nada más que eso, en aquel momento ella me abrazó cariñosamente, algo eufórica y agregó:
. – Yo sabía que eras una niña, hasta hueles a perfume de mujer, ¿Cuál es ese perfume?, me hizo sonrojar y le dije que era de mamá y me gustaba un poco, se alegró y me dijo que iba conmigo, y para ella era un buen indicativo, me afirmó que ella siempre había estado muy segura de que yo no era un chico, a la vez que agregaba:
. – No puedes ocultar que eres una chica, ¿cómo piensas hacerlo?, no voy a seguirte con esa manía tuya, es incorrecto, date cuenta que por ello dicen cosas feas de ti, como que amanerado, y otras más – luego me preguntó:
.- ¿Dime cuál es tu verdadero nombre de niña?, no quise responder, seguimos un buen rato hablando, le supliqué y le hice prometer que no dijera mi otro secreto a nadie, ella lo acepto como un nuevo pacto, nuestra relación mejoró y la mayoría de las veces me trataba como chica, quizás como la hija que no tenía, inclusive lo que antes no me dejaba hacer, como ver las revistas de vestidos, planchar alguna prenda lista para entregar, o pasar una escoba, ahora más bien me pedía el favor, pienso que intento desde ese momento feminizarme mucho más, como que tratando que me identificara con mi aparente biología genital, ya no le importaba cambiarse de ropa y maquillarse delante de mí, me preguntaba que si tal o cual prenda le quedaba bien, de allí en adelante me hizo servirle de modelo muchas veces, hacía que me probara alguna que otra prenda, anteriormente nunca me pidió nada de eso, luego me invitaba a ver revistas de moda femenina, que la ayudara a escoger ropa, hasta arreglar la casa, es decir, a los oficios atribuidos solo a las mujeres, yo le correspondía porque era como que mi pago por los secretos que me tenía, creo que ella se interesó en mi en cuanto a cambiar mi supuesta actitud lésbica, en ese afán por lograr en mi un cambio, me hablaba de lo bonito y placentero que era enamorarse de un hombre bueno, llegando a contarme que antes de casarse tuvo novios e intimidades con hombres, que el sexo era maravilloso, reconfortante y saludable, que era una asidua al placer sexual, también me decía que ella no se veía con otra mujer, que le parecía algo muy simple, sus consejas siempre iban orientadas a ser fémina, me instaba a que buscara un novio, que me dejara cortejar, que dejara esos trapos y me vistiera como niña, que ella me haría prendas hermosas, otras veces cuando llegaba al taller de costura, ella me arreglaba el cabello, me ponía muy sutilmente algo de color en las mejillas, un toque sutil de rímel, brillo labial, me arreglaba las uñas, ponía brillo, las limaba y aprendí arreglarle y pintar las de ella, por supuesto yo tenía cuidado de retirarme todo aquello al irme de allí, una vez me saco las cejas un poco, cuando llegué a la casa, mamá y todas las tías y hermanas se dieron cuenta, sin embargo, los hombres ninguno se percató de ello, pero mamá me dio unos estrujones y vio mis uñas con brillo me reclamó eufórica, le conté todo sobre la “Sra. O” que me había visto orinando y pensaba que yo era una chica, que a ella no le di detalles de nada, sino que le dije que yo me sentía niño, se tranquilizó y fue hablar con la “Sra. O”, luego supe que le dijo que ciertamente yo era una niña y que ya había intentado cambiar mi manera de pensar, pero que no era prudente por razones psicológicas, y que con el tiempo sin presiones yo me daría cuenta de mi naturaleza y se vería un cambio, pero por lo pronto no me forzara en ese sentido, todo esto lo supe porque la “Sra.O” me lo confesó, sin embargo, nada cambió entre ella y yo.
La “Sra. O”, imagino que, siempre pensando en cambiar mi visión de las cosas, se mostraba en mi presencia muy cariñosa con su esposo, en todo momento él la acosaba, le tocaba el culo, la tomaba desprevenida y le daba un beso casi que a la fuerza, le susurraba cosas, yo oía cuando ella le decía, “dejame en paz, ya basta, estoy ocupada, no te cansas, otra vez no, basta no voy hacer nada, vete a tu taller”, en fin tanto le insistía y ella le rechazaba que terminaban yéndose para el cuarto, allí duraban una eternidad, cuando salían de allí ella notoriamente era otra persona, más atenta, cariñosa, serena y con otro semblante, él ni se diga, se comportaba relajado, alegre, feliz con ella, sin embargo, no pasaba mucho tiempo cuando el “Sr. B” comenzaba con su galanteo y juegos, mientras ella delicada y discretamente le refutaba y le rechazaba, por ello, no tardé en comprender que este hombre era un macho en celo constantemente, hiper sexual, incansable, le encantaba encerrarla todo el día para hacerle el amor, ella era muy responsable con las tareas del hogar, con sus compromisos como costurera, es decir, cumplía con sus obligaciones, pero él no la dejaba tranquila, era un hombre muy insistente, los veía discutir, ambos se ponían de un humor terrible, a ella le costaba mantener a raya a semejante semental, muchas veces él se imponía y a la fuerza la cargaba y la encerraba nuevamente en el cuarto, oía sus peleas pero al cabo de un tiempo ella salía manifiestamente feliz, pensaba a mis adentros la volvió a coger, se salió con la suya, mientras ella hacía café o té y compartía con él, luego cada uno a sus labores, sin embargo, cuando la encontraba en cualquier parte de la casa, la atraía hacia él, me daba cuenta como la besaba, la tocaba y de nuevo le insinuaba irse para el cuarto, ella sutil y claramente le objetaba que estaba ocupada, la verdad que la envidiaba, deseaba sentirme así, acosada, deseada, me enamoraba esa actitud de ese machote, la “Sra. O”, a solas me decía:
. – Mami, te das cuenta como son los hombres, si fuera por ellos no te dejan hacer nada, pero después te andan pidiendo comida, ropa para cambiarse, quien los entiende, ¿verdad?, nos reíamos de sus ocurrencias.
Como yo le tenía confianza, a manera jocosa le comentaba:
. – Ah sí, pero a usted le gusta eso, no aguanta dos pedidas como dicen por allí, le dice que no y hace otra cosa, como dice mi tía el NO, pero SI.
Se reía un montón y agregaba:
. – Sabes mucho, el NO, pero es SI es fenomenal, te he dicho, que es muy rico y placentero que un hombre sea así tan sexual, que te haga sentir deseada, amada, es muy lindo, ¿no crees?, una mujer no te hará nada parecido, así que deja de ser machorra. – de nuevo nos reíamos.
Yo haciéndome indiferente, le respondía la verdad que no creo, no me gusta que me obstinen así, entonces replicaba,
. – Ay no mijita, sacate a ese macho que llevas dentro, no te queda bien y no sabes lo que te pierdes.
Claro nunca le dije lo tanto que me gusta un hombre así, de verdad que me encantaba todo aquello, a mi mente recurrían recuerdos de mi tío hacia mí, el “Dr. F”, el tío abuelo, su esposo y su hijo que tanto me acosaban, y otros hombres que si me descuidaba no lo pensarían dos veces, me imaginaba esos mismos mimos de su esposo para conmigo, recordé una vez que estaba fregando distraíd@ y él se me acercó susurrándome cosas indecibles y tanta fue mi impresión que se me cayó una taza al piso partiéndose en pedazos, sentí una ola de calor de excitación súbitamente, todo provocado por ese macho, no sabía cómo lo hacía pero cuando se me acercaba ya llevaba enarbolado su penesote, me excitaba tanto que mis instintos sexuales me hacían sentir caliente, o ruin como siempre oía decir a las mujeres cuando hablaban entre ellas.
El señor de la casa como dije anteriormente era un hombre corpulento, de mal carácter, pero con su esposa era cariñoso, atento y eso me encantaba mucho, me imaginaba yo siendo ella, se hizo casi que rutina que yo le atendiera y le llevara al taller, al patio, a su cuarto o al gimnasio alguna que otra bebida, dulce o torta que preparaba junto a su esposa, al inicio por lo general le dejaba lo que le llevaba en cualquier lugar no sin antes decirle lo que le traía, por lo general me saludaba muy amablemente, extendía su mano en señal de saludo, al principio era normal ese gesto cortés y amigable de él, en la medida que pasaba el tiempo, durante el saludo de manos, percibía que me retenía en su enorme mano cada vez más, mi mano era minúscula ante esa manaza.
Llegó el momento en que unas veces me decía, o más bien me ordenaba con su voz ronca autoritaria, que me esperara a que terminara de tomarse lo que le había llevado para que me regresara con la taza, vaso, plato o ambas cosas, yo era incapaz de contradecirle, mientras obedientemente esperaba, él con su sola mirada me hacía sentir terrible, presentía que me escudriñaba descaradamente, yo no podía sostener su mirada, por ello, me distraía intencionalmente viendo a otro lado, o con la cabeza gacha mirando sus pies, pero de reojo me daba cuenta de todo, igual cuando sobaba su pene, obvio que percibía como instintivamente se erectaba, se pronunciaba más el bulto, de esta manera sucedió muchas veces, hasta que fue un poco más allá, estando en esa posición con la vista al piso, y él convencido que no había nadie más, me tomaba delicadamente por los hombros y me hacía girar y dar una vuelta y media poco a poco hasta que me dejaba de espaldas a él, yo quedaba en estado de shock, no reaccionaba ante este semental que me aterrorizaba y a la misma vez me encantaba, seguramente me imaginaba que miraba mi culo, pero no podía negarme que igualmente me atraía mucho, esta práctica la hizo otras tantas veces, solo me observaba detenidamente y diría que volaba su imaginación, creo que me iba seduciendo, dominando a conciencia y llevando de a poco al terreno que él quería, hasta que se sintió con la seguridad que era sumisa a él, cuando estaba con la cabeza gacha, me tomaba por la barbilla y levantaba mi cara con su manaza enorme, me decía que lo mirara, mientras acariciaba mi cara, me preguntaba si él me gustaba, nunca contestaba, luego con el tiempo al hacerme girar en mi propio eje estando de espaldas a él, acercaba su boca a cualquiera de mis orejas y me decía en voz baja, casi susurrante: .- Hueles rico, a hembra, te tengo ganas, al mismo tiempo pasaba su lengua por mis orejas y cuello, de inmediato me erizaba y sentía debilidad en mis piernas, sin embargo mantenía la compostura, pegado a mí, me arrollaba con sus preguntas, casi que siempre eran las mismas, si tenía marido, novio o novia, si me gustaba jugar a papá y mamá, o si dormía con un osito de peluche, jamás me atreví a contestarle nada, en ocasiones cuando me retiraba me daba una suave nalgada, al principio no lo vi como atrevido, ya que en el gimnasio muchas veces observé que entre esos machos, (los practicantes de defensa personal) se daban ese saludo de manera natural, en la medida que pasaba el tiempo, continuo llevándome a su dominio, comenzó con suaves toqueteos, besos leves en mi boca, maraqueaba mis nalgas, podía sentirle su pene erecto, su aroma de macho se hacía insoportable, yo hacía esfuerzos por contener mi ansiedad por ese hombre, pero de mi parte nunca hubo iniciativa de ningún tipo, solo le dejaba a él hacer, llegó el momento en que se sacaba su pene bien duro y hacía que lo viera como él lo masturbaba, me decía que se lo hiciera y yo me negaba pero me tomaba con fuerza y llevaba mi mano hacia su miembro, haciendo que lo masturbara, me decía que le diera besitos pero no lo hacía, cuando por su excitación se descuidaba yo me iba a la carrera, hasta que hubo una vez que estando masturbándolo me puso de lado casi que con violencia y mire como salían disparados chorros de leche blanca y espesa, en esos momentos me hacía apretarle el pene con fuerza, hasta que poco a poco se le ponía flácido, esa primera vez, me dijo que limpiara el piso, al negarme hacerlo, me amenazo con llamar a su mujer para que ella lo limpiara porque yo le había hecho la “paja”, por miedo a su amenaza obedecía y me marchaba.
Posteriormente comenzó atraerme hacia él y me arropaba con todo su cuerpo para así darme un cariñoso y suave apretón con cierta delicadeza a mi parecer, así fue un tiempo, luego me iba dando cuenta que iba de menos a más, es decir, en ese saludo cuando me atraía hacia él, sentía que me olía y colocaba sus manos alrededor de mi cintura, como cerciorándose que a través de las anchas franelas no se distinguía esa sinuosidad propia de niña, ya yo percibía sus intenciones en ese toqueteo sublime, no le rehuía porque ese hombre me llamaba la atención, él prosiguió en su avanzada, añadió después del saludo otras modalidades, tocarme la cola, decirme que me haría su mujer, así fue ganando terreno, como generalmente él andaba en bermudas o en mono, cada vez me llamaba hacía que yo pudiera sentir su erección en cada saludo, además que era imposible que no se notara el bulto allí, llegó el momento en que en esa rutina sexual me decía:
. – Hueles rico mami, ¿Sabes a qué hueles?, te lo diré otro día.
Durante el inicio del saludo siempre me miraba por segundos las uñas arregladas, después no se conformó con ver mi mano y mirar mis uñas, sino que agregaba:
. – Estas muy bonita hoy, esa boquita pintadita se ve bella, gracias por ser tan amable conmigo mami. – de inmediato yo me pasaba la mano por los labios para quitar el brillo que me colocaba doña “O”, él se sonreía y yo me alejaba, muchas veces se me quedaba mirando como pensativo, al igual que cuando no podía salirme de ese apretón tan rico, sino cuando él con delicadeza dejaba que me escurriera con facilidad para dejarme libre, se hizo habitual esa forma de saludo entre nosotros, había como un silencio cómplice, no voy a mentir que me desagradaba su trato femenino hacia mí, me encantaba sobremanera su galantería, que sin duda yo sabía cuál era su objetivo final, llegó el momento que luego de mirar mi mano, para apretarme hacia él, me daba un beso en el dorso como si fuera una chica, la primera vez que lo hizo, intenté retirar mi mano pero no me dejo hacerlo, me inquieté, se sacó el pene y puso mi mano allí para que le masturbara, hasta que me soltaba y salía a la carrera, me di cuenta que mis hormonas apuntaban a querer estar con él, por ello, a partir de ese momento evitaba el acercamiento con él, sin embargo, la “Sra. O”, insistía en que siguiera llevándole cualquier cosa, cuando lo hacía opté por colocar lo que le llevaba en algún lugar e irme de inmediato, entonces me llamaba, al acercarme me decía que debía saludarle, que es una norma de educación a la vez que extendía su mano, repetía de nuevo su saludo poco corriente hacia un “niño”, esto me ponía nervioso porque ese hombre sentía que influía en mí, la verdad me gustaba, pero no me permitiría nada con él, un día me decidí hablarle sobre ese saludo y su trato hacia mí, tomé valor no sé de dónde, me dispuse hacerlo, lo busqué y le conseguí en el gimnasio, él se colocó en la puerta de manera tal que yo no podía salir, le comenté que necesitaba hablarle, me dijo:
. – Soy todo oído mamita, le dije que no me tratara de esa manera, que parte de eso era lo que deseaba hablarle, cuando terminé de comentarle mi malestar, me dijo:
. – Estoy de acuerdo contigo, tienes razón, disculpa, extendió nuevamente su mano y pensando que estábamos haciendo un pacto de paz igual le correspondí, de nuevo me beso la mano y me atrajo hacia él, al mismo tiempo que me dijo:
. – Recuerdas que te pregunté si sabes a que hueles, bueno, hueles rico mami, hueles a hembra en celo, me levantó en vilo quedando su cara y labios muy cerca a los míos, tuve que voltear la cara para no besarle, me expresó:
.- Mami tú sabes que me gustas mucho y yo te gusto a ti, hueles a hembra en celo, me tienes loco, mira como tengo el guevo por tu culpa, te deseo, no sé, ni me interesa lo que me dijo mi compadre “Dr. F”, que tú eres su hembrita, que te hizo mujer, yo también me he cojio a su hijito a tu amiguita “MA”, del desespero comencé a llorar, le rogaba que me soltara, él sin importarle nada, insistía en preguntarme si yo me acostaba con el “Dr. F”, no podía decirle que sí, que hacía un par años me había violado en su finca, y desde ese entonces me buscaba, era parte de uno de mis secretos, seguirá el relato…
2 comentarios:
Roberto
enero 5, 2024 at 9:36 pm
Excelente relato, me di una buena paja, eres una hembra rica
Roberto
enero 5, 2024 at 9:35 pm
Excelente relato, me di una buena paja