Como teníamos una casa grande mi papá decidió arrendar un par de habitaciones para ayudar a la economía casera, en primer instancia nos opusimos, pero la verdad es que estábamos mal de dinero.

Llegaron algunos posibles arrendatarios, pero ninguno les parecieron buenas personas a papá y a mamá.

Al fin apareció un hombre mayor de unos 55 años o tal vez un poco más, se encerraron en el living a conversar aquel hombre, papá y mamá.

Un largo rato después salieron, se despidieron de aquel hombre y nos llamaron a mi hermano Jaime y a mi, nos dijeron que ese señor iba a ser nuestro arrendatario, era un hombre viudo con buen trabajo, no tenía familia y era católico practicante de altos valores morales.

Mi hermano Jaime por ese entonces tenía 19 años y yo 18, eramos muy unidos, no necesitábamos tener más amigos porque todo lo hacíamos juntos, aunque nuestras habitaciones estaban separadas siempre él estaba en la mía o yo en su habitación, generalmente dormíamos juntos.

No sabíamos nada de sexo, ni siquiera hablábamos de aquello, eramos dos inocentes chicos.

Desde que llegó a instalarse en nuestra casa Don Maximiliano, nos causó curiosidad, era muy amable con nosotros a veces nos regalaba dulces o revistas de superhéroes, aunque más y papá nos decían que nos nos aprovecharamos del buen corazón de Don Maximiliano.

Una tarde en que llegamos temprano del colegio, Don Maximiliano estaba en casa, nos contó que le habían dado el día libre en su trabajo y quería descansar.

Nuestros padres no llegarían a casa hasta la noche, porque irían al cine como enamorados. Jaime y yo nos alegramos porque tendríamos toda la tarde para mirar tv y no hacer los trabajos del colegio.

Estábamos en el living cuando apareció Don Maximiliano y nos invitó a conocer sus habitaciones, dudamos por un segundo, pero luego aceptamos y lo seguimos.

Una de las habitaciones la había remozado convirtiéndola en una cocina comedor muy bonita y la otra era su dormitorio, su cama era enorme, él se tiró sobre la cama invitándonos a acompañarle, lo hicimos y comenzamos a jugar entre los tres, una especie de lucha entre risas, noté que Don Maximiliano nos agarraba a mi hermano y a mi con sus fuertes brazos quedando atrapados, como podíamos nos separábamos y continuaba la lucha,

Don MAaximiliano entre juego y juego tocaba partes íntimas nuestras, a veces apretaba mis piernas o mis nalgas, otras podía ver como ponía la mano sobre el pantalón de mi hermano acariciando la zona genital, nos reíamos los tres, entre juego y juego Don Maximiliano nos hizo ver que nuestros padres estarían por llegar así es que nos fuimos a nuestras habitaciones, él nos dijo que podríamos seguir el juego otro día, pero que no dijéramos nada a nuestros padres, no lo entenderían.

Así comenzamos a ir al dormitorio de Don Maximiliano a escondidas de nuestros padres, aquellos juegos se hicieron más excitantes, comencé a conocer cosas que nunca se me habían pasado por la cabeza. Don Maximiliano nos tocaba sin disimulo.

En una de esas jornadas vi como el viejo metía la mano dentro del pantalón de mi hermano y luego la movía, mi hermano jadeaba, me miraba como si estuviera drogado con la mirada perdida, se mordía los labios y gemía, Don Maximiliano con la otra mano me acariciaba la cabeza y me hacía mirar aquello, de pronto mi hermano se retorció de placer, lanzó un gemido,

Don Maximiliano tapó su boca para que no escucharan mis padres, que a esa hora estarían por dormirse. Vi como una gran mancha cubría el pantalón de mi hermano, Don Maximiliano sacó la mano de dentro del pantalón, y me pasó los dedos por mi cara y boca, sentí un olor raro agridulce y un líquido blanco chorreba de su dedos pegándose a mis labios, no sentí asco, Don Maximiliano me hizo tragar aquel líquido.

Nos fuimos a dormir, le pedí a Jaime que me contara que había pasado, por qué gemía y qué era ese líquido que Don Maximiliano tenía en la mano. Jaime me dijo que ya lo entendería, que era muy rica la sensación y que Don Maximiliano sabía hacer cosas que lo volvían loco.

Una tarde de domingo nuestros padres nos dijeron que fuéramos a visitar a la abuela, pero les pedimos que fueran ellos, porque teníamos muchas tareas para el colegio y que no queríamos tener malas notas, era todo mentira, lo único que queríamos era meternos a la habitación de Don Maximiliano, al fin convencimos a nuestros padres y se fueron por el día a casa de la abuela.

Apenas se hubieron marchado corrimos a la pieza de Don Maximiliano, estaba acostado, nos invitó a su cama, de inmediato accedimos y comenzamos como siempre a jugar, al poco rato mi hermano ya tenía la mano de Don Maximiliano dentro de su pantalón, esta vez yo también quería saber que era eso tan rico y tomé la otra mano de Don Maximiliano y la metí dentro de mi pantalón, el viejo se río y sentí como su mano empezaba a acariciar mis genitales, hasta el momento nunca me había masturbado, así es que todo era nuevo, me inundó una sensación placentera sentir las caricias de esa mano.

Don Maximiliano fue un paso más allá y quitó su mano de mi pantalón para desabrochar el pantalón de mi hermano, quedando su pene al descubierto, mi hermano gemía con la caricias que el hombre prodigaba sobre su pene, nunca había visto el pene de mi hermano erecto completamente, duro como roca y lleno de líquido transparente que caía desde el orificio de su glande, me estremecí, acto seguido Don Maximiliano desabrochó mi pantalón, mi pene también estaba erecto y aunque era más pequeño que el de mi hermano era más grueso, el viejo nos masturbaba a los dos, nos preguntaba si nos gustaba, yo no sabía que decir todo era nuevo, pero me gustaba mucho, los dos gemíamos de placer y nos retorcíamos, el hombre nos miraba y nos decía que le diéramos toda la leche y así fue mi hermano se estremeció comenzando a lanzar chorros de semen que caían por todas partes, luego hice lo mismo yo presa de un inmenso placer, nunca me había imaginado eso, no paraba de lanzar leche y estremecerme hasta que por fin quedé vacío.

Don Maximiliano nos dijo que teníamos que aprender a pajearlo a él también y nos puso su verga en nuestras mano, su palo estaba muy duro, era grande, las venas recorrían su tronco, tenía unos huevos enormes, pesados, olía a hombre, entre ambos comenzamos a mover las manos como nos iba indicando, hasta que llegó su momento de correrse, dando bufidos de animal, se corrió, nos nosotros dos no perdíamos vista de aquel espectáculo y como estábamos tan juntos mi hermano y yo sacándole todo el jugo al hombre, cayeron sobre nuestras cara gotas de leche, aún así seguimos pajeando ese mástil que seguía duro, estuvimos un rato hasta que el palo de Don Maximiliano se contrajo y colgó entre sus piernas flácido.

No nos movimos de la cama, Don Maximiliano nos fue enseñando las distintas cosas que se podían hacer entre hombres, que era mejor un hombre que una mujer para esas cosas.

Nos fue educando en el placer homoerótico. Al cabo de un rato ya estábamos los tres de nuevo muy calientes, y comenzamos a pajearnos, pero Don Maximiliano nos dijo que quería enseñarnos algo nuevo que era más rico todavía, aceptamos de inmediato, así fue como observé al viejo hacer que mi hermano y yo nos pusiéramos de pie mientras él arrodillado en la cama ponía su boca sobre el pene de mi hermano besándolo para luego engullirlo todo hasta los huevos, mi hermano se estremeció, me miraba nuevamente con esa cara de estar sintiendo el placer más delicioso, acto seguido Don Maximiliano me acerca a él y se introduce mi pene en su boca, me estremecí, que rico se sentía eso, me estaba volviendo loco de placer, con mi hermano nos abrazamos mientras el hombre mayor intentaba meterse ambos penes en su boca, le chorreaba precum por la boca hacia el cuello.

No puede aguantar más y lancé chorros de leche directamente a la garganta del hombre, mi hermano hizo lo propio, que rico, que delicia.

El hombre abría la boca para mostrarnos la blanca leche que lo llenaba, jugaba con la leche dejaba escapar un chorro por la comisura de sus labios y se tragaba otro tanto, se sonreía de manera lujuriosa.

Nos tocó el turno a nosotros, entre los dos rodeamos con nuestros labios el tronco duro y mojado del viejo, luego mi hermano tomó la delantera y lo engulló, el pene de Don Maximiliano, que era bastante grande, desapareció tragado por la boca de mi hermano, yo me dediqué a comer sus huevos, los eché a mi boca, el hombre gemía. Sentí envidia de mi hermano y saqué la verga de su boca y lo metí a la mía, que rico se sentía tener un pene en la boca, no sabía qué hacer, pero el instinto me guió para mover mi lengua, chupar y tragar hasta que tuviera los huevos de Don Maximiliano pegados a mi boca, en un momento intenté echarme sus huevos también en mi boca, pero era demasiada carne.

Sentimos bufar a Don Maximiliano y mi hermano sacó el pene de mi boca porque quería tomar jugo del viejo, así Don Maximiliano comenzó a derramar sus chorros de leche que nos inundaron a mi hermano y a mí.

Cuando nuestros padres regresaron los recibimos mostrándoles las tareas hechas. Ellos nos preguntaron si habíamos visto a Don MAaximiliano, les contestamos que todo el día habíamos estado preocupados de hacer nuestros deberes así es que no teníamos idea si el viejo estaba en casa.

Una noche de fin de semana mis padres invitaron a Don Maximiliano a cenar con nosotros y él aceptó, hubo charla, risas y comida rica.

Mi papá se ofreció a lavar la loza usada y Don Maximiliano le dijo que le ayudaría a modo de compensar en algo la invitación, mamá estaba feliz, pocas veces papá se ofrecía para algo de la casa, según él esas eran tareas de mujeres, que ellas hacían maravillas en la cocina, los hombres estorbaban.

Nos quedamos con mamá mientras papá y Don Maximiliano estaban en la cocina, mamá nos dijo que se iría a dormir porque estaba un tanto cansada.

Nos quedamos mirando tv. con mi hermano, papá y Don Maximiliano seguían en la cocina, de pronto mi hermano me hace señas y de puntillas, tratando que nos nos vieran abrimos la puerta de la cocina, ahí estaban conversando y fumando un cigarrillo, mi papá terminaba de lavar y Don Maximiliano secaba los platos, se pasaban el cigarro uno a otro mientras conversaban, en un momento dado papá quedó de espaldas a Don Maximiliano y éste le pasó el cigarro de tal forma que quedó pegado al cuerpo de papá, observamos como papá no se movía, Don Maximiliano sí comenzó a moverse, su verga chocaba con el culo de papá, al comienzo muy suavemente luego con más agresividad, escuchamos a papa decir.- qué hace hombre?.- no por favor, pero no hacía nada por salir de allí o empujar a Don Maximiliano, sólo se dejaba hacer, cada tanto decía.- Don Maximiliano no por favor, déjeme, yo no soy así, puede venir mi mujer o mis hijos!

El viejo ni si inmutaba, todo lo contrario, hábilmente desabotonó el pantalón de papá que cayó al piso, Don Maximiliano se agachó, abrió las nalgas de papá y metió su lengua, papá se estremeció no pudo evitar gemir, se tapó la boca.

Don Maximiliano estuvo allí en el agujero de papá y luego se puso de píe, se había sacado la verga, la pasó por las nalgas, papá volvió a gemir, y a decir agónico.- por favor Don Maximiliano no siga, si lo hace mañana mismo tendrá que irse de nuestra casa.- pero nadie creería que estaba hablando en serio porque mientras decía aquellas palabras,

la verga de Don Maximiliano se introducía en el orto, papá gemía, le pedía que parara, pero al mismo tiempo abría las nalgas con sus propias manos para que entrara toda esa carne caliente de Don Maximiliano.

Empezaron a gemir sin decencia alguna, papá se inclinó para permitir que el viejo lo penetrara lo más profundamente que pudiera, le pedía verga con desesperación y pronto ambos se corrieron, papá lanzó chorros de semen sobre el piso de la cocina, mientras que Don Maximiliano los lanzaba en lo más profundo de su culo, después sacó la verga lacia del culo de papá, parte del semen se escurrió por las piernas mientras se subía el pantalón.

Después de acomodar todo salieron de la cocina, nosotros hicimos como si no hubiésemos visto nada, papá preguntó si mamá se había acostado, asentimos y se dirigió al baño despidiéndose de nosotros y de Don Maximiliano.

Unas semanas después mamá a pedido de papá se fue por el fin de semana a la playa con unas amigas, no quería dejarnos solos, pero papá insistió. Después de volver del aeropuerto, nos cambiamos de ropa, hacía mucho calor.

Papá invitó a almorzar a Don Maximiliano, entre ambos prepararon la comida, después de almorzar papá nos dijo que fuéramos a dormir la siesta que él se quedaría conversando un rato con Don Maximiliano y luego también iría a dormir, pero nosotros hicimos como que nos íbamos a dormir, pero nos ocultamos pudiendo ver desde nuestro escondite lo que pasaba, mi papá con desesperación se lanzó al miembro de Don Maximiliano y comenzó a chupar aquel trozo delicioso, de ver aquello se me hizo agua la boca y saqué mi pene del pantalón para pajearme mientras veía como papá se comía toda la verga del viejo, mi hermano también se pajeaba y a una seña suya salimos del escondite y nos dirigimos donde estaban los dos, por un momento papá quedó paralizado, pero mi hermano dejó caer su pantalón al piso y me agarró la verga, papá se sonrío y nos llamó a su lado, así entre los tres comenzamos a devorar la verga y los huevos del hombre, luego papá nos hizo a un lado y se sentó sobre el hombre tragando con su culo el miembro de Don Maximliano.

Yo quería saber que se sentía tener un pene dentro, así es que me senté sobre Jaime y poco a poco mi hoyo se fue tragando ese palo duro y caliente.

Papá y yo estábamos siendo culeados por mi hermano y Don Maximiliano, y nos encantaba.
Ese fin de semana fue increíble, aprendí más que en el colegio.

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