¿Y ahora cómo lo protejo de la homofobia? ¿Cómo lo ayudo a enfrentar la sociedad? ¿De dónde sacará fuerzas para aceptar el rechazo? Estas fueron algunas de las preguntas que se hizo Ana* cuando su hijo de 16 años le dijo que era homosexual. Ella y su esposo le encontraron en su celular fotos de hombres desnudos, le preguntaron al respecto y él les dijo: “Sí, soy gay”.

Ana ha sido abierta al tema, sabe que la homosexualidad no es una enfermedad, que desde los años 70 fue eliminada del manual de psiquiatría como trastorno mental, y su reacción fue de apoyo a su hijo. No obstante, sintió miedo por lo que la sociedad pudiera hacerle, por la homofobia, por la posibilidad de que lo agredieran física y emocionalmente.

Lo primero que hizo para saber cómo ayudar a su hijo fue buscar información y descubrió que, a pesar de que ella misma tiene amigos homosexuales y relaciones de parejas gais cercanas, estaba llena de prejuicios y conocía poco sobre el tema. Consultó en internet páginas de asociaciones de padres de población LGBTI en distintos países, buscó libros en Amazon y encontró varios sobre cómo entender y aceptar a un hijo homosexual.

Entendió que su hijo no había dejado de ser la persona de siempre por confesar su homosexualidad, que él seguía siendo un joven divertido, creativo y terco. Y se sintió feliz y en paz por su propia actitud, pues leyó que muchos homosexuales, cuando no encuentran apoyo en sus padres y son rechazados por sus familias, pueden entrar en depresión e incluso suicidarse.

Si yo no tengo que gritarle al mundo que soy heterosexual, no veo por qué mi hijo tenga que contar que es homosexual

El apoyo es fundamental

Martha Lucía Cuéllar, psicóloga, madre de un hijo homosexual y activista, explica que el apoyo de los padres es fundamental para evitar que intenten quitarse la vida, y agrega: “No hace falta que más jóvenes sigan pagando con su vida la intolerancia de esta sociedad. No más suicidios por este motivo”.

La información seria y oportuna ayuda a muchos padres. De acuerdo con libros como ‘Coming around; parenting lesbian, gay, bisexual en transgener kids’ (En torno a la crianza de lesbianas, gays, niños bisexuales y transgénero) o ‘How to understand and accept your gay son, even if you’re not sure you can’ (Cómo entender y aceptar que su hijo es gay, incluso si no está seguro de poder), los hijos sienten gran alivio cuando pueden confiar en sus padres y suelen llevar vidas más amorosas, con menos riesgos de caer en depresiones o en adicciones.

Cuéllar explica que la mejor defensa contra la homofobia y la mayor seguridad para un hijo es el respaldo familiar, pues él siente que, si sus padres lo aman, ellos se amarán a sí mismos y encontrarán quién los ame. “Somos los adultos, padres, madres, tíos y demás, quienes determinamos cuáles son los paradigmas dentro de los cuales se mueve la sociedad”, subraya.

Las dificultades

No siempre es fácil aceptar la homosexualidad de un hijo o de una hija. Cristina Rojas Tello, que creó el grupo Transfamilias para apoyar a los padres en este proceso, explica que algunos no logran entender ni aceptar la homosexualidad y no vuelven a ver jamás a sus hijos. Otras parejas se separan porque la madre respalda a su hijo o hija y el padre no, o porque se culpan entre sí. Otros van a grupos de apoyo durante un tiempo, hasta que optan por amar incondicionalmente a ese ser al que le han dado vida. Ella, madre de una persona diversa, ha ayudado a otros y ha logrado abrir espacios para hablar del tema.

La primera pregunta que suelen hacerse los papás al llegar al grupo es por qué, qué hicieron mal, si lo mimaron mucho, en el caso de los hombres; o si le exigieron demasiado, en el caso de las mujeres. Cristina aconseja dejar de formularse esa pregunta –si se hace o se nace homosexual– y no buscar culpables, y los invita a plantearse a cambio el para qué. Según ella, la respuesta la tiene cada padre al finalizar el trabajo consigo mismo. Como dice Cristina, “yo lo único que sé es que tengo un hijo diverso, que tiene los mismos derechos de los demás ciudadanos, incluido el de llevar una vida digna”.

Los padres se confrontan con sus creencias religiosas, sienten presión social, porque, como dice Cuéllar, ellos también tienen que salir del clóset y asumir que su hijo es homosexual, y eso no es sencillo y puede tener costos.

Ella, por ejemplo, es conocida porque hace 18 años contó en el Congreso de la República que su hijo es homosexual, y lo hizo convencida de asumir las consecuencias: perder amigos y trabajo con tal de respaldar a su hijo y luchar por sus derechos. En ese momento ella estudiaba teología y la institución donde lo hacía no le permitió terminar, aunque le faltaban apenas unos meses.

Cristina Rojas explica que a muchos padres los juzgan en sus trabajos o en sus familias y les dicen que son alcahuetas. Por fortuna, cuando aman a sus hijos no tienen problema con estos rechazos y su actitud es una primera piedra para que sus hijos se sientan fuertes frente a los rechazos de la sociedad.

Como explica Cuéllar, “la juventud tiene mayor flexibilidad para ver el mundo de otra manera. En consecuencia, al trabajar con los padres, mediante el proceso de sensibilización, se avanza en el reconocimiento de los derechos”.

Ana no sintió la necesidad de apoyo psicológico ni de otro tipo. Ella habla del tema con su hijo, y no revela su nombre en este testimonio por respeto a él, porque ahora sabe que es el único que tiene derecho a contarles a otros su orientación sexual. “Si yo no tengo que gritarle al mundo que soy heterosexual, no veo por qué mi hijo tenga que contar que es homosexual”, afirma.

Ahora está más atenta al tema y ha notado cómo la sociedad la rechaza y se burla, y cómo en reuniones sociales se habla del asunto a la ligera. Para ella no hay diferencias entre sus dos hijos, les habla de sexo y de amor por igual, de la importancia de la protección y del amor propio, y les recomienda a otros padres que acepten sus sentimientos de miedo, inseguridad o rechazo, para superarlos.

Después de un proceso de dudas e incertidumbre, muchos logran entender que no se trata de cambiar a su hijo, porque, como afirma Cuéllar, “un papá o una mamá están dispuestos a donar un riñón por salvar la vida de su hijo; en este caso no tienen que donar uno, sino amar a su hijo, aceptarlo y hacérselo saber”.

Fuente:https://www.eltiempo.com/

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