Relatos gay - Como Conocí A Diego

Relatos gay – Como Conocí A Diego

Era el verano más caluroso desde el siglo pasado.

Los programas de televisión no eran esquivos al tiempo: el tema de conversación no iba más allá de la temperatura, la playa, el sol y los daños que éste provoca a la piel. 

A pesar de los castigos de la naturaleza, nada lograba desmotivarme.

Era mi primer ciclo en la academia preuniversitaria, y como todo primerizo, estaba entusiasmado a mil por hora.

Nunca fui muy extrovertido a la hora de socializar, pero me prometí dejar la timidez en casa, tenía que hacer amigos esta vez, o me la pasaría sólo todo el año como en la secundaria.

Aunque mis intentos de conversación no fueron los más eficientes, logré conocer a un par de chicos muy agradables y, en una semana de conversaciones cortas pero divertidas, ya nos sentábamos juntos en un pupitre.

Por primera vez en años, tenía gente agradable con quienes conversar, y hacer las clases más entretenidas. 

Y luego, conocí a Diego. Era un año mayor que yo, y tenía una estatura muy superior a la mía.

Yo le llegaba un poco más arriba de la cintura, para ser exactos. Ese tatuaje en uno de sus brazos se me hacía muy sexy, y la incipiente barba que adornaba su rostro me causaba mucho morbo.

Era muy tierno, un niño ahora, pero de grande sería todo un ejemplar de macho. Y eso no era todo: Diego era un fanático empedernido de la música alternativa.

Lo descubrí una vez, escuchando el último disco de Lana Del Rey, en una aburrida clase de Literatura. Justo ese día, y con ese tema de conversación, decidí hablarle de una vez por todas 

No había día que no hablara por lo menos tres horas con Diego. Si no era en el salón, pues por llamadas de teléfono.

Nuestros temas de conversación iban desde música, películas, libros hasta todo lo que a cualquier mortal le pueda sonar nerd.

Detrás de ese cuerpo de pequeño Dios griego, había un chico introvertido, inteligente y sensible. 

Y así, entre conversaciones, salidas grupales al cine, visitas al teatro y algunos restaurantes, mi primer simulacro me trajo de vuelta a la realidad.

El otoño pisaba fuerte en Lima, ya lo creo, y la primera patada fue para mí.

La física nunca fue mi curso favorito, sin embargo, debo confesar que no estaba poniendo mucho empeño para cambiar eso.

Mis amigos, en cambio, no sólo dominaban el curso, sino que eran los mejores alumnos de la clase.

Siempre teníamos a un alumno curioso detrás de Francisco, que siempre ayudaba, o detrás de Diego, que no le gustaba resolver los problemas que otros le consultaban.

“Es que luego se acostumbran a que otro lo haga, y no aprenden por sí mismos” me dijo una vez, y tenía razón.

Aunque, al enterarse de mi bajo desempeño, se ofreció amablemente a darme asesorías en su casa, resolvería problemas mientras yo observaba y, luego, intentaría hacer uno yo sólo.

Aquella oportunidad era música para mis oídos, así que no dudé en aceptar. 

Los primeros días en su casa transcurrían normales, dos horas eran suficientes para hacerme entender de física y, de paso, ver virales de YouTube.

Vivía cerca de la academia, en una casa moderna de dos pisos, y su cuarto tenía vista a la calle.

La tortura de verlo tan cerca y no tocarlo me consumía por dentro -¡Que exagerado y poético soy!- pero no ponía exponerme a dar un paso en falso.

Si el destino quiere, pasará lo que tenga que pasar. Y vaya que pasó… 

Al mes de las clases particulares, noté algo raro en su comportamiento.

Se limitaba al tema, sin sus típicas bromas ni buen humor al explicar.

O estaba molesto conmigo, o algo tenía preocupado a mi Dios griego. 

No pude con la intriga, así que me atreví a preguntar. 

-Hey bro, ¿Te encuentras bien? Estás un poco extraño, como distante… 

-No hermano, para nada, estoy bien, no te preocupes -Decía algo nervioso-. Te has equivocado… -Concluyó Diego con una risa nerviosa. 

-¿Estás seguro? Somos amigos, puedo ayudarte en lo que sea, de verdad. Confía en mí, anda… -Le dije yo con calma-. A ti te pasa algo. 

-¡No man, estoy bien! -Ahora sí estaba evidentemente nervioso, porque dejó caer los lápices de su mano- Putamadre… 

Su reacción era de estrés puro, me sorprendió que me lo haya ocultado tan bien hasta ese momento.

Mientras recogía los lápices, me decía que se distrajo un poco, y que solo estaba cansado físicamente. 

-Si deseas dejamos la clase para otro momento -sugerí-, pero no me iré hasta saber que te está pasando. 

-No insistas Johan… 

-Entiende que me preocupa. Somos amigos, Diego, y los amigos se cuidan y aconsejan. 

Hubo una pausa. Él quería asegurarse de que contarme era la decisión correcta, y yo no iba a defraudarlo. 

-Está bien… -Me esquivaba la mirada- Si tanto quieres saber, aquí va. 

Confieso que estaba preparado para una respuesta tipo “mi enamorada está embarazada”, “me quiero suicidar” o “voy a seguir mis sueños de ser cantante”. 

Lo veo mirando al piso, y dijo: 

-Creo que soy gay. 

“Gracias Dios por escuchar mis plegarias nocturnas” 

Me tomó un segundo responder, me había quedado sin una palabra.

Agradezco de paso a mis músculos faciales por la gran actuación digna de un Óscar, ya que mi sorpresa no fue puesta en evidencia. 

-Vaya man… ¿Y cómo así piensas eso? 

“Sé un hombre Johan, sé un hombre…” 

-¿Tú te haces pajas no? Bueno, yo también y me gusta ver a las mujeres ahí, pero hace poco me hice una paja con un video de hombres…

-Su tono de voz cambió a preocupado- Y no sé man, no sé si soy gay… 

-Bah pero ¡no te hagas bolas bro! Es normal excitarse con otro hombre sin ser gay. No es para tanto -Decía de lo más tranquilo-, ¡relax man! 

Parece que mi manera de minimizar el tema sólo generaba inseguridad en mi Dios griego, porque empezó a ponerse más nervioso y a rascarse la cabeza de tanto en tanto, con la mirada en algún punto menos mis ojos. 

“Genial, Johan. La cagaste. ¿Ahora qué vas a hacer?” 

-Pues ya que hablamos de eso… Yo una vez tuve un pensamiento parecido. 

-¿Ah sí? -Sus ojos se abrieron como los de una lechuza- 

-Sí, no hace mucho. Me dio curiosidad ver como la tenía otro hombre, y jalarle la verga, para saber cómo se siente nada más… 

Era verdad. Mi curiosidad había tomado el control de la situación, yo solo quería que Diego se sienta seguro conmigo. 

Hubo una segunda, y más larga pausa.

Era un manojo de nervios, tratando de calmarme con mis pensamientos. Diego sugirió que viéramos videos de música y yo accedí para cambiar de tema. Después de un rato de mirar a la pantalla con cara de serios, él me pregunta si puede poner una porno.

No recuerdo haber dado una respuesta concreta, pero la ambigüedad que haya salido de mi boca fue tomada como una afirmación.

Una rubia con grandes tetas era brutalmente follada por dos negros, todo en completa alta definición, y a mí parecía no importarme.

Seguía nervioso, sentía un cosquilleo en la palma de mis manos que me obligaba a estar moviéndome constantemente.

Miraba a todos lados, porque la situación estaba excitándome -Diego y yo, solos, viendo una porno- y simplemente no podía permitirlo.

Aunque, uno es humano… Y un leve bulto emergía de mis pantalones. 

Tratando de ocultar mi ya avanzada erección, había olvidado por completo que mi Dios griego la tenía toda en su esplendor, debajo de sus pantalones.

Se la tocaba con soltura, como si yo no estuviera, y miraba a la pantalla muy fijamente, como pegado al contenido, o tal vez tratando de ignorar sus pensamientos en ese momento.

Hasta me provocaba algo de miedo, porque hasta hace un momento estábamos normal, pero ahora su comportamiento era totalmente distinto.

Se la tocaba tanto… Sus dieciocho centímetros en ese pantalón me volvían loco, y yo juraba que se la estaba viendo de manera discreta, hasta que… 

-¿Me la vas a seguir viendo? 

Un golpe en seco me trajo a la realidad. Estaba ahí, observando directamente su verga, levanto la mirada y ahora lo veía a él. 

-Ehhh, no sé de qué hablas bro… Yo solo estaba… 

-¿Te gusta? 

-Bueno… No sé qué decir…. 

Volví a mirar a la pantalla, como un niño cuando era descubierto en su travesura. 

-Ven, tócala. 

Diego coge mi mano y la acerca hacia su trozo de carne.

Mi mano estaba ahí, encima de su bóxer, suave y temblorosa, pero mi excitación era tan grande que acabé sujetando su verga.

Estaba dura pero a la vez era suave, firme e imponente. Comencé a mover mi mano encima de su ropa interior, lentamente, hasta que veo como se la saca. Al verlo por primera vez me quedé asombrado por su tamaño.

Era largo, muy largo, y también muy grueso. Estaba rodeado por una fina mata de vello púbico, que rodeaba los abdominales de Diego y acababa en su ombligo.

La cabeza del pene era grande y rosada, y estaba cubierta por un prepucio dado de sí. También pude ver que los huevos eran grandes, y estaban recubiertos por un suave vello marrón.

Muchas venas rodeaban el miembro, dándole un aspecto de lo más varonil… 

-Bueno, ¿te gusta? 

Mi cara de hipnotizado debió servir como respuesta. 

Ahora lo veía masturbarse con una mano, y con la otra se levantaba la camisa para que no molestara su erección.

Es que para un pene tan grande, tienes que hacer espacio. 

-Se me está quedando muy seca, ¿Puedes lubricarla? 

Yo no tenía ningún problema en hacerlo, me agacho, lo veo a los ojos, bajo la cabeza de sus abdominales hasta su vello, y cuando estaba cerca de su verga, abrí la boca al máximo y me metí su cabeza, ayudado por su mano que empujaba más hacia mi garganta.

El sabor era agradable, mezcla de sudor y hormonas.

Diego echaba la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, por lo que supuse que no lo estaba haciendo mal para ser la primera vez.

Intenté tragar más, pero apenas llegué a la mitad. Para compensar, comencé a moverme arriba y abajo. 

Mi lengua pasaba por la zona sensible del glande, daba círculos y tocaba su frenillo. Diego echó la cabeza hacia atrás y comenzó a suspirar pesadamente, casi como los bufidos de un toro, mientras cogía mi cabello para marcar el ritmo de la situación.

Mi lengua, su glande, y el sabor de su verga, así debía ser el paraíso.

Seguía chupando, y aumenté la velocidad.

Esto pareció gustarle a Diego, porque jadeaba mucho más fuerte, y me sujetaba el cabello más rápido. En unos segundos, me levantó la cabeza, en medio de sus gritos en seco, supongo para que no se venga en mi boca.

Diego tenía todo el cuerpo bañado en sudor, y mi cabello estaba despeinado. 

Luego de un breve descanso, Diego me pregunta: 

-Bueno eh… No sé, ¿quieres seguir? 

Es su cara niño, y esa sonrisa nerviosa, lo que me tenía loco. 

Entré en el mejor dilema de mi vida, por una parte quería hacer el amor con él, y por otro lado, no estaba seguro que su pene sería capaz de entrar dentro de mí.

Al final dejé que el destino se encargara, porque, como respuesta, me acerqué a sus labios y lo besé.

Tenía los labios más suaves que alguna vez haya sentido, noté como me miraba de reojo, con una mezcla de amor y pasión oculta tras lujuria y deseo. 

Nos abrazamos con locura, yo estaba parado y el sentado, tocando mi espalda y bajando lentamente, hasta llegar a mis nalgas.

Debo confesar que las tengo grandes y muy redondas, algo que el pareció notar de inmediato porque me las apretaba con mucha fuerza.

El me atraía hacia su cuerpo, quería que me sentara en él.

Abro mis piernas y mirándolo fijamente, me siento.

Él se sujeta de mis nalgas, como si pudiera soltarse, y nos besábamos con deseo mientras nuestras lenguas jugaban, todo esto me tenía al palo.

Me bajó los pantalones con suavidad, y sin avisar, introdujo un dedo dentro de mí.

Entró con bastante facilidad, pero no pude evitar dar un respingo, la sensación era nueva para mí. 

Me penetraba muy rico con el dedo, y cuando juzgó que ya iba con bastante soltura, metió otro.

Yo seguía moviéndome, entregándole mi culito, teníamos nuestros rostros juntos, él mirándome a mí, y yo a él. 

Luego de un rato de jugar con sus dedos, Diego pide que me quite el pantalón. Su voz era grave, cansada, estaba decidido a penetrarme.

Sacude su verga en el aire, y yo desnudo ante él, vuelvo a sentarme mirándolo, pero esta vez él tiene a su amiguito despierto, deseoso de entrar en mí.

El glande se posiciona, Diego sujeta fuerte mis nalgas, y empuja… Suavemente fue entrando, poco a poco, centímetro a centímetro… Y ya me había metido todo el glande dentro.

Nunca había sentido algo así, tan doloroso, mi virginidad se iba con su glande queriendo entrar más adentro.

El espectáculo que tenía ante mis ojos compensaba todo: la cara de placer de Diego, que continuaba su inserción dentro de mí.

Cuando tenía como la mitad de la verga adentro, comenzó con un movimiento suave de mete-saca, que al principio me dolía más que todo lo demás.

Seguía sujetado de su cuello, atento a su rostro y él atento al mío.

Después de unos segundos, comencé a sentir algo muy rico, era más placer que dolor. 

Diego seguía moviéndose adentro de mí, cada vez más rápido, y en uno de sus movimientos, me carga sujetando mi culito, para que su verga no salga de mí.

Yo pensé que me iba a caer porque todo sucedió de repente, pero en un segundo ya estaba boca arriba, en su cama.

Diego me besa, coge mis piernas y las pone sobre sus hombros, y sin darme tiempo, me embistió con todas sus fuerzas.

Ahora sí me la había metido toda su verga y me dolía muchísimo.

Yo para callarme, me muerdo los labios con suavidad, en eso Diego se agacha y me besa en la boca.

Un beso muy rico que duró lo suficiente para que pasara el dolor y llegara un nuevo placer, algo que no había sentido nunca. 

Diego volvió con su ritmo de embestidas de antes, pero más fuerte, y aceleraba con el tiempo.

Llegó un momento donde me di cuenta de lo que estaba pasando, Diego me estaba follando duro, y yo solo quería que siguiera y no paraba de gemir mientras él me embestía.

Me sujetaba de su cuello y lo miraba a los ojos, su mirada de lujuria sólo me prendía más y más.

Hasta que Diego me besa más fuerte que antes, me muerde el labio y empieza a gritar de placer, era un toro gimiendo, y sentía que su verga estaba teniendo espasmos.

Eran chorros de semen, cinco trallazos de lefa fuertes y abundantes que se estrellaron adentro de mí.

La sacó, seguía jadeando y observaba atento como la leche se salía de mi culito.

Luego se tumba en la cama, y me besa con visible cara de excitación, y a la vez relajación.

Me acurruco junto a él mientras me acariciaba el pelo, y dormimos un par de horas. 

Desperté y lo primero que vi fue a Diego mirándome con mucha ternura, y lujuria a la vez. Y entre besos y caricias, volvimos a hacerlo de nuevo… 

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