Visitas a mi vecino
Después de estar un rato mirándole desde la puerta, decidió acercarse, para comprobar si se había quedado dormido o, simplemente, descansaba tendido boca abajo.
Con mucha delicadeza, apoyó la mano en su hombro, e intentó despertarle.
– ¡Diego!, ¡Dieguito!… ¿estás dormido?… ¡despierta!… ¡vamos!…
Pero, Diego no contestaba…
Sin dejar de mirarle, estuvo esperando a que reaccionara, durante unos minutos; pero, el chico parecía dormido profundamente.
Y, poco a poco, fue bajando la mano, lleno de excitación; sin despegar la vista de ese precioso culo, hasta que estuvo a la altura de la cinturilla de los calzoncillos. Entonces, cerró los ojos y se mordió los labios, quieto como una estatua. Y con la polla, a punto de estallarle, se situó convenientemente, para tirar de un pernil de los calzoncillos, que levantó cuidadosamente, para dejar al descubierto ese precioso ojete; en el que metió la nariz, una y otra vez…
… y luego, la lengua; para saborearlo y degustarlo, durante un buen rato.
Pero, oyó que alguien estaba llamando a la puerta.
– ¡Cago en la!…
… no puede ser, ¡joder! Si solo son las… 19:55, dijo, mirando el reloj de la mesilla…
Y abrió la puerta, sin poder disimular su cabreo.
– ¡Ah!, ¿eres tú?…
… ¡pasa!, ¡pasa!…
¡Que pronto!, ¿no?; y le hizo pasar al salón…
– ¿Estás solo?
– ¡No!…
Y lo dejó sentado en el sofá mientras entraba en el cuarto de baño, para darse una ducha rápida…
… pero, enseguida, apareció completamente desnudo y secándose la cabeza…
– ¿Cómo es que vienes a estas horas?
– Porque, David se ha quedado en casa; y le he pedido que me sustituya en la portería.
– ¡Ah!… ¡ya decía yo!…
Vicente le miraba fijamente, mientras se secaba; disfrutando de la desnudez de su cuerpo.
– ¡Joder!, ¡cómo me gustas!, Lucas… ¡vaya cuerpazo!
Entonces, Lucas se acercó a él, dejando la toalla sobre el sofá, y se inclinó para decirle al oído, que le tenía una sorpresa.
Pero, Vicente, como no podía estarse quieto, le agarró de la cintura y se lo echó encima.
– ¡Ven aquí, joder!… ¡que me tienes loco!…
… y empezó a manosearle.
Lucas, a quién ya se le estaba pasando el cabreo, se sintió muy halagado. Y decidió disfrutar de sus manos traviesas, durante unos minutos…
Pero, pasados estos; con cierto tacto, le cogió de la mano, y tiró de él.
– ¡Ven conmigo!, ¡anda!…
… ¡que quiero que veas algo!
Diego estaba tendido sobre la cama, dejando a la vista ese precioso culo. Y cuando lo vio Vicente; sin dejar de mirarle, le preguntó a Lucas
– ¿Quién es ese?
– ¡Mi sobrino, Diego!… ¿te gusta?
– ¡Ya lo creo!, ¡menudo polvo tiene!
Le miró a los ojos, mordiéndose el labio inferior; y moviendo la cabeza, ligeramente, de un lado a otro, exclamó…
– ¡Madre, mía!, ¡qué cosa!…
– ¿Verdad?
– ¡Ya te digo!…
Intentó agarrarle el culo, pasándole la mano por detrás. Pero, se le escapó, adelantándose, para comprobar si Diego continuaba dormido. Y, efectivamente, Diego dormía profundamente; al menos, en apariencia.
Entonces le indico que se acercara, pero con mucho sigilo.
Y con mucho cuidado, Vicente se situó al otro lado de la cama; y se quedó mirándole, fijamente.
La visión de Dieguito, tumbado en la cama, boca abajo, era toda una provocación.
– Quizás se despierte en algún momento; pensaba Lucas…
Pero, como había visto, que el chico tenía el culo roto cuando estuvo disfrutándolo, antes de que llegara Vicente, permanecía tranquilo.
– ¡Este cabrón!, traga; se decía a si mismo…
… ¡así que, nos lo vamos a follar… si, o si!
Miró a Vicente, que estaba pendiente de él. Y con gran decisión; absoluta tranquilidad, tiró de la tela, entre perniles, de los calzoncillos; y dejó al descubierto esa preciosa raja.
Naturalmente, el portero, enseguida se acercó a ver lo que se le ofrecía; y decidió abrirle el culo, lo suficiente, como para poder meterle la lengua; y juguetear con ella…
Luego, levantó la cabeza; y mirando a Lucas, esbozó algunas palabras, sin emitir sonido alguno.
– ¡Que rico está!… ¡Ay!… ¡que rico está, este cabrón!
Volvió a abrirle el culo; y siguió chupándoselo, con verdadera devoción. Aunque, ahora, era, él mismo, quién tenía que encargarse de despejar el camino para saborear ese ojete; porque Lucas, le estaba metiendo la mano bajo el vientre, a ver si conseguía que subiera el culo, en un acto reflejo; y podían sacarle los calzoncillos.
Diego sintió una gran excitación.
– Parece que el tío Lucas quiere pasarlo bien; fue lo que se le pasó por la cabeza…
… y en el fondo, le gustó la idea.
Sacó el culo; para que esa mano que intentaba colarse bajo su vientre, lo consiguiera. Y permitió que le quitaran los calzoncillos, sin ofrecer la mas mínima resistencia.
Sin embargo…
– ¿Qué hora es?, tío…
Lucas, se sobresaltó…
… pero, enseguida reaccionó. Y vio como Vicente le miraba, con una mueca muy graciosa en la que se veía con claridad su sentimiento de culpa, porque les habían pilláo “in fraganti”.
– ¡Las 20:40!…
– ¡Uffff!… ¡que cansado estoy!
– ¿Tienes que ir al hospital?
– ¡No!… ¡el abuelo no quiere que vaya, por la noche!…
… y, había pensado en quedarme aquí, a dormir. Si no te importa, ¡claro!. Es que no me gusta estar solo en casa.
– ¡Por supuesto!, hijo. Claro, que puedes quedarte… ¡faltaría mas!
Y se dio la vuelta, para ver la cara de su tío…
Lucas, miró al portero, y le presentó..
– ¡Este es Vicente!, un amigo…
– ¡Mucho gusto!, dijo Dieguito, mirándole a los ojos y sonriendo. ¿A Vd., también le gustan los chicos?
– ¡Vaya!…
… parece que tu sobrino no tiene pelos en la lengua.
¡Encantado!…
… pues, tu mismo puedes verlo, chaval… ¿a ti que te parece?
Y, aunque no tenía muchas fuerzas, Dieguito consiguió soltar un par de carcajadas…
Luego, se dio la vuelta; y siguió durmiendo, abandonándose a ese sueño, que le vencía…
Lucas y Vicente, sorprendidos, se acercaron a él con una calentura, mas que evidente; y empezaron a maniobrar entre sus nalgas para disfrutárselo, mano a mano.
El movía el culo, en función de la intensidad y soltura, con que sintiera sus lenguas trabajándole el ojete. O, la profundidad, a la que fuesen capaces de llegar, con sus dedos, cuando se los metían, a tope.
Abría las piernas cada vez más, para hacer obvio su ofrecimiento e incitarles a seguir con ese juego, que tanto les gustaba.
– ¡Así!… ¡así, me gusta!… ¡chaval!
Le decía Vicente, golpeándole en las nalgas, con la palma de la mano; mientras, la lengua de Lucas recorría su deseada hendidura y los dedos de la mano, se le iban y venían, entrando y saliendo de ese agujerito, tan cálido.
– ¿Has visto, que hermosura?, Vicen… ¿has visto que hermosura?
– ¡Ya lo creo!…
… ¡menudo culazo!, se gasta tu sobrino.
Pero, Vicen solo pensaba en ensartarlo con su verga.
Y en una de estas, le agarró por la cintura; y le obligó a ponerse a cuatro patas…
– ¿Mejor, así?, Lucas.
Lucas, que había aprovechado ese movimiento, para meterse entre sus piernas, y empezar a comerle la polla.
– ¡Si!, ¡si!… ¡así, me gusta mucho más!, Vicen…
Le embadurnó el ojete con saliva. Y después de hacer lo mismo con su zupo, se la enchufó, de una…
– ¡Ay!, ¡Ay!, ¡Ay!…
– ¡Lo siento!, chaval…
Vicente, estaba embaláo…
… y, poco a poco, empezó a darle una caña tremenda.
– ¡Toma!, cabroncete… ¡toma!… ¡que es toda tuya!…
– ¡Aghhh!… ¡que rico!… ¡dele!, ¡deele!…
A los pocos minutos, Diego estaba completamente feliz. Y empezaba a sentirse mucho mejor…
Pensó en follarse a su tío, en cuanto se recuperara del todo. Deseaba follárselo.
Ese culo, era bestial; y lo quería para él. Quería destrozárselo…
… ¡por cabrón!…
… y, también, porque le ponía muy mucho.
Así que, poniendo de su parte todo lo que pudo. Se arrancó; y empezó a decirle:
– ¡Eres un cabrón!…
Mirando a su tío
– No era necesario que me dejaras fuera de juego, ¡cabrón!…
… que, estoy seguro que ya sabes que estás muy bueno… y que más de uno quiere follarte, ¿no?…
… pero, lo que me has hecho, me lo vas a pagar. ¡Ya verás!
Vicente flipaba; oyendo, al mocoso, hablar en estos términos. Y asentía, con cada una de sus palabras.
Y, Lucas, lo veía cada vez más claro; o, mejor dicho, adivinaba, lo que quería su sobrino, Dieguito. Y por eso, se acercó a él, y le abrazó…
– ¿Cómo iba yo a saber que te iba la marcha? Diego… si hace varios años que no nos vemos. Esto de hoy, lo que estás viendo, tiene que quedarse entre nosotros, ¡eh!… te lo pido ¡por favor!…
… que si se entera alguien, peligra la vida del artista, ¡eh!…
Y bajó la cabeza…
Pero, enseguida cambió el semblante; y le cogió la cara con mucha delicadeza. Es que eres muy guapo, cariño… y estás muy bueno, ¡coño!… ¿qué quieres?
Y se quedó pensativo; mientras sentía como las manos de su tío le acariciaban la cara con ternura.
Pero, de repente, le miró a los ojos y se lanzó a comerle las tetas…
– ¡Ay!, ¡Diego!… ¡por favor!…
… que me matas de gusto, cielo.
Le abrazaba fuertemente, y le agarraba el culo; manoseándoselo, con rabia y con tremenda calentura…
– ¡Mmmm!, ¡que gusto! ¡Qué culo más alucinante tienes, ¡cabrón! ¡Cómo me gustas, tío Lucas!
Y Vicente, que se había quedado al margen; mirándolos. Estaba asombrado, por el manejo de formas y maneras, de ese mocoso. Se lo estaba follando, con una soltura envidiable…
… y unas ganas; como, pocas veces, había visto.
Le había puesto, frente a la ventana; y le obligaba a sacar el culo, mientras tiraba con fuerza de sus caderas, para dejársela en lo más profundo…
… sencillamente lo tenía mirando a Cuenca, y le daba fuertes zambombazos, para desquitarse.
– ¡Cabrón!… ¡eres un cabrón!, le decía mientras le daba con la palma de la mano en los cachetes y arremetía cada vez con más furia.
Y Vicente, sentado en la silla, les miraba, al margen de lo que estaba ocurriendo, y pensaba en dejarlos solos.
Pero Diego empezó a sentir que no podía evitar correrse; y se agarró bien a la cintura de su tío, para correrse dentro de él.
Fueron tres, o cuatro espasmos, no más. Pero se quedó a gusto.
– ¡Qué bueno estás!…
… y sopló ruidosamente.
– ¡Guauuu!, dijo Vicente…
Lucas, con Dieguito enganchado a su cintura dio tres, o cuatro pasos; y se dejó caer en la cama.
– ¡Ciao!, Lucas. Mañana, nos vemos…
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