YO 28 AÑOS, Y OTROS DOS HERMANOS.
Como dije en otro relato anterior, lo que aquí leerán es la completa verdad, e incluso los nombres son los reales,
que a fin de cuentas es altamente improbable que sean identificados dado que solo menciono su nombre de pila y a que esta pagina internacional lo hace mas difícil aún.
Les cuento que este relato de dos hermanos, diferente a los anteriores, también ocurren en mi pueblo natal, que no había dicho,
pero es un pueblo pequeño, provinciano, que, en la época de mi relato, quizás llegaba a 5 mil habitantes o menos talvez,
por lo que además de conocerse casi todos, no había demasiado entretenimiento (década de los 80s) por lo que nos reuníamos los fines de semana a compartir en unas cervecerías, cuando no había fiestas particulares y el infaltable partido de futbol.
En el barrio que vivíamos con mis padres había una familia cuyos hijos e hijas también vi crecer.
Al llegar a la adultez, me independicé e inicialmente vivía en el mismo pueblo.
Y ahí ya vi cuando Patricio, conocido por Pato, creció y se hizo un joven apuesto, quizás no hermoso de rostro, pero con un cuerpo atlético que de mirarlo me saboreaba discretamente,
en especial al mirar su bulto que a ratos se mostraba erecto, y que un par de veces había alcanzado a divisar en el urinal de los baños del bar donde a veces coincidíamos.
Fue en una de esas ocasiones, que él estaba algo pasado de copas, y estando en el urinal, se dio vuelta hacia mí con su pene a la vista, que por cierto era de un tamaño bastante apetitoso, y se acercó y me preguntó “¿lo quieres?”.
Yo sorprendido mire a mi alrededor y estábamos solos, por lo que ni corto ni perezoso, se lo tome con una mano y le masturbe por unos instantes, con lo que aumentó su excitación.
Si quieres a la salida damos una vuelta, le dije.
A lo que el asintió, así que apuré la cerveza y salí a mi automóvil, me moví un poco del frontis del local, y esperé.
No demoró demasiado en salir y encaminarse hacia mí, si bien se tambaleaba un poco por efecto del alcohol ingerido.
Subió a mi vehículo y enfilamos a un lugar cercano, pero obscuro y deshabitado, en donde le tomé el bulto y empecé a hurgar en busca de la fruta ofrecida.
El me ayudó soltándose el cinturón y en pocos segundos tenia a disposición de mi boca su verga caliente y húmeda.
El, al sentir mis labios emitió un gemido y se acomodó en el asiento, reclinando el respaldo, para disfrutar de mejor modo la experta mamada que yo le estaba brindando.
Luego de varios minutos en esa posición, me dice que quiere meterlo en posición piernas al hombro.
Dudé un poco que, al estar en la calle, y a pesar que normalmente no transitaba gente por el lugar,
eso implicaba para mi sacarme los pantalones y ser sorprendido en esa posición hubiera sido, por decir lo menos, embarazoso.
Pero como se dice que la calentura es grande, no lo dudé más allá y acepté la propuesta y me cambie al asiento trasero y me despoje de pantalones y ropa interior acomodándome al borde del asiento,
mientras que él con sus pantalones en los tobillos se acercó tomando ms piernas ubicándolas sobre sus hombros.
Luego sentí que acerco su pene a mi agujero, pene que era de un tamaño mediano, unos 17 cms, blanco, con el prepucio libre que se movía despejando completamente la cabeza según se requiriera.
Sentí cuando pasó la cabeza de su pene por mi raya posterior, y cuando se llevó una mano a la boca para echarse saliva, la que puso en su glande y en mi agujero,
y empezó a apoyar su caliente verga en mi entrada, y poco a poco la fue enterrando, y dado que su pene bien formado tenía un grosor uniforme,
no tardó demasiado en hacer sonar sus huevos en mis nalgas para empezar con el placentero mete y saca característico en tal posición.
La noche estaba grata, verano, que a veces en invierno la temperatura baja mucho, así que estábamos en esa posición, solo iluminados por las estrellas y con el sonido húmedo del meter y sacar que a ambos nos hacía gozar.
No sabría decir cuánto duró aquello, pero fue bastante rato, dado que el alcohol que él había consumido, bastante más que yo, no le permitía eyacular fácilmente, lo que en todo caso nos permitía disfrutar más tiempo.
Hasta que al final sentí cuando empezó a endurecer aún más su pene y aumentar el ritmo de la clavada, y por fin, sentí los chorros de semen caliente inundando mi cavidad anal, con quejidos y exclamaciones de placer de su parte.
Yo por mi lado, disfrutaba en silencio el sentir ese tibio placer que se derramaba por mis intestinos.
Nos acomodamos, yo tenía un rollo de papel higiénico para medio asearnos, una botella con agua y ya recompuestos,
nos fuimos a nuestras respectivas domicilios, que ya era madrugada. Lo dejé en su casa para retornar a la mía a dormir absolutamente satisfecho y con mi culo repleto de leche.
Los días siguiente que lo encontraba en la calle por casualidad, evitaba hablarme como si se arrepintiera o avergonzara de lo ocurrido.
Por mi parte no me preocupé, y simplemente seguí con mi vida.
Después de esa ocasión, varias veces lo encontraba en similares circunstancias, bebiendo en el bar, y terminábamos follando,
pero como ya estaba viviendo solo, íbamos a mi casa y lo hacíamos desnudos en una cama como se debe, hasta que superó esa tranca mental y ya lo hacíamos sin necesidad de estar bebido por su parte,
ya que se convenció que tenía garantizada la discreción.
Y Pato tenia además un hermano menor (además de hermanas) de 16 años aprox. En esta época. Su nombre Alejandro más conocido por Jano.
16 años, edad maravillosa.
No sé si el chico sabía algo de lo que pasaba con su hermano (ahora creo que sí, aunque nunca pregunté) pues cuando nos saludábamos empezó a preguntar “¿Cuándo echamos una?” aludiendo claramente a tener sexo,
pregunta que era acompañada de una cosquilla en la palma de la mano con su dedo índice, que según la gente era invitación a tener sexo, y que si era respondida era una aceptación.
Mi respuesta era “algún día”.
Y hasta que me decidí a que llegara ese día, en la siguiente ocasión que me saludó de igual forma, le respondí “el sábado” a lo que él, sorprendido, repreguntó ¿el sábado? Si le respondí, te espero en mi casa por la tarde.
El día sábado estuvo puntualmente en mi puerta, este chico, Jano, era blanco como su hermano, algo más menudito, pelo castaño, un rico platillo para degustar, y cuando pude conocer su pene,
quedé más que encantado, que lo tenía parecido a su hermano, blanco de un tamaño uniforme con su prepucio movible, el que rápidamente introduje a mi boca lo que le hizo exclamar de placer y le arrancó unos gemidos mientras me tomaba la cabeza e imitaba el movimiento de una follada en mi boca.
Sin perder tiempo lo lleve al dormitorio, donde nos desnudamos y le seguí mamando, pero el desesperadamente me rogó, “déjame meterlo”, ante lo cual me ubique dándole la espalda, mientras me lubricaba adecuadamente el ano,
y sin mayor espera, tome su pene y lo dirigí a mi agujero y me empezó a clavar.
A los pocos segundos cuando ya lo sentí entero dentro mío, lo hice se subiera a mi espalda y me empezó a montar con todo su ímpetu juvenil.
Su pecho sonaba en mi espalda, como sus huevos sonaban en mis nalgas al entrar al fondo. Sacaba su pene casi hasta la punta y de ahí me lo metía a fondo, con una exclamación de placer que se unía a la mía de sentirme horadado por esa carne joven, y no duró demasiado tiempo hasta acabar dentro mío, haciéndome sentir su leche acumulada de quizás cuantos días.
Se acomodó a mi costado, nos limpiamos los húmedos vestigios del rico sexo con papel higiénico y reposamos un poco.
Le pregunté si era su primera vez y reconoció que si, ante lo cual le dije que era rico ya que nunca se olvidaría de mí.
Bendita juventud, que ya a los pocos minutos me toma la mano y la lleva a su pene que de nuevo estaba en su esplendor.
Le dije que ya que era su primera vez haríamos algo diferente ahora. Lo ubique entre mis piernas y las lleve hacia sus hombros (él de rodillas).
Entendió de inmediato y se acomodó para clavarme su herramienta, y dado que yo ya estaba suficientemente dilatado y lubricado, en un par de segundos ya me tenía ensartado como en la mejor película porno,
y empezó a penetrarme y de pronto se detuvo para preguntar, ¿puedo acabar así?
Esta deliciosa la pose. Obviamente le dije que sí, y siguió bombeándome hasta que vi su rostro contraerse, unas gotas de sudor aparecieron en su frente, aceleró la marcha y de nuevo sentí su acabada profunda,
acompañado de nuevos gemidos y exclamaciones para finalmente cargar toda su anatomía sobre mí, que tuve que pedirle me dejara cambiar de mi incómoda posición para descansar a su lado.
Tomamos unos refrigerios, charlamos un rato y de nuevo follamos, en esta tercera ocasión fue una combinación de las dos anteriores, en cuanto a las posiciones, y al ser la tercera vez, fue la más larga dado que cambiaba de poses una y otra vez hasta que al fin me volvió a regalar una abundante lechada dentro mío,
como despedida de ese día especial para ambos, en especial para mi querido Janito.
Al llegar acá me doy cuenta que ya estoy en el límite de escritura que no quiero cansar a nadie, y seguiré en un próximo relato con lo que queda pendiente con estos dos hermanos, Pato y Jano.
Hasta pronto y espero sus comentarios sergiosst2021@gmail.com. Gracias por leerme.
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