CON DOS HERMANOS
Otro día, los dos hermanos vecinos volvieron a invitarme a su casa a pasar la tarde, creyendo yo que -al retirarse sus padres por algunas horas- la intención era volver a repetir la asombrosa experiencia de placer con las aves de corral.
Ya en la casa, estuvimos los tres juntos distraídos en naderías, hasta que sus padres se retiraron por algunas horas-.
Al poco rato, cerciorados de que ya no regresarían sorpresivamente, el mayor de los hermanos nos dijo que vayamos al corral de las aves, más precisamente a la misma casilla de depósito donde anteriormente habíamos hecho nuestros placeres con las gallinas.
Allí fuimos, vestidos solamente con nuestros shorts y torsos desnudos por el verano reinante, creyendo yo que repetiríamos los hechos de la otra vez, aunque observé que el mayor llevaba una pequeña mochila y nos pidió cargar con una botella de gaseosa y tres vasos.
Una vez en el “recinto privado”, bebimos la gaseosa y hablamos dejando pasar los minutos sin ninguna acción zoofilica, por lo que empecé a dudar del plan que tendrían estos nuevos amigos míos.
En la conversación frívola de tres adolescentes, todo parecía sin trascendencia hasta que noté cómo los dos hermanos discutían un tema personal, el menor le reprochaba al mayor que lo estaba dejando de lado, y el otro trataba de reconciliarlo consigo diciéndole cosas amables.
Yo quedé como un testigo mudo de todo ese debate, bebiendo gaseosa y ahogándome de calor.
Cuando todo lo sentía muy aburrido, noté que al fin los hermanos se sonrieron y abrazaron. Gimiendo, empezaron a besarse en la boca, revolviéndose el pelo con las manos y frotándose los cuerpos cada vez con más fuerza.
Sin dejar de lamerse las bocas y frotarse, fueron quitándose sus shorts, alejándolos con los pies, quedando completamente desnudos, ambos con buenas erecciones.
El pene del mayor era mucho más grueso, más grande y duro, parecía moverse solo con sus latidos.
Tomó la cabeza de su hermano menor y le hizo recorrerle el pecho y el ombligo hasta dejarlo en cuclillas.
Allí fue que le puso toda su verga erecta en la boca al más chico, entrándola y poniéndola cada vez más rápido, todo entre gemidos de placer.
En un momento, el mayor levantó al menor de sus cuclillas, lo hizo apoyar en una tabla que hacía de pequeña mesa y lamió u succionó su culo largamente.
Ví como le salivaba el ano repetidas veces y, también mojando con saliva y ya enorme pija, lo fue penetrando lentamente pero con fuerza, hasta colocarla toda adentro, mientras el más chico se retorcía y gemía.
Así le dió y le dió un buen rato hasta que en un momento lo tomó de la cintura y comenzó a bombear con mucha rapidez y fuerza, lanzando luego un gemido que -comprendí- anunciaba la tremenda eyaculación de leche que estaba echando en su recto.
No lo compartió conmigo, sólo quiso mostrarme cómo lo dominaba y cojía a su hermano, enseñándome que eran una pareja y que eso venía sucediendo siempre. Era también el aviso de que -cuando quisiera- podía someterme también a mí, ya que él era el macho dominante.
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