Con el papá de mi novia - citasgay.es

Con el papá de mi novia

Tal y como dice el título de mi relato cogí con el papá de mi novia.

Pero antes de contarte la historia, permíteme ponerte en contexto.

Soy un muchacho de la Ciudad de México, recién llegado a los 30 años.

Durante mi adolescencia experimenté por curiosidad el travestismo de clóset ya que mis facciones son un tanto delicadas y siempre había tenido la fantasía de tener sexo con un hombre mientras yo estaba vestido de chica.

Ese hobbie me llevó a utilizar en privado lencería, pelucas, tacones y maquillaje y a crear el personaje de “Bellota” que era como me presentaba en las redes sociales.

Con el tiempo y la madurez fui dejando esa costumbre de vestirme cada vez que podía, y guardé mi interior femenino por años, hasta que pude sacarla este fin de semana.

Ahora sí, comencemos:

El padre de mi novia es un señor de 60 años, varonil, atractivo y bien conservado para su edad.

Recientemente él y su esposa compraron una casa en el estado de Guerrero, México, aproximadamente a 5 horas de mi ciudad.

Este fin de semana necesitaba ayuda para recibir un camión de mudanza que le entregaría algunos muebles y demás cosas para la casa, por lo que me pidió ayuda para que el día no se hiciera tan largo y pesado.

La idea era comenzar a amueblar la sala y que en un par de días llegara el resto de la familia para estrenar, y yo, como buen yerno y queriendo ganar puntos con mi novia, accedí.

Muy amablemente pasó por mí el señor a las 6 am y tomamos carretera.

En el camino platicamos de algunas cosas de su juventud, de las novias que había tenido y de muchas locuras más que hizo de joven.

Me dio la impresión que fue todo un galán en sus buenos años y por alguna razón comencé a fantasear con acariciarle la verga mientras manejaba.

La idea de imaginarme su pene erecto me excitó mucho, al grado de también ponerme duro y comenzar a mojarme.

Llegamos a la casa sin menor complicación, llegó el camión y recibimos los muebles.

Era momento de poner manos a la obra. Después de un rato de verdadero trabajo duro tomamos un break para beber unas merecidas cervezas frías.

Nos sentamos y yo no podía dejar de ver cómo sus músculos se tensaban al hacer fuerza y cómo su camiseta se pegaba a su pecho por el sudor y decidí buscar hacer contacto con él.

Me agachaba para que me viera el trasero y trataba de pegarme mucho a él cuando me era posible.

Le daba la espalda y le acercaba las nalgas “sin querer”. En un momento pude darme cuenta que su pene también estaba reaccionando y lo sentí duro entre mis nalgas, pero de inmediato él se quitó.

Creo que le dio pena, pero entre las cervezas y lo caliente que me sentía decidí hacer una movida. En cuanto volví a darle la espalda, me hice para atrás y quedé pegadito a él, y en ese momento hice mi mano para atrás y le toqué la verga.

Su reacción fue la de esperarse: “¡No!, ¿qué haces?” y le respondí: “Disculpe, pero fue inevitable no sentirla”. Al principio trató de negarlo pero su pantalón sugería otra cosa. Al ver que estaba un tanto renuente a la situación, le dije: “Estaremos solos estos dos días, así que podemos hacer algo si usted quiere”.

Me puse de frente a él y lo acaricié por encima del pantalón.

Se volvió a negar y subió al baño. En ese momento pensé que tal vez me había equivocado y también me puse muy nervioso.

Pensé en echarle la culpa a las cervezas y en inventar alguna excusa para zafarme, cuando salió y me dijo: “Está bien, pero no digamos nada”. En ese momento me acerqué a él y comencé a besarle el cuello para excitarlo, pero noté que no se prestaba tanto así que decidí bajarme para probar de una vez su pene antes que se arrepintiera.

Lo metí en la recámara, lo senté en el borde de la cama, me puse de rodillas frente a él y comencé a chupárselo despacio, desde la punta a la base, hasta que me lo metí todo.

Me excitaba tanto sentir su verga erecta dentro de mi boca, que no podía decidir si quería que terminara ahí o si quería sentirla dentro de mí.

Después de un rato de estarlo mamando, noté que sus ánimos se bajaron y me dijo: “No sé si pueda”.

En ese momento recordé que bajamos una caja con ropa de mi novia y decidí hacer algo arriesgado: busqué unos zapatos, una falda corta y una blusa y pude hacer una versión improvisada de Bellota.

Al verme, se sorprendió y noté que su pene recuperó firmeza casi de inmediato.

Me dijo: “Siempre he querido cogerme a una travesti”, entonces supe que era mi oportunidad.

Le chupé un rato más la verga y los testículos y cuando ya estuvo bien duro decidí sentarme en él.

La sensación de su pene entrando en mí, de sus manos abriendo mis nalgas y empujando su cadera me dio un placer gigante; ¡quería gritar! Me embestía como me imagino que lo hacía en sus mejores años.

Después de un rato, terminó dentro de mi ano. Los dos nos sentimos extraños y lo único que pudimos decir fue: ¿Nos bañamos? Pasamos a la ducha y ahí la situación se puso más íntima, porque nos acariciamos y nos besamos.

Con la espuma del jabón acariciaba mi espalda y mis nalgas y yo le lavé la verga hasta que volvió a ponerse dura y volvió a penetrarme. Literalmente me empinó en la regadera y en esta ocasión terminó en mi espalda. Saliendo del baño me preguntó si sería raro que me quedara con ropa de mujer y yo accedí con tal que se sintiera cómodo.

Me propuso salir a comprar algunas cosas más a un supermercado que estaba cerca y accedí. Además de comida y un vino, compramos un conjunto de tanga y bra, un body lotion de vainilla y un poco de maquillaje. Eso bastó para tener una versión travesti de mí bastante aceptable. Esa noche después de cenar, repetimos, y ahora yo quería cumplir mi fantasía. Le pedí que me tratara como si fuera su novia, y así lo hizo. Nos besamos en los labios, beso mi pecho y lamió mis pezones, acarició mis nalgas, pero eso sí, nunca tocó mi pene. Para mí esa fue la mejor de las tres veces que lo hicimos, porque comenzó siendo muy tierno y terminó cogiéndome tan duro que al otro día no podía sentarme.

Llegó la mañana del domingo. Guardamos todo y terminamos de acomodar. Sabíamos que no faltaba mucho para que llegara la familia, entonces no dijimos más.

Y justo así pasó; después del medio día todos llegaron, su esposa, mi novia y los hermanos de ella. Nadie sospechaba ni tantito, más que por las botellas en la basura fue que nos dijeron: “Estuvo buena la chamba”. Nosotros nos reímos y nos miramos discretamente.

Ahora, estoy en mi casa contándoles lo que paso, sin saber si ahora soy la amante de quien podría ser mi suegro en un futuro.

No me arrepiento, estuvo delicioso y creo que ambos lo necesitábamos.

Espero que estén tan mojados como yo al leer esto.

Te puede gustar: Mi amigo pedro de 15


Loading


Un comentario:

  1. Cesar

    mayo 24, 2022 at 4:02 am

    Buen relato

    Responder

Dejar una Respuesta


INGRESA EN TU CUENTA CREAR UNA CUENTA NUEVA

 
×
 
×
¿HAS OLVIDADO TUS DATOS?
×

Subir