Confidencias 14 Rubén me folla como la primera vez - citasgay.org

Confidencias 14 Rubén me folla como la primera vez

Mi amor tan sincero y comprensivo, esto es lo que pienso…
Hacía varios días que no tenía noticias tuyas y no podía dejar de pensar que algo malo pudiera haberte sucedido, quería verlo en positivo pero no podía. Esperaba impaciente saber que estabas bien cariño mío.
Te envié mis anteriores apuntes sin comentarte los tuyos. Los he leído detenidamente y por ello aprecio tu asombrosa comprensión para con mi vida y te agradezco que no me juzgues.
También estaba impaciente por enviarte las fotos que me tomó Adrian, además de ser un buen esteticista resulta un fotógrafo estupendo. Espero y deseo que te agraden y me veas guapo y deseable.
Verás que no pude hablar mucho con mamá de mi posición ante la proposición de Eduardo, ellos más que yo han tomado la decisión, y aunque ella no perderá tanto como papá se verá perjudicada si no le atiendo en lo que desea de mí. Tiene la suerte de que la casa es de los abuelos y eso papá no puede tocarlo.
Otro punto que me ha preocupado es donde me cuentas los remordimientos que sientes sobre tu sexualidad, continúas sin admitir que eres bisexual y nunca vas a dar el paso para experimentar.
Me parece extraño que a mí me quieras tanto según dices, desees hacerme el amor y sin embargo solo buscas porno hetero en internet. Me preocupa ser el causante de ese estado confuso en que te encuentras.
No me importa que andes con mujeres y que experimentes esa faceta de tu sexualidad, y más sabiendo lo caliente que eres y que te es difícil contenerte, igual que me sucede a mí.
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Era muy temprano cuando me despertaron las caricias que Eduardo proporcionaba a mis labios con los dedos de la mano. Abrí con dificultad los ojos, estaba amaneciendo y se encontraba sentado en el borde de la cama, vestido muy elegante con corbata.
-Me voy pequeño, solo quería verte antes de partir y no he podido evitar despertarte. Sujeté la mano que no cesaba de pasar por los labios y la apreté contra mi mejilla.
-Vuelve pronto Edu, esta casa es tan grande. Dirigí la mirada a la habitación sintiéndome muy solo.
-Si quieres puedes pedirle a alguno de tus primos que te acompañe para que no estés tan triste. Hacía intención de levantarse sin decidirse.
-¿Edu, puedo salir una rato con mis primos y los amigos, a pasear y dar una vuelta? Le implora con la voz y la mirada.
-Si eres prudente puedes hacerlo, pero pídele a Tomás para que Damián te lleve y te recoja, vivimos un poco solitarios para que andes solo. Me senté sobre la cama para darle un abrazo pletórico de júbilo.
-Gracias Edu, eres muy bueno conmigo. Me alborotó el pelo y me dio un besito en los labios.
-Sigue durmiendo, siento haberte despertado.
-Me voy para no perder mi vuelo, Damián me llevará, luego lo tendrás para lo que necesites. Ahora sí que se levantó y se dirigió a la puerta.
Volví a dormirme hasta que Tomás entró en la habitación, le vi al lado de una ventana, recogiendo alguna ropa.
-¿Qué hora es Tomás?
-Las once, Damián ha regresado de llevar al señor. Me levanté y sentí un pequeño dolor en el ano, aún estaba algo resentido de las vibraciones de aquel aparato que tanto disfruté. Cogí mi móvil y llamé a Rubén.
Pablo y Erico habían ido al entrenamiento y no volverían hasta la hora de la comida, le pedí que viniera a hacerme compañía y creo que dio un salto de alegría por su voz, parecía que estaba encantado y vendría en una hora.
-Espera, espera, no seas impaciente. Luego le hable a Tomás.
-¿Puede ir Damián a recoger a mi primo para que le traiga a comer conmigo? Dejó de moverse y me miró con detenimiento antes de contestar, como pensando lo que le estaba pidiendo.
-Por descontado, se hará como deseé. No sé por qué pensé que estaba abusando demasiado.
-Rubén, van a pasar a recogerte y luego te quedarás a comer… No me dejó continuar.
-He escuchado lo que hablabas, le pediré permiso a mi madre, papá ha ido con los chicos al entrenamiento. Cortamos la comunicación y terminé de levantarme de la cama, iba para el cuarto de baño seguido por la mirada de Tomás que volvió a hablar.
-Voy a dar el encargo a Damián.
-Espera un momento Tomás, verás, no quiero alterar las costumbres que tengáis en esta casa y si hay algo que te parezca mal puedes decírmelo, yo no sé cómo se funciona aquí.
-La casa es suya y puede ordenar lo que quiera que se haga. La respuesta era cortante pero la dulcificaba el gesto sonriente y amable de su cara, se lo agradecí con una tierna sonrisa y ya totalmente desnudo entré en el baño.
Me lavé la boca y me vestí con un pantalón de deporte, estaba acostumbrándome a permanecer desnudo delante de Tomás como si fuera lo más natural del mundo, imitando a Eduardo. Había vuelto de dar el encargo y me iba entregando la ropa para que me vistiera.
En la cocina estaba la cocinera con su asistenta oriental, enseguida se movieron para colocarme un pequeño mantel en el comedor anexo, después de saludarlas las observaba en su trabajo, una muy tranquila, la mayor, y la jovencita nerviosa y atropellada, la sonreí para que se calmara.
Las madalenas estaban muy ricas y me atreví a comer dos.
-El señor Tomás me ha dicho que tendrá invitados para comer, ¿desea algo especial?
Me cogió de sorpresa la pregunta, no estoy acostumbrado a decir lo que quiero comer excepto en el menú del colegio.
-Lo que tengan por costumbre será suficiente, vendrá solo un primo mío. La señora puso de cara de: “¡Ah!, qué bien”.
Terminado el desayuno me entretuve mirando alguna de las habitaciones por las que pasaba, los grandes salones de la entrada principal con los gigantescos cuadros colgados que sobrecogían por su belleza, la escalera de cuerno de cabra, combinando el blanco de los barrotes con el color caoba de la barandilla, y ascendía hasta la balaustrada que rodeaba una pared del salón principal.
Nunca había subido a la planta superior o no lo recordaba, coloqué un pie en el primer escalón y rápidamente lo bajé. Se me ocurrió la loca idea de que tenía que ser divertido bajar montado sobre la barandilla dejándome resbalar pero temeroso no lo hice.
Continué mi inspección hasta llegar al pasillo donde estaba mi habitación, la pasé para ir al otro extremo, donde está la piscina cubierta, y al llegar ante la puerta de la habitación de Eduardo me detuve, anoche no había podido verla y la curiosidad me mataba, había dormido dos noches en aquella casa y las dos Edu me había visitado en mi habitación.
Miré a ambos lados del pasillo, el que daba hacia mi habitación, más largo, permanecía desierto y por el otro lado giraba hacia la derecha, y no podía ver si habría alguien al doblar la esquina pudiendo aparecer de improviso.
Me decidí, abrí la puerta y entré cerrando detrás de mí. Estaba toda ordenada, la cama hecha y las gruesas cortinas corridas, pasaba la luz dorada por los visillos amarillos como el oro y brillantes.
Me sentí cohibido ante la grandeza del lugar, la bella cama con dosel, y a su derecha la pared con una chimenea francesa de mármol rosa y el frente en hierro negro y dorado. Sobre la profunda repisa tenía marcos de plata con fotografías.
La imagen de una hermosa chica, pintada desde el talle, de la cintura para arriba, parecía que me seguía con la mirada. En esos años yo no la conocía, era muy joven, seguramente de cuando se casaron, y eran mayores cuando me llevaban a su casa.
Casi no la recordaba, hacía varios años que murió, demasiados tal vez y yo era un niño. Pero a pesar de todo sabía que era ella, la esposa de Eduardo.
En los marcos sobre la repisa había dos fotografías suyas, más recientes, y ahí si era reconocible, sentí que estaba perturbando el aire íntimo y misterioso de la estancia simplemente con moverme.
Pasé al vestidor, el cajón donde guardaba los utensilios sexuales estaba cerrado y no hice intención de abrirlo aunque la curiosidad quería mover mi mano. Eché una rápida mirada al gran baño y salí con sigilo al pasillo mirando antes por si había alguien.
Poco después llegó Rubén. Nos saludamos con un abrazo, como si hiciera un mes que no nos veíamos cuando habíamos estado juntos hacía unas horas. Me di cuenta de que no dejaba de mirar a todas partes aún estando abrazado a mí.
Tomás nos dejó solos y lo llevé a mi habitación que alguien ya había recogido y la cama estaba hecha. Silbó asombrado cuando la vio.
-¡Wau! ¡Qué choza más grande! Parece la casa de los abuelos. Tuvimos que hacer el paseíllo por la casa para que lo viera casi todo.
-¿Quieres que nademos un rato? También yo quería presumir como un tonto dándome importancia. Bueno, todo le deslumbraba y no me parecía raro.
Nadamos y jugamos en la piscina, aprovechamos la gran pantalla para ver una serie de chicos que Rubén encontró pasando los canales.
-¿No tenéis alguno de porno? Jugaba con el mando sin dejar descansar al aparato.
-No lo sé, aún no he tenido tiempo para investigar todo lo que puede haber.
Volvimos a mi habitación para vestirnos y mi primo se tiró en la cama.
-Parece una casa de las que salen en el cine. Rubén cuando ha estado aquí no ha pasado del pabellón de la piscina donde recibían a los invitados, lo mismo que me sucedía a mí. Me tumbé a su lado.
-He quedado con Simón para ir a la tarde a una fiesta juvenil y le he pedido que coja entradas para los dos. Se quedó un momento callado buscando con su mano la mía y cuando la encontró cruzó los dedos apretándomela con fuerza.
-Tu padre ya no está en tu casa, ahora están solos tu madre y Pablo, fueron a buscarle unos hombres y organizaron una escandalosa trifulca en el jardín hasta que llegó la policía, los llamó mi padre creyendo que pasaría algo tremendo, los gritos eran para asustar. Tu madre le dijo que no lo soportaba más y que se marchara, que ya le prepararía ella sus cosas para que fuera a recogerlas.
Me miraba esperando algo de mí, como si yo pudiera obrar un milagro y conseguir que todo funcionara perfectamente si ni siquiera podía organizar mi vida.
Intentaría hablarlo con Eduardo, en realidad temía que pudiera pasar algo malo a papá. Estaba dispuesto para contestarle cuando cambió de tema.
-¿Dónde folláis? Mejor dicho, ¿dónde te coge Eduardo? No me esperaba esa pregunta y me puse rojo.
-Venga, no es para tanto, ¿o no hacéis nada?
-Sí, en esta misma habitación pero solo han sido dos veces. Entonces se echo a reír mientras me besaba la cara.
-¡Cuéntame!, ¿cómo es en la cama? ¿Qué hacéis? Me vi forzado a contarle un poco de todo.
-Esas pastillas que toma son para que la verga se le ponga dura, seguro, ¿las tomas tú también?
-No, ¿qué crees? No necesito tomar nada. Intentaba quitarle importancia y hablar de otras cosas.
-No sé, igual no se te levantaba al follar con un viejo. No entendía lo que quería decir, Eduardo aún estaba bien aunque fuera mayor y tuviera que ayudarse, era fogoso y sabía darme placer.
Al fin llegó la hora de comer y pude descansar de su interrogatorio, antes teníamos menos secretos y ahora me costaba abrirme a Rubén.
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Mi primo pulsó el botón del intercomunicador para hablarle a Damián.
-Déjenos después de aquel paso de peatones, al lado del semáforo. El conductor detuvo el coche donde Rubén le había indicado.
-¿A qué hora paso para recogerles? Nos miramos los dos, y fue él el que le respondió.
-A las diez estará bien, en este mismo lugar. Al abrir la puerta golpeé a un paseante que pasaba al lado del coche, era un grupo de chicos y chicas y él iba el último.
-¡Perdón! Lo siento, no me di cuenta. Me dirigí al chico que había golpeado, se frotaba la pierna como si le hubiera causado daño.
-¡Mira para ver lo que haces niño! Una chica me miraba enfadada hablándome con tono grosero.
-No ha sido nada, no me he roto la pierna. En ese momento me fijé más en el chico.
Debía tener como unos veinte años, la edad de todos ellos más o menos, moreno y con barba de varios días, me llamó la atención la bonita sonrisa que me dirigió disculpando a la chica. Quería volver a excusarme pero Rubén tiró de mi brazo.
-Venga, vamos Simón nos está esperando, echamos a correr y doblamos la primera esquina. Nuestro amigo nos esperaba delante de la puerta del lugar donde íbamos a estar.
Había poco espacio para sentarse y estábamos muy apretados unos contra otros, además de nosotros tres había cuatro chicos más, dos de ellos del colegio a los que conocía ya que hablábamos con ellos. Pidieron para beber y algunos fueron a la barra para traer la bebida, para mi pedí una botella de agua, los demás pidieron algo con alcohol y miré a Rubén sorprendido.
-Hay que hacerse mayores. Las risas se generalizaron burlándose de mi postura melindrosa y quizá ñoña. Los pies empezaron a moverse sin darnos cuenta, necesitábamos agitar los cuerpos y prefería estar bailando a permanecer sentado sin saber de qué hablar.
Llevábamos un tiempo entre el público, ellos volvían de vez en cuando a la mesa para seguir bebiendo y yo no dejaba de moverme. Sentía las manos de los depredadores buscando su presa de la noche, machos jóvenes y acalorados arrastrados por la testosterona y las ganas de vaciar los testículos.
Me acariciaban las caderas y las nalgas, los más atrevidos apretándose contra mí para hacer notar sus duras virilidades contra mis pantorrillas y nalgas, atributos que parecía concederles el derecho de pernada sobre los chicos más jóvenes, claramente en señal de buscar el apareo con una hembra joven y dispuesta para recibirlos.
-¿Mira a quien tenemos aquí? Abrí los ojos, delante de mi tenía al chico del accidente de la acera. Simplemente le sonreí un poco nervioso, era difícil entenderse con el ruido de la sala. A veces se perdía siguiendo el baile entre los demás volviendo a aparecer de nuevo.
En una de estas ocasiones me cogió por la cintura, de frente, sin intentar presentarme su calentura sobre las nalgas como hacían otros.
-He tenido suerte, primero casi me matas y ahora me haces disfrutar bailando, lo haces muy bien.
-Perdona lo de antes, a veces soy un poco torpe y no miré si venía alguien. Para él era fácil hablarme al ser más alto, yo tenía que elevar la cabeza girando el cuello para que mi voz le llegara. Me acercó a él para que me escuchara mejor.
-La culpa fue mía, me distraje con tu impresionante coche y tropecé con un bello joven saliendo de la carroza. Resultaba poético el muchacho y solté una carcajada.
-¿Cómo la Cenicienta?
-¿Por qué no?
-¡Ohhhh! No soy todo eso. Sin darme cuenta llevaba unos minutos abrazado a él, bueno él me abrazaba.
-De cualquier forma debí tener más cuidado, podías haber sido una viejecita y tirarte. El muchacho dejó de apretarme para separarse y mirarme sin verme.
-¿Sabes que aún me duele la pierna del golpe? Realizó un gesto gracioso inclinándose para frotarse la pierna como hizo en la acera.
-Podíamos haber dado parte al seguro, todavía tenemos tiempo y te indemnizarán por los daños.
-Me conformaría con un beso tuyo como forma de repararlo. No me lo podía creer, el chico pretendía seducirme con sus palabras solamente, sin mostrarme sus dotes de macho dominante, porque supuse que era de esa especie y me equivocaba.
Seguíamos bailando unidos, sin tocarnos en exceso, siguiendo el ritmo de la música y jugando al gato y al ratón.
-El pago no parece muy costoso, te conformas con muy poco.
-Para mí no sería un pago, me darías el mejor premio. ¡Dios! Qué bien y dulce sabía argumentar, levanté la cabeza para intentar ver si se burlaba, no podía ver el detalle de su rostro y aprovechó la posición de ventaja para bajar la cabeza y colocar los labios sobre los míos.
Fueron solamente unos segundos donde el tiempo se detuvo, deseé que continuara pero me dejó de besar cuando más lo necesitaba. El tiempo transcurría sin que dejáramos nuestro abrazo. A veces colocaba mi cabeza sobre su pecho intentando escuchar los latidos de su corazón bailando entrelazados.
Un momento después me abrazó Rubén uniendo nuestras cabezas, se iba a apartar a las zonas oscuras, lugares donde las parejas se besaban y hacían otras cosas, porque un chico se lo había pedido y que volvería a buscarme para marchar a casa. Mi acompañante había escuchado parte al menos de lo que me dijo.
-Parece que la Cenicienta tiene que abandonar el palacio a una hora determinada y montará en -su carroza- para desaparecer, y verdaderamente no quiero que eso ocurra. Remarcó lo de -su carroza- y me causó gracia.
-La carroza es de mi tío, no mía, pero sí que vendrá a las diez para recogernos. Hizo un gesto de fastidio que resolvió sonriendo.

-Me llamo Alberto, ¿puedo conocer cómo es tú nombre? No creía que fuera ni prudente ni práctico el que lo supiera pero sin querer se lo dije.
-Oriol me llaman mis amigos.
-Me gusta, Oriol quiero que nos volvamos a ver, ¿cómo podría ser? Nunca te había visto aquí.
No le contesté, no deseaba que nos volviéramos a ver…, dudé de mi pensamiento, sí que lo quería pero me daba miedo, no sabía el motivo pero Alberto me inspiraba temor, me alarmaba el hecho de verle diferente al resto de los chicos que se me acercaban, definitivamente me gustaba y eso no estaba bien para mi, solo me traería dolor y problemas, era preferible alguien con quien tener algo pasajero, sexo simplemente sin más interacción.
Se dio cuenta de que no quería responderle y lo aceptó sin insistir.
Había estado bailando más de tres horas, la mayor parte del tiempo entre los brazos o la cercanía de aquel chico al que no volvería a ver. Cuando mi primo me encontró y tiró de mi mano para llevarme, Alberto cogió la otra intentando sujetarme, dejé que mi mano resbalara y nos separamos sin decirnos un adiós.
Estaba lloviendo en la calle y tuvimos que correr hasta el semáforo donde Damián nos esperaba puntual como un reloj.
-¿Te has divertido?
-Sí, mucho. Me quedé triste recordando el fuerte cuerpo contra el que me estrechaba hacía unos momentos y aquel beso tan corto, tan caliente, tan intenso.
Aparté mis pensamientos y sonreí apretando la mano de Rubén.
La cocinera y la chica no estaban, Tomás nos preguntó si queríamos comer alguna cosa como cena y le pedimos un vaso de leche y galletas.
-Tomás, mi primo dormirá en mi habitación y mañana habrá otras dos personas para comer. Pensaba en Erico y Pablo.
-Era guapísimo el chico que atropellamos, ese con el que bailaste casi toda la tarde.
-¿A ti te lo parece? Mi primo me miró de forma rara sonriendo con picardía mientras me abrazaba retirándome la camiseta de dormir para acariciarme el abdomen.
-Rubén tenemos que dormir… No me permitió continuar hablando y pude sentir sus juegos labios sobre los míos, luego me los lamió pasando la lengua con suavidad y arrancándome un gemido.
-Lo deseas como yo Oriol, primito también tú estás caliente, ese chico te ha gustado. Me estreche contra él e inicié mis caricias a su agraciado cuerpo retirándole la ropa apresurado.
Lamía sus morenas tetillas mientras él acariciaba mi verga y se colocó para podérmela mamar a la vez que me ofrecía la suya. La primera polla que tuve en mi boca y recordaba su sabor, su suavidad y dulzura.
Después de un rato de mamarnos la verga y de acariciarnos el ano sentía unas ganas locas de que entrara en mí de que sustituyera sus dedos por algo superior y más grueso.
-¿Quién se la mete a quién Rubén? Comenzó a reír metiendo dos dedos profundamente en mi ano.
-Yo te la meto primito, tienes el culo hambriento. Inmediatamente me tumbé mirando al techo y le abrí mis piernas en un ofrecimiento de entrega mudo.
Jugó unos minutos volviéndome loco, presentaba la punta del pene en mi culo pero no apretaba para meterlo y me empujaba contra él logrando que me metiera la punta del glande.
-¡Por favor Rubén! No seas malo y dámela de una vez. Se quedó quieto mirándome divertido.
-Ya que tanto la quieres métetela tu mismo. Me empuje contra él sujetándome a su cintura y en esta ocasión resistió sin retirarse. De repente tenía la mitad de su verga dentro de mí y comencé a empujar poco a poco hasta sentir los pelitos de sus testículos pegando en el culo.
Volví a revivir los momentos mágicos aunque fueron dolorosos de la primera cogida que me dio mi primito, mi primer hombre que tuve en mi interior.
-Oriol precioso, estás buenísimo. Y parecíamos dos juguetones perritos retozando, él encima de mí, yo encima de él, me follaba por delante, por detrás, entrando profundamente hasta que no pudo más y sentí el calor de su lechada entrando en el fondo de mi vientre, y apretaba los riñones para meterme el pene hasta que no podía más mientras descargaba todo el esperma que atesoraban sus huevos.
No llegué a correrme pero no me importó, disfruté como un poseso al tenerle dentro, sintiendo como mío su placer y soportando su peso que me aplastaba y dominaba sobre la cama.
-Vamos al baño a limpiarnos. Le retuve apretando su culito contra mí para que no se saliera.
-No me la quites aún. Sin sacarle nos colocamos de costado, él detrás de mí que empujaba mi culito para que se separara, me abrazó y apoyó su cabeza en mi espalda mientras me besaba con dulzura.
Sin darme cuenta me dormí con la verga de mi primo dentro de mi culo.
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El día transcurrió entre diversiones, nadando en la piscina interior, jugando en el parque cerrado de la casa. A Pablo y Erico los fue a buscar Damián y él mismo se encargo de enseñarles la colección de coches de Eduardo, le encantan los coches y los tiene de todo tipo y época, algunos muy viejos y valiosos.
En cierto momento me extrañó que Pablo al referirse a mama lo hiciera por su nombre, Ana, se llama Ana María. Desde hacía meses, cuando hablábamos sobre ella, la llamaba mamá igual que yo.
Rubén se quedó a dormir también esa noche para acompañarme y volvimos a hacer el amor aunque en esta ocasión me lo cogí yo, y a los otros dos los devolvió Damián a su casa después de la merienda y ver una película de guerra en la tele.
El primer día de clase pasó sin algo notable que reseñar, Erico llevó la mochila de Rubén y su uniforme y tuvo que cambiarse en los aseos del colegio.
El martes, después de la clase del colegio, Damián me llevó al ballet, me acompañó hasta la puerta del piso de la academia, sentí apuro que fuera conmigo, uniformado y como un gorila de grande, luego lo agradecí. Iván le vio como me atendía y no me molestaron con sus exigencias para tener sexo.
A la salida de clase, corrí hacia el coche que estaba con la puerta abierta esperándome, y los vi observando mi carrera por la ventana del salón de baile como volvía a escapar de ellos.
Damián me explicó que tenía prisa, debía ir a recoger a Eduardo al aeropuerto y tenía el tiempo justo. Me apresuré en preparar mis trabajos y poder quedar libre para cuando Eduardo llegara. Aún no había terminado cuando apareció en la puerta de mi habitación, no tuve tiempo de levantarme cuando le tenía a mi lado inclinándose para besarme la cabeza. Abracé sus piernas mientras él no dejaba de acariciarme el cuello y besar mis cabellos.
-Mi niño siempre estudiando, cumpliendo con sus obligaciones, pero te he traído un regalo por ser buen chico. Me di cuenta de que Tomás estaba detrás de él con una correa en la mano, y al final de ella parecía un cachorro de perro crecidito ya, de color canela, orejas largas, de mucho pelo largo y muy curioso.
Yo lo miraba asombrado y él no parecía estarlo menos, nos estudiábamos ambos y me gustó desde ese mismo momento, Tomás me alargó la correa y el perrito colocó sus patas delanteras, por cierto muy fuertes, sobre mis rodilla, parecía estar observando mis reacciones, puse la mano sobre su cabeza y ese gesto debió darle confianza, comenzó a lamerme la cara haciéndome cosquillas con la lengua.
Le abracé y le besé la cabeza, no paraba quieto y quería seguir jugando y lamiéndome.
Me puse en pie y sujeté la cintura de Eduardo rodeándola con mis brazos.
-Gracias, gracias, es precioso. Y la hora siguiente la pasé jugando tirado en el suelo comenzando a conocerle en sus juegos, intimando entre nosotros.
Decidieron que su lugar sería al lado de la cocina, donde tenían el departamento de lavado y plancha y que resultaría el mejor para él con espacio de sobra para sus juegos. Hubiera preferido tenerle en mi habitación pero entendí que Eduardo y Tomás tenían razón.
Eduardo venía cansado del viaje y marchó para ducharse antes de la cena. Por lo que pudiera suceder después, me preparé con un profundo lavado de mis genitales, me apliqué crema en el cuerpo, sobre todo en la zona anal, no sabía si querría tomarme, yo estaba loco de ganas aunque lo del perrito me había entretenido.
Le ordenó a Tomás que dejara sus cosas sobre la mesita, el vaso de agua y las pastillas, antes de tumbarse a mi lado y comenzó a quitarme la ropa, él ya estaba desnudo.
-¡Edu! Dejó de bajarme el pantalón y giro la vista para mirarme.
-Bésame, por favor. Sus labios se posaron sobre los míos, esperaba sentir el milagro eléctrico que recorrería mi cuerpo, como cuando Alberto me besó-
Besaba muy rico pero no era igual. Le respondí metiendo la lengua en su boca. Me coloqué de rodillas para chupar sus pezones pasando la lengua y apretando, estaban un poco duros, sobresalían de la pelambrera que rodeaba las aureolas de sus tetillas.
Llevó la mano a mi blanco culito que le regalaba sumiso y comenzó a acariciarlo pasando los dedos por la unión de mis nalgas logrando que me estremeciera, deposité la cara sobre su pecho elevando el culo para dejarle hacer lo que quisiera.
Me apartó para tomar la iniciativa y me colocó de espaldas a él, separó mis nalguitas para meter la cara en ellas y aspirar el olor de mi culo, aroma a limpio, a cuerpo de adolescente entregado y deseoso de que un hombre mayor lo posea.
Miraba mi agujerito, como palpitaba expectante esperando las caricias de su amo, pidiendo ser atendido.
Empezó lamiendo mi perineo mientras me palpaba los testículos.
-Hueles delicioso chiquillo, tienes el culito muy rico.
-Sigue Edu, sigue, no te detengas, mi amor dame tu lengua, métela en mi culito papi.
-¡Oh!, ¡ooh!, ¡ooh!, ¡ooh!, ¡ooh! ¡Ahhh!, ¡ahh!, ¡ahh!, ¡ahh!, ¡ahh! Sí, sí, sí, mi amor, eres mi dueño, no pares, no, no, no. Sus manos acariciaban mis nalgas y su lengua no se detenía un momento, habían pasado varios días sin sentir el placer de su lengua penetrando mi culito y me encantaba sentirme acariciado por un experto maduro.
Giré la cabeza y aprovechó para comerme la boca loco de deseo, jugaba con mis labios y saqué la lengua para entregársela a su juguetona boca. Me subí sobre él para comérmelo a besos de pasión locos.
Eduardo correspondía un poco perplejo ante mi abrasador deseo de él. Me bajó hasta su verga y comenzó a darme golpecitos en la cara y en la boca.
-Mámela un poco precioso. Se la acariciaba pasando mis deditos por su tronco, se la besaba y le corrí el pellejo del glande para verlo tan rojo, tan grande, tan deliciosamente apetecible para comerlo y lamer la morada y húmeda punta de la que salía el líquido pre seminal a chorros.
Metí la puntita rodeándola con mis labios rojos mientras le masturbaba furioso y metía la punta de la lengua en la boquita de la que salía el manjar delicioso. La tenía tan caliente, dura como una piedra, como la verga de un joven de veinte años.
No podía detenerme y lamía el largo fuste desde los cojones hasta el otro extremo y chupaba los testículos gordos y duros, maduros, llenos, hasta que tragué toda la inmensa longitud de la verga, haciendo gestos lascivos cuando la sacaba que le excitaba haciendo que se mordiera los labios.
Le notaba tremendamente excitado y a punto de eyacular, me dio la vuelta colocándome arrodillado, con la cabeza en la almohada y las nalgas levantadas y volvió a pasar la lengua por mi anito dándome un rico beso negro.
Me daba latigazos con la verga, palmaditas suaves con las manos y mordía mis nalguitas volviendo a pasar la lengua por todo el canal de mi trasero.
¡Qué hermoso culito, rosadito y para comerlo! Empujaba para meter la lengua y la cambio por los dedos dando vueltas de torniquete con ellos volviéndome loco de placer.
-¡Ahhh!, ¡ahh!, ¡ahh!, ¡ahh!, ¡ahh! Sí, sí, mi amor, que gran placer vida mía, te amo Edu, te quiero, mi amor dame la verga ya.
La sujetó para acercarla a mi hoyito y la apoyó en él para comenzar a empujar con fuerza.
-¡Ahhh!, Edu, aullé desgarrado, la había metido de una vez sin detenerse, intenté caer para que la sacara pero me sujetó por las caderas mientras me besaba la espalda.
-Ya, ya pasó, tranquilo bebe. Sentía los pelos de su pubis tocando la suave piel de mi culito y me quedé quieto unos segundos respirando para calmar el dolor. Apoyó su peludo pecho en mi espalda haciéndome notar que era él el que mandaba, el macho que tomaba posesión de su propiedad. Mi culito iba adaptándose a la invasión de la masculinidad de mi macho. Mi ano, aunque ya entrenado, no soportaba las invasiones tan fuertes y violentas.
-Despacio, por favor Edu, se suave mi amor, moví varias veces la cintura y las caderas hasta que sentí que su verga se deslizaba sin dificultad. Comenzó a meterla y sacarla dejando solamente la cabecita dentro de mi culo y volviendo a penetrarme.
Cada vez más fuerte. Cada segundo más rápido, Cada instante con más fuerza.
– ¡Oh!, ¡ooh!, ¡ooh!, ¡ooh!, ¡ooh! Sí, sí, Edu, que rico me lo haces mi vida. Ya no sentía dolor alguno, todo era placer en su máxima expresión, placer que él sentía como yo, gruñendo y jadeando en mi espalda.
-Precioso, que placer penetrarte este culito, el más rico que me he cogido, toma, toma verga bebito. Continuaba taladrando mi culito hasta que me dio la vuelta sobre el colchón, coloqué mis piernas apoyadas sobre mi pecho, apoyó el suyo sobre ellas y continuó penetrándome entrando en lo más profundo de mi vientre con su verga, chocando sus huevos contra mi culito.
El orgasmo cabalgaba rápido y rugiendo por mis venas, y el pre semen caía de mi polla a chorros, y Edu se quedó quieto, como muerto, solo sentía manar de él el torrente de la leche que llenaba mis entrañas.
Nos duchamos en silencio en mi cuarto de baño y aunque mañana tenía clase se quedó un rato más a mi lado. Jugaba con el bello de su brazo pasando mi mano a contrapelo.
-¿Me has extrañado? Le miré con coquetería.
-Sí y no, también lo paso bien aunque tú no estés. Se giró hacía mi para acariciarme la cara.
-Niño coqueto y desvergonzado, mereces un castigo. Consistió en un largo beso.
-Cuéntame que has hecho estos días.
-Curiosear tus cosas, dar vueltas por la casa y no he podido ver todo. Tu habitación Edu, tienes allí a tu mujer. No cesaba de acariciarme el rostro.
-¿Te acuerdas de ella? Te quería tanto como yo.
-Casi no la recuerdo Edu y tú no puedes olvidarla.
-No amor, siempre estará en mi corazón, hasta el último día. Permanecimos unos minutos en silencio.
-Mi primo me llevó a bailar a un local de gente joven. Su mano acariciaba ahora mi abdomen.
-¡Ummmm! Habrás enamorado a todos ellos. Solté una carcajada.
-Solo a uno y por poco lo mato antes. Continuaba con mis risas recordando el momento del golpe y lo de después durante el baile. No lo pensé, confiaba en Eduardo y le relaté todo lo sucedido esa tarde con Alberto.
-¿Hicisteis algo?, ya sabes, lo que sucede en esos momentos y lugares.
-Me besó, solo eso. Edu se quedó pensativo.
-¿Eduardo, mi papá? me ha dicho mi primo que le busca gente mala, tengo miedo por él.
-Estoy haciendo todo lo que puedo, confía en mi pequeño. No hablamos más, me dio un beso y se despidió, mañana tenía colegio y era tarde.
Adri, ¡por favor! Dime algo, que no te ha sucedido algo malo. Lo que sea, si no quieres volver a saber de mí, aceptaré cualquier cosa pero tranquilízame.
Respuesta:
¡Mi vida! ¡Estoy bien!
Mi vida, estoy bien, lamento no haberte contestado hace un tiempo, he estado ocupado con las responsabilidades que mi papa me impuso sobre la compañía, pero claro que estoy aquí para ti, y es cierto, no me acepto del todo como bisexual, creo que más bien lo que me prende es el hecho de experimentar lo que no es común, ¡jajaja!

Mi amor, yo estoy aquí para ti en todo momento, y deseo verte en tus fotos con tu nuevo look, de hecho mi correo lo he bloqueado por haber querido entrar y no recordar la contraseña, ahora he tenido que usar uno nuevo, que es: andrese…hotmail.com, he usado mi segundo nombre, ¡jejeje!

Wwwooooww, ahora sí que te has divertido en esa nueva casa, con nuevas personas y que el hecho de ser feliz me da felicidad por ti, tú mi nenita, me encanta que disfrutes de todo, y que te encante ser un incansable follador, porque cuando seas por fin mi esposita, no te dejare de follar, ¡jejeje!

Te amo más cada día por confiar en mí, y ser tan paciente en cuanto a mi inmadurez para satisfacerte, sabes que yo estaría encantado de estar contigo cada día que pasa, pero he pasado ahora de vivir mi juventud a ser el director provisional de la empresa, porque mi papa ha enfermado pero ya pronto volverá a sus responsabilidades y tendré más tiempo para todo,

Te amo mi sexy bebe, te adoro, y cuida ese culito que será mío.
No te sientas mal y espero que me perdones, pero he tenido necesidades como tú me dices, he cogido con mi ex novia la noche pasada para liberar estrés, y he logrado que ella me abriera el culo con un dildo, más bien un strapon, me lo ha hecho con cariño y la verdad me siento bien, no me molesta nada, espero haberlo hecho bien, e irme preparando para ti.

Te amo, te mando muchos besos mi nenita, cuando llegue contigo, serás mi nena erótica, ¡jiji! Besos mi vida.
jaime.iriarte92@gmail.com

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