El encuentro de nuestros sueños

El encuentro de nuestros sueños

Golpean la puerta de mi habitación, sé que sos vos, mi corazón me lo dice.

Al abrir, te encuentro tan hermoso como siempre pensé… Tu remera blanca, tus jeans ajustados, tu cabello, tus labios, todo lo que viví imaginando durante mucho tiempo.

Te invito a pasar, lo haces un poco temeroso, tal vez por los nervios o la timidez del primer encuentro.

Tu te sientas en el sofá, como pidiendo permiso, yo me siento a tu lado, sin tocarte, solo tratando de dejar afuera los miedos que siempre tuve.

Te pregunto cosas y tu me respondes, cortante, pero no porque querés, sino porque tus nervios son mayores.

Miro tus manos, esas manos que tantas noches me acariciaron en mis sueños, y están temblorosas.

Tu mirada está perdida, como sino estuvieras seguro de lo que estas haciendo.

Agarro tus manos y te tranquilizas, ahora tu mirada se centra en mis ojos, y una sonrisa se dibuja en tu cara angelical.

Yo no aguanto mas la tentación y acerco mis labios a los tuyos.

Una corriente eléctrica recorre nuestros cuerpos por primera, pero no por ultima, vez esa noche.

Ahora tus miedos parecen haberse esfumado y tus labios arden contra los míos.

Tus manos acarician mi cabello, lo despeinan como tantas veces prometiste que lo harías.

Mis manos recorren tu espalda, esa línea de la columna que me vuelve loco y que deseo besar y sentir.

Te acercas más a mí, y ahora son tus manos las que recorren mi espalda, mis besos ya se desviaron de tu boca, y pasaron a tu cuello, al lóbulo de tu oído derecho…

tu solo cierras tus ojos azules y te dejas llevar por el momento.

Tus manos inquietas ya entraron bajo de mi remera, ahora siento la yema de tus dedos rozar mi piel, y me estremezco totalmente.

Vuelvo a tus labios, los beso apasionadamente como si ese fuera el ultimo beso que voy a dar en mi vida, como si mi existencia dependiera solo de ese beso.

Tu comienzas a sacarme la remera, yo hago lo mismo, mientras no dejamos de mirarnos a los ojos y besarnos.

Te recuesto en el sofá, mis labios comienzan a recorrer tu cuello, besándolo una y otra vez, sigo bajando, ahora tu pecho es mi dueño,

tu solo cierras tus ojos y suspiras fuerte, siento tu corazón latiendo a mil por hora, mi lengua se vuelve loca en tu pecho,

mientras sigo bajando, tu abdomen, tu rico abdomen, que me puede hacer llegar al orgasmo sin ni siquiera tocarme, ahora es mío…

Me detienes, me tiras en el sofá y tu lengua juguetona comienza el trayecto desde mi boca a mi abdomen,

siento que morí y que volví a nacer, cada vez que tu respiración, la humedad de tu lengua, tocan mi piel.

Sin previo aviso, te doy vuelta y tengo tu espalda a mi disposición, comienzo en tu cuello, y bajo lentamente con miles de besos interminables en esa columna que me vuelve loco,

llego a tus caderas y vuelvo a subir, pero esta vez, no son mis labios, sino mi lengua, la que recorre esa línea interminable que me fascina probar,

tú te arqueas, parece que lo disfrutas, entre susurros se escucha que pides más…

Te giro nuevamente hacia mí, miro tus ojos, y tú entiendes la mirada, agarras mis manos y las llevas a tus jeans, las sueltas y me dices:

hacelo… Comienzo a desabrochar el cinturón, mientras no dejo de besarte, ahora el botón y lentamente bajo el cierre, a esta altura, tú sólo suspiras y te arqueas…

debajo de tus jeans encuentro un slip blanco ajustado que deja ver claramente, que estás disfrutando de mis caricias…

Tú haces lo mismo, desprendes los botones de mi pantalón holgado, que aún así también dejan ver como estoy gozando de esta sesión de caricias…

Te encuentras con los boxers negros que tanto te comenté, aquellos que me quedan ajustados y que me excitan de sólo mirarme al espejo…

Te recuestas sobre mí, tu en slip, yo en boxers…

y mi mano comienza a acariciar tu espalda, con el fin de llegar a ese santuario que en ti, todavía permanece virgen…

Te sientas sobre mis piernas, y comienzas a sacarte lentamente tu ropa interior, como queriendo liberar a un ser en celo,

y en ese momento… la bocina de un vehículo me estremece, abro mis ojos…

y una vez más, compruebo tristemente que estaba soñando con la noche perfecta.

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