Somos tres amigos inseparables, y todo empezó como un juego.

 

Roque, de 16 años, Mario, de 15, y yo, José Luís, de 12 años, somos amigos del mismo barrio, nos conocemos de siempre y somos inseparables.
Roque por ser el más grande era algo así como el jefe, y yo por ser el más chico era el que siempre caía en sus bromas.

Siempre que estábamos juntos, hablábamos de las chicas del barrio, que nos gustaría cogerlas, y todas esas cosas que hablan los adolescentes.
Yo soy gordito y tengo unas nalgas redondas y bien marcadas, y mis amigos empezaron a tocarme la cola.
Al principio yo no quería, me enojaba, pero ellos seguían hasta que ya no les decía nada y dejaba que la toquen.
Cuando jugábamos lucha, siempre me ponían boca abajo y refregaban sus pijas en mi cola, decían que yo era la novia de los dos.

Me hacían sentar sobre sus piernas, con mi cola pegada a sus pijas y se movían como si me estuvieran cogiendo, pero nunca me sacaron la ropa, siempre fue sobre la ropa.
Yo lo tomaba como un juego y dejaba que me hagan eso, aparte de que me defendían de los chicos que en la escuela me querían pegar.
Teníamos lo que nosotros llamábamos nuestro escondite secreto, era un galpón abandonado, donde antes había una terminal de ómnibus.
Ahí nos reuníamos los tres.

Una tarde, eran como las dos más o menos, fui al galpón y estaba Roque, «y Mario?», le pregunté, «salió con su madre», me dijo Roque.
Enseguida como siempre me hace sentar sobre él y lo sentía moverse.
«Josélo, me dejas ver tú cola?», me dijo.
«Como que queres verme la cola?», le dije extrañado.
«Sí, dale, vos me mostras la cola y yo te muestro mi pija», me dijo.

Yo lo miré, me levanté de su falda donde estaba sentado y me bajé el pantalón dejando que Roque me vea las nalgas.
Él me las empezó a tocar, «No me ibas a mostrar tu pija?», le dije viendo como la sacaba de su pantalón.
Mientras Roque me acariciaba las nalgas, yo le acariciaba la pija.
«Me dejas que te la ponga entre las nalgas?», me pregunta.
«Bueno», le dije dejando que pase su pija por la raya de mi cola, que la ponga entre mis nalgas.
«Te gusta?», me pregunta, «mmmmm, sí», le dije dejando que siga pasando su pija por entre mis nalgas.
«Y si te agachas más y veo si te la puedo meter?», me dijo.
«Me queres coger?», le dije, «si ya te estoy cogiendo», me dijo apoyando una de sus manos en mi espalda, haciendo que incline más mi cuerpo y saqué mi cola.

Me dijo que me abra las nalgas y sentía como apoyaba su pija contra el agujero de mi cola, pero por más que lo intentaba no lograba hacerla entrar, hasta que siento algo caliente mojarme la cola y el ano, y Roque seguía intentando meterla, hasta que siento que me la mete toda, haciendo que grite de dolor.
«Aguanta, aguanta que ya la tenes adentro», me dijo haciendo que me quede como estaba y aguantando el dolor me empezó a coger, pero ahora de verdad.
Yo seguía inclinado abriendo mis nalgas y sentía como Roque me tenía agarrado de la cintura y se movía para adelante y para atrás, hasta que escucho como gime fuerte y me la mete toda.
«Haaaaaa, que polvo te estoy echando», me dijo.
Cuando la sacó su pija estaba sucia de sangre y a mi me dolía el agujero de mi cola.

Estuvimos un rato más y nos fuimos.
Cuando llegué a casa vi mi calzoncillo mojado y sucio de sangre.
Lo tiré para que mi madre no me pregunte nada.
Al otro día ya no me dolía tanto, sentía como que me latía un poquito nada más.
Me voy a nuestro lugar secreto y escucho que Mario le decía a Roque que era un mentiroso, «hola chicos, que pasa que están discutiendo?», pregunté.
«Joselo, dile a Mario que no me quiere creer, que te metí toda la pija en la cola y te cogí?», dijo Roque con cara de enojado.
«Sí, ayer a la tarde me la metió toda en la cola y me cogió», le dije con total naturalidad, «hasta con sangre la sacó de mi cola», dije con un punto de orgullo.

Mario estaba sin reaccionar, «te cogiste a Joselo», lo dijo como quien no creía lo que decía.
«Sí, y lo podes coger vos también si quieres», dijo Roque, haciendo que me de la vuelta y me bajó los pantalones, dejando mi cola al aire.
Mario respiraba agitado y me empezó a acariciar las nalgas, «cogelo si queres, Joselo es nuestra novia, verdad Joselo», dijo haciendo que me agache más y me abre las nalgas, mostrándole el agujero de mi cola.

Escuchaba como Mario, entre nervioso y apurado sacaba su pija y la acomodaba contra mi ano mientras Roque no dejaba de abrir mis nalgas.
Siento como Roque y Mario se ríen nerviosos y yo siento otra vez dolor en el agujero de mi cola, «hooo, viste eso Roque como se le metió para adentro de la cola?», escucho que dijo Mario sorprendido y me empezó a coger, sentí como su pija entraba y salía del agujero de mi cola.
Poco a poco el dolor fue pasando, hasta que Mario se acabó dentro de mi cola, era el turno de Roque para cogerme, y no bien Mario sacó su pija de mi cola, Roque metió la suya y ahora él me siguió cogiendo.

Todos los días volvía a mi casa con la cola llena de leche.
Estábamos toda la tarde cogiendo, me cogían hasta tres veces cada uno.
Yo ya no sentía nada, simplemente dejaba que me cojan y ya está, hasta que a Mario se le ocurrió la genial idea de que se las chupe también, así que no sólo me llenaban la cola de leche, ahora el estómago también.

Me había convertido en la mujercita de mis amigos, me habían cogido tanta veces, que había perdido la cuenta, y ni se cuanta leche les tragué.
Siempre que estábamos juntos, tenía una pija dentro de mi cola y otra en la boca.
Fuimos creciendo, nos fuimos haciendo hombres ya, con novia, nos casamos, pero siempre seguimos siendo amigos.
Una vez estábamos los tres hablando y Mario dice de ir al viejo galpón, a nuestro escondite secreto.

Lo vimos más viejo, apenas se mantenía en pie, mirábamos todo con nostalgia, «y si recordamos viejos tiempos?», dijo Roque acariciando mi cola.
Nos reímos los tres, y yo me bajé los pantalones, dejando mi cola al aire, me agache como cuando era chico y abrí mis nalgas.
Siento como Roque, ahora ya un hombre con experiencia me pasa saliva por el ojete y acomoda su pija y me la empieza a meter.
Ufff, ya no era la pija de un chico la que me estaba entrando en la cola, era la pija grande y gruesa de un hombre la que me estaba cogiendo ahora.
Mario sacó su pija y la metió en mi boca.

Mientras Roque me cogía yo chupaba la pija de Mario, y como cuando éramos chicos, Roque me llenó la cola de leche y Mario se acababa en mi boca.
Antes que se les bajen las pijas, cambiamos de lugar, ahora era Mario el que me cogía y yo le chupaba la pija a Roque.
Cuando volví, ahora a mi casa no a la de mis padres, volví como cuando era un niño, con mi cola y mi estómago llenos de leche.
Así quedamos con mis amigos, de vernos siempre que podamos y recordar cuando éramos niños.

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