Amistad gay ( grupo de whatsapp )

Visitas a mi vecino

De la manera más inesperada Diego se vio envuelto en la celebración del cumple de Gustavo,

y aunque no lo dejó demasiado tarde,

llegó a casa sin fuerzas para escuchar a su abuelo, que estaba preocupado por una conversación que había mantenido con su tía Ana.

– ¡Vaya horitas!, Diego… y yo esperándote confiado en que llegarías hoy un poco antes.

– Lo siento “abu”. Me han invitado a un cumple y se me ha ido la olla…

– No es que pase nada, pero tu tía Ana me llamó después de comer y me comentó que lleva unos días sin ver a Ariel; y está preocupada, porque ni siquiera ha podido hablar con él.

Por lo visto lleva un tiempo combinando turnos de tarde y noche, y no consigue estar en casa mas que por las mañanas. Y, claro Ariel llega alrededor de las 14:30…

Yo pensaba acercarme a ver si le veía, para estar un rato con él… y ya sabes, charlar un poco… y, sobre todo, para saber donde se mete y que hace; pero no he podido acercarme en toda la tarde.

– Pues yo vengo matáo, “abu”. Espera que miró en mis contactos, a lo mejor le tengo y puedes hablar con él…

… ¡sí!, aquí lo tengo…

– ¡Oye!, ¿Ariel?… ¿eres tú?

– ¡Hombre, abuelo!… ¿qué tal estás?

– ¡Bien, hijo! Y ¿tu?…

– ¡Bien, también!

– ¿Estás en casa?

– Bueno, estoy aquí abajo, sentado en un banco con unos amigos, tomando el fresco, ¿por?

– ¡Tu madre!, que ha perdido el móvil… o se lo han robáo, o lo que sea, y ha tenido que llamar aquí, porque dice que está harta de llamar a casa inútilmente. No se acuerda de tu número de tu móvil…

Según me ha dicho, hace días que no te ve… ¿dónde te metes?, ella sale a las 14:30 de casa.

Ariel no dijo nada, solo escuchó a su abuelo…

Que sepas que está semana tiene doble turno, y no llegará a casa, hasta por la mañana. No te preocupes ¿vale?

– ¡Vale, abuelo!, ahora la llamo…

… ¡un beso!

– Pero, ¿tienes el teléfono del hospital?

– ¡Ay va!, ¡es verdad!… solo tengo su número de móvil.

– Pues, a mí, es que tampoco me ha dejado ningún número para llamarla, hijo. Y ha colgado antes de que pudiera pedírselo…

… ¡a ver qué haces! Un beso, hijo. ¡Adiós!

– ¡Adiós!, abuelo.

– ¿Que?… ¿ya has hablado con él?… ¿qué dice?

– Nada especial, está con unos amigos tomando el fresco.

– ¡Ves, “abu”!. No hay nada de qué preocuparse.

Pero Ariel solo podía pensar en lo bien que se lo había pasado por la tarde, en casa de ese señor; Alejandro, dijo que se llamaba.

Ese tío le gustaba a tope, y quería repetir. Así que, se despidió de los chicos y subió a casa. Tenía que prepararse; y además, no quería que le vieran salir. Salió a la terraza, que estaba a oscuras, y se quedó un rato mirando; hasta que, poco a poco, vio cómo se iban retirando. Ya solo quedaban Julio e Iván, pero no tardaron mucho en irse…

Se puso los pantalones de running rojos, que le quedaban perfectos y contrastaban con el tono de su piel, las adidas y su camiseta preferida; una gris bastante holgada y sin mangas, y muy desgastada.

Salió de casa y cruzó la plaza simulando hacer running, pero se paró justo enfrente del portal de Alejandro. Se acercó al portero automático, y justo cuando iba a llamar, apareció una parejita que abrió la puerta.

Miró la hora, y era un poco tarde; las 02:10.

– Quizás esté acostado, pensó…

Se coló con ellos y subió hasta el quinto… y cuando salió del ascensor, se dirigió a la puerta de la que había salido hacía escasas horas; y pegó la oreja.

– ¡Ufff!!… ¡menos mal!, pensó (se oía la tele).

Entonces, llamó al timbre y esperó…

– ¡Hola!…

– ¡Uy, perdón!…

Y volvió a mirar la letra de la puerta…

– ¿Está Alejandro?

– Si, ¡claro!…

… ¡ALEX, TIENES VISITA!, dijo Edu; levantando la voz y mirando con curiosidad al chico…

Alejandro bajo de la mesa de masaje colocándose una toalla en la cintura; y salió al recibidor. No esperaba a nadie.

– ¿Qué haces aquí?… y le abrazó loco de contento.

– He venido a verte…

… me dijiste que podía venir cuando quisiera ¿no?

– Claro, ¡por supuesto!… ¡pasa!, ¡pasa!…

Miró a Edu y dijo:

– Este es Edu, el masajista del equipo que entreno en el instituto…

– Hola, me llamo Ariel, ¡encantado!…

Y alargó la mano…

– Ariel es el mejor delantero que he visto esta temporada, Edu… ¡ya veraś!

– ¡Mucho gusto!… y le apretó la mano con fuerza.

– Espero no molestar, creí que estarías solo.

– Normalmente lo estoy a estas horas, pero hoy le pedí a Edu que viniera a darme un masaje, lo necesitaba…

… ¡por cierto!, que ya casi había terminado conmigo; así que, si quieres uno, estás a tiempo.

Ariel volvió a mirar a Edu, que estaba quieto y apoyado en la pared; y Edu se esforzó en parecer simpático…

– Un buen masaje siempre viene bien, chico; y miró a Alex con cierta picardía.

Alex le echó mano a la cintura y bajando la mano, le dijo al oído

– Estos pantaloncitos te quedan muy bien, ¡eh!…

Luego, dejando caer la toalla que le cubría, se quedó en pelota picada, y colocándose detrás de él fue empujándole para que entrara en el salón.

– Has hecho muy bien en venir esta noche… ¿estás solo en casa?

– ¡Si!… mi madre tiene turno de noche, y no llega hasta las 8:00; así que…

– Perfecto.

El viudo, se dejó caer en el sofá, exhibiendo un precioso y poderoso rabo; y Ariel se quedó de pie, junto a él, empezando a salivar y mirándole fijamente…

Ese chico, le había sorprendido…

… y la pericia de su amigo, también. Ya hacía tiempo que le había hablado de ese vecinito que vivía en el edificio de enfrente, pero no sabía que ya se lo estaba beneficiando.

Alejandro alargó su mano; y Ariel se la cogió confiado. Tiró de él hasta que se lo echó encima, y empezó a comerle la boca sin reparar en la presencia de Edu. Las piernas de Ariel no tuvieron más remedio que abrirse para no hacerse daño al caer sobre él.

– ¡Que rico!, dijo Edu… sin poder apartar la vista de ese pantaloncito rojo…

Y, sin poder contenerse, lo cogió por las caderas y tiró de él.

– ¡Es solo un segundo, Alex!…

Le quitó los pantalones; y al ver ese tremendo culo, no pudo evitar que polla le diera un buen respingo…

– ¡Joder!… que me la rompo ¡coño!…

Le dejó, otra vez, en manos de Alex; y se inclinó para meter las narices entre esas preciosas nalgas cubiertas de suave pelusilla, le abrió las piernas un poco más y sacó la lengua, para metérsela debajo de los huevos y disfrutarlo a sus anchas. Ese sabor a juventud le encantaba.

Poco a poco, Alex fue deslizándose hacia abajo, y pasó de la boca a la polla, para comérsela con ansia, mientras Edu continuaba jugando con su lengua en esa raja, una y otra vez…

El chico empezó a jadear y a echar la cabeza para atrás; y, poco a poco, se fue enderezando…

Cuando, por fin, estuvo de pie. Se quedó quieto junto al sofá, para seguir sintiendo eso que le tenía atrapado y completamente loco de placer…

¡Cómo le gustaba sentirse deseado por esos dos tíos!

Alex le comía la polla y Edu continuaba enganchado a su precioso culo.

– ¡Que rico!… ¡qué bueno está!, exclamaban de vez en cuando…

Ariel continuaba de pie, con los ojos cerrados… y, de vez en cuando, se inclinaba hacia adelante y abría las piernas, un poco más, para que Edu supiera que eso le gustaba.

De repente, se sintió invadido; Edu se la había clavado sin contemplaciones, y ayudándose con las manos le abría el culo para metérsela hasta el fondo

– ¡Aghhhh!… ¡siga, siga!… ¡me gusta!… ¡me gusta!

Alejandro se separó un poco y mirándole a los ojos, sonrió…

– ¡Pegale fuerte, Edu!… que eso le encanta…

Y siguió comiéndole la polla, con más entusiasmo, si cabe…

Pero Edu, no dejaba de pensar en cómo sacarle el máximo partido a la situación con ese chico, que estaba jamón, como él decía; y que le gustaba a rabiar.

Le cogió de la mano y

– ¡Espera un poco, Alex!… mejor que se suba a la mesa de masaje ¿no?… ¿cómo lo ves?

– ¡Claro!, mucho mejor…

En casa de Fermín…

A pesar de que Diego había llegado muy cansado, y no quiso darle mucha importancia a lo que su abuelo le había dicho, delante de él, se quedó muy inquieto. Le extrañaba mucho que su tía Ana le hubiera pedido a su abuelo que diera una vuelta por su casa para echarle un vistazo a su primo Ariel, que era un año mayor que él; aunque , eso sí, mucho más confiado… y muy buena gente. ¿Que podría pasar?

Empezó a dar vueltas en la cama. No podía dormir…

Al rato, miró el reloj; eran 03:30. Se levantó sin hacer mucho ruido, para no despertar a su abuelo, y se vistió. Luego bajó a tomar el fresco, hacía una buena noche…

En la calle apenas si se veía alguien; pero, bajó hasta la esquina, para fumarse un pitillo, mientras daba pequeños paseos…

Cuando se disponía a volver sobre sus pasos, vio a Pedro, el padre de Loren, que bajaba con en el coche hacia la plaza en la que vivía su tía Ana. Le llamó a atención verlo a esas horas en la calle. Parecía un señor muy serio, y su comportamiento siempre era absolutamente impecable… pero le paró:

– ¡Buenas noches!, D. Pedro. Veo que va en dirección a la plaza, ¿le importaría acercarme?

– ¡Que va!, ¡sube!… es que me ha llamado un amigo que sabe que estoy de Rodríguez, para invitarme a tomar una copa… ¡ya sabes!

Consciente de la hora, D. Pedro se estaba justificando ante Diego.

– ¿Que? ¿Has salido a tomar el fresco… y a fumarte un cigarrito?

– ¡Bueno!, ¡no exactamente!… pero podría decirse así…

… ¿y Loren?, me dijo que tenía que ir con su madre, a no sé dónde; y que faltaría a clase dos o tres días.

– ¡Si!… pero solo dos o tres. Quería acompañar a su madre a un congreso, en París; y le dijimos a Edu, el masajista del equipo de fútbol, que es amigo mío, que hiciera lo que pudiera con el Director del Instituto, para que le diera permiso.

En esto, ya estaban entrando en la plaza y Pedro aparcó justo enfrente del portal en el que vivía Alejandro.

– ¡Bueno, pues ya sabes!… que me caes muy bien. Tú, eres el mejor amigo de mi hijo… y el que más me gusta, así que, si te animas, yo por mi parte te invito a que subas al quinto B a tomarte una copa con nosotros. Seguro que también está Edu… y creo que podrías pasártelo bien… ¡somos muy divertidos!

Y se despidió entrando en el portal, después de que le abrieran la puerta ¡claro!

A Diego le pareció reconocer la voz del entrenador, a pesar de oírla a través del portero automático… pero no le dio ninguna importancia.

Cruzó la plaza y llamó en casa de su tía Ana.

Le tenían tumbado en la mesa de masaje.

Le habían colocado boca abajo para engrasarle bien con un aceite especial que había traído Edu, con olor a chocolate; y no dejaban de darle lengua en el culo, combinándola con un entrar y salir de dedos que le metían hasta el fondo…

… turnándose, sin pausa alguna, y sin ninguna prisa. Se miraban y sonreían, sabedores de tener en sus manos algo muy especial.

Mientras uno de ellos le chupaba el culo y le metía los dedos, el otro subía a la espalda y le daba un suave masaje, lleno de besitos y mordisquitos; que, a veces, llegaban hasta el cuello y las orejas…

El chico se encogía, desbordado por ese inmenso placer, al tiempo que se desplomaba encima de esa mesa, abandonándose en las manos de esos dos golfos.

Pero, de repente, Alex se acerca a Edu, y le dice al oído, en un susurro

– Voy a llamar a Pedro, ¿te parece?

– Edu, solo le mira y se muerde el labio inferior, cierra los puños de las manos y los sube mostrándoselos, en un gesto de fuerza; congratulándose por la brillante idea.

– ¡Mmmmm!… y asiente, en silencio.

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