Mi tío me da a mamar

Yo y Mi Sobrino DANIEL

El presente relato ocurre cuando yo ya sumaba unos 40 años, y como todos mis relatos anteriores, es absolutamente real.
Mi familia es bastante extensa. Tenía más de 20 tíos y tías, lo que dio cabida a más de un centenar de primos hermanos, según una cuenta que alguna vez me preocupé de hacer.
Uno de esos primos, de un par de años más que yo, se casó a temprana edad, y fiel seguidor de alguna religión cristiana, se puso a tener hijos como conejos. El tema es que en no más de 5 o 6 años ya sumaba 5 y afortunadamente se convenció que eso de que “Dios proveerá” no pasaba de ser un cuento, o solo se aplicaba a los pastores que por cierto nada les falta a expensas de sus feligreses.
Como es de suponer, él debía trabajar codo a codo con su mujer, para efectivamente satisfacer las necesidades de su prole.
Al vivir en el mismo pueblo, y atendida la relación de amistad que más allá del parentesco nos unía, yo les visitaba constantemente y vi crecer esos primeros años a los chicos. Entre ellos el que más se me acercaba era el tercero, de nombre Daniel.
Por cosas del destino, mi primo obtuvo un trabajo bien remunerado en una minera, por lo que se trasladó con su familia a otro pueblo, con lo que las visitas casi cesaron, dada la distancia que nos separaba.
No obstante, en esa época era común el teléfono domiciliario, y de vez en cuando nos comunicábamos por ese medio, que nos resultaba económico al ser llamadas locales por estar dentro de la misma región.
Y así, pasa el tiempo y de repente yo llamaba y me respondía Daniel, con quien manteníamos largas conversaciones. Por ahí me enteré que el chico había salido bastante precoz y a sus 15 años había embarazado a una chica de su barrio. Así pues, a los 16 años ya era padre de una hermosa niña.
En aquellas conversaciones de medianoche, fue naciendo una confianza, que me hizo confesarle mi condición de gay, que lógicamente trataba de mantener en privado dado el fuerte rechazo social que eso podía significar, por lo que siempre se mostraba una imagen de “macho latino”, pero en privado las cosas eran diferentes, que pude comprobar que muchos “machos casados” cuando se bebían un trago demás, se les pasaba la homofobia, y al revés eran felices retozando con otros hombres.
En algunas ocasiones, yo cuando hablaba al teléfono con Daniel lo hacía bajo la influencia de alguna bebida espirituosa y le hacía preguntas íntimas como el tamaño de su miembro y cosas por el estilo, las que siempre respondía con evasivas, sin decirme lo que yo esperaba.
Y así, pasan algunos años y él estudiaba en la Universidad, para lo que se trasladó a una ciudad en el norte de Chile, época en la cual yo ya me había trasladado a vivir a Santiago (Chile) por razones laborales.
Daniel por su lado seguía en su relación con la madre de su hija y le agregó un nuevo embarazo de donde resultó otra niña.
Como es claro sospechar, él además de estudiar debía hacer trabajos para ayudar a mantener sus hijas, misión en que su padre también ayudaba, y en algunas ocasiones yo también le hacia algunos aportes monetarios, dado el aprecio que por él sentía.
Una tarde, recibí una llamada al celular, de un número desconocido. Era Daniel, quien quería saber cómo estaba, y así retomamos el contacto. Charlábamos casi todas las semanas, hasta que, en una ocasión, me dice que quiere visitarme. ¡WOW! Que sorpresa más grata, dije yo, y por supuesto programamos viaje para la próxima semana, para lo cual le mencioné le enviaría el dinero para que viaje, lo que hice prontamente.
Y así, pasó la semana y el día viernes llega al terminal de buses donde le recogí y fuimos a mi casa. Le di un abrazo muy efusivo, largo haciéndole saber con dicho gesto el gusto que me daba estar con él.
Yo había comprado algunas cervezas y cosas de picar (quesos, aceitunas, maní, etc.) Pero le invité a salir a una zona de “pubs” cercana donde fuimos. Como era invierno, estaba muy frio dado que quedamos en una terraza que el local estaba atiborrado de público.
Apuramos nuestras cervezas y le dije que mejor fuéramos a casa, donde tenía lo mismo que ahí nos ofrecerían, pero a una temperatura agradable. Así pues, enfilamos a casa.
Llegamos y preparamos una tabla con las cosas ricas que tenía, sacamos sendas cervezas de la hielera, y ahí se me ocurre hacerle una propuesta, que podría pasar por “indecente” pero que en el primer momento no tenía ninguna doble intención.
¿TE PARECE METERNOS AL JACUZZI?
Fuimos al baño y le mostré la tina de hidromasaje, le gustó la idea y aceptó de inmediato, por lo cual la empecé a llenar, mientras me contaba de sus cosas de universidad y lo difícil que a veces era trabajar y estudiar pero que sabía era su obligación.
Cuando la tina ya estuvo con agua, puse espuma y me desnudé entrando en ella, obviamente ya teníamos los picadillos y cervezas a la mano. Daniel se desvistió en el dormitorio y apareció en su estupenda desnudez, frente a mí, para meterse en el agua caliente que lo esperaba.
Un hermoso cuerpo de 1,75 m, delgado, casi sin vello corporal, y con una verga que así en posición de reposo, me imagino unos 18 cms. o quizás algo más. A ello se agrega unos hermosos ojos claros y pelo castaño, que indudablemente despertó mis más íntimos deseos. Se acomodó de frente a mí con nuestras piernas entrelazadas. Nos servimos un poco de cerveza y le manifesté mi alegría de tenerlo ahí, ante lo cual solo se sonrió.
Mientras él me comentaba sus cosas de universidad, y yo de mi trabajo y la vida en la gran ciudad, le acariciaba las piernas a la altura de los tobillos y subiendo un poco suavemente. Podía sentir sus pocos pelitos que se notaban muy finos, mientras mis manos subían y bajaban, sin llegar a la rodilla……aún.
En un momento, le pregunté si le molestaba que le acariciara las piernas, a lo que me respondió “No, toca lo que quieras”. Ufff
Ni corto ni perezoso, subí mis manos hasta sus rodillas, y de ahí me fui directamente a su miembro viril, que ya estaba en semi erección, y pude comprobar su tamaño y grosor bastante respetables, por cierto. Le pedí levantara un poco su anatomía y lo vi fuera del agua blanco, con un glande rosado, naciendo de una mata de pelos castaño claros que me dieron la inspiración total y me lo introduje a la boca, lo más al fondo que pude, mientras mis manos acariciaban sus huevos que colgaban majestuosamente, mientras yo iniciaba un mete y saca bucal, casi hasta el ahogo y sin que me entrar atodo en la boca.
Lo hice unos pocos segundos y lo invité a ir a la cama, dado lo incómodo de la posición en la tina, a lo que asintió. El dormitorio contiguo al baño estaba convenientemente abrigado con la estufa encendida, nos secamos un poco y a la cama, donde seguí en mi caliente labor de lamer, mamar, chupar, masturbar, acariciar y todo lo que se me ocurría en ese instante.
Daniel en silencio respiraba un poco acelerado, denotando la calentura que también lo embargaba, lo que se mostraba en la dureza de su pene, a plena erección y con sus manos se fue atreviendo a acariciar mi culo, apretando mis nalgas y entregándose a la pasión, mientras yo le abrazaba y besaba en el cuello y las tetillas con completo deseo, hasta que ya no quise espera más y me di vuelta quedando de espaldas al joven sobrino, busqué en mi velador un tubo de lubricante íntimo, el que me apliqué abundantemente en mi culo como en su pene, y me entregué a la penetración, no sin antes pedirle que lo hiciera despacio para empezar dado que requería dilatación.
Sentí la primera estocada de aquel magnifico miembro, el cual de entrada ya me supuso un dolor y ardor que a medida que me iba invadiendo, aumentaba, centímetro a centímetro. Yo hacía empeño de escaparme, pero él me afirmaba y me atraía hacia si con sus fuertes brazos, y así poco a poco fui sintiendo cada vez más y más profunda la clavada hasta que ya me sentí completamente empalado. Un par de lágrimas rodaron por mis mejillas, las que rápidamente oculté.
Le pedí que se quedar un poco inmóvil, con el fin de adaptarme al tamaño de su pene, y lo hizo, para luego de algunos minutos empezar a follarme, suavemente, pero aumentando el ritmo hasta empezar a meterlo y sacarlo entero con cierta violencia, lo que arrancó mis primeros quejidos productos de una mezcla de dolor y placer que su acción provocaba en mí.
Enseguida el me acomodó boca abajo, y me tomaba de los hombros para atraerme hacia sí, y clavarme más profundo, En ese momento le sugiero poner una almohada bajo mi pelvis, con lo que mi culo en pompa podría ser penetrado sin restricción por aquél émbolo de carne que horadaba mis intestinos. Su cuerpo apolíneo se estaba dando un festín de lujuria, cuya respiración acelerada en mi nuca daba cuenta de ello, y yo, por mi parte disfrutaba de la mejor sorpresa que podía esperar para una fría noche de invierno.
No tengo conciencia de cuánto tiempo duró aquello. El dolor inicial no me incitó a atreverme a pedir un cambio de postura, a la exquisita “piernas al hombro” ya que seguramente no lo soportaría, por lo cual seguimos en esa posición, acompañado de movimientos pelvianos míos hacia los costados y en forma circular, que a ambos aumentaba el placer hasta lo indecible, hasta que ya noté que estaba llegando al límite, sobre lo cual no me equivoqué, ya que empecé a sentir los chorros de semen que vaciaba dentro mío, uno y otro y otro en forma sucesiva y abundantes, acompañados de exclamaciones de placer y esa sensación de humedad y el sonido diferente de la penetración en un culo recién lubricado con semen.
Se quedó un rato encima de mí, para luego bajarse y recostarse boca abajo a mi lado.
Nos quedamos unos minutos así, y yo le empecé a acariciar, primero su larga cabellera, la espalda, y bajando poco a poco hasta su culo. El no reaccionaba, y tampoco lo hizo cuando le pregunte si había disfrutado. Ese silencio fue una invitación para mí a seguir explorando, llegando poco a poco a su ano, el cual suavemente fui acariciando y clavando con uno de mis dedos, y Daniel seguía sin responder. Ya ahí me decidí, y le apliqué un poco de lubricante, y me acomodé entre sus piernas, separándolas adecuadamente para empezar a penetrarlo con suavidad y cariño.
Creo haberlo mencionado antes, pero mi verga es de unos 16 cms y algo gruesa, así que cuidadosamente la fui metiendo, y él en su falsa inconsciencia, se acomodó para que mi penetración le fuera más agradable (supongo) y así me lo follé, dando pequeños mordiscos a su cuello, orejas y disfrutando al máximo el momento, y hasta que por fin eyaculé dentro de su culo.
Luego de ello, le aseé con papel higiénico, y ahí él se levantó sin decir palabra para ir al baño. Luego regresó y se acostó a mi lado y dormimos abrazados.
A la mañana siguiente se levantó temprano aduciendo iría a ver a sus hijas, por lo que luego del desayuno le llevé al terminal para que tomara el bus que le llevara a su destino.
Lo que relaté es la primera experiencia con mi querido Daniel, la que se repitió en varias oportunidades, de forma similar.
Lamentablemente, la vida a veces nos juega extraño y ahora él vive más lejos por razones laborales y hace tiempo que no lo veo, pero anhelo un encuentro, más ahora que la pandemia del Covid, nos hace ponernos más sentimentales con la familia, y como no si él es parte de la familia que más me importa y quiero.

 

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