Enrique y Mario (Primera vez)

Enrique y Mario (Primera vez)

Enrique era un chico de 18 años, originario de una población a las afueras de la ciudad,

una población casi rural donde hay muchas tierras de cultivo, árboles y campos verdes.

Enrique era un chico común, aunque con ciertos atributos físicos que lo hacían atractivo a la vista, su estatura era de 1.65 aproximadamente,

el practicar deporte desde pequeño le había dejado como resultado un hermoso par de piernas, un trasero bien formado y un torso delgado, que la distancia asemejaba mucho a las formas femeninas.

Enrique siempre se sintió atraído por las chicas guapas de su edad,

sin embargo su vida daría un giro inesperado ya que el destino le tenía preparada una grata sorpresa.

Enrique necesitaba ganar algo de dinero así que comenzó a trabajar en una tienda de materiales para construcción,

un trabajo un tanto rudo y tosco para su edad, pero no había mucho para escoger en aquella zona donde vivía.

Al paso de las semanas llegó un compañero nuevo, su nombre era Mario,

un joven dos años mayor que Enrique y notablemente más alto y fuerte.

La diferencia de estatura entre ambos era de casi veinte centímetros.

Mario era un chico que ya tenía experiencia en el ramo de la construcción dado que en el lugar donde vivía fabricaban tabiques y ladrillos.

El trabajo rudo había esculpido detalladamente el escultural cuerpo del muchacho, sus piernas y brazos fuertes,

su torso grueso pero sobre todo eran de llamar la atención sus manos fuertes y callosas por el trabajo que le imprimían un toque de virilidad.

El trabajo hizo que la convivencia entre Enrique y Mario se diera de forma natural,

se hacían bromas y comenzó a surgir camaradería entre ellos.

Mario era un joven callado y podríamos decir que introvertido, lo cual encajaba muy bien con su aspecto fuerte y viril,

cosa que no pasó desapercibida para Enrique que comenzó a mirarlo con un afecto especial.

Enrique sentía miedo y quizá un poco de vergüenza descubrir este tipo de sensaciones hacia su compañero de trabajo,

él no se consideraba gay, pero Mario comenzaba a despertar cierta curiosidad,

y más aún cuando le miraba sacarse la camiseta a la hora del trabajo.

Como siempre sucede, el ambiente laboral se presta para hacer todo tipo de bromas entre compañeros, y entre ellas estaban las bromas de tipo sexual,

que Enrique aprovechaba para hacer insinuaciones a Mario, las cuales aceptaba como parte del juego.

Poco a poco y entre broma y broma ambos chicos comentaron ser vírgenes,

lo cual despertó aún más la curiosidad de Enrique al grado que comenzaba a imaginar su primera vez al lado de Mario y aprender juntos.

En una ocasión Mario invitó a Enrique a su casa para pasar la tarde junto a otros amigos, cosas de hombres,

Enrique sin pensarlo se decidió a aprovechar la ocasión para seducir a Mario y confesarle la atracción que sentía por él, así que vistió con ropa ajustada,

en particular con un pantalón ajustado que le venía como guante y así mostrarle a Mario sus atributos físicos para seducirlo de una vez por todas.

La reunión se llevó a cabo, más no así la seducción, las bromas y las constantes intromisiones de los demás muchachos hizo a Enrique desistir de su idea,

sin embargo, Mario no pudo evitar mirar el cuerpo de su compañero, así que de alguna manera el esfuerzo no fue en vano.

En una ocasión al salir del trabajo pasaron primero por la casa de Mario, el cual le pidió a Enrique lo esperara un rato para darse un baño rápido para después acompañarlo a su casa.

Así sucedió y mientras hacían el recorrido de la casa de Mario a la de Enrique las bromas sexuales comenzaron y empezó a haber un juego entre ellos,

Mario tomaba de la cintura a Enrique y le acariciaba el trasero como si se tratara de una chica,

Enrique se quitaba para no evidenciarse ante su amigo, luego Mario le tomaba la mano para llevarla hasta su entrepierna y de igual forma Enrique la quitaba,

parecía ser solo un juego de jóvenes pero la verdad es que eso aumentó la atracción sexual entre ambos.

Enrique realmente disfrutaba caminar al lado de Mario,

a pesar de no ser guapo, Mario era muy viril y le transmitía un sentimiento de protección.

Enrique sentía en su interior que Mario podría llegar a ser ese macho protector que cuidara de él y lo llenara de besos y caricias.

Caminar juntos de casa de Mario a la de Enrique se volvió algo recurrente para ambos muchachos,

jugar, caminar entre el campo y los coqueteos se volvieron parte de la rutina casi diaria.

En una ocasión Enrique sabía que su familia estaría fuera todo un fin de semana,

era la ocasión perfecta para intentar algo con Mario, mientras caminaban entre el campo,

Enrique se dejaba abrazar por Mario, no luchaba por quitarse como en otras ocasiones,

los toqueteos fueron en aumento y cuando Mario tocó las nalgas de Enrique éste se lanzó con todo diciendo.

– Qué ricas manos.

– Espera, es solo un juego.

– ¿Ya te dio miedo?

– Nos van a ver

– Está oscuro, no pasa nada. Abrázame!

Mario abrazó a Enrique y casi de forma instintiva le tomó por la cintura y sus manos fueron hasta las nalgas de su compañero.

Enrique levantó su mirada dulcemente para buscar la de Mario,

quien nervioso se agachó un poco para fundirse ambos en su primer beso de pasión.

– A mi me gustan las mujeres… (Comentó Mario).

– A mí también, pero tú me atraes.

– Es que…. no sé… esto es muy raro.

– Yo sé que quieres coger, ¿qué tal si me coges?

Y dicho esto se dieron otro beso apasionado.

Enrique y Mario se apartaron un poco del camino adentrándose en el espeso campo,

Mario se recargó en un árbol y Enrique comenzó a tocarle la verga por encima del pantalón,

estaba dura y se sentía muy grande, era normal ya que Mario era un joven grande y fuerte.

Enrique desabrochó el pantalón de Mario y lo bajó casi hasta sus rodillas.

La verga de Mario saltó y quedó a merced de la boca de Enrique quien sin pensarlo la tomó con una mano y comenzó a masturbarla con maestría,

era su sueño, era su fantasía cumplida, por fin sería la puta de Mario.

Enrique se metió a la boca el pedazo de carne de su amigo, quien por la calentura y la inexperiencia no tardó en venirse en el piso.

Mario se subió el pantalón y continuaron la caminata casi sin decir palabra.

No había mucho que decir, ambos estaban calientes y con ganas de más,

pero estaban en shock porque ninguno se consideraba gay,

aunque a estas alturas Enrique aceptaba un poco más su condición de bisexual.

Llegando a la casa de Enrique éste invitó a pasar a Mario advirtiéndole que no había nadie y que no tenía nada de qué preocuparse.

En un tono casi de seducción Enrique mencionó que tenían casa sola hasta el domingo por la tarde que regresara su familia.

Los besos regresaron, ahora con más pasión y con menos vergüenza, no había nadie que pudiera verlos, nada podía detenerlos ahora.

Los dos se quitaron la ropa con urgencia,

Mario acariciaba el cuerpo de Enrique como si se tratara del de una chica,

frotaba las nalgas de su amigo con sus grandes manos, y Enrique acariciaba el pecho de Mario y chupaba sus pezones.

Haciendo uso de su fuerza,

Mario tomó entre sus brazos a Enrique y lo acostó en el sillón con cierta brusquedad,

y con total lujuria se subió en su amigo quien generosamente abrió sus piernas.

La verga de Mario estaba a tope y de inmediato levantó la cadera de Enrique para cogerlo en posición de misionero.

Enrique deseaba sentir la verga de Mario dentro de él así que aunque sentía dolor se abría lo más posible para facilitar la entrada,

Mario estaba hecho una bestia, solo quería saciar su necesidad de coger y comenzó con un frenético mete y saca,

en aquella casa solo se escuchaban los gemidos de Enrique y los gruñidos de Mario,

sus cuerpos sudorosos, el olor a sexo.

Mario resultó ser un tanto precoz y sin decir palabra inundó el culo de Enrique con su leche.

Ambos quedaron rendidos en el sillón por unos instantes.

Hubo algunas caricias mutuas, no muchas, ambos estaban calientes pero conscientes de que eran hombres y como tales no se podían dar el lujo de enamorarse.

¿Qué dirían sus familias y sus amigos?

La erección de Mario regresó, y aprovechando que estaban recostados y abrazados en el sillón,

Enrique ofreció sus nalgas a su compañero para que lo cogiera de cucharita.

La verga de Mario entró con mayor facilidad, y el sillón restringía un poco los movimientos,

así que a diferencia de la primera vez,

los movimientos eran más sutiles y placenteros para ambos.

En ésta ocasión Mario duró más pero igualmente se vino primero entre las nalgas de Enrique.

Enrique tomó la mano de Mario y la llevó hasta su verga erecta,

que notablemente era más pequeña y peor aún entre las grandes manos de su compañero,

el cual entendiendo su trabajo comenzó a masturbarlo hasta que eyaculó copiosamente.

Ambos estaban más relajados, ya no había esa tensión sexual del inicio,

así que Enrique sugirió ir a su habitación y estar más cómodos en la cama.

Ya en la habitación Enrique se sentía hambriento de verga, quería sentir una vez más a Mario dentro de él.

Ambos estaban de pie al lado de la cama, la diferencia de estaturas se hacía evidente de nuevo,

y Enrique sintiéndose atraído por las dimensiones del cuerpo de su compañero se giró ofreciendo de nuevo sus nalgas.

Mario lo tomó de la cintura para volver a penetrarlo pero la diferencia de estaturas lo complicaba,

así que lo llevó hasta la pared y Enrique se apoyó en ella con las palmas de sus manos y levantó el culo,

Mario se abrió de piernas para estar a la altura de su amigo y lo penetró de una poderosa estocada…

estuvieron así por unos momentos pero resultaba incómodo bombearle con fluidez.

Mario cargó de nuevo a su amigo y lo llevó a la cama, y buscando una posición menos acrobática lo acomodó de “chivito al precipicio”. Ahora la altura del culo de Enrique quedaba de forma ideal para Mario, quien metió lentamente sus casi veinte centímetros de verga entre las nalgas de su pequeño compañero.

En esa posición y con el cuerpo casi femenino de Enrique la penetración se volvió más placentera para Mario, que por un momento se olvidó que eran dos hombres cogiéndose. Enrique se sentía en el cielo, estaba siendo poseído por el chico que le gustaba, por el chico que había sido su fantasía por tanto tiempo, y ahora estaba ahí, disfrutando se su pedazo de carne y de sus manos en sus caderas. Mario eyaculó una vez más, y toda su leche bañó la espalda de Enrique.

Ambos se recostaron en la cama sin decir palabra, estaban satisfechos, pero con un sentimiento de haber hecho algo incorrecto. Mario fue en busca de su ropa, se vistió y se fue sin despedirse.

Enrique se quedó en casa, desnudo y con un sentimiento de haber sido usado, pero era normal, no era una situación fácil para ninguno, no eran un par de maricas, eran dos jóvenes inexpertos ante una nueva e inesperada situación.

El lunes ambos se saludaron de forma normal en el trabajo, como si nada hubiera pasado, pero ambos en su interior deseaban que se volviera a hacer de noche para caminar juntos por el campo.

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