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Jugando a las cartas con mi primo

Mi primo Gonzalo me invitó a su casa el fin de semana. La pasamos muy bien durante el día y me quedé a dormir. Su mamá nos había preparado dos camas en la habitación de Gonzalo y después de bañarnos y cambiarnos de pijama, nos arropó, nos deseo las buenas noches y se fue, apagando la luz.

Pero Gonzalo tenía otros planes.

Prendió la luz y nos levantamos. Charlamos un rato y Gonzalo sacó un mazo de cartas.

– ¿A qué jugamos? _ le pregunté.

_ Al desnudo.

Me reí

_ ¿Al desnudo? ¿Qué juego es ese?

_ Cada uno saca una carta. El que saca la menor, pierde… y se tiene que sacar una prenda. El que se queda desnudo primero, pierde.

– Pero…¡si solo tenemos el pijama! El juego se va a acabar en seguida.

– No, Santi, ahí es cuando empieza…¿jugás?

Gonzalo tenía 14 años y yo 12.

– Bueno, dale.

Mezcló las cartas y saqué un 6 de espadas.

– Ahora saco yo.

Y sacó un siete de oro.

– Perdiste, te tengo que sacar una prenda.

Para mi sorpresa, me sacó el pantalón del pijama. Como pude me cubrí con la parte de arriba.

– Sacás vos porque perdiste.

Saqué una sota de copas. Estaba bastante bien.

Pero el sacó un rey.

Quedé desnudo.

– Bueno, ganaste… le dije.

– No, Santi, hay una vuelta más… si gano de nuevo, te puedo hacer de todo.

– ¿Y si gano yo?

– Te podés volver a poner una parte del pijama o sacarme una parte a mi.

Volvió a mezclar.

– Sacá vos primero, le dije.

Sacó un 3.

¡Tenía que ganarle! Corté el mazo y saqué una carta…

¡Un dos!

– Perdiste, Santi.

Yo no podía creerlo. ¡Un dos! ¡Qué mala suerte!

– Vení, acostate conmigo.

– No, Gonza, era un juego… – me defendí

– No, primito, perdiste y ahora sos mío…

Me acosté a su lado. Yo era más delgado y más chico, los dos años de diferencia parecían más en realidad.

El me rodeó con sus brazos y comenzó a besarme. Primero en las mejillas, luego decididamente en los labios. Yo, la verdad, nunca había besado.

– Saca la lengüita… – me ordenó

¿Cuanto tiempo me estuvo besando? No sé, después abandonó mi boca y me besó el cuello.

– Acostate así, eso, quiero todo tu cuellito…

Mientras me comía a besos, su mano comenzó a acariciarme el pene, suavemente. No tardé nada en estar excitado.

Sentir sus besos en el cuello y en la boca, mientras su mano me masturbaba me enloquecía. Luego, con su lengua, recorrió mi cuerpo y comenzó a chupármela, mientras me acariciaba las nalgas.

Eyaculé casi inmediatamente.

Mientras me recuperaba de tanto placer, acercó otra vez su cara junto a la mía y volvió a besarme.

-Esto fue el aperitivo, primito, ahora viene lo mejor… vení.

Me hizo levantar de la cama y ponerme de rodillas, mientras el se quitaba el pantalón. Su pene, excitado, era enorme y la base estaba llena de pelos. Acercó el pene a mi boca.

– Bueno, lindo, mostrame como sabés chuparla…

Comencé a hacerlo y a él le gustaba. Me acariciaba el pelo y el cuello. Después me hizo acostar boca arriba y levantar las piernas, abiertas. Primero exploró mi ano con su dedo y luego, despacito, comenzó a meterme su pene.

Hasta ahora todo había sido placentero, pero cuando comenzó a penetrarme me dolió. Finalmente me sacó su verga y me puso un poco de líquido, creo que era vaselina o algo así. Entonces la penetración fue más fácil.

Estuvo un rato así, y luego se colocó encima mío, masturbándose.

– Abrí la boquita, Santi. Eso, así…

El había comenzado eyacular y el semen me cubrió parte de la cara, además de entrarme en la boca. Con un dedo juntó el semen de mis mejillas y me hizo chupar el dedo.

– ¿Te gustó?

– Estuvo bueno

– ¿Te cuento un secreto?

_ Dale

_Las cartas… estaban marcadas…

_ Me imaginé, le dije.

Y volvimos a besarnos, como lo haríamos muchas veces desde aquella noche.

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