Mi padre se desahoga conmigo poque mamá está de viaje - citasgay.org

Mi padre se desahoga conmigo poque mamá está de viaje

De niño, sobre los siete años, tuve un sueño que, en aquel tiempo, me perturbó, dado que el sueño versaba sobre mi padre teniendo sexo con un aren de mujeres.

Pero a los once años, cuando iba al gimnasio con mi padre, que es culturista, le vi en los vestuarios vestido únicamente con unos slip verdes,

y me recorrió el cuerpo una sensación que, en aquel entonces, creí era vergüenza, pero luego descubriría que era bien distinto.


Por cierto, soy Rafa, veintiún años, guapo, pelo largo color negro, ojos castaños profundos, y andrógino.


Descubrí que el ver a mi padre en una minúscula ropa interior no me avergonzaba con el paso de los años, pues a mi padre, Raúl, le gusta la comodidad y, a la vez, exhibir su cuerpo (es su trabajo), y siempre iba y va por casa con unos slips apretados únicamente,

sobre todo cuando hay mucha calor. Así, desde que le vi en los vestuarios, momento en que ya había descubierto que me gustan los chicos, comencé a ver la situación de otra forma.

Estaba cómodo con la casi desnudez de mi padre, e incluso me mantenía cerca de él todo el tiempo, o veía películas con mi padre, acostado en el sofá y con la cabeza cerca de su entrepierna.


Cuando cumplí los dieciséis ya me masturbaba varias veces al día pensando en mi padre y en su cultivado cuerpo, musculoso y fuerte, bien definido y complementado con su enorme bulto, con el que, como ya he dicho, me obsequiaba con frecuencia.

Tenía todas las revistas en que salía en mi habitación, para darme placer; iba al gimnasio con él para verle en el vestuario (lo cierto es que su aparato del amor asusta a primera vista); me acercaba a él todo lo que podía e, incluso, le espiaba en la ducha y sacaba del cesto de la ropa sucia sus slips y boxers para oler el intenso aroma que desprendía su masculinidad.


Pero estaba en una encrucijada: no sólo era mi padre, también era heterosexual y estaba felizmente casado con mi madre, aunque se veían más bien poco debido al trabajo de mi madre, Gabriela, que la obligaba a viajar a menudo y a no estar presente en casa.


De hecho, fue una semana en la que mi madre estaba en Praga y mi hermano vivía con sus compañeros de universidad cuando sucedió todo.

Yo tenía diecisiete años recién cumplidos y por las noches me dedicaba a escribir relatos eróticos en los que me soliviantaba inventando situaciones en las que mi padre me hacía su hembra.

Era un lunes, creo, por la tarde, y mi padre necesitaba presentar una inscripción a un certamen de culturistas.

El problema fue que su ordenador estaba estropeado, el de mi madre se lo había llevado ésta para su trabajo y el de mi hermano mayor, Ramón, estaba con él, evidentemente.


Yo tenía escondidos los relatos en una carpeta con el nombre “Firewall”, en un recóndito lugar del ordenador, pero el historial del Word me delató.

Mi padre abrió el programa Word y se encontró con un listado de archivos con títulos como “Papá se desahoga conmigo”, o “Preñado por mi padre”. Y los leyó.


Yo llegué del instituto, de las extraescolares, y noté a mi padre extraño, raro, distante…

Nada hubo hasta la cena, pues yo me dediqué a mis deberes y a chatear un rato en el chat de cibersexo.

Cuando la cena estuvo lista, mi padre vino a habitación y me lo dijo.


– Ahora voy papi, estoy terminando un trabajo –me excuse para terminar de hablar con un hombre de treinta años con el que estaba montando un relato de incesto entre hermanos.


– Vale, pero date prisa que se enfría.


Al llegar a la cocina, mi padre me estaba esperando, pero se había quitado el chándal que llevaba cuando había venido a mi cuarto y estaba vestido únicamente con un slip muy apretado y unos calcetines pinquis. Empezamos a cenar.


– ¿El día bien cariño?


– Sí papi…, bueno, aburrido, como muchos. Esto está muy bueno papá.


– Gracias Rafa –y mi padre quedó meditabundo, como si hubiera pasado un ángel pero, al final, encontró el coraje que buscaba para preguntar lo que quería conocer-. Rafa…, ¿a ti te gustan los hombres?


Me quedé helado.

Yo no había salido del armario en casa y, aunque pudiera ser evidente en algunas cosas que yo era gay, me resultaba impensable que mi padre, siempre a su bola, se hubiera dado cuenta por sí solo. Quedé pensativo un momento, respiré hondo y contesté a la pregunta de mi padre.


– Sí papá, me gustan los chicos.


– No me malinterpretes Rafa, me parece estupendo que tengas esa orientación sexual pero… -esta vez la pausa fue más pronunciada y dramática, tanto que no sucedió nada-, nada hijo, cena que se enfría.


Consternado por la charla durante la cena, me fui a mi habitación y me puse mi pijama: un tanga que había comprado hacía meses y con el que dormía.

Entonces, la fatalidad. Iba a continuar con mis relatos y comprobé que los archivos habían sido abiertos. Sabía que mi padre había estado utilizando mi ordenador, pues me lo había pedido antes de usarlo y, entonces, caí en la cuenta: mi padre sabía que tenía fantasías sexuales con él.


Me quedé pensativo un rato frente al escritorio y el único pensamiento que me venía a la mente era si mi padre algún día cumpliría mis fantasías.

Determinado a resolver mis dudas, decidí no acostarme temprano e ir con papá a ver la tele. De hecho, fui primero a hacer palomitas.

De todo ello, lo que más me extrañaba es que mi padre se hubiera quedado en ropa interior durante la cena, pues antes de ella iba vestido.


– Papá –dijé al llegar al salón, deleitándome con la extraordinaria figura apolínea de mi padre y en actitud varonil, recostado sobre el sofá con las piernas abiertas y una mano sobre su abultado paquete-, he hecho palomitas, no tengo sueño, ¿me puedo quedar contigo un rato a ver la tele?


Mi papi asintió, con un semblante amable, y yo hice lo que venía haciendo años: dejé las palomitas sobre la mesa de café y me recosté en el sofá, con mi cabeza sobre el regazo de mi padre.

Comenzó a acariciarme la cabeza y a enredar sus dedos en mi largo pelo.

Yo estaba empezando a sentirme excitado, pues nunca había estado en tanga con mi padre al lado, además el sólo en slip y calcetines (que, por cierto, me ponen bastante, sobre todo los deportivos).

Me recosté más arriba, arrimando mi cabeza al paquete de mi padre, de donde yo había salido.


Entonces empezaron a echar en la tele una película de espías, bastante subida de tono, y a la media hora dos agentes de inteligencia tenías sexo, de forma salvaje y brusca.

Noté la emoción de mi padre, es decir, el empalme que comenzaba a tener su rabo.

En ese momento le comenté que, ya que sabía que me gustaban los chicos, que me agradaba la escena y que me gustaría ser el que recibe la polla del otro.


– He visto tus relatos Rafa, cuando estaba haciendo la solicitud. Tendríamos que hablarlo.


– Papá –dije lanzándome al ruedo-, no son más que fantasías.

Creo que desde pequeño tengo el complejo de Edipo, o el de Electra, no sé…, la buena cuestión es que disfruto pensando en ti: eres muy guapo, como Ramón, con los ojos azules y rubio, y tienes un cuerpo diez, ¿cómo no iba a desear que me hicieras tu hembra?


– Cariño, eres mi hijo –dijo mientras yo noté que el estado morcillón de su rabo pasaba a mayores-, no está bien que la familia tenga sexo entre sí.


– Y, ¿quién lo dice? Tu eres un hombre espectacular, yo soy muy complaciente y también un varón: no hay posibilidad de endogamia. Sólo serían un padre y un hijo disfrutando de una follada salvaje. Fíjate que en el mundo musulmán los padres se follan a sus hijos para enseñarles…


Fue cuando me sorprendí, cuando mi padre me sorprendió. Acababa de poner su mano derecha sobre mi tanga, y me acariciaba el culo a la par que jugueteaba con el hilo de mi ropa interior.

Pero, no sabía qué hacer. Había soñado e imaginado tantas veces ese momento y ahora no sabía cómo reaccionar.

Pero mi padre tomó la iniciativa: me dijo que me tumbara boca abajo y que le trabajara el paquete mientras él avanzaba en mi culo vestido de hembra.


– ¿Te has puesto una tanga de tía? Has venido provocando, ¿no, zorrita?


– Si papá, ya que tú vas siempre provocando, he decidido hacerlo yo también. ¿Te gusta cómo me queda?

Yo creo que me hace un culo muy follable,


– ¿Quieres que papá lo haga; que te folle?


Seis años esperando a este momento. La respuesta era obvia.

Dije que sí y hundía mi cabeza sobre el enorme bulto que tenía mi padre entre las piernas.

Comencé a besarlo, a acariciarlo con mis mejillas y a meterme en la boca el bulto que de lado dejaba adivinar su polla ya entonces totalmente erecta y dura, Como he dicho, la polla de mi padre puede asustar en un primer momento, y en aquel momento pude comprobar que le mediría unos veintiún centímetros (“¡Cielo Santo!”, `pensé, si consigo que me desvirgue me va a partir en dos).


– Pero, Rafa… nadie se puede enterar de esto, sobre todo tu madre. Será un tema completamente tabbo, ¿lo entiendes hijo?


– Papá – dije levantando mi cara de su entrepierna-, soy consciente de ello. Esto quedará entre tú y yo pero, por favor, hazme tu hembra.


Entonces algo cambió en la actitud de mi padre. Se sonrió y, pareciendo más animado, usó la mano izquierda para hundir mi cabeza otra vez sobre su aparato,

ahora ya en todo su esplendor, pero aun cubierto por la mínima tela de su slip blanco (de hecho, se salía media polla del calzoncillo), y con la derecha se adentró debajo de mi tanguita, y comenzó a acariciarme el ano, lubricándolo con su saliva de tanto en tanto.


– Papá, quiero ir a la cama. Hoy quiero ser tu mujer y tu puta.


Mi padre apagó la televisión y nos fuimos a su cuarto.

Allí me derribó sobre la cama y se echó encima de mí (yo estaba pletórico, era todo lo que había soñado, el hombre de mis sueños encima de mí).

Entonces comenzó a besarme apasionadamente, entremezclándose nuestras lenguas en un baños de saliva, y me besó el cuello, me mordió las orejas, me retorció los pezones haciendo gritar de placer. Yo mientras tantos le abrazaba…,

era mi padre y me estaba expresando su amor y deseo, y repasaba sus grandiosos músculos en tan definido y perfecto cuerpo. El cuerpo de mi deseo más íntimo.


– ¿Cómo te gusta que te follen hijo, suave o duro? –dijo papi parando momentáneamente los prolegómenos- Yo quiero que seas mi putita hoy, quiero partirte el culo en dos.


– Papi, soy complaciente: ¿qué quieres que haga?


Mi padre se puso de pie sobre la cama y me ordenó, acompañándome con agresividad, que me pusiera de rodillas frente a él.

Acto seguido se bajó un poco el slip, lo suficiente para liberar a su monstruo de carne, que rebotó frente a mi cara deseosa de complacer a quien me engendró y se quedó apuntándome.

“Chúpame la polla, hijo; ¿sabes?”.

Yo no contesté, porque mi única experiencia mamando rabos era lo que había visto en las películas porno de internet, así que cogí el manubrio de papá, mientras con la otra mano le acariciaba sus abultados testículos, y comencé dando unos lametazos a su rabo.

El corazón se me puso a mil y la piel se me erizó al notar aquel sabor fuerte de hombre, el de mi propio padre, con lo que me metí en la boca todo lo que pude de su pene, y empecé a deslizar mis labios sobre la piel venosa de aquella maravilla de órgano, primero cautamente, luego frenéticamente, llevado por un éxtasis que no puedo describir, pues no lo había sentido antes.


Papá se puso a gemir, lo que me confirmó que le estaba dando placer y gusto. Y, al rato, me agarró del pelo, inmovilizando mi cabeza, y seguidamente empezó a penetrarme la boca, metiéndome casí todos sus veintiún centímetros, siendo que yo notaba su carne más allá del principio de mi garganta.

Cuanto más me follaba la boca papa, más me asfixiaba y atragantaba, provocando que la saliva se derramara por las comisuras de mi boca. Yo tocaba los pectorales de mi padre en señal de angustia, pero papi no daba tregua.


– Ya está bien cariño, ya te he hecho sufrir bastante. Ahora, ¿vas a hacer lo que diga papi, hijo?
– Sabes que sí. Soy tu puta.


Entonces papá sacó algo del cajón de su mesita de noche. Era como un tubo, pero no sabía para qué. Papá me cogió en volandas y me hecho sobre la cama, boca abajo, y arranco mi tanga bruscamente.

Entonces oí como destapaba el bote y acto seguido sentí como repartía una sustancia fresca y agradable por mi raja. Trabajó la misma hasta que llegó a mi ano, y comenzó a acariciarlo fuertemente con un dedo.

Entonces, de súbito, me metió un dedo en el recto, lo que me produjo placer e inevitables gemidos.

Estuvo unos pocos minutos masajeando mi interior, hasta que decidió introducirme otro dedo. Me dolió, pero el morbo y el placer podían con cualquier dolor.


– ¿Duele Rafa?


– No papi, sigue.


– Te voy a meter el tercero, este seguramente duela.


Y efectivamente.

Lancé un chillido de dolor, que mi padre enmudeció con la palma de su mano tapándome la boca: “Shhh, cariño, no queremos hacer demasiado ruido”.

Dolía, pero era necesario para que por fín se cumplieran mis fantasías y mi padre me empotrara.

Imaginaos, mi padre, la persona que me engendró, el más sexi de cuantos conocía, el que debía por ley natural dominarme, por fin estaba haciendo de su parte, por fin había sucumbido.


– Ya lo tienes abierto cariño.


Entonces, papá me cogió de la cintura y me levantó, dejándome a cuatro patas y con su polla alineada con mi raja, Era el momento.

Posó su glande sobre mi ano y repitiéndome que me iba a follar duro, de un empujón ensartó todo su miembro viril en mi interior.

Ahí sí que me sentía pleno y realizado; por fin tenía lo que quería.

Lo cierto es que dolió, soltando yo un chillido de amargo dolor, así que mi padre esperó a que me tranquilizara y, cuando lo hice, comenzó a moverse dentro de mí, pero no lentamente, sino a un ritmos salvaje y deseoso de tomarme, de poseerme, de dominarme, mientras comenzaba jadear y espetar sonidos de placer. Me cogió del pelo y me obligó a levantar la cabeza, manteniendo mi tronco superior recto.


Yo estaba en el paraíso. Mi padre era un top agresivo y notaba como sus embestidas me llenaban de placer y realización.

Le dije a mi padre que me diera todo su amor, que yo sería suyo cuando quisiera. Luego de un rato follándome como a una perra a cuatro patas, me agarró del pello y me levantó hasta que mi espalda quedó pegada a sus enormes pectorales, y noté más placer aun al follarme agresivamente mi padre hacia arriba, lascivamente y sin freno.


– Papi, quiero que me abras de piernas. ¿Te apetece?

Quiero ser tu hembra y que me preñes cuando acabes.


Entonces él, sacando su pene de mis entrañas ardientes, me cogió en volandas y me acostó boca arriba en la cama.

Abrió mis piernas de un lado a otro y se tumbó sobre mí, comenzando a penetrarme de nuevo, a usarme. Me follaba a un ritmo frenético.

Cada embestida de su pelvis sobre mi culo me hacía sudar más y más. Nuestros sudores se mezclaban y mientras me follaba como a hembra me besaba, sobretodo en la boca, furiosamente.
– Papá –dije entre gemidos y convulsiones de placer-, ¿prefieres mi raja al coño de mamá?
– Mamá es un frígida comparada contigo; tu eres más zorra Rafa.


Entonces mi padre me levantó, poniéndose él de rodillas sobre la cama y sin sacar su instrumento de dentro de mí. Salimos de la cama y mi padre continuó follándome de pie, mientras yo estaba a medio camino entre la extenuación y la excitación suprema.

Notaba como su rabo se adentraba en mí, poseyéndome por completo, sin contemplación y por entero. Estaba cumpliendo su promesa y me estaba rompiendo el culo. Lo mejor fue cuando me puso contra la pared, me sentí puta de verdad.


– Me voy a correr cariño.


– Préñame papi, te lo suplico.


Mi padre me echó contra la cama otra vez y comenzó a soltar alaridos de gusto y satisfacción, y noté como su semen recorría mi interior, llenándome de la esencia de mi padre.

Al rato, mi padre sacó su pene de mí, y un poco de semen empezó a gotear de mi trasero.

Papá comenzó a besarme y a acariciarme y, como no habría nadie en casa durante toda la semana, dormimos juntos, abrazados, lo cual no fue buena idea, o puede que sí, porque a las cuatro de la mañana volvimos a follar como locos.


Han pasado cuatro años desde que mi padre, Raúl, me desvirgara como en una escena porno hardcore, y hemos tenido muchas aventuras desde entonces pero, eso ya es otra historia.

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