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PRIMO MI PRIMERA VEZ

Desde chico, en la época de los 70 era normal que los fines de semana, lo mejor que podíamos vivir era estar en la casa de la tía…

Aunque hubiera otras, una siempre se destaca por encima de las otras… Y es “la” tía.

Con mis primos hermanos, todos varones ellos, pocos años nos diferenciaban.

Entre el primero y el segundo, aparecía yo, y luego había otro con tres años menos que yo.

Empezar a jugar con la bici, la pelota, compartir travesuras sanas, y empezar a asustarnos con relatos de terror, eran, junto con el pan con dulce de leche, lo más de lo más en esas épocas.

Yo tenía una sola hermana, menor que yo, así que a mis viejos les gustaba que compartiera con mis primos los fines de semana, más todavía cuando empecé a jugar al fútbol, porque eso me hacía más hombre.

De ese crecimiento igual nos gustaba hablar, cuando apagábamos la luz de la pieza y yo me acostaba con el segundo de mis primos,

Jorge, en una cama de una plaza, y desde la otra cama nos hablaba Raúl, el mayor. Jodíamos con el tema de las pajas, cuantas veces la hacíamos,

lo lindo que eran las cosquillitas en la verguita, que apenas escupían algo comenzando los 13 años. Nos dormíamos bien apretados, sin ninguna insinuación y contentos de estar juntos.

Pero a los 15, Jorge tenía una pija fenomenal y era el comentario que siempre hacía por envidia Raúl.

Yo aprovechaba estar todo el tiempo con Jorge, porque era con el que mejor me llevaba y pasó a ser mi compinche. Salíamos a dar vuelta por la noche, y volvíamos tarde (¡como a la una de la mañana!) para mirar algo de Boris Karlof en la tele, y cagarnos de miedo…

Cada vez nos gustaba más dormir solo con eslip (en esa época eran “calzoncillos” a secas), y haciéndonos los boludos, nos pasábamos las gambas sobre el otro, y nos abrazábamos mientras los temas iban para cualquier lado.

Con el tiempo, y cansados muchas veces de tanto jugar a la pelota, con nuestros cuerpos que ya nos entraban en una cama, Jorge se dormía primero o se hacía que dormía.

Empezaba por toquetearlo como tantear su reacción. Metía mi mano por debajo del calzoncillo y empezaba a tocar su redondez… No hay reacción… Continuaba.

Seguía tocándole la parte de adelante, mientras estábamos de costado y yo a su espalda.

Me gustaba sentir sus primeros y tupidos pendejos. Tocaba su pija dormida, y la sobaba, para ver su reacción… Continuaba.

Reaccionaba de lo lindo, y empezaba a pasar también mis dedos por su ano, y sentía ese olor tan particular de los adolescentes en su culo…

Me olía los dedos, y entre lo anal y la pija, salía algo particular que me ponía a mil.

Jorge dormía profundamente, dando sus primeros ronquidos de hombre.

Yo me animaba a besarle una nalga y la otra, bajándole el calzoncillo… No había reacción… Y a esta altura no podía frenarme, sin saber si él dormía realmente o se hacía.

En una de esas veces, llegue a besarle la punta de la chota, siendo tan grande que no cabía en mi mano, y me parecía descomunal, pues se doblaba en la mitad.

Qué rica que era, y no sabía si metérmela toda… Ahí no me animé.

Pero un día, digamos que entre las horas jugadas y el sol, Jorge cayó como muerto a la noche.

No pudo ni hablar y se puso boca abajo. Con Raúl no hablamos mucho tampoco porque el cansancio era general. Pero con la luz apagada, yo quería empezar mi juego de los fines de semana… Tocar a Jorge.

Boca abajo, solo con calzoncillo, respirando como en otro mundo, le fui bajando todo hasta quedar con su culito para mí. Metí mis narices y empecé a oler (me recalienta el buen olor) y le pasé la lengua cuantas veces quise.

Mi pija (más moderada que la de mi primo), se puso a full, y yo, que nunca había cogido, y vivía (o sobrevivía a pajas), pensé en que ese era mi momento.

Me bajé el calzoncillo, y mojé la punta de mi chota, y poco a poco se la fui metiendo, yo al más pijudo de los primos, al que todos le envidiaban las minas que tenía, o lo bien que le iba con ellas…

A ese, me lo estaba cogiendo. Para que contar, subía y bajaba como para no despertar a nadie. Las cosquillitas en la pija, eran el deleite, y entraba y salía, para sentir que me erizaba hasta estallar.

Que lindo sentir ese culito redondo, e ir y entrar, sacar, poner, y que nada responda, pero que hacía que mi pijita muriera adentro, estallando en su primera lecheada formal.

Empecé con mi primo; acabé, lo limpié con papel higiénico y me fui a lavar al baño.

Me acosté otra vez, al lado de él, que seguía boca abajo. Me dormí pasándole mi mano por la espalda, y de ahí en más, supe que los hombres iban a ser los que más alegrías le iban a dar a mis aventuras sexuales.

Un buen comienzo de adolescencia gay… Hoy, maduro, feliz por serlo.

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