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Tenía que volver a ser penetrado

Este podrá parecerles otro relato más de los tantos que se publican, pero para mi no lo es.

Lo que voy a contarles marcó definitvamente mi orientación como bisexual.

Tenía en ese entonces 35 años, y ya había experimentado con mujeres, hombres y travestis.

Muchas veces por separado y otras tantas en forma grupal, probando como pasivo, activo, travestido, sexo oral, con juguetes, con fetiches, sadomasoquismo, etc.,

creo que no me quedó cosa sin probar. Por ese motivo, en ese momento me sentí hastiado, desorientado, desquiciado y decidí que interrumpiría toda actividad que no fuera ciento por ciento heterosexual.

Y así lo hice, hasta los casi 38 años me mantuve solo teniendo sexo con mujeres, y, para ser honesto, creía que no extrañaba todas aquellas aventuras,

que ya había superado una etapa de desorden y descontrol, que estaba establecido y seguro de mi mismo.

Como se imaginarán, no fue así.

Estaba de viaje de negocios, parando en un hotel centrico de la ciudad de Córdoba, Argentina,

donde las habitaciones tienen unos hermosos ventanales desde los que se puede ver esa maravillosa ciudad iluminada por las noches.

En esa ocasión, en el bar del hotel, conocí a un ejecutivo de otra empresa que estaba, también alojado ahí, a raíz de una convención de máquinas herramientas que se realizaba en la ciudad.

Fue simplemente intercambiar dos o tres frases sin importancia para que empezáramos a conversar animadamente sobre distintos temas.

Yo noté que sentí una cierta atracción por él, no se, tal vez su forma de hablar, su seguridad, su presencia, algo hizo que me diera cuenta de que podía haber algo entre nosotros.

Como les dije, creía que yo ya había tomado una firme decisión sobre mantenerme hetero, pero esta fue una sensación única, sentí irrefrenables deseos de acostarme con él.

No pasó nada esa noche. las noches siguientes, cuando cada uno terminaba su actividad, volvíamos a encontrarnos en el mismo bar a conversar.

A esta altura yo me di cuenta de que él también tenía interés en mi.

En un momento de la conversación nos cruzamos algún tipo de indirectas que ambos respondimos con esa picardía que indica que sabíamos de que estábamos hablando.

Tomó la iniciativa y me invitó a su habitación, le agradecí y le dije que sería mejor que olvidemos el asunto. Se levantó diciéndome que iría hasta el baño, aproveché y me fui a los ventanales a mirar la ciudad. Había poca gente en el bar.

Me tomó por la espalda y apoyó su cuerpo contra el mío. Pude sentir su miembro erecto apoyándose en mis nalgas y sus manos acariciando mi pecho, masajeándome las tetillas.

No lo rechacé. Estaba entregado.

Una vez en su habitación, fue como que tenía el acuciante deseo que recuperar todo el tiempo perdido.

Nos abalanzamos uno sobre el otro y nos besábamos mientras nos despojábamos, mutuamente, de la ropa. Me arrodillé frente a él y me introduje su pene en la boca,

tenía deseperación por comérmelo, lo lamía, lo mordía, le pasaba la lengua por todo su miembro, le chupaba los testículos metiéndomelos en la boca y pasándole la lengua desde el escroto hasta su ano, él poco menos que gritaba de placer, me tomaba la cabeza y me metía y sacaba su miembro de la boca, cogiéndome la boca,

se arrodilló él tambien y nos abrazamos, mientras no besábamos apasionadamente, me metió sus dedos en mi ano, yo gemía de placer, jadeaba y rogaba que me penetrara, quería ser suyo.

Nos revolcamos por el piso, me puso boca abajo y me montó, abrí mis piernas y me introdujo su hombría con habilidad, avanzando de a poco hasta que sentí que tenía su verga totalmente ensartada en mi interior,

solté un grito de placer y eso fue, para él, como una señal para comenzar a cogerme entrando y saliendo de mi esfínter al que sentía completamente lleno, repleto de carne ardiente, me faltaba el aire, todo su cuerpo estaba sobre el mío y su cadera se levantaba y bajaba al ritmo que él quería,

tenía el absoluto control de mi, sentí que él iba a acabar, yo ya había acabado a los pocos minutos en que me penetró, apreté bien mis piernas de modo de rodear su carne y apretársela para que se hinche y eyacule dentro de mi.

Lo logré, explotó sin miramientos, con gritos y vehemencia. Nos quedamos un rato agitados, recuperando las fuerzas, con su pene en mi interior hasta que fue tornándose flácido.

Tirados en el piso, nos besamos y acariciamos. Fumamos un cigarrillo y aprovechamos para contarnos un poco de nosotros, le dije que yo había decidido mantenerme heterosexual hasta que apareció él y no pude resistirme.

Nos servimos unas copas y nos fuimos a su dormitorio, recostados en la cama, todo volvió a empezar.

Me puse su verga en la boca, flácida y comencé a sentir que lo estaba excitando, percibí su miembro tomando turgencia dentro de mi boca, y yo subía y bajaba por su pene erecto,

él me pellizcaba las tetillas mientras yo no dejaba de chupárselo quería tenerlo nuevamente dentro, quería que me cogiera otra vez, me recosté y le puse mis piernas en sus hombros y me la metió nuevamente,

podía verlo gozar, veía sus gestos de placer, nos mirábamos a los ojos y yo le pedía que me diera duro, que me haga gritar de placer, entraba y salía de mi culo con mucha energía,

seguía apretándome las tetillas y sus caderas se movían incesantemente, yo hundía mis dedos en el colchón y apretaba y arrugaba las sábanas,

estábamos gozando desesperadamente, tomé mi verga y me masturbé porque ya no aguantaba más, acabé sobre mi estómago y él siguió perforándome,

nuevamente me faltaba el aire, lo ví erguirse y hundirse dentro de mí, como en estertores, acabó salvajemente, dejándome agotado.

Tuve la sensación de haber recuperado un poco el tiempo que había perdido privándome de ese placer y me preguntaba si valía la pena la abstinencia. Si era evidente que yo gozaba cuando tenía relaciones bisexuales ¿por qué iba a dejar de hacerlo?

Volvimos a juntarnos las dos noches siguientes y nuevamente reafirmé que volvería a tener experiencias con hombres y, aún hoy 15 años después, lo sigo haciendo.

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