Un putito insaciable
Cuando iba a entrar a tercer grado de secundaria comencé a plantearme mi futuro en términos de lo que iba a seguir estudiando después,
desde siempre me había inclinado por la docencia, sólo que había un problema,
en el Estado donde vivía no existía una buena escuela normal.
Así que les plantee a mis padres la posibilidad de estudiar en Ciudad Guzmán en el Estado de Jalisco, donde se encuentra el CREN, una excelente escuela normal,
a lo que mis padres no se opusieron pues precisamente allí vivían unos tíos (un hermano de mi padre y su esposa) que son muy queridos por mi familia.
Así que en la primera visita que les hicimos mi padre les propuso que yo estudiara allí a lo que respondieron entusiasmados,
pues la perspectiva de tenerme con ellos les agradó mucho.
Antes de continuar debo decirles que mis tíos Juan y Marina, se casaron siendo viudos y no tenían hijos de su matrimonio,
sin bien si los tenían de sus matrimonios previos, sólo que todos eran mayores,
ya estaban casados y no vivían con ellos, yo me iba a convertir en el hijo de ambos, así que estaban felices.
Mi tío Juan me acompañó al CREN a preguntar los requisitos de entrada y hubo uno (el principal) que nos planteaba un problema,
para poder ingresar tenía que ser alumno egresado de alguna secundaria de los tres estados de influencia del CREN (Nayarit, Jalisco o Colima) y yo vivía en otro estado,
cuando platiqué con mis padres el asunto, surgió la propuesta de realizar el tercer grado en Ciudad Guzmán,
así que después de pensarlo mucho, se decidió el asunto procediendo a realizar los trámites correspondientes.
Dejar a mis compañeros de la secundaria fue el paso más doloroso,
sobre todo a Javier y Faustino, dos de los mejores amigos que he tenido y quienes me cogían de lo lindo desde que entramos a primero,
Javier era el fortachón del grupo, con un cuerpo escultural, una verga enorme que aprendí a domar y malo para el estudio,
cuya tremenda tranca se convirtió en un alimento de primera necesidad para mi.
La primer vez que cogí con Javier fue recién cuando entramos a primero,
una noche que se quedó en mi casa, a la hora de acostarnos me quedé observado con cuidado y sumo interés como se quitaba la ropa para acostarse,
admirando sus músculos bien marcados, cuando quedó sólo en truzas, me sorprendió ver una cicatriz en su pecho,
el me contó un accidente de cuando era niño y yo de manera intencional recorrí con un dedo el contorno de la cicatriz, acariciándola sin disimulo,
pudiendo notar como su verga se levantaba poco a poco hasta que desafiante apuntaba hacia mi cara,
sin más él procedió a quitarse la prenda y tomando mis manos me dijo,
mejor acaríciame aquí,
yo ni tardo ni perezoso lo hice, pudiendo notar como eso excitaba a Javier,
quien de pronto se vació salpicándome la cara, yo hice lo que todo buen amigo haría en una situación así,
dirigí mi ansiosa boca a su verga y con suma delicadeza procedí a chuparla con deleite hasta que no quedó rastro de semen en la misma.
La primera penetración fue otra cosa,
ni Javier ni yo teníamos práctica así que la experiencia fue bastante dolorosa (aunque placentera),
recuerdo que me ensalivó un poco el culo y sin más me metió una parte de su enorme verga,
yo sentí terrible,
Javier desde luego se asustó y me la sacó, mientras me abrazaba casi hasta sofocarme para que nadie escuchara mis gemidos,
cuando me calmé y después de platicar un buen rato lo volvió a intentar sólo que con mucha mayor delicadeza,
cuando metió su cabeza (después de lubricar mi lastimado culito con crema) y vio que no oponía resistencia,
con cuidado fue metiendo lo demás hasta que pude sentir como dejaba caer todo su cuerpo sobre el mío,
procediendo a meterla y sacarla durante un tiempo que me pareció muy largo,
hasta que sentí como se vaciaba en mí, descansando un buen rato con su verga bien ensartada en mi cuerpo.
Esa noche cogimos al menos dos veces más y en los días siguientes agarramos una práctica fabulosa,
hasta que mi culo se adaptó a su verga y sin ninguna dificultad me ensartaba,
creo que fue maravilloso el descubrir y disfrutar nuestra sexualidad a esa edad, sin prejuicios, tabúes o temores.
Faustino es un muchacho moreno, delgado, puro músculo, con una sonrisa deslumbrante, muy varonil, con quien comencé a coger por casualidad,
un día que por accidente quedamos encerrados en una bodega de la escuela, comenzamos a platicar esperando que nos abrieran,
cuando noté que poco a poco comenzó a desarrollar una erección de la que no podía apartar los ojos,
hasta que dijo las palabras mágicas:
¿Te dejas coger? Y me dejé.
Desde luego me presumió una excelente verga, esa primera vez fue casi cómico, a la carrera se sacó la verga,
yo me bajé los pantalones y sin decir agua va me ensartó, metiéndome y sacándome la verga hasta que se corrió en un tiempo récord,
el prefecto que nos abrió la puerta casi nos sorprende en la faena,
desde luego cuando lo volvimos a hacer fue con calma y gozando de lo lindo.
El caso es que durante primero y segundo,
todos los días, casi sin excepción (incluso sábados y domingos)
me las arreglaba para reunirme y coger con Javier o Faustino o ambos incluso y disfrutaba a lo máximo de dos vergas juveniles
(la de Javier muy, muy gruesa, la de Faustino un poco más larga)
y sabrosas, nos ayudaba el hecho de que prácticamente éramos vecinos y nuestros padres permitían incluso que nos quedáramos a dormir juntos.
Desde siempre habíamos desarrollado una amistad muy cercana y firme entre los tres,
incluso la primera vez que cogí con los dos no existió ningún problema,
duda o vergüenza, más bien la idea les encantó, un día que reunidos para hacer la tarea alrededor de una mesa,
yo le empecé a masajear con un pie la verga a Faustino, que ese día se había vestido de pants, así que no tardó en mostrar una excelente erección que sólo excitó a Javier,
hasta que corriendo nos subimos a su habitación donde pronto estuvimos desnudos y jugando con ambas vergas hasta que Javier sin miramientos me la enterró hasta el fondo,
mientras Faustino nos observaba lujurioso y yo le chupaba su maravillosa verga.
Desde luego ese día la tarea quedó inconclusa.
El descubrimiento de todas las posibilidades que nuestros cuerpos nos podían brindar para encontrar placer no tuvo límites entre los tres,
cada día se agregaba algo nuevo a nuestros encuentros, desde posturas, caricias, movimientos, realmente éramos creativos,
incluso cogíamos en los lugares más insospechados, hacían competencias para ver quien duraba más o menos (reloj en mano y desde luego yo era el trofeo)
o quien aguantaba más veces seguidas, en esa edad (estábamos entre los doce y quince años, Javier era el mayor)
puedes coger una y otra vez y el cuerpo responde.
Desde luego tener sexo indiscriminado a esa edad sólo te alimenta las hormonas y te vuelve promiscuo y lo único que pides es más…más….más,
y ahí estaban mis amigos dispuestos a llenarme de leche cada que me apetecía.
Pero los juegos no sólo eran entre los tres, nuestro deseo de coger lo alimentábamos con ideas como la de incrementar nuestro círculo,
y para ello Faustino y Javier me proponían “candidatos” entre los chavos que conocíamos, compañeros de la secundaria o amigos,
a veces nos íbamos de paseo y buscábamos desconocidos, a ellos les gustaba que “coqueteara”
así que de pronto si veía a un chavo atractivo en la calle o una plaza, me le quedaba viendo a la cara y después de manera explícita la entrepierna,
a veces los muchachos se cohibían, y seguían de frente, pero a veces no sólo me correspondían la mirada sino que se tocaban para enseñarme sus dimensiones e incluso buscaban el contacto,
si el chavo les agradaba a Javier y Faustino, quienes me cuidaban cerca de donde yo “cazaba” dejaban que platicara con él y después lo presentaba a mis amigos,
si el muchacho no les gustaba, entonces se acercaban y me tomaban de un brazo y nos íbamos a otra parte.
De esa manera tuvimos la oportunidad de formar tríos o incluso cuartetos, donde a mi me tocaba la suerte de acabar con todos,
y a mis doce-trece años vaya si lo hacía, a veces me sentía como una prostituta y mis amigos mis padrotes y yo encantado,
aunque debo aclarar que los “invitados” al grupo eran chavos de nuestra edad, nunca mayores.
Sin embargo esos amigos fueron ocasionales, siempre había algo que impedía que se incorporaran en definitiva al grupo,
o bien trabajaban, vivían lejos, tenían compromisos o simplemente no me gustaban,
algunos de ellos no eran muy limpios, a veces la verga les olía pésimo y eso a mi no me gusta, etc.
A veces nos topábamos con buenas vergas, que causaban envidia a Javier,
pues él era muy vanidoso con su garrote,
a todos en el grupo se los enseñaba a la menor provocación,
la verdad era enorme, pero a veces se encontraba con rivales formidables.
Tanto coger provocó en mi cuerpo cambios significativos,
empezando por mi culito que pronto se amoldó a las vergas de mis amigos,
así que salvo las primeras veces, no me resultaba doloroso y sí placentero
tragarme tantas vergas y de cualquier tamaño, desde muy pequeñas, hasta enormes,
el secreto está primero en aflojar tu cuerpo al tamaño de tu amante y después en apretar y moverte siguiendo su ritmo.
De esa etapa recuerdo una ocasión que nos fuimos de campamento con dos amigos scouts, un poco mayores,
cuando en la noche comenzamos a platicar de sexo y nos fuimos calentando poco a poco,
yo veía como me lanzaban miradas de lujuria, hasta que sin más les dije,
con quien de ustedes primero,
los dos se miraron uno al otro, Javier y Faustino estaban sonriendo,
de pronto uno de ellos (Jorge) se levantó y tomándome de las manos me condujo a una tienda donde procedí a darle como primer número una excelente mamada que lo puso frenético,
tenía una muy buena verga, se vino muy pronto, y sin darle tiempo de reponerse, comencé a acariciarlo,
hasta que su verga se pudo firmes de nuevo, para pedirle que me la enterrara,
cosa que hizo hasta que se corrió de nuevo, yo creo que sus gritos se oían a una distancia considerable de donde estábamos,
en cuanto el terminó, el otro amigo (Luís) me montó de inmediato,
mientras la escena era contemplada por los demás, desde la puerta de la tienda
(que era muy pequeña como para estar tres en ella,
a partir de allí cogí con los cuatro, una y otra vez, hasta que quedamos rendidos,
bueno yo me dormí, sin embargo durante la noche desperté al menos dos veces y podía sentir en mi maravilloso culito como una verga joven trataba de llenarlo,
no sabía quien era pero allí estaba.
Esa experiencia nos motivaba a buscar nuevas sensaciones, prácticamente no poníamos límites a nuestros excesos,
a veces exponiéndonos de manera innecesaria, en la escuela desde luego éramos muy discretos y salvo Hugo,
un compañero que ocasionalmente se unía al grupo,
nadie conocía nuestras aventuras
(Hugo dibuja maravilloso, tengo varios de sus dibujos, desde luego muy guardados, donde estoy en diversas posturas tragándome y deleitándome con una verga o dos)
Javier tiene un hermano que le gana con ocho años,
Fernando, que en esa época era nuestro Sol, se convirtió en nuestro ídolo,
ya que no existían imposibles para él,
era un excelente deportista, tenía mujeres por montones y además un cuerpo sensacional, de casi dos metros de altura.
Desde luego yo fantaseaba con él,
sin embargo nunca me atreví a acercarme o proponerle algo,
además era completamente heterosexual,
una imagen que me impactó de él fue en una ocasión que llegué a la casa donde vivían y entré directamente buscando a Javier, al pasar por su habitación, la puerta se encontraba entreabierta,
Fernando estaba dormido, vestido sólo con unos boxer, me quedé mirando por un momento aquel cuerpo escultural,
de pronto cambió de posición y al moverse un increíble pedazo de verga erecta le salió de entre el boxer,
aquella visión me dejó perplejo, nunca me imaginé que tanta carne pudiera estar en una verga,
era hermosa, con enormes venas que la recorrían, una cabeza colorada que me invitaba a chuparla y de hecho estuve a punto de hacerlo,
pero me contuve,
temblando me dirigí con Javier y cuando llegué con él prácticamente le exigí que me violara de la manera más salvaje,
tratando de alejar de mi mente la maravillosa y sensacional verga de su hermano.
La imagen de esa verga me impulsó a conocer más hombres,
buscando algo que se le asemejara, debo decir que si bien Javier era un verdadero semental por su verga, no podía desde luego competir con su hermano,
yo estaba desesperado por encontrar un pedazo que se asemejara y lo más que se acercó fue un trabajador de mi padre llamado Marcos,
un muchacho de 17 años (yo tenía 13) que se encargó de calmar mis ansias durante casi un año gracias a una generosa verga de 20 centímetros.
Fue así como me convertí en un putito insaciable.
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